Exposiciones

Colita, Capmany y el primer libro feminista prohibido por el tardofranquismo

Por Pilar Gómez Rodríguez

‘Entrando al mar’, 1966, Colita

Por desgracia, Colita —que murió el último día de 2023— no ha podido ver colgadas las imágenes de Antifémina, la exposición fotográfica reivindicativa y feminista que recupera el libro prohibido por el tardofranquismo. Por suerte, hasta principios de mayo, se puede visitar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Una señora con su bañador de señora, sus carnes de señora, su corte de pelo de señora se adentra en el mar mirando hacia un lado. Quizá ahí esté la acción, quizá ahí una muchacha-bonita-de-un-metro-sesenta-y-cinco-que-nos-adora esté arreglándose el biquini, atusándose el pelo o simplemente tomando el sol. ¿Dónde mira Colita, la fotógrafa de la calle y de la Gauche Divine, la mítica retratista de la cultura, de la política, de un tiempo, una Transición y un país? A la señora. ¿Qué retrata? Su ser de señora.

Otro ejemplo. Otra imagen. Una vieja, sentada en una silla de tijera, lee muy atenta y muy cubierta con su vestido negro, sus medias negras de cristal y sus zapatos negros y cerrados… de vieja. Podría estar en la iglesia, pero está en la playa. A su alrededor, hamacas, un flotador, una sombrilla, parejas en ropa de baño y actitud relajada… ¡Están en la playa!, de modo que ¿a quién le interesa la vieja? A Colita, que la retrata porque “probablemente la vieja del vestido negro no conoció jamás la libertad de los cuerpos en la playa, es posible que su cuerpo no haya vivido por sí mismo […], la tradición quiere que el cuerpo de la mujer sea solamente un cuerpo deseable, jamás algo autónomo, fuente de creatividad y de placer. La vieja se viste de negro en la playa maravillosamente desnuda. La costumbre de desnudarse ante el mar y el sol no le ha llegado a tiempo a la vieja […]. Y así permanece sentada al borde de la vida tumultuosa y descarada de las playas. Es toda ella un gesto fosilizado, un tópico no menos cierto que si se tratara de una verdad reciente. La vejez aísla y ella es un islote de vejez”.

'Vieja leyendo en la playa', Sitges, 1966, Colita

Ese texto es de la escritora y activista María Aurèlia Capmany. Las imágenes, por cuenta de Colita. Una y otra, como buenas vecinas y amigas, se encontraron un buen día en la panadería de su barrio barcelonés y decidieron darle un tiento a esto de la igualdad, la visibilidad de las mujeres… ¿Por qué no hacemos un libro? Y lo hicieron. Se tituló Antifémina y está en el origen de la exposición que hasta el 5 de mayo se puede ver en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Antifémina es, por tanto, una exposición al revés. Si primero se suele concebir una muestra y después, a partir de ahí se publica un catálogo, en esta es al contrario: primero fue el libro y luego, la exposición. Ese “luego” ha sido, sin embargo, muy largo: ha durado casi medio siglo, pues la publicación vio la luz en 1977 de la mano de la Editora Nacional bajo la dirección de Ángel Sánchez Gijón (padre de Aitana Sánchez Guijón) como recordó Francesc Polop, comisario de la exposición, en la inauguración de la misma: “Un hombre culto, progresista y que vio en la propuesta de Maria Aurèlia y Colita un libro de gran interés donde se trataba los estados de la mujeres, el feminismo y el patriarcado. Algo de lo que había que hablar porque había muerto Franco y estaba todo por hacer”. Sin embargo el libro fue retirado en cuanto llegó otro responsable editorial “con instinto tardofranquista” que lo consideró subversivo, un panfleto. El libro desapareció, fue destruido, se redujo a confeti, literalmente, y no se reeditó hasta 2021. Cuarenta y cuatro años después Colita pudo ver su obra de nuevo publicada. Ella lo llamó resurrección.

Colita en La Pedrera

El reverso de la fémina

“Y hemos pensado que valía la pena pensar en el reverso de la imagen de la fémina al uso. Lo más opuesto de la muchacha-bonita-de-un-metro-sesenta-y-cinco-que-nos-adora, como diría el varón semiculto. Las mujeres que se mueven, gesticulan, viven a través de estas imágenes ‘tan veraces como la vida misma’ son mujeres, pero no son en absoluto femeninas. ¿Es que la mujer para ser mujer no tiene que ser femenina? ¿O es que la mujer femenina es una de tantas clases de mujeres? Las mujeres que circulan por las páginas de nuestro libro son biológica y culturalmente mujeres. ¿En dónde las dejó pues la historia de la feminidad? Cuando se acuñó este específico concepto de feminidad, ¿alguien se acordó de ellas?” Colita las fotografió y Campmany lo explicó con esas palabras.

Antiféminas eran las señoras y las viejas en cuyas carnes se balancean vestigios de feminidad tardía; las novias, practicantes del rito único (así la boda como la muerte), graduadas en la “carrera femenina con seguro de vejez”, como reza uno de los capítulos de la exposición y del libro; y las que se casan, pero no con un cualquiera, sino con Dios, ya que ser monja parece la única opción decente fuera del matrimonio; las que trabajan, tratadas como intrusas en un mundo —en un estar en el mundo— de hombres; las gitanas, que encarnan la marginación dentro de la marginación; las prostitutas, las mujeres de la calle, ellas son las antiféminas del antihogar; y las modelos, soportes exquisitos y necesarios de vestidos, joyas y demás símbolos del lujo que acaban por hacerse una con su máscara. Suyo es “el arte de llegar a ser cosa”. Pero ¡abran paso a las majorettes! Inquietantes grupos de mujeres que desfilan como soldados, pero enseñando muslo. He ahí el espectáculo de las partes en vez del todo.

Hablando de partes en vez del todo hay uno de los epígrafes del libro, uno de los capítulos del recorrido expositivo, de provocativo título: “descuartizar un cuerpo”. En la inauguración de la muestra, explicó el comisario y director del archivo Colita, el mencionado Francesc Polop, que una vez tomada la decisión de que harían un libro juntas, lo que hicieron la fotógrafa y la escritora fue una labor de edición, sumergirse en el archivo de Colita y rescatar fotos ya hechas para las que Capmany redactaría algunos textos a modo de pies de foto largos. Así, las novias de las fotos son amigas de Colita, a cuyas bodas había asistido, y las gitanas son las de Somorrostro a las que había dedicado algunos de sus trabajos más famosos, de modo que todo es verdad: material periodístico a disposición del ensayo y de una reflexión a dos voces y cuatro manos que es lo que supone Antifémina. “Es el resultado de los 23 primeros años de vida profesional de Colita, que tiene 37 y está en plena madurez y es una mujer luchadora reivindicativa, poderosa y empoderada, al igual que Capmany, antes de que se utilizara el término… Solamente en un capítulo se dan cuenta de que no tienen material suficiente, y tienen que salir a hacer fotos”. Se trata de “descuartizar un cuerpo” y es que Maria Aurèlia y Colita se habían percatado de que “además de no tenerlas en consideración, a las mujeres se las fragmenta y se las presenta por trozos: pechos, piernas, pies, bocas…”, explicaba el comisario.

Sesión de estudio para Consol Tura. Barcelona, 1976
Boca de vedette. Barcelona, 1965
Mujer tras la reja. Sanlúcar de Barrameda, 1969
Muñeca hinchable. Barcelona, 1976
Mujeres en el paral·lel. Barcelona, 1965
‘El piropo’, Barcelona, 1963, Colita 

En la propia exposición han rescatado el fragmento de Capmany donde explica que habían salido a la calle “y nos hemos asombrado al ver tanto muslo suelto, tanto pecho agrandado, tanta pantorrilla pegada a las paredes y a los faroles. No hemos visto mujeres, fíjense ustedes, sino trozos de mujeres. Como en las tiendas en que se venden aves y caza —continúa el fragmento en el libro— y se venden a piezas y al detalle, hemos encontrado piernas enteras y por partes, caderas y pecho esparcidos por los escaparates de la ciudad”. En una de las fotos más conocidas de la muestra, Mujeres en el Parallel, las piernas de una mujer sin rostro constituyen el fondo donde un par de antiféminas parecen esperar algo o a alguien.

Otra de las imágenes más icónicas de la exposición es una secuencia y se titula El piropo. Son cinco fotografías en las que se ve una mujer sentada y sola. “¿Cómo se atreve a ir sola por la calle, la mujer? Sabe que se expone, sabe que su existencia solitaria es un desafío”, escribe Capmany. Sí, antes, como ahora, la lucha por la calle y por andar tranquilas por la calle a cualquier hora y estado es una de las reivindicaciones del feminismo. No dirá lo de “sola, borracha, quiero llegar a casa”, pero sí tiene pinta, la mujer que fotografió Colita, de querer que le dejen estar tranquila en esa terraza. No puede ser: tiene que soportar que pasen dos hombres y se vuelvan y le digan algo o le hagan muecas y se despidan. “El hombre es el único protagonista de la calle”, se lee en Antifémina, y el piropo es uno de los recursos con que lo recuerda.

Casi cincuenta años después, muchas de las reflexiones que suscitaron las fotografías de Colita se siguen debatiendo con ardor. Es posible que el libro que alumbró junto a Maria Aurèlia Capmany desapareciera prematuramente, censura mediante, pero no así los temas ni las reivindicaciones… No se puede esconder la realidad “y esto que vamos a ver no es otra cosa que el contacto con la realidad y nada hay más estimulante, más corrosivo, más revolucionario que la realidad”. Esa es la frase que recibe al visitante de Antifémina en el Círculo de Bellas Artes. A su lado, ya saben, una señora no hace un posado veraniego, sino que sencillamente se mete en el agua. Esa era la foto que Colita quiso hacer. Y esa fue también su revolución.

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