Arquitectura & Diseño

Cholets: como Gaudí, pero con un subidón de coca

Por Mario Canal

Foto: Yuri Segalerba

A medio camino entre la fantasía aimara, una sala de fiestas psicodélica y la residencia de un agricultor cocalero venido a más, los Cholets© andinos son el último gran estilo que seduce a profesionales y aficionados de la arquitectura.

Habrán notado que el término cholets tiene copyright. Es decir, está registrada comercialmente. Su propietario es Freddy Mamani, el padre de este estilo irreverente y festivo que redibuja la cultura tradicional de Bolivia. Un concepto que nace de mezclar la palabra chalet y cholo, que es como se denominan de forma coloquial -y algo despectiva- a los indígenas de la región andina. Mamani, más que inventar una palabra, ha conseguido lanzar una nueva forma artística. Muy pocas veces asistimos al nacimiento de un movimiento arquitectónico que tiene ejes estéticos, sociales y culturales tan sólidos como este. Que surge de los estratos populares para ganarse la atención de profesionales y amateurs.

Divertidos y originales, muchos los asocian con una versión local del Art Decó europeo por su afectada construcción ornamental, tanto del exterior como del interior. Sin embargo, esa estética ha ido evolucionando y ahora se construyen edificios de fachadas delirantes que reproducen a personajes de ciencia ficción como los Transformers. Los inversores han entrado en una carrera sin freno por ver quién levanta el edificio más llamativo porque, además de viviendas, los cholets contienen restaurantes, salas de fiestas y otros espacios recreativos y comerciales. Son un negocio y también un reclamo turístico de primer orden para la ciudad que los vio nacer, donde se concentran más de 600.

Foto: Yuri Segalerba
Foto: Tatewaki Nio, série Néo-andina, 2016

Arquitectura de altura

El Alto es un núcleo urbano que está pegado a la capital de Bolivia, La Paz. Al norte del país y cerca de la frontera con el Perú y del lago Titicaca. Con una media de 4.150 metros de altura, surgió hace sólo 36 años de la emigración rural y ya es la segunda ciudad más poblada del país. Hasta que Freddy Mamani comenzó a llenar sus calles de edificaciones no tenía apenas rasgos que la diferenciaran del resto de ciudades andinas. “Al llegar, vi que El Alto era una ciudad color ocre, muy aburrida, y he tratado de darle vida a través de la referencia a los colores de los textiles que utilizaban nuestros ancestros y actualmente también nuestras autoridades”, dijo Mamani en una entrevista con el divulgador argentino Fredy Massad.

El surgimiento de los cholets está íntimamente ligado a la política boliviana reciente. La llegada al poder de Evo Morales hizo que la población mayoritaria del país, la indígena –aimara y quechua, sobre todo–, se sintiera visibilizada tras mucho tiempo de sufrir discriminación. Cuando Mamani habla de los colores que ahora están ligados al país institucionalmente se refiere a la bandera Wiphala original de los pueblos andinos. Tiene siete colores distribuidos en damero diagonal y fue asimilada en 2009 junto a la tricolor como enseña boliviana. En ella se recoge así la expresión cultural andina, como hacen los cholets.

Fotos: Yuri Segalerba
Fotos: Yuri Segalerba
Fotos: Yuri Segalerba

En los originales de Mamani encontramos las formas inherentes a la cultura Tiahuanaco, civilización preincaica que se expandió por el norte de los Andes entre 1500 a.c y 1187 d.c. Los restos arquitectónicos que han llegado hasta nuestros días son sencillos, casi minimal, pero su arte también se expresó en objetos decorados con vivos colores, recursos lineales y geometrías libres. Freddy Mamani afirma remitirse ellos y también a los tejidos y bordados locales típicos de las cholitas –cuyo atuendo incorpora bombín, falda o pollera abullonada y capa corta, ampliamente bordadas con motivos casi fluorescentes– para construir una estética arquitectónica neomestiza.

De abajo a arriba

Mamani nació en una familia numerosa y humilde. Su padre era obrero de la construcción y acompañándole al tajo aprendió el gusto por los materiales, con los que se distraía jugando. Para ayudar en casa, cuando acabó el bachillerato se puso a trabajar de albañil. A los 18 años ya era contratista y se tituló en Construcción Civil. Luego comenzó a hacer dinero y consiguió aquello que su familia no pudo darle, se doctoró en Ingeniería. Ahora, su trabajo se muestra en los principales centros de arte del mundo, como la Fundación Cartier de París en la que levantó un interior típicamente cholet, e imparte conferencias multitudinarias por todo el mundo. Hay incluso un documental y varios libros dedicados a los cholets.

Cuando comienza a construir sus primeras obras en 2002, empezando por su propia casa familiar, estas son obras de dos o tres elevaciones y en ellas integra los recursos estéticos en la fachada que hemos mencionado y que le son propios. Lo hace de forma natural, no por una reivindicación identitaria. Simplemente encontraba que eran más bonitos y que le resultaban cercanos emocionalmente. El carácter alegre de sus casas llamó la atención de otros propietarios que comenzaron a pedirle más obras de este tipo. En su mayoría eran agricultores y personas que habían emigrado desde el campo, como lo son el 75% de los habitantes de El Alto. Fuertemente vinculados al comercio y bregados en los mercados de la región, son grandes folcloristas. Les gusta y están orgullosos de la estética y las tradiciones locales.

El gran paso adelante de los cholets se produce cuando Mamani entendió que aunar vivienda y proyecto económico era connatural al perfil de su gente. Que la casa podría convertirse también en una inversión de futuro. Así que atendió las necesidades del primer gran cliente con dinero y le construyó una edificio que en el piso bajo tenía locales comerciales, en la parte superior una sala de fiestas y más arriba apartamentos para alquilar. La más alta y la azotea de estos bloques se reserva para el propietario, ya que de esta forma “estaría más cerca de la naturaleza”, según el propio Mamani, y podrían tener un espacio con plantas lejos del bullicio y la polvareda de las calles. Paradójicamente, en una ciudad como El Alto en el que los cholets surgen como por arte de magia y son un referente del estatus social y económico conseguido por sus dueños –algunos pueden costar hasta 500.000 euros–, la desigualdad económica es brutal y los servicios básicos urbanos no están garantizados.

Freddy Mamani. Foto: Juan Ignacio Severin

Más allá del exotismo

El éxito de Mamani y su movimiento va más allá de un interés exótico por una forma arquitectónica menor o marginal. Coincide con una atención que también se produce en las artes plásticas hacia el trabajo artístico que surge de estratos culturales y sociales tradicionalmente ignorados. Las propuestas no eurocéntricas, las creación indígena contemporánea, lleva ya un tiempo siendo objeto de estudio, análisis y difusión por parte de centros de artes y estudios académicos eurocéntricos. Forma parte de lo que se conoce como decolonialismo. Es, de hecho, su faceta menos ideologizada ya que se ocupa de las creaciones actuales en lugar del revisionismo histórico que suele juzgar el pasado con una angulación moral contemporánea.

Les magiciens de la terre fue la primera gran exposición internacional que puso el foco en la creación de las entonces “culturas invisibles” de África, América, Asia u Oceanía. El Centro Pompidou de París acogió esta muestra comisariada por Jean-Hubert Martin en 1989 y en ella se mostraron las obras de 100 artistas. La mitad de ellos provenían de países occidentalizados, la otra mitad no. Sin embargo, a diferencia de otras exposiciones previas de este tipo como Primitivismo en el Siglo XX, de 1984, que poseían una mirada más antropológica que artística, en Les magiciens por primera vez no se establecen jerarquías que pudieran diferenciar ambas, sino que se mezclaban apuntando a los espacios que compartían. Otra muestra que se considera fundacional de esta manera de reconocer las propuestas creativas de ámbitos hasta entonces subestimados fue la Documenta XI de Kassel que dirigió Okwui Enwezor en 2002. Estas iniciativas se han convertido ya en habituales e incluso están en el centro de la actual Bienal de Venecia que se inauguró el mes pasado.

Foto: Yuri Segalerba

Las Vegas andina

En este marco de análisis, las edificaciones de Mamani tienen un contenido cultural y creativo indudable. Responden a los usos sociales y económicos locales, dan respuesta a una necesidad y al mismo tiempo tienen un componente estético muy poderoso. Tanto las fachadas como los interiores son espectaculares. Los salones de fiestas son de un colorido casi lisérgico y la ornamentación recuerda a la fluidez orgánica de Gaudí, por la riqueza de recursos geométricos. La forma en que se combinan las fuertes tonalidades de rojos, verdes y amarillos, integradas en el propio conjunto, es llamativa y eficiente. Los cholets poseen un incuestionable mérito cultural y artístico.

La proyección conseguida por este tipo de arquitectura en todo el mundo ha sido alimentada en gran parte por las redes sociales, en las que es habitual encontrar vídeos de turistas fascinados por estas construcciones. Los primeros hoteles ya están levantando sus instalaciones para acoger a los curiosos llegados de todo el mundo y, como decíamos, la competencia es grande para ver quién levanta el cholet más insólito. Uno de ellos cuenta ya con 14 plantas y tiene en su cúspide una especie de yate de cuatro pisos. De la cultura de la feria dominical tradicional se está basculando hacia las atracciones de feria mecánicas.

Foto: GAMEA
@städtebau

Paseando por las calles de El Alto –un teleférico también lo cruza de punta a punta– podemos encontrarnos con Iron Man, el personaje de la Marvel, que cuenta con una escultura realizada por Ramiro Sirpa: un creador local que se ha especializado en las figuras metálicas y es también el responsable de otros personajes de ficción que rematan las nuevas construcciones. Son estos motivos ornamentales muy alejados de la tradición estética a la que apela el inventor de los cholets, Mamani, las geometrías y elementos naturales. El pasado mes de septiembre se anunció incluso la construcción de un edificio con fachada de cristal y aluminio de diez pisos en cuyo frontal se homenajearía a la camiseta argentina del futbolista Messi, por hacer posible la copa mundial de fútbol para su país.

Una duda que se abre ante la evidente evolución de este tipo de construcciones es si el valor artístico de las obras originales y audaces de Mamani pueden equipararse a los delirios que se están levantando en los últimos tiempos. Si algo se ha roto o hay una continuidad legítima entre ambas propuestas. "Esta arquitectura tiende a crecer más y estoy seguro de que, en poco tiempo, El Alto se convertirá en un Tiwanaku moderno o un Dubái andino o las Vega andino", ha zanjado Mamani, a quien no parece molestarle esta deriva.