Arquitectura & Diseño [Interiores]

Esta casa con sello español desafía al Sol extremo de Los Ángeles simulando una jaula amarilla

Por Beatriz Fabián

Fotos Iwan Baan

Su envolvente, formada por hileras de tubos de aluminio reciclado, le da un aire futurista, mientras que las palmeras que atraviesan el suelo de sus terrazas la anclan a la tierra. Se trata de La Canaria, el proyecto más reciente del estudio Selgascano y Diego Cano.

La conexión con el paisaje, el uso de nuevos materiales y el empleo de soluciones multicolor son clave en los trabajos del estudio de arquitectura Selgascano, formado por José Selgas y Lucía Cano. En esta ocasión, se han unido a Diego Cano-Lasso para firmar La Canaria, una casa capaz de irradiar la misma luz que recibe y cuyos interiores son un reflejo de la vida desenfadada local. Un detalle curioso, todos sus elementos han sido prefabricados con antelación.

Esta residencia se encuentra en una ubicación privilegiada, Mount Washington, un barrio asentado en las colinas del noroeste de Los Ángeles, desde el que se tienen unas vistas panorámicas que se extienden hacia el valle Elysian. “La empinada parcela está orientada al suroeste -en Los Ángeles todo mira a la puesta de sol, como su bulevar más famoso-, lo que hace necesario resguardar la casa de la fuerte luz solar”, indican los arquitectos.

Los dos objetivos principales a la hora de acometer el proyecto han sido, por un lado, conservar y sacar partido a esas vistas sobre el horizonte de 180º; y, por el otro, lograr la protección más idónea del sol que baña la fachada a lo largo de todo el día. “La casa se convierte en un reflejo del horizonte, y el dorado es el color del atardecer de Los Ángeles”, añaden.

La Canaria, que cuenta con 170 m2 distribuidos en dos plantas y otros 70m2 de azotea, se eleva sobre el terreno escarpado. Al primer piso se llega a través de una escalera en forma de L que abraza el contorno del terreno. Desde la entrada, se accede, por un lado, a un dormitorio con cama doble, armario y rincón de despacho junto a la ventana y, por el otro, a un baño. Ya en el paso al espacio diáfano, a un lado quedan el cuarto de lavandería y la despensa, y, de forma consecutiva, la cocina, que comparte espacio con el salón y que se abre a una terraza que flanquea todo el lateral de la casa. Una puerta conecta con el dormitorio principal con baño en suite y armarios. En la segunda planta, se repite la misma estructura organizativa.

Una casa que va a mutar

Todas las estancias interiores se rinden al paisaje a través de cristaleras que van del suelo al techo y que funcionan como un muro más, pero transparentan el telón de fondo hacia el que se abre esta casa en la que es difícil discernir el concepto dentro/fuera. La solución escogida para ensalzar la panorámica y servir de brise soleil, consiste en un sistema de tubos de aluminio procedentes de reciclaje y pintados en una gama que va del amarillo al naranja. Esta coraza es “un dispositivo independiente que protege del sol y enmarca las vistas. Este revestimiento produce un fuerte impacto en la casa, la envuelve por completo y enmarca las vistas en la gran terraza”, indican.

Su intención es que, con el tiempo, esta envoltura “sea abrazada por la naturaleza, que cambiará la imagen de la casa con el tiempo, con diversas enredaderas, arbustos y árboles”. Y, continúan, en este sentido, citando la docena de palmeras de tres variedades diferentes que han plantado en el interior y que traspasan y se asoman a través de los distintos niveles aterrazados de la construcción y, que, para los arquitectos “son los verdaderos residentes”, agregan.

La última planta de la casa está dedicada por entero a una terraza, un espacio completamente diáfano para observar las magníficas vistas a través de la copa de las palmeras. Su protagonismo responde a las costumbres locales: “En Los Ángeles, como en cualquier lugar de clima templado, el exterior acaba siendo tan importante como el interior: la gente vive fuera y dentro, sin una distinción clara”.

Con el propósito siempre presente de “construir una casa muy especial”, que aludiese a la arquitectura vernácula, pero que se distinguiera claramente de las de su entorno, Selgascano y Diego Cano optaron por emplear elementos hechos a medida de forma artesanal, pero asequibles. “El precio habitual de la construcción en LA es muy caro, y aún más si intentas crear detalles únicos para cada rincón”, explican. Para mantener a raya los costes, todo fue planeado al milímetro y sometido a una planificación “estricta y ajustada”. “Prefabricamos todo fuera de Los Ángeles para traerlo después en dos contenedores e instalarlo todo en unas semanas sin parar”, apuntan desde el estudio español.

Así, fueron encajando panelados de madera, listones en el techo de idéntico material, bancos corridos con colchonetas, una roca que hace las veces de mesa de centro, suelos pintados en naranja que reflejan los omnipresentes rayos de sol, originales luminarias colgantes que trufan de color los rincones.

La ciudad que se desparrama ante La Canaria tiene tal protagonista en su concepción que los arquitectos le dedican un párrafo lleno de poesía en la memoria descriptiva del proyecto: “Llaman a Los Ángeles, ‘el jardín inventado más exquisito de la Historia’. En esta tierra sin agua, donde todo crece y hay millones de plantas y personas, uno de los aspectos más bellos es su artificialidad. Y esta casa es, sin duda, también un intento de trabajar en ese sentido, haciendo que todo -las plantas, las palmeras, la madera, los tubos de aluminio, las sombras y, en definitiva, la casa, la jaula canaria- sea simplemente una misma cosa: densa, pero ligera, pero nueva, pero, sobre todo, familiar al paisaje de Los Ángeles”. La arquitectura como divertimento lúdico que abraza y protege para vivir a tope de optimismo, con esas vistas, ¿quién no?