Arquitectura & Diseño

El artista abstracto que modernizó nuestros hogares e hizo que perdiéramos el miedo al diván

Por Mario Canal

Estudio de Néstor Basterretxea en la casa de Irun, 1960
          Archivo Municipal de Irun

Coincidiendo con el centenario de su nacimiento, el Museo de Bellas Artes de Bilbao acoge una gran retrospectiva dedicada a Néstor Basterretxea que pone en valor el trabajo de una figura fundamental del interiorismo español.

Un grandullón de casi dos metros traza dos semicírculos con sus brazos extendidos, para dibujar la tabla de una mesa. Su cuerpo le sirve de medida ergonómica desde la que concibe la pieza, “una manera de proyectar muy avanzada”, asegura Gilermo Zuaznabar, responsable del departamento de diseño y arquitectura del Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde se exhibe la pieza. De color oscuro, la base de esta fantástica mesa de oficina está formada por varias lamas paralelas con forma de cabeza de flecha aerodinámica, que apunta al frontal. Néstor Basterretxea (1924-2014) la llamará Bermeo (1967), en homenaje a la localidad en la que nació, y formará parte del catálogo de Biok, la empresa de mobiliario que creó a principios de los años 60 cuando en España apenas había iniciativas dedicadas a la fabricación de interiorismo contemporáneo.

La contundente mesa Bermeo incorpora el potencial escultórico y la aplicación estética que el artista conseguiría aunar en casi todo lo que hizo. Pintura, cine, diseño –de producto y también gráfico–, arquitectura, escultura. De hecho, para realizarla usó uno de los estilemas –elemento formal que distingue el vocabulario de un creador– recurrentes tanto en su obra plástica como en el diseño o la arquitectura que imaginó. El círculo incompleto.

Coincidiendo con el centenario del nacimiento del creador vasco, el Museo de Bellas Artes de Bilbao acoge la primera exposición monográfica sobre los proyectos y realizaciones del artista en las disciplinas del diseño industrial y la arquitectura. La muestra, que reúne más de 40 piezas, está comisariada por Pedro Feduchi junto a Pedro Reula y Peio Aguirre.

Retrato de Néstor Basterretxea frente al laboratorio de Jorge Oteiza en la casa de Irun
        Fotografía: Fernando Larruguert, 1966

Un barco a la deriva

Basterretxea nació en el País Vasco, pero con la Guerra Civil sus padres se mudaron a San Juan de Luz y después a París. Tras la ocupación nazi de Francia, se embarcaron desde Marsella en un buque con destino a México, pero en mitad de la travesía el navío se enfrenta a un problema diplomático y no puede continuar el continente americano, tampoco desembarcar a sus pasajeros en ningún otro lugar. Durante más de un año y medio, “ese barco va recalando por diferentes ciudades”, narra Gilermo Zuaznabar: “Canarias, Dakar... Va haciendo un periplo enorme hasta que desembarca en Buenos Aires, que no tiene nada que ver con el destino original. Esa peripecia vital es muy importante para Basterretxea”.

Ya en Argentina con 18 ó 19 años, su familia no tenía los medios económicos para afrontar los estudios de arquitectura que anhelaba el joven, pero encuentra trabajo como dibujante en Nestlé, para la que hace algún logotipo. Tras casarse, se embarca rumbo a España con su mujer en el año 52 a modo de viaje de novios y en Madrid conoce el proyecto de Saénz de Oiza del Santuario de Aránzazu (1950-1954), para el que se decide a presentar un proyecto mural. La icónica iglesia brutalista, en cuya decoración participarían también Oteiza y Chillida, ha lanzado un concurso y Basterretxea, para sorpresa y desazón de su joven esposa bonaerense, consigue que le adjudiquen la realización de un mural para la cripta. Así que decide quedarse en España, tras regularizar su situación legal como exiliado.

Sin embargo, el proyecto se tuerce. Los monjes de Aránzazu no son capaces de asimilar tanta vanguardia y finalmente tapan el mural de Basterretxea y ponen impedimentos a muchas de las obras que se desarrollan en la basílica, también del escultor Oteiza. En medio de este sainete estético-religioso, nace entre ambos artistas una amistad y compenetración que será definitiva no solo para el arte español sino también para el diseño contemporáneo, al entrar a través de Oteiza en la órbita de los Huarte. Se trataba de una de las familias más acaudaladas del país. Mecenas de las artes, entendieron que debían proponer no solo un cascarón arquitectónico a sus proyectos, sino también la posibilidad de incorporar la modernidad del diseño internacional a los interiores de las casas.

Fotografía publicitaria de mobiliario de Espiral, década de 1960
            Archivo Municipal de Irun
Néstor Basterretxea preparando una sesión de fotografías publicitarias para Biok, c. 1964
            Archivo Municipal de Irun

La mesa 131

Con todo esto en mente, arrancamos nuestro recorrido por la exposición dedicada a Basterretxea. En una de las primeras salas, encontramos varios muebles diseñados por el artista así como imágenes de los apartamentos que junto a Oteiza concibió para los Huarte. A parte de incorporar esculturas y pinturas de ambos artistas, “Basterretxra realizó el Divan H, un sofá con asiento de formas orgánicas que se apoyaba sobre una estructura de patas de tubo metálico pintada en negro”, explica Pedro Reula en el catálogo de la exposición.

Dos piezas más del vasco, el cabecero de la cama principal de Juan Huarte así como un largo mueble aparador situado bajo un ventanal del salón –que pudo ser diseñado a medias por ambos artistas y de nombre La Historia de Adán–, le sirvieron para aplicar la idea de bajorrelieve mural en el mobiliario doméstico.

En esta misma sala del Museo de Bellas Artes encontramos el logotipo que ideó Basterretxea para la empresa H Muebles (1958), que los Huarte se deciden a crear en su empeño de proyectar el diseño español contemporáneo. Y que compite en audacia con Darro, la empresa que crearon en 1959 Paco Muñoz y Fernando Alonso-Martínez. Al mismo tiempo, el pabellón español de la Exposición Universal de Bruselas de 1958, ideado por José Antonio Corrales y Manuel Vázquez Molezún, se basaría en un “mecano formado por tubos que se ensamblaban con unos conectores de aluminio para poder montar cualquier estructura”, explica Reula en el catálogo de la exposición, que fue patentado por Huarte y serviría para construir desde sus propios muebles hasta grandes estructuras, como la estructura del pabellón.

Basterretxea usaría esa patente para realizar una de las piezas que diseñó para H-Muebles la mesa 131, un sencillo tablero cuadrado de madera negro que descansa sobre una estructura en forma de H cuyas patas están desplazadas de los ejes habituales, a un palmo de los vértices de la mesa, generando una sensación de traslación visual y falso desequilibrio.

Diván H, diseñado por Néstor Basterretxea, Biok, 1965 
            Archivo Municipal de Irun
Mesa auxiliar diseñada por Néstor Basterretxea, H Muebles, c. 1958
            Museo de Bellas Artes de Bilbao

En 1961 Basterretxea abre con dos amigos la tienda de diseño, arte e interiorismo Espiral, en San Sebastián. No sólo era un negocio, también un espacio de divulgación creativa en un momento en el que en España aún no estaba popularizada la conciencia del interiorismo como un hecho cultural o artístico. En Espiral se organizaron exposiciones de las diferentes disciplinas que defendían y sirvió para que diseñadores internacionales como Arno Jacobsen o Paul Cadovius, junto a españoles como Miguel Milá, vendieran su trabajo.

La empresa de diseño Biok –que en euskera significa “nosotros dos”– se desarrolla sin que Basterretxea abandone en ningún momento su carrera de artista visual. Y que le llevó a ser ”una figura importante dentro de arte español desde los años 50 hasta los 80, momento en el que su persona queda más restringida al panorama local” del País Vasco, como afirma Aguirre, “donde es un artista muy conocido por su gran compromiso social y en favor de la cultura vasca”. “Yo digo que es una especie de icono pop. De pequeño tenía camisetas con logotipos que diseñó Basterretxea”, recuerda Zuaznabar.

El arquitecto (frustrado) de las alucinaciones volumétricas

“Néstor abandona la empresa Biok en cuanto comprueba que la línea comercial y expansiva de la empresa y sus motivaciones creativas ya no coinciden. Generalmente, los diseñadores diseñan muebles, a veces, los arquitectos. En este caso es un artista quien los diseña. Por esto sus últimos modelos en maqueta muestran sillas complejas, muy visuales e icónicas, que no llegan a fabricarse”, explica Peio Aguirre, que organizó la exposición retrospectiva sobre la faceta plástica de Néstor Basterretxea en el propio Museo de Bellas Artes de Bilbao –Forma y Universo– en 2013, y otra sobre su faceta como fotógrafo, en 2020.

‘La vivienda como escultura habitable’, Néstor Basterretxea. 1998
            Familia Basterretxea Irurzun
‘Museo de Bellas Artes’, Néstor Basterretxea. 2001
            Colección Museo de Arte Contemporáneo del País Vasco. Artium Museoa
‘Volumetría’. Proyecto para una iglesia, Néstor Basterretxea. 2002
            Familia Basterretxea Irurzun

Para esta exposición, Aguirre rescata la faceta arquitectónica del creador vasco. Una dimensión que Basterretxea ya exploraría junto a Oteiza y el arquitecto Luis Vallet a finales de los años 50, cuando deciden construirse tres viviendas en una misma unidad, cerca de Irún, de la que puede verse una maqueta en la muestra. Este proyecto tiene poco que ver con las arquitecturas que el vasco proyectaría a lo largo de su trayectoria. Muchas de ellas son alucinaciones volumétricas de marcado carácter escultórico y gráfico. Es una lástima que más allá de la convencional Villa Asunción (1962-1964) que diseñó con su hermano, el Parque de la Sargia en Irún (1968-1979), donde los círculos vuelven a tener su protagonismo, no consiguiese construir nada. No ganó ningún concurso público de los que iban surgiendo y a los que presentaba iniciativas muy radicales, con un halo futurista que ahora serían sin duda consideradas joyas de la arquitectura contemporánea.

Así, en la exposición vemos muchos de estos proyectos truncados en dibujos, acuarelas y montajes originales, como los dibujos preparatorios de las dos versiones que ideó del Museo Artium de Vitoria (1985): una de cilindros superpuestos en una propuesta tremendamente original y llamativa, así como otra compuesta por triángulos sesgados –otro de sus estilemas– también superpuestos. Delirios arquitectónicos realistas todos ellos que dan cumplida cuenta del completísimo artista que fue Néstor Basterretxea y que gracias a esta esforzada exposición podemos conocer de manera total.