Exposiciones

Los cuadros perdidos de Ibarrola se exponen por primera vez en Madrid 50 años después de ser censurados por Franco

Por Sofía Guardiola

Agustín Ibarrola

En 1974 se le encargó a Agustín Ibarrola el cartel para los Sanfermines de ese mismo año. El artista vasco decidió aprovechar la oportunidad para defender la lucha de la clase obrera. El cartel fue censurado. Ahora, 50 años después, puede contemplarse en Madrid de la mano de la galería José de la Mano. Junto a él, otras de las obras más políticas del autor que tan bien llegó a conocer la cárcel franquista.

En 1974, la dictadura de Francisco Franco agonizaba. Él era anciano y se encontraba gravemente enfermo. La gran esperanza continuista del régimen, Carrero Blanco, había sido asesinado el diciembre del año anterior. La libertad parecía estar cerca y, al mismo tiempo, aún terriblemente lejos. En medio de este clima convulso, las revueltas obreras y estudiantiles eran frecuentes y virulentas, especialmente en zonas como el País Vasco y Navarra.

Fue en este momento cuando la Comisión Taurina de la Casa de la Misericordia de Pamplona encargó el cartel de los Sanfermines de ese año –que siempre corría a cargo de un artista reconocido– al escultor Jorge Oteiza. Este, sin embargo, se vio obligado a rechazar la propuesta por falta de tiempo, proponiendo en su lugar a Agustín Ibarrola. Cuando se lo ofrecieron, el artista de Basauri aceptó y decidió utilizar el altavoz que el encargo le proporcionaba para hablar de la lucha de la clase obrera, con la que estaba profundamente comprometido.

Para ello, diseñó un cartel que mostraba, en la parte superior, un toro de grandes dimensiones, casi idéntico al que Picasso dibujó en el Guernica. En la parte inferior, donde deberían estar los asistentes a la fiesta corriendo los Sanfermines, festejando, Ibarrola plasmó a una masa humana que parecían obreros, con los puños en alto, a punto de levantarse contra el poder. El lenguaje utilizado era constructivista, el movimiento por excelencia de la estética soviética –no podemos olvidar, además, que la cartelería fue crucial en el desarrollo y difusión de las ideas comunistas en la URSS–.

Agustín Ibarrola, boceto para el cartel de la Feria del Toro de Pamplona de los Sanfermines de 1974

Con este cartel Ibarrola reivindicaba unas ideas que, en realidad, nunca había ocultado, y que ya le habían costado la cárcel en dos ocasiones. Proveniente de familia obrera, en 1962 fue juzgado por un tribunal militar por pertenecer al Partido Comunista y condenado a nueve años de prisión –aunque acabó saliendo en tres–. Durante esta temporada siguió pintando desde la cárcel, aunque sin poder firmar ni exhibir sus obras. Sin embargo, todas estas pinturas ilegales acabaron siendo sacadas de España por Appel for Amnesty, una iniciativa de Amnistía Internacional que pretendió alzar las voces contrarias a los regímenes totalitarios que clamaban por la libertad. Estas obras se expusieron en Inglaterra, Francia, Italia y Bélgica.

En este caso, Ibarrola consiguió sortear la censura, aunque para hacerlo sus cuadros tuvieran que salir de España, donde gritar por la libertad era aún impensable.

Fue encarcelado, por segunda ocasión, en 1967. Permaneció dos años en prisión, y aunque al ser puesto en libertad tuvo varias oportunidades de desarrollar y mostrar su arte –participó, por ejemplo, en los Encuentros de Arte Vasco de 1972– las ideas de la dictadura aún no habían terminado de cebarse con él. La censura de su cartel de los Sanfermines es un ejemplo de ello, pero también, por ejemplo, la quema de su caserío a manos de la extrema derecha en mayo de 1975.

En cuanto al cartel, la Comisión Taurina de la Casa de la Misericordia de Pamplona afirmó que, aunque reconocían el valor artístico del boceto en lienzo que el artista había entregado, se alejaba de sus intereses que, según afirmaban, eran únicamente lúdicos, y no políticos. En su lugar, diseñó el cartel el artista pamplonés Pedro Manterola.

‘Libertad’, Agustín Ibarrola. 1974
Sin título, Agustín Ibarrola. 1977-1979
‘Crucificados’, Agustín Ibarrola
Sin título (Ruptura democracia), Agustín Ibarrola

Así, el lienzo de aire luchador y picassiano de Ibarrola se convirtió en un no-cartel, en un boceto de una obra que nunca se iba a realizar, y que por tanto acabó olvidándose, desapareciendo. Ahora, 50 años después del encargo, la madrileña galería José de la Mano lo expone por primera vez, junto a otra serie de obras que indagan en esa faceta política del artista, relacionada con la lucha obrera, que no solo marcó su carrera sino también su vida.

El otro cuadro perdido de Ibarrola

Esta no es, sin embargo, la primera vez que Agustín Ibarrola, José de la Mano y Pablo Picasso coinciden en la historia de un cuadro perdido y rescatado. En 1977, el pintor vasco realizó su propia versión del Guernica: una obra de grandes dimensiones compuesta por diez paneles y titulada Guernica Gernikara (El Guernica a Guernica). En aquella época, con la llegada de la democracia, se había comenzado a hablar del regreso del cuadro de Picasso a España, tras haber permanecido en el MoMa durante toda la dictadura.

Ahora solo había que decidir dónde exponerlo. La apuesta de Agustín Ibarrola era hacer un museo en favor de la paz en el pueblo de Guernica. El eje principal de este sería el enorme mural. Pintó su versión de la obra como reivindicación de esta propuesta, y muchos intelectuales vascos se unieron a su causa. Sin embargo, el Guernica fue a parar primero al Casón del Buen Retiro –tal era la voluntad de Picasso– y al Reina Sofía después. Según los informes actuales, sería demasiado dañino para la obra sufrir un traslado, por lo que cabe pensar que allí permanecerá de forma indefinida. No obstante, el País Vasco sí consiguió su propio Guernica después de todo: la versión de Ibarrola, que actualmente se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

‘Guernica Gernikara’, Agustín Ibarrola. 1977

Esta obra, que se creía perdida, fue identificada por José de la Mano mientras investigaba la faceta de artista abstracto geométrico del de Basauri. Localizó, por casualidad, su Guernica en un catálogo antiguo, y lo acabó encontrando, olvidado, en el estudio que Ibarrola tenía en el caserío familiar. Lo presentó en ARCO en 2021, donde el museo vasco lo adquirió. También puso en el mapa a mujeres artistas como Aurelia Muñoz o Lola Boshard, artista completamente olvidada a la que descubrió tras hallar, en el almacén de una peluquería, todas las obras que un amigo de la autora consiguió salvar cuando ella tiraba todo su trabajo a la basura para poder marcharse de España. Pero esa, como suele decirse, es otra historia.

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