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LA HISTORIA DE UN MAGNATE, UNA ACTRIZ Y EL BODEGÓN MÁS FAMOSO DE ZURBARÁN QUE ACABA DE LLEGAR A EL PRADO

Por Sol G. Moreno

‘Bodegón con cidras, naranjas y rosa’, 1633, Francisco de Zurbarán. The Norton Simon Foundation, Pasadena.

Es un invitado de excepción muy esperado. Bodegón con cidras, naranjas y rosa, obra capital del Siglo de Oro español, ya cuelga de la sala 10A del museo madrileño rodeado de otras pinturas del maestro extremeño. Ha llegado procedente del Norton Simon Museum de Pasadena y se quedará hasta el 30 de junio en Madrid, gracias a un convenio de colaboración con el Prado, que en otoño cederá un retrato de Velázquez.

Un Zurbarán por un Velázquez. Puede que el intercambio entre el Museo del Prado y el Norton Simon Museum suene a un simple juego de cromos, pero bendito juego cuando se trata de poder ver en España uno de los bodegones más importantes de Francisco de Zurbarán. El más célebre y grande, de hecho. Es la única naturaleza muerta firmada y fechada por el artista –lo cual es todo un logro, dado el debate que hay en torno a sus naturalezas muertas autógrafas–, que se ha mantenido en el mismo museo americano y sin viajar durante medio siglo.

Quizá por eso, la llegada de Bodegón con cidras, naranjas y rosa a la sala 10A del edificio Villanueva ha supuesto toda una revolución; ya no solo por la relevancia del lienzo, sino por la posibilidad de poder contemplarlo junto a otras dos obras cumbre del pintor: Bodegón con cacharros y Agnus Dei. Este préstamo excepcional se enmarca dentro del programa La obra invitada patrocinada por la Fundación de Amigos del Museo del Prado y permite disfrutar por primera vez en Madrid de esta obra maestra hasta finales de junio. A cambio, la pinacoteca hará lo propio en otoño, cuando ceda su retrato de La reina Mariana de Austria pintado por Velázquez al centro californiano.

De momento, nos toca a nosotros deleitarnos con esta escena única de Francisco de Zurbarán, que por tiempo limitado comparte espacio con otras pinturas autógrafas, entre ellas, una adquisición reciente del museo dirigido por Miguel Falomir: San Francisco de Paula, comprado a una colección canaria por medio millón de euros y ahora expuesto por vez primera. Aunque sabiendo que este santo no está de paso, es posible que pase inadvertido hasta que esas cidras –semejante al limón pero más grande–, naranjas y flores de azahar dejen de destilar su aroma por el museo madrileño.

‘Curación milagrosa del beato Reginaldo de Orleans’, Hacia 1626-1627, Francisco de Zurbarán. Iglesia de santa María Magdalena, Sevilla.
‘Virgen niña dormida’, Hacia 1655, Francisco de Zurbarán. Colección Banco Santander.  
‘Una taza de agua y una rosa’, Hacia 1630, Francisco de Zurbarán. National Gallery, Londres. 

Regalo de bodas del magnate Norton Simon

El artista extremeño pintó su mejor bodegón cuando tenía 35 años y era lo suficiente libre como para acometer sus propias obras además de los encargos. La composición del cuadro es aparentemente sencilla, con una mesa de madera sobre la que descansan varios tipos de frutas y flores dentro de humildes recipientes. Algunos de estos elementos –la taza con la rosa o el plato metálico– aparecen en otras escenas del pintor, que a menudo incluía este tipo de detalles en sus composiciones religiosas. Así ocurre, por ejemplo, en la Milagrosa curación del beato Reginaldo de Orleans, ciertas pinturas de la serie Jacob y sus 12 hijos o La virgen niña dormida. Sin embargo, son muy escasos los bodegones independientes como el que ahora puede contemplarse en el Prado.

Poco se sabe sobre el paradero del lienzo desde que se pintó hasta principios del siglo XX, ni siquiera cómo salió de España. El caso es que se descubrió en 1922, cuando salió a la venta en París y fue adquirido por el príncipe Alessandro Contini. Después pasó por varias manos hasta que fue adquirido por el empresario norteamericano propietario de las multinacionales Max Factor (cosmética) y Avis (coches de alquiler), Norton Simon, como regalo de bodas para su mujer, la actriz Jennifer Jones, ganadora de un Oscar por The Song of Bernadette en 1944, siendo una de las más jóvenes en conseguir este galardón con tan solo 25 años. Años antes, Simon intentó comprar el retrato de la actriz utilizado en la película Portrait of Jennie, sin éxito.

Jones se casó con su tercer marido, Norton Simon, a bordo de un remolcador a cinco millas de la costa inglesa. Se estima que el magnate llegó a pagar entonces hasta 2,7 millones de dólares por el lienzo. Ahora el Ministerio de Cultura lo ha asegurado en 80 millones de dólares, tal es la relevancia e importancia de la obra.

Jennifer Jones y Norton Simon el día de su boda, 1971

Una vez en manos del coleccionista americano, la tela estuvo depositada temporalmente en el LACMA de Los Ángeles, hasta que en 1974 se abrió el Norton Simon Museum donde se aloja actualmente. Allí ha permanecido recluida durante décadas, debido a una restrictiva política de préstamos por parte de la institución que solo ahora se ha relajado.

Máximo exponente del bodegón español

Lo cierto es que desde que se descubrió, el cuadro de Pasadena se ha considerado como el máximo exponente del bodegón español del Siglo de Oro, probablemente porque supuso una novedad comprobar que Zurbarán, el pintor barroco de los santos y mártires, también era capaz de sorprender por su capacidad para cultivar un género considerado entonces menor. Según el historiador Charles Stering, se trata de “la obra maestra absoluta del bodegón occidental”, aunque quizá exagere.

‘Bodegón con cacharros’, Hacia 1650, Francisco de Zurbarán. Museo Nacional del Prado, Madrid.

¿Pero por qué es tan importante? Por su calidad, sin duda. Y por su magistral forma de definir los volúmenes y texturas. Su fama se debe, principalmente, al uso que hace el artista de la escala de los elementos, que invaden buena parte de la superficie pictórica, así como a la minuciosidad descriptiva a la hora de representar los cacharros. Solo hay tres objetos colocados sobre la mesa: el plato de cidras, la cesta con naranjas y la taza plateada con la rosa, pero cada uno parece situado en un plano diferente.

La solemnidad, delicadeza y poesía de la obra es tal, que hay quien ha querido interpretarla en clave religiosa (podría ser una referencia a la Trinidad). Javier Portús, comisario de la muestra actual, se muestra escéptico ante estas interpretaciones, pero reconoce que “es una obra sublime que se acerca al misterio de lo sagrado”. La primera vez que se expuso en España fue en 1953 en una monográfica celebrada en Granada; siete décadas después se estrena por fin en el Prado, aunque solo por unos meses. No dejen pasar esta oportunidad, porque quizá no se repita.

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