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EL MAYOR MUSEO EGIPCIO ABRIRÁ EN EL CAIRO SIN SUS GRANDES TESOROS: “LA RETENCIÓN DE ROSETTA SIMBOLIZA EL IMPERIALISMO”

Por Angel L. Martinez

Estatua de Ramsés II en la entrada al museo

Una inversión de cerca de 1.200 millones en seguridad, multitud de servicios y mucha sostenibilidad para crear un espacio de medio millón de metros cuadrados donde albergar 150.000 obras milenarias. El Grand Egyptian Museum (GEM) abrirá sus puertas este año, pero lo hará sin muchas antigüedades que reclaman a los museos de Europa como la Piedra Rosetta o el busto de Nefertiti, entre otras.

A las afueras de El Cairo, el edificio de Heneghan Peng Architects se integra en el paisaje con un diseño que mezcla arquitectura moderna y patrimonio antiguo. La geometría de su fachada, de casi un kilómetro, alude a las pirámides de Guiza. Su piedra caliza se ilumina de noche, cambiante como el desierto. A un lado, la antigua carretera que une El Cairo con Alejandría a través de dunas. Al otro, el espacio en el que levantar la futura avenida que unirá el museo con la meseta de la necrópolis, a lo lejos.

Lejos también queda 2002, cuando se anunció el concurso de arquitectura para diseñar el museo. Desde entonces, su obra se retrasó por la Primavera Árabe primero, y por la pandemia después. El 2022 era ideal: bicentenario del desciframiento de los jeroglíficos y centenario del hallazgo del hipogeo de Tutankamón. Pero tampoco. Confirmado este como el año de apertura, aún no hay fecha de inauguración aunque las taquillas de la explanada principal han visto pasar grupos desde que empezaron los tours guiados en 2023.

En la entrada, un enorme obelisco de Ramsés II recibe a los visitantes sobre una plataforma elevada. Frente a él, el acceso principal es una monumental puerta de alabastro formada por un doble triángulo. Este está decorado con inscripciones jeroglíficas. El interior, que sobresale a modo de alero, está alineado con la silueta de las pirámides de Keops y Kefrén que se perfilan en el horizonte.

Las pirámides y el resto de monumentos antiguos son el imán de la industria turística nacional, que ingresó 13.000 millones de dólares en 2021. Fuente crucial de divisas, este sector se enfrenta a una grave escasez de dólares y a una deuda equivalente a casi el 93% del PIB, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). El número de turistas en 2023 rondó los 15 millones, batiendo récords de hace décadas, y para el primer año se espera que este museo atraiga a 5 millones de viajeros interesados en su patrimonio.

Vista exterior del Grand Egyptian Museum
Vista exterior del Grand Egyptian Museum

Entre sus joyas, la estatua de Ramsés II de 3.200 años de antigüedad y 11 metros de altura que preside el gran atrio central, nada más franquear la puerta de entrada. A su derecha, la zona comercial, con alguna escultura. A la izquierda, salpicada por estatuas de reyes y dioses en sus peldaños, la escalinata que dirige a las salas de exposición, cerradas al público. Lo que sí se ve a través del muro acristalado –un espectacular diseño de pirámides invertidas– es la meseta con los faraónicos mausoleos egipcios, siempre presentes.

Aún por revelar, 12 galerías que cubren toda una civilización milenaria: desde la prehistoria hasta el fin de la época romana en Egipto. Joyas como la barca solar a usar por el rey resucitado en su viaje de ultratumba con Ra: un navío de madera de cedro enterrado junto a la Gran Pirámide en el año 2.500 a.C. Igual de emblemáticos son los tesoros del hipogeo del rey niño Tutankamón: 5.600 objetos de hace treinta y cinco siglos, expuestos en su totalidad por primera vez desde que fueron descubiertas en 1922.

Sin embargo, no estarán todos las reliquias egipcias que debieran. Decenas de miles de antigüedades egipcias seguirán fuera de Egipto. Sobre todo, en Europa. El Museo Egizio de Turín (Italia), por ejemplo, tiene unas 40.000 piezas antiguas y modernas de las que apenas exhibe un tercio. Por no hablar del Museo Británico de Londres, que alberga más de 100.000 objetos, incluida una gran colección de esculturas del 10.000 a.C, el mayor botín fuera de Egipto. Entre ellos, la Piedra Rashid, bautizada Piedra Rosetta.

Rosetta y Nefertiti

“La retención de la Piedra Rashid es un símbolo de la violencia cultural occidental contra Egipto”. Así lo ha repetido en innumerables ocasiones Monica Hanna, decana de la Academia Árabe de Ciencia, Tecnología y Transporte Marítimo, y organizadora de una de las dos peticiones que reclaman la devolución de la piedra, y también de la petición que exige la repatriación del busto de Nefertiti, en posesión del Neues Museum de Berlín. “Ambas representan el imperialismo cultural y la apropiación”, resume la egiptóloga por teléfono.

Reconstrucción de la Piedra Rosetta
Foto: British Museum
Piedra Rosetta, 196 a. C.

La Piedra Rosetta, encontrada en la ciudad egipcia de Rashid, es vital para la egiptología. Talladas en el S.II a.C., las inscripciones en la losa de granito gris son tres traducciones de un mismo decreto en jeroglífica clásica, en jeroglífica simplificada (demótica), y en griego antiguo. Su hallazgo llevó a descifrar los símbolos jeroglíficos, y luego el egiptólogo francés Jean-François Champollion descifró este lenguaje en 1822.

Precisamente, la implicación francesa, en concreto sus batallas imperiales con Gran Bretaña, llevó al expolio de la piedra. Hallada por tropas Napoleónicas, los británicos la confiscaron tras el acuerdo de rendición de 1801. Desde entonces, es parte de la colección del Antiguo Egipto del Museo Británico junto a otras reliquias egipcias y sudanesas, muchas saqueadas cuando Gran Bretaña colonizó ambos países, entre 1883 y 1953.

La Piedra Rosetta fue un botín de guerra y un acto de pillaje proscrito en los siglos XVII y XIX

El Museo Británico ha dicho que la Capitulación de Alejandría de 1801 también fue firmada por Egipto, representado en las tropas otomanas que junto a británicas rubricaron la derrota francesa. Pero la petición de repatriación argumenta que las tres eran fuerzas ocupantes, ninguna egipcia, por lo que considera “innegable que la Piedra Rosetta fue un botín de guerra y un acto de pillaje proscrito en los siglos XVII y XIX”.

En 2002, el Museo Británico y otros 17 de Europa y Norteamérica firmaron la Declaración de la importancia y el valor de los museos universales, que defiende los museos como instituciones universales que conservan objetos en un solo lugar en nombre de la humanidad, no solo de los ciudadanos de una nación. Sin embargo, la ausencia de museos de países del sur global en este grupo de entidades crecidas al albur del saqueo colonial revela esta declaración como justificación de su postura contra la restitución del patrimonio global.

“¿Cuántas personas nacidas en Egipto o en otro país expoliado pueden conseguir un visado y viajar a Europa para visitar su patrimonio?”, pregunta retóricamente Monica Hanna. Para ella, la afluencia de público o la seguridad de sus instalaciones son excusas de los museos occidentales. “Otra cortina de humo para decidir quién está preparado para tener qué”, resume, antes de enumerar las fallas de seguridad en museos europeos.

Busto de Nefertiti, 1345 a. C.

En verano del 2023, el Museo Británico confirmó la desaparición de unos 2.000 objetos de su colección. Esto se une a numerosos casos de robo en museos de Europa, como el ocurrido en el Neues, en Berlín. Este último, también firmante de la declaración de los museos universales, se niega a repatriar otro emblema del patrimonio histórico egipcio y símbolo de los crímenes culturales pasados y presentes: el busto de Nefertiti.

El busto de piedra caliza con estuco de la esposa del faraón Akenatón fue hallado por arqueólogos alemanes en 1912 y llevado a Alemania en secreto. Las negociaciones de repatriación fueron vetadas por Hitler y este desapareció hasta que las tropas estadounidenses lo redescubrieron al final de la Segunda Guerra Mundial. Una vez devuelto a Alemania, el busto de Nefertiti ahora está expuesto en el Neues Museum de Berlín.

De hecho, el Museo Nuevo monopolizó los datos en 3D del busto y vendía en exclusiva copias de uno de los fetiches más reproducidos del mundo por 10.000 €. Hasta que, en 2015, dos artistas alemanes filtraron los datos en internet para su impresión libre y como denuncia de la hipocresía y de la explotación de una obra considerada patrimonio universal por la declaración de los museos, firmada por el propio museo berlinés.

La falta de un marco legal claro respecto al expolio de patrimonio cultural complica las cosas. Por un lado, la Convención de la UNESCO de 1970 prohíbe la transferencia de bienes culturales de origen ilícito, al igual que la resolución 2347 de la ONU. Pero ni los países están obligados a cumplir tales normas ni estas se aplican retroactivamente. Por lo que la repatriación de expolios coloniales se deja a discreción de los museos.

El MET, de los pocos museos que han devuelto antigüedades a Egipto

En 2022, el Museo Metropolitano de Nueva York devolvió a Egipto 16 antigüedades tráficadas ilegalmente, y el Museo Horniman de Londres retornó a Nigeria más de 70 objetos saqueados en 1897. Este caso se une a las repatriaciones voluntarias a países africanos a raíz del informe Savoy/Sarr comisionado por el presidente francés Macron en 2018, que defiende la restitución de las obras en colecciones públicas francesas.

Recientemente, Egipto ha recuperado muchos objetos expoliados. Sobre todo, fruto del contrabando a raíz de la Primavera Árabe, cuando se estima que Egipto perdió unos 3.000 millones de dólares en tráfico ilegal. La Revolución egipcia acabó con Mubarak, precisamente, último líder que se esforzó en recuperar obras coloniales robadas y quien en 1992 reservó el terreno donde hoy se levanta el Grand Egyptian Museum de El Cairo.

La inminente inauguración de GEM, sin embargo, es irrelevante para el movimiento de repatriación liderado por Hanna: “Ni siquiera quiero que la Piedra Rashid y Nefertiti se exhiban en ese museo. Deben volver a sus ciudades de origen y servir al desarrollo cultural y turístico de otras regiones”. La egiptóloga solo desea que el GEM no repita errores: “Tiene que ser una experiencia museológica del siglo XXI. Moderna”.

Para que el GEM refleje el antiguo Egipto con una filosofía de exposición moderna, explica Hanna, tiene que ofrecer acceso al conocimiento y facilitar la investigación desde una perspectiva no colonialista. “Por ejemplo, ¿habrá charlas árabes para que el público egipcio comprenda mejor su pasado?”, sugiere. Según la experta, el Gran Museo Egipcio debe dirigirse a los visitantes locales antes que a los internacionales. “De otra forma, este no será más que una réplica de museos antiguos con nuevas vitrinas!.