De ideas republicanas pero desalentado por el rumbo que tomaba la Guerra Civil, en 1938 Mario Armengol i Torrella (1909-1995) decidió huir de España para alistarse en la Legión Francesa. Tras pasar por el norte de África, participó en la fracasada ofensiva de Narvik para liberar Noruega de los nazis y, ya en 1941, acabó en Inglaterra dibujando para el Ministerio de Información. Sin saberlo, poco después se convertiría en el español que más trabajó para la victoria aliada desde el sector gráfico con unas 2.000 viñetas producidas en menos de cinco años, de las que se conservan entre el 15 y el 20%.
El Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat (MuVIM) ha inaugurado la exposición más completa que se haya hecho nunca de un viñetista a nivel mundial, tal y como la presentan sus comisarios. Denominada Tinta contra Hitler, la muestra exhibe casi 150 caricaturas que Armengol realizó entre 1941 y 1945 para el gobierno inglés liderado por Winston Churchill y que fueron reproducidas en periódicos y revistas de diversos países.
Plàcid García-Planas, uno de los comisarios, llegó a ellas casi por casualidad: “Es sorprendente que este personaje sea tan desconocido. Es verdad que el humor gráfico y el cómic no han tenido gran relevancia hasta estos tiempos, además de que Armengol, con la victoria aliada, dejó de producir. Guardó sus obras y no les dio importancia”, comenta.
Humor al servicio del gobierno inglés
Armengol, que quería ser pintor en sus inicios, encontró en Gran Bretaña un lugar en el que desarrollar su imaginación, a veces demasiado atrevida para la época. “Tras quedar colgado en Inglaterra y ponerse en contacto con otros exilados, tuvo la suerte de ser contratado por el Ministerio de Información para aportar sus trabajos a la maquinaria propagandista de guerra contra el eje nazi-fascista”, introduce García-Planas. De esta forma, aunque nunca estuvo reñido con la calidad de sus obras, nunca llegó a dibujar con total libertad. Según este comisario, recibía órdenes de un gobierno en un momento en el que Gran Bretaña estaba sola ante los nazis.
Un arduo trabajo de búsqueda y documentación ha llevado a los dos comisarios a poder afirmar que no está localizable ningún listado de sus obras. Toda la información que tienen les ha llegado a través de papeles fragmentarios que el propio artista guardaba. Así, han podido saber su fórmula de trabajo. García-Planas la explica: “Primero el gobierno británico le daba una idea sobre la que ironizar. Armengol preparaba un borrador y lo enviaba a Londres, porque él vivía en un pueblecito. Cuando lo aprobaban, pasaba a dibujar la viñeta final”.
Solo al final, el caricaturista catalán pudo proponer sus temas, que siempre estaban pactados y eran de carácter antinazi, y por los que recibía una cantidad más o menos importante de dinero. A pesar de que es difícil rastrear dónde se publicaron sus originales, que han llegado a nuestros días, los dibujos de Armengol vieron la luz en publicaciones de países tan distintos como Chile, Argentina, México, Haití y Nueva Zelanda.
“Sabemos que también dibujaba para las revistas de los exiliados belgas y franceses que residían en Londres, pero es muy complicado saber a ciencia cierta qué cabeceras publicaron sus viñetas”, agrega García-Planas.
Hitler, “una caricatura en sí mismo”
En cuanto a su trabajo, Armengol se enfrentaba a una doble tarea: tenía que caricaturizar realidades tan complejas como la guerra para lectores de diarios muy diferentes entre sí. Para ello, se valía de Hitler, “una caricatura en sí mismo”, comenta el comisario, quien también afirma que, por otra parte, “el humor es un punto de encuentro entre culturas”. “Realizaba un humor sin límites, muy catalán, como lo llegaron a definir. Además, le dejaban hacer algunas cosas que a otros caricaturistas no”, prosigue. Tal era su ilimitada imaginación, que una revista de exiliados belgas le llegó a rechazar un dibujo en el que aparecía el conocido Manneken Pis de Bruselas orinando sobre la bota de un oficial alemán.
Mordaz y directo, en sus trabajos Armengol jugaba con los dobles sentidos, además de colorear los dibujos, aunque no se pudiera apreciar en los periódicos. Por ejemplo, en una de sus viñetas, los cadáveres de los soldados alemanes terminan convertidos en salchichas. Otras tantas, el enemigo acababa convertido en simio, como ocurre con los japoneses. Ya al final de la Guerra, Armengol llegó a dibujar al dictador alemán comiéndose su Mein Kampf. Según García-Planas, a través de los dos estilos que se pueden vislumbrar en su obra, se aprecia un importante adelanto a la modernidad de su época. “Para mí, sus dibujos tienen movimiento, no son planos, sino que se asemejan a los fotogramas de una película”, describe.
Arnau Gonzàlez, profesor de Historia en la Universidad Autónoma de Barcelona, es también comisario de la exposición: “Podríamos decir que Armengol es el español que más importancia tuvo en los esfuerzos de la propaganda aliada”, sostiene. Desde su perspectiva, el viñetista “básicamente se encarga de atacar a Hitler, se ríe de él y consigue dar esa imagen de figura terrible pero también de ser despreciable”. Se trata de un humor a medio camino entre el drama y la capacidad de insuflar esperanza para poder derrotar al eje.
En cambio, a la hora de caricaturizar a Mussolini, el artista catalán no se decanta tanto por lo histriónico del personaje. En ese caso, “le dibuja como un niño pequeño, como alguien que no es capaz de entender la gravedad de una guerra y para quien solo es un juego”, en palabras del docente universitario. Armengol también tuvo tinta para Franco: “Le dibuja como un dictador pequeñito, un ser minúsculo que puede traicionar a quien sea cuando le conviene, incluso a sus antiguos aliados alemanes e italianos, como un hipócrita sin ideas fijas que se alía con quien sea para mantener el poder”, agrega Gonzàlez.
Por otra parte, el dibujante nunca atacó al pueblo alemán o italiano, ni tampoco a la gente bajo el yugo de los colaboracionistas franceses, como Laval y Pétain, dos de las figuras más atacadas en sus dibujos. En ellos también aparecieron otros personajes como Goebbels, Himmler, Goering, Tojo, el mismo Churchill, Roosevelt, De Gaulle y Stalin. Y también referencias culturales, como el literario “Gulliver”, el músico Wagner o el pintor Millet.
El arte dentro de la propaganda política
Dos semanas después de que Hitler se suicidara, el Gobierno inglés le informó por carta de que prescindían de sus servicios. “Le dijeron que había hecho un trabajo excelente y que le pagarían sus tres últimos dibujos, aunque solo publicarían uno de ellos”, sostiene García-Planas.
Poco se conoce del Armengol posbélico. “Se dedicó a la publicidad y sí sabemos que realizó algunas esculturas para el pabellón británico de la Exposición Universal de 1967, celebrada en Montreal, Canadá. Es una persona que no quiso insistir o exhibir su obra de guerra, a pesar de que llegó a ser reconocido entre los dibujantes de su época”, subraya el profesor catalán de Historia.
La exposición en el MuVIM de Valencia viene a recuperar del olvido y la ignorancia a la figura de Armengol, que terminó falleciendo en Nottingham en 1995 sin haber saboreado el homenaje que la historia debería haberle reservado. “A partir de esta muestra, Armengol tendría que empezar a aparecer en muchísimos libros de humor gráfico. No estamos hablando solo de una exposición de propaganda política, sino de arte”, finaliza el mismo Gonzàlez.