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Alemania se reconcilia con el pintor favorito de Hitler: 250 años de Caspar David Friedrich

Por Nerea Menor. Berlín

‘El caminante sobre el mar de nubes’, Caspar David Friedrich

Una serie de exposiciones en Hamburgo, Berlín y Dresde marca el aniversario del artista alemán que, por haber sido favorito de Hitler, fue relegado al olvido durante décadas.

Ningún pintor alemán despierta emociones tan fuertes como Caspar David Friedrich. Compuso imágenes nunca antes vistas, con representaciones místicas de la naturaleza que se convirtieron en iconos de toda una época. Según Florian Illies -escritor, editor e historiador-, sus pinturas inspiraron a Samuel Beckett para escribir Esperando a Godot y a Walt Disney para crear Bambi. "A Goethe, sin embargo, le enfureció tanto la enigmática melancolía de sus cuadros que quiso estrellarlos contra la esquina de una mesa".

El romanticismo veneraba la belleza de la naturaleza y exaltaba la emoción humana por encima de la razón. Los paisajes vastos, misteriosos y profundamente sugerentes del pintor constituyeron una respuesta única a los ideales de la época. Friedrich amaba el misterio del atardecer y pintaba repetidamente las nubes. La tristeza melancólica también era un elemento recurrente en casi todas sus obras.

En El caminante ante un mar de niebla, considerada la obra más representativa del romanticismo y probablemente el cuadro más famoso que produjo en Alemania, una figura se ve desde atrás, actuando como representante de quien mira, ayudando a entender la escala de la escena representada y la relación con el espacio pintado. No se subordina ante la naturaleza, sino que se presenta imponente y erguida en el centro de la imagen, en una composición triangular.

En el cuadro El mar de hielo por su parte, aparece una embarcación devorada por un mar helado quebrado. A la edad de 7 años, el pintor estaba paseando por un lago congelado, cuando el hielo se rompió. Su hermano mayor, Johann Christoffer, se lanzó en su ayuda y se ahogó en el intento. Friedrich no pudo nunca superar el suceso y la culpa le persiguió toda la vida. Esta obra muestra a la naturaleza como algo devorador, que supera las facultades humanas, y se opone a la pintura paisajista tradicional del siglo XIX, donde el paisaje aparecía sumamente idealizado.

‘El mar de hielo’, Caspar David Friedrich

A quién conozca la obra de Friedrich y ciertos conceptos de la germanidad, no le sorprenderá que a Hitler le gustaran sus obras. El régimen nazi, durante los años treinta, tomó las pinturas del artista como parte de sus referentes ideológicos. Años después, sin embargo, su legado sufrió un impacto muy negativo. Los nacionalsocialistas relacionaron su profunda admiración por los paisajes germanos con una narrativa nacionalista que exaltaba la patria y la cultura. Y esta asociación provocó que los estudiosos e intelectuales se distanciaran de su obra durante un largo periodo de tiempo en el que quedó relegado al olvido.

Entre la melancolía y la transformación europea

Caspar David Friedrich nació el 5 de septiembre de 1774 como el sexto de diez hijos y murió en 1840. Antes de cumplir los 20 años habían muerto su madre, dos hermanas y un hermano. Estudió arte en la Universidad de Greifswald en 1790, y luego en la prestigiosa Academia de Copenhague en 1794. Era conocido por su personalidad melancólica e irónica, y una seriedad reflejada en su pintura.

Fue una época convulsa marcada por la Revolución Francesa y las campañas napoleónicas. Siendo ciudadano de Greifswald, el joven era súbdito de Suecia, ya que la ciudad perteneció a la corona sueca hasta 1815. Sin embargo, él se sentía alemán.

Las campañas napoleónicas provocaron cambios profundos en Europa y dieron lugar a una nueva percepción del espacio europeo. La geografía del continente comenzó a sentirse más tangible y evidente, y esto afectó la percepción de los paisajes por parte de artistas como Friedrich, que abordaría la opresión bajo el dominio de Napoleón y la soledad humana, mientras exploraba la impotencia frente a la naturaleza.

El lenguaje pictórico de Friedrich es religioso y espiritual al mismo tiempo. En contraposición profunda con el espíritu de la época estaba empezando a surgir la tendencia de percibir lo divino en todas las cosas, el entusiasmo por la naturaleza y el interés en lo sobrenatural. Como consecuencia de esto, en 1808 se vio envuelto en una polémica por Cruz en las montañas, que pintó como retablo. La pintura muestra la crucifixión en la cumbre de una montaña, con tres rayos de luz que se extienden hacia el cielo oscuro. En esta obra, la naturaleza, que ocupa más espacio que el propio Cristo, se presenta como divina en esencia. Algunos lo consideraron un sacrilegio; para otros, en cambio, era el nuevo camino para ilustrar lo sublime de la creación.

‘El Watzmann’, Caspar David Friedrich
‘El monje frente al mar’, Caspar David Friedrich

Los paisajes que dibujada eran una recreación idealizada. Un ejemplo de ello es que el artista nunca visitó la montaña dibujada en El Watzmann de 1824-1825. Su visión del paisaje se basaba principalmente en impresiones ajenas e imaginación. “Friedrich era un artista increíblemente coherente en su visión del mundo, en su concepción del mundo. Se limitó a su propio cosmos", dice Markus Bertsch, comisario de la exposición sobre el 250 aniversario del artista en Hamburgo. “Por ejemplo, el pintor no viajó a Italia, lo que era muy popular en ese entonces. Friedrich tenía todo lo que necesitaba para pintar en su entorno”.

Monje a la orilla del mar de 1808-1810, se ha considerado como un avance hacia la pintura abstracta, por la compresión del espacio sin la profundidad característica de la época. Encima de una duna se ve la minúscula figura de este hombre vestido de negro como única vertical del cuadro. No hay ningún otro personaje, ni siquiera los dos veleros que Friedrich había previsto originalmente a ambos lados del monje y que posteriormente cubrió. La zona opresivamente oscura del mar se une a un horizonte extremadamente bajo. La mayor parte del lienzo lo cubre un difuso cielo nublado. El infinito se convierte en el verdadero tema del cuadro, ya que todas las líneas se salen de él. En la conciencia de su insignificancia, el hombre, en cuyo lugar debe imaginarse el observador, reflexiona sobre el poder del universo.

Alemania (ahora sí) celebra su legado: exposiciones en 2024

Actualmente en Alemania se han organizado tres grandes exposiciones conmemorativas del 250 aniversario de Caspar David Friedrich. La primera, inaugurada en diciembre en la Kunsthalle de Hamburgo acaba de cerrar. Agotó sus entradas rápidamente y se centró en la nueva visión del artista sobre la relación entre el hombre y la naturaleza.

La segunda exposición se estrenó el 19 de abril en la Alte Nationalgalerie de Berlín, y es la exposición más exhaustiva hasta la fecha sobre Friedrich. Birgit Verwiebe, comisaria de la exposición en Berlín, destaca el papel crucial de la Nationalgalerie en el redescubrimiento del artista a principios del siglo XX. Este redescubrimiento, así como el proceso y la técnica del artista, estarán en el centro de la exposición que presentará una visión general de la vida y obra del pintor.

A la de Berlín le seguirán, en agosto, las exposiciones del Albertinum y el Kupferstich-Kabinett de Dresde. También están previstas exposiciones en ciudades más pequeñas como Weimar y Greifswald, la ciudad natal de Friedrich.

Florian Illes reflexionó en cierta ocasión sobre el momento en que el mundo volvió a abrir los ojos ante la obra de Friedrich: “Fue una sensación increíble, como haber vuelto a abrir los ojos. Darse cuenta de que se habían olvidado por completo de uno de los grandes, o incluso el mejor, pintor del siglo XIX”.

La representación de la infinitud del tiempo y el espacio en paisajes impregnados de nostalgia y anhelo, combinada con el estudio meticuloso de una naturaleza en sintonía con la imaginación romántica, confiere a sus obras una perdurabilidad notable. Es por ello que dos siglos después, su legado continúa cautivando al observador, hechizando con su poder evocador.

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