Hay varios cantantes que se han preguntado, en los estribillos de sus canciones, adónde van los corazones rotos tras sufrir una ruptura. Lo hizo Whitney Houston en 1987 en una canción que se titulaba precisamente así, Where do broken hearts go?, y la boyband británica One Direction casi tres décadas después, en 2014, con un tema distinto pero de mismo título. Si tuviese que dar una respuesta a estos artistas, les contestaría que al Museum of Broken Relationships de Zagreb.
Esta curiosa pinacoteca está dedicada exclusivamente a exponer todo tipo de piezas que han pertenecido a parejas separadas, en las que uno de los integrantes ha decidido donar algún objeto alusivo a ese amor terminado junto a su pequeña historia. Desde el hacha que una mujer alemana utilizó para destrozar los muebles de su expareja cuando este la engañó hasta varios conjuntos de rastas cortadas, anudadas y perfectamente conservadas, este museo alberga todo tipo de objetos. El único requisito es que, de algún modo u otro, hayan estado ligados a un amor que se ha terminado.
La idea de crear esta extraña colección surgió, precisamente, de un amor que llegó a su fin. El escultor Dražen Grubišić y la productora cinematográfica Olinka Vištica estuvieron saliendo juntos durante cuatro años. Terminaron su relación de forma amistosa en 2003, y hablaban a menudo sobre todos los objetos comunes que habían quedado tras su ruptura, bromeando con que podrían ser expuestos en un museo. Como pasa en muchas ocasiones con aquello que se dice sin seriedad ni pretensiones, la idea se acabó materializando tres años después, cuando Grubišić volvió a ponerse en contacto con Vištica para desarrollar este proyecto. Al principio, el museo era más bien una colección que se exponía de forma itinerante, compuesta por piezas que donaron familiares y amigos. Se mostró por primera vez al público en Zagreb, la ciudad natal de los dueños, en 2006, y durante los años siguientes viajó por todo el mundo, exponiéndose en países como Argentina, Alemania, Sudáfrica, Filipinas o Estados Unidos.
Mientras la colección recorría el mundo se iba engrosando. En la exposición realizada en Berlín en el año 2007, por ejemplo, se donaron 30 objetos. Así, se fue haciendo patente la necesidad de disponer de un espacio específico que albergase la colección y permitiese que el público la visitara. Sin embargo, lo ecléctico y atípico de esta hizo que el ministerio de cultura croata no tomase estas piezas en serio o, al menos, que no mostrase interés en ofrecer un espacio en el que pudieran exponerse. Por ello, tras varios intentos, la ex pareja de coleccionistas alquiló un espacio de 300 metros cuadrados en el que mostrar sus piezas, instituyendo así el primer museo privado de Zagreb.
En 2011, un año después de su apertura, recibió el Premio Kenneth Hudson que otorga el Foro de Museo europeo (EMF) a instituciones cuya labor destaque por su osadía y originalidad. En el fallo del galardón, señalaron cómo el museo invita a reflexionar sobre la fragilidad de las relaciones humanas, pero también a indagar sobre cómo el contexto social, económico, cultural o político determina en gran medida la forma de sentir y expresar tanto el amor como su pérdida. Con respecto a esto, los fundadores del museo afirman que lo que pretendían era crear un espacio en el que el recuerdo se preservase, para proteger el patrimonio tanto material como inmaterial de todas esas relaciones que ya no existen, basándose en la noción de que los objetos que nos han sido queridos y que han pertenecido a nuestra vida cotidiana guardan en su interior parte de nuestras emociones y sentimientos.
Después de todos estos éxitos, al museo de los amores fallidos solo le quedaba seguir expandiéndose por el mundo, y lo hizo cuando el abogado estadounidense John B. Quinn visitó sus instalaciones y quedó tan impresionado que acordó con los dueños la apertura de una nueva sucursal del Museum of Broken Relationships en Los Ángeles. En este, se exponen piezas pertenecientes a la colección original con otras que han sido donadas allí, en Estados Unidos.
Un recorrido por las historias fallidas
Además de su colección propiamente dicha, el museo cuenta con un portal web en el que puedes ver imágenes de objetos donados e historias personales que no se encuentran en la exposición. Entre las más rocambolescas se encuentra, por ejemplo, una galleta de jengibre, un consolador o un frisbee de plástico “estúpido”, tal y como lo denomina la donante, que lo recibió de parte de su expareja, en sus propias palabras, “como una brillante idea para un regalo de segundo aniversario”.
Asimismo, aunque la colección se basa fundamentalmente en las relaciones de pareja, hay otras piezas que hablan de otro tipo de relaciones fallidas. Unas figuras de dos ranas, por ejemplo, fueron donadas desde Indiana junto a la historia: “Mi madre se fue cuando yo tenía tres años. Este fue uno de los pocos regalos que me dio”.
Este extraño museo parece, por tanto, el hogar perfecto para las historias truncadas y las personas queridas y ausentes, el destino que buscaban Whitney Houston y los integrantes de One Direction y, paradójicamente, la historia de un éxito rotundo. De hecho, la colección sigue creciendo, y en la web del museo puedes encontrar un formulario con instrucciones para donar una pieza y que pase a incorporarse a la colección. ¿Será el morbo que causa el mal ajeno lo que invita a los espectadores a acudir a este museo, o tal vez la búsqueda de cierta comprensión, del consuelo de ver que otros tienen historias peores y, sobre todo, guardan recuerdos mucho más extraños?