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De Paco Roca a Barceló: la casa de ‘La Metamorfosis’ de Kafka, según los artistas

Por Pilar Gómez Rodríguez

La Metamorfosis, ilustración de Paco Roca

La transformación que narró Franz Kafka en su inmortal relato de La Metamorfosis no fue solo la de aquel hombre que se convirtió en insecto. El espacio doméstico lo acompañó en su inusual viaje y profesionales de la ilustración, de la arquitectura y del cómic lo han imaginado desde entonces. Este es un recorrido por las referencias espaciales de la obra, por su significado y por algunas de sus traducciones visuales.

Se vende piso amplio. Tres dormitorios. Salón, comedor, cocina y baño. Posibilidad de albergar huéspedes (uso turístico). Todos los servicios: hospital y transporte público enfrente. Urge venta por motivos familiares. Ref.: Samsa.

Una vez muerto el hijo transformado —el desgraciado protagonista de La metamorfosis, de Franz Kafka— su familia se dio buena prisa en cambiar de aires. La nueva vida de los Samsa empezaba por poner tierra de por medio, separarse lo más posible de todo aquello que habían compartido con el bicho. No parece descabellado imaginar una continuación del imperecedero relato que empezara por un anuncio de “se vende”, ya que los últimos párrafos hablan de mudanza:

“Lo que de momento más habría de mejorar la situación sería mudar de casa. Deseaban una casa más pequeña y más barata, y, sobre todo, mejor situada y más práctica que la actual, que había sido escogida por Gregorio”.

En esas líneas el destino del hijo se acaba por asimilar al de la casa: liquidado uno, tenían que deshacerse de la otra. Olvidar es más fácil cuando el escenario del trauma no entra por los ojos.

El marco de la existencia

En aquella casa todo había sido normal hasta que un día, al despertar Gregorio Samsa “tras un sueño intranquilo, se encontró convertido en un monstruoso insecto”. A partir de ese momento, el protagonista observa a su entorno con mirada forzosamente distanciada. Desde la cercanía de su habitación, pero desde el abismo insalvable de su apariencia, contempla a su familia, reflexiona y se siente orgulloso por “haber podido proporcionar a sus padres y hermana tan sosegada existencia, en un marco tan lindo”.

Ese lindo marco tiene como núcleo un salón, donde la familia realiza su vida en común. Lo rodea el comedor, tras una puerta; el recibidor y, frente a este, la habitación de los hechos, en una posición tal que si dejaban las puertas abiertas era posible la conexión, visual al menos, entre estos últimos espacios. Pero esto casi nunca ocurre: cuando sucede es para subrayar el imposible anhelo del exterior. Lo más habitual es que se sucedan las barreras interiores en forma de puertas que atrapan, hieren e impiden.

A ambos lados de la habitación de Gregorio se disponen la de su hermana y la de sus padres: “En la habitación contigua de la izquierda reinó un silencio lleno de tristeza, y en la de la derecha comenzó a sollozar la hermana”, se lee en La Metamorfosis. En los días que siguieron a la transformación, Gregorio corría de un lado a otro desesperado a la búsqueda de noticias: quería saber cómo era percibida su humanidad bajo su nuevo aspecto. Sobre la cocina, se sabe que era el territorio de la criada y que esta había pedido tener la puerta cerrada siempre que no la llamasen. Ninguna referencia hay al aseo y sí a un cuarto que, en la parte final del relato, es cedido a tres huéspedes.

La Metamorfosis, Miquel Barceló
La Metamorfosis, Miquel Barceló

La transformación del espacio

La casa, y muy concretamente la habitación de Gregorio, es un personaje más que evoluciona al ritmo de la narración. Su evolución —mejor dicho, su degradación—tiene su correlato en la degradación moral de los personajes. Puede que Gregorio haya dejado atrás su humanidad, pero solo en apariencia; sus familiares la habían dejado atrás definitivamente.

La casa es un personaje más que evoluciona al ritmo de la narración

En este baile, los elementos de la habitación tienen un papel muy destacado. El baúl, la mesa, la silla, el cuadro, el sofá, la cama y la alfombra sirven en un principio para aliviar la animalidad del protagonista. Son sus cosas, sus pertenencias. Gregorio se sirve de ellas para sus propósitos de costumbre. Abrir la puerta, por ejemplo. Toda una odisea. Para ello “gracias a la soltura adquirida en la cama, se aproximó fácilmente al baúl e intentó enderezarse apoyándose en él”. También el sillón le ayuda en un nuevo intento por girar la llave de la puerta. Pero el nuevo aspecto de Gregorio le da también nuevas capacidades: puede trepar por las paredes y el techo. La animalidad no se lleva bien con las pertenencias: para un bicho son obstáculos o refugio donde esconderse y protegerse. Gregorio lo va a aprender enseguida, a la fuerza y no sin tristeza por su pasado humano.

La hermana llevará a cabo esta primera mudanza o recolocación de la habitación de Samsa. Encargada de lidiar con él en los primeros tiempos tras la metamorfosis —para ahorrarles así el disgusto de su visión a sus padres—, la hermana piensa en despejarle el espacio lo más posible de aquellos objetos que se lo impedían: el baúl y la mesa sobre todo. La madre ha de ayudar, pero titubea en cuanto al propósito de la operación: “¿No parecería entonces que, al retirar los muebles, indicábamos que renunciábamos a toda esperanza de mejoría y que lo abandonábamos sin consideración alguna a su suerte?”.

Gregorio Samsa se escinde. Por un lado es verdad que un espacio diáfano le facilitaría los recorridos a su nuevo ardor trepador. Por otro, desprenderse de los muebles y objetos significa abandonar los lazos con lo humano. Al ver que la maniobra de despeje va para adelante reacciona: “Le vaciaban su cuarto, le quitaban cuanto él amaba”, hasta ese punto somos uno con nuestras pertenencias.

Despojado ya de todos sus enseres funcionales, Gregorio, escondido debajo del sofá, tapado por una sabanilla, descubre que algo le queda a él y al cuarto: “el retrato de una dama envuelto en pieles”. Ante esta visión, no duda y sale a protegerlo. Su cuerpo actuaría como escudo para aquel cuadro y el cuadro serviría de escudo asimismo para salvaguardar su humanidad. “Al menos esta estampa que él tapaba ahora por completo no se la quitarían”, escribe Kafka.

La Metamorfosis, Fran Estévez
Propuesta de vivienda de la familia Samsa
Una de las páginas interiores de La Metamorfosis, Peter Kuper

La segunda mutación de la habitación de Gregorio sirve para encarar la recta final de la novela. Si en la primera, el espacio se había despejado para hacerle la vida más fácil, ahora el espacio se va a llenar de trastos y basura. Su vida no importa, es hora de morir, parece ser el mensaje de su familia. Y todo ello tiene su reflejo en el espacio. “Habían ido tomando la costumbre de colocar allí las cosas que estorbaban en otra parte, que eran muchas, pues uno de los cuartos de la casa había sido cedido a tres huéspedes […]. Y todas estas cosas iban a parar al cuarto de Gregorio, de igual modo que el cogedor de las cenizas y el cajón de la basura”. Trastero, estercolero… Por ahí paseaba un Gregorio herido en sentido literal y metafórico, levantando “olas de polvo a su alrededor”, arrastrando “en la espalda y en los costados hilos, pelos y restos de comida”. Si su primera transformación lo había convertido en animal, la segunda lo reducía a basura.

Mientras, sus familiares experimentaban esas mismas transformaciones pero en modo invisible. Fue su misma hermana la que lo condenó a muerte con estas palabras: “Queridos padres —dijo la hermana, dando, a modo de introducción, un fuerte puñetazo sobre la mesa—, esto no puede seguir así. Si vosotros no lo queréis ver, yo sí. Ante este monstruo, no quiero ni siquiera pronunciar el nombre de mi hermano; y, por tanto, sOlo diré que hemos de librarnos de él. Hemos hecho todo lo humanamente posible para cuidarlo y soportarlo, y no creo que nadie pueda hacernos el menor reproche”. Sus padres estuvieron de acuerdo.

Gregorio murió, la asistenta lo barrió y los Samsa pudieron dedicarse, liberados, al resto de su vida.

Representar la casa de los Samsa

Más allá de disquisiciones estrictamente literarias, la configuración de la casa de los Samsa ha atraído la atención de expertos en el espacio como el arquitecto Emilio Delgado, que le dedicó una atenta lectura al libro. Dibujó un plano de la vivienda, una “reconstrucción planimétrica revisando todos los fragmentos del texto que hacían alusión a los elementos constructivos y decorativos”, y mediante la información del post, recreó con IA la imagen del dormitorio del protagonista. Hablando de recreaciones espaciales, hay que mencionar el proyecto de realidad virtual que hace unos años, en 2019, produjo el Goethe-Institut de Praga en colaboración con el equipo del director praguense Mika Johnson. La instalación, titulada «VRwandlung», proponía una experiencia que llevaba al público al corazón de la habitación de Gregorio Samsa, con sonido ambiental y música inspirada en misma obra.

A lo largo de su historia, y desde aquella portada de Ottomar Starke para la primera edición de 1915, no son pocos los creadores que han puesto su imaginación al servicio de los Samsa. ¿Cómo era aquella casa transformadora y transformada? ¿Y la angustiosa habitación de Gregorio? Por no hablar de la criatura que Kafka no quería ver representada como un bicho y así de expeditivo se lo prohibió a su editor. Dibujantes, ilustradores, cineastas, artistas tienen no poca tarea con este relato, una tarea fascinante.

Portada de La Metamorfosis, Peter Kuper
Portada de La Metamorfosis, ilustrado por Paco Roca

El conocido y reconocido historietista Paco Roca, Premio Nacional del Cómic 2008, se lanzó a la tarea en 2011 cuando ilustró para Astiberri este y otros relatos de Kafka: “Desde que leyera de crío La metamorfosis, Kafka se convirtió en uno de mis autores favoritos. Recuerdo que pasar de Julio Verne a leer La metamorfosis fue para mí todo un golpe, me pasé meses intentando asimilar aquello. Es una sensación que aún sigo teniendo con Kafka, sus relatos nunca me dejan indiferente”. Unos años después, en 2016 y en la misma editorial, veía la luz la aclamada adaptación al cómic de Peter Kuper. Muy fiel al relato de Kafka, sus imágenes son unas de las más conocidas a la hora de pensar y darle forma a la narración del escritor checo. También en ese mismo año llegó la versión manga, de la colección la otra h (Herder).

En el terreno de la ilustración, este mismo año de conmemoraciones —el centenario de su muerte el 3 de junio de 1924— es preciso mencionar las del mexicano Tavo Montañez para Akal, que en una paleta reducida de dorados y azules (tan característicos de algunos coleópteros) presenta sus delicadas siluetas animales e interiores humanos. Y de vuelta al blanco y negro, existían ya las del argentino Luis Scafati, publicadas por Libros del Zorro Rojo junto con una traducción de César Aira. Su trabajo sobre este clásico ha sido objeto de varias exposiciones en Latinoamérica y Europa que lo han reconocido como una de las mejores interpretaciones gráficas realizadas sobre la angustiosa historia de Gregorio Samsa. También Nórdica tiene su versión ilustrada de La Metamorfosis, de la mano de Antonio Santos.

De lleno en la interpretación artística, Miquel Barceló tradujo en coloridas acuarelas La transformación, pues esa es la traducción que se prefirió en Galaxia Gutenberg para la novela, publicada en colaboración con la casa francesa Gallimard. En su explicación, el mallorquín hacía alusión al espacio y a las personas, al entorno doméstico: “A su alrededor todo se transforma. Su padre, su madre, su hermana pequeña. El mundo exterior cada vez más amenazante que adivinamos a través de los resquicios de las puertas y ventanas”.

La novela de Kafka ha pasado también al lenguaje audiovisual de la mano de Caroline Leaf, un clásico de 1977 que tituló La metamorfosis del Sr. Samsa y que utilizaba una técnica novedosa: animación con arena en la que las imágenes se crean manipulando este material sobre una superficie de cristal opaco iluminada desde abajo y fotografiada desde arriba. En España, en los noventa, el escritor y cineasta Carlos Atanes rodó en 1993 una película de media hora que adaptaba muy libremente la obra de Kafka, enriqueciéndola con alusiones históricas y del entorno biográfico del escritor. Más recientemente, Fran Estévez volvía sobre La metamorfosis en un corto que le valió un buen número de premios internacionales.

Y es que la fuerza del relato de Franz Kafka no se agota nunca. Cada época, cada contexto, cada geografía, cada técnica y hasta cada uno y cada una ofrece un nuevo punto de vista, un ángulo distinto. Es una obra tan universal como personal porque todos tenemos nuestra cucaracha interior. ¿Quién no la ha sentido despertar un día, tras una noche de mal dormir?

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