Protagonistas

Andrés Jaque: “en España existe una oposición a cualquier arquitectura que pueda ser inventiva”

Por Pilar Gómez Rodríguez

El arquitecto español opta con una de sus obras al Premio Mies de Arquitectura Contemporánea. Hablamos con él de su trayectoria, de su particular manera de entender la profesión y de cómo lo refleja su estructura finalista: el Colegio Reggio.

E día 25 de abril se fallan los premios Mies van der Rohe de Arquitectura y Andrés Jaque compite, junto a otras seis obras y autores, con el Colegio Reggio en El Encinar de los Reyes, Madrid. Lo defiende aquí con los argumentos que han hecho de su carrera una de las más singulares en el panorama arquitectónico global, como la superación del paradigma de la sostenibilidad y el compromiso con una ecología elocuente en la que las alianzas más allá de lo humano, la movilización material, la gobernanza colectiva y la visibilización de los procesos encuentran su expresión a través de la arquitectura.

Pero, además del mero reconocimiento, la posibilidad brinda una buena ocasión para echar la vista atrás, valorar una trayectoria en su conjunto y hacerse preguntas. Esto último, que seguramente es un rasgo indisociable de toda arquitectura, es un rasgo característico de la arquitectura de alguien que ha querido, con toda intención, introducir la política en su ADN, hasta el punto de hacerla formar parte del nombre de su estudio: Office for Political Innovation, se llama, con sedes en Nueva York y Madrid.

Si el feminismo enseñó que lo personal es político, la práctica arquitectónica de Jaque demostró que lo arquitectónico también es político. Y esto que décadas atrás había que explicar constantemente, como él mismo revela en esta entrevista, poco a poco se va entendiendo gracias a propuestas como la suya. De los comienzos, de los cambios en el mundo y en la arquitectura, de las críticas y, por supuesto, de los premios, hablamos con Andrés Jaque.

Colegio Reggio, Andrés Jaque
            © OFFPOLINN
Colegio Reggio, Andrés Jaque
            © OFFPOLINN

¿De qué sirven los premios?

Yo creo que los premios no se dan a una persona o a un equipo. Son una manera en que las asociaciones, las profesiones o las diferentes capas de una sociedad pactan cuáles son las discusiones que quieren tener, cuáles sus prioridades, por qué líneas quieren apostar y cuáles son aquellas experiencias a las que hay que prestar atención. Se trata de una forma de llamar la atención colectivamente sobre aquellas cosas que son importantes y han de ser abordadas y pensadas colectivamente. Y creo que no solamente hay que recibir premios, sino que también hay que darlos, discutirlos, formar parte de jurados… Siempre que me han invitado a un jurado he dicho que sí, porque participar, promover premios y discusiones y eventos en los que se pueda entender que la arquitectura es una disciplina que afecta a muchos, no solo a los arquitectos, es una parte muy importante de mi trabajo y del de muchos de mis colegas y ha de tener espacios de discusión.

Si tuviera que defender su candidatura en los premios Mies como se defiende una tesis, ¿cuál sería su discurso? ¿Con qué argumentos lo defendería?

El Colegio Reggio es en sí mismo una plataforma para que la arquitectura pueda ensayar cómo operar ecológicamente y de manera múltiple. Por un lado, se trata de un objeto reparador que, con sus dinámicas cotidianas, contribuye a recuperar el paisaje de todo el parque de Valdebebas (Madrid). Un parque que ha sido muy castigado primero por los vertidos, pero también por la manera en que los jardines adyacentes han abusado de pesticidas y de fertilizantes químicos que han reducido mucho su biodiversidad.

El centro recoge el agua de lluvia y la hace circular por un edificio poroso que está imbricado con jardines diseñados para favorecer la aparición y protección de hábitats para insectos y de aves, que progresivamente irán contribuyendo a la polinización y al incremento de la riqueza biológica de todo el parque. Esta labor de reparación ecológica es parte del proceso de educación y hace que las pedagogías del colegio tengan una gran oportunidad para entender cómo la vida humana no está encerrada en sí misma, sino que se expande en mutua dependencia con otras especies. Educar en la coexistencia con muchas formas de vida, enseñar la interdependencia entre ellas es algo que lleva más lejos. Lo hace también a través de los sistemas mecánicos, las instalaciones de fontanería, de electricidad… que quedan a la vista para que sean muy fáciles de entender. La idea es que esta especie de circularidad de la realidad cotidiana del colegio sea un componente vital de la educación. Es sostenible, pero además es relacional y lo es incluso más allá de lo humano. Para llevar a cabo este proyecto se ha tenido en cuenta a los profesores, padres, niños, pero también a las abejas, las plantas, los pólenes o las aves migratorias. Ese sentido relacional más allá de lo humano es fundamental para nosotros.

Y si no ganara, ¿cuál sería su apuesta?

Por la ecología. Mi apuesta sería, en un momento como este, por entender la arquitectura como una parte fundamental de las ecologías en las que se da la vida.

Colegio Reggio, Andrés Jaque
            © OFFPOLINN
Rambla Climate-House, Andrés Jaque

Quizá el momento de los reconocimientos sea también el de echar la vista atrás y valorar la trayectoria. Diez años, por ejemplo, desde el restaurante Ojalá… de 2014. ¿En qué ha cambiado la arquitectura? ¿En qué ha cambiado usted y su modo de hacer arquitectura?

Lo que ha cambiado es el mundo. Nosotros fuimos pioneros en muchas lecturas del mundo y de la arquitectura que han tomado mucha importancia. Cuando hicimos el restaurante Ojalá hablamos de una arquitectura desnuda, que generase poco impacto, que no tuviese vergüenza en mostrar la manera en que funcionaba. Hablábamos de transparencia y hablábamos de ecología y de política. A mí me parece que el mundo es ahora más ecológico, más político y más climático y sigo pensando que la manera de formar parte de esta realidad es a través de los procesos, de las relaciones entre especies, de los fluidos, de la visibilidad, de las dinámicas en las que la cultura participa y de su conexión con muchas otras cosas. Esto para mí es lo que hizo que nuestra oficina se llamase Oficina de Innovación Política y, con el tiempo, creo que es una visión de la arquitectura que ha probado ser muy necesaria.

¿Siente que ha sido mejor tratado fuera de España que aquí? Quizá el momento de los premios pueda revertir esa tendencia.

Bueno, creo que yo no me puedo quejar. Nuestra oficina ha atraído la atención internacional desde sus comienzos con acciones modestas y también con una apuesta, un compromiso por participar en el futuro del mundo. Eso ha sido algo muy apreciado. También es cierto que, desde el principio, en España ha existido siempre una oposición, no solo a nosotros sino a cualquier arquitectura que pudiera ser inventiva o que no buscara en sí misma la celebración de lo costoso. Creo que eso ha sido casi un aliciente: nos ha ayudado a clarificar lo que estábamos haciendo y en qué era diferente a lo que a lo que los demás defendían.

Sería incomprensible que alguien siguiese negando la dimensión política de la arquitectura

Desde el principio dejó claro que lo suyo era vocación política, ánimo de cambiar las cosas, y llevó la palabra al nombre de su estudio. ¿Cuáles eran sus razones para una aproximación tan nueva, tan radical, tan clara, tan sorprendente? ¿Hay que rebuscar en su biografía, en su ideología, dónde hurgamos…?

En realidad es una labor de introspección en lo que es la arquitectura. La arquitectura en sí misma es articulación, es ensamblaje, es la manera de generar relaciones entre agentes diferentes. Esta no es una imposición sobre la arquitectura, sino una toma de responsabilidad sobre qué es exactamente lo que hace la arquitectura. Y todo ello entendido desde una perspectiva contemporánea. Es verdad que cuando nosotros empezamos nos decían: “pero ¿por qué política?, si la arquitectura no tiene nada que ver con la política”. Y teníamos que explicarlo una y otra vez. En estos momentos, creo que ya no hay duda sobre esto. Nuestro trabajo, junto al de otros, ha transformado la manera en que entendemos la arquitectura y en estos momentos sería muy naif, muy inocente, muy desinformado —sería realmente incomprensible—, que alguien siguiese negando la dimensión política de la arquitectura.

¿Qué hubiera hecho de otra manera? ¿Qué lamenta?

No lamento nada. Estamos en activo, tenemos tiempo para hacer otros proyectos… Somos una oficina con un espíritu muy optimista. Todo lo que vemos que nos gustaría hacer de otra manera, lo hacemos en los nuevos proyectos. Estamos ahora mismo trabajando en Montevideo y en Huelva, ayer en Venecia en proyectos que nos llenan de ilusión y que son oportunidades para hacer todo aquello que queremos hacer. No necesitamos mirar atrás para plantear qué hacer.

¿Dónde se ve dentro de diez años?

Exactamente donde estoy y en lo que estoy haciendo exactamente ahora: trabajando en nuevos proyectos, compartiendo investigaciones, en discusión con colegas y con artistas, científicos, activistas... No creo que haya grandes cambios para mí. Lo que sí espero es poder seguir trabajando mucho, mucho tiempo, porque es realmente lo que me apasiona.