Protagonistas

Manolo Valdés: “Los museos no son de los directores que asumen el cargo, sino de las personas”

Por Sol G. Moreno

Manolo Valdés trabajando en su estudio. © Enrique Palacio.

Ha llenado España y medio mundo con sus meninas, esas figuras de cabeza pequeña y falda pomposa que remiten a un personaje velazqueño. Valdés ha pintado, grabado y esculpido la misma figura hasta la saciedad, pero amenaza con seguir haciéndolo. Le pese a quien le pese. A sus 81 años, solo piensa en seguir trabajando. En esta entrevista habla sin pelos en la lengua de mercado, de galeristas y de museos. Por cierto, no está presente en esta edición de ARCO…

Con V de Velázquez, así se escribe su apellido. No es sevillano, ni nació en el Siglo de Oro, pero también ha creado –interpretado, para ser justos– unas meninas que se han convertido en otro símbolo universal español y en su seña de identidad. Hablamos de Manolo Valdés (Valencia, 1942), un tipo afable y risueño con las ideas muy claras que acaba de cumplir 82 años. Fundador del Equipo Crónica junto a Rafael Solbes y Juan Antonio Toledo, encontró la gallina de los huevos de oro hace más de cinco décadas y aún sigue explotándola desde su estudio neoyorquino al que acude a diario.

Valdés ha dejado por unos días su taller americano para viajar a Madrid y presentar todo aquello en lo que ha estado trabajando durante los últimos años: unas 40 piezas que exhibe en Opera Gallery y un cuidado libro editado por ARTIKA con una selección de sus grabados. Un combo que hemos aprovechado desde El Grito para charlar con él.

Presenta Allegro en Opera Gallery, ¿qué vamos a poder ver en esta exposición?

Es una muestra muy variada y un poco caprichosa, en el sentido de que he mostrado lo que me gusta sin pensar en nada más. Como sabes, he trabajado muchas veces sobre la reina Mariana, de modo que he querido poner alguna imagen antigua con las más actuales para que se vea la evolución.

Cuénteme cómo comenzó su idilio con la menina.

Entró en mi cabeza una vez que vine a Madrid para visitar el Museo del Prado y todavía no se ha ido. Muchos artistas tienen la costumbre cuando han trabajado un tema de pasar a otro, seguramente por insatisfacción; pero ese no es mi caso. Además, un cuadro no es una película donde puedas contar un relato, solo es una imagen, considero que hay que completarla. Un día piensas: ‘¿Y si pudiera hacer una pieza que se viera por detrás?’ Entonces coges el barro e interpretas la imagen para ver cómo sería. Luego pasas al bronce, la madera, el aluminio, el alabastro y hasta hoy.

¿No se cansa de usar siempre la misma figura?

En absoluto. Es una excusa para seguir reinterpretando de manera distinta, por eso no quiero renunciar a ella. Tengo la sensación de no haber dicho bastante, es algo que no se termina nunca… Y luego está el morbo de que la gente diga: ‘¿Otra vez este tío con la misma cosa?’ Pues sí [risas].

Hablemos del arte público, porque tiene muchas piezas diseminadas por ciudades nacionales y extranjeras. ¿Qué ha supuesto para usted?

Bueno es un género que tiene la característica de que lo ve mucha gente, lo quiera o no. La verdad es que cuando tengo que hacer una cosa para la calle no estoy tan cómodo. Ahora tengo una exposición en Madrid, el que quiera entra y el que no, no; pero si yo planto una pieza en la calle y tú pasas por ahí te la vas a tener que tragar, con lo cual es una responsabilidad añadida que no me gusta asumir.

A veces genera bonitas historias. He leído que una vez un sintecho se guareció bajo una de sus piezas.

Es cierto que constantemente tienes compensaciones, pero a veces también ocurre lo contrario. Ese sintecho del que hablas me lo encontré pidiendo limosna frente a una exposición mía en Broadway. Entonces yo fui primero a darle su limosna y luego a preguntarle por qué se había puesto ahí. Me dijo: ‘Porque veo lo que tengo enfrente, que es muy bonito’. Otra gente te lo expresa de otra manera. Recuerdo un viaje de hace unos años a la T4 de Barajas donde hay un par de cabezas mías. Yo estaba a punto de pasar el control de seguridad, pero vi a una pareja que iba hacia las piezas y con todo el descaro los seguí de cerca. Cuando llegaron, la mujer dijo: ‘¡Pero qué feas!’. Pues eso es lo que hay… [carcajadas]

‘Retrato con mancha amarilla’, 2023, Manolo Valdés. Imagen cortesía de Opera Gallery.
‘Retrato con mancha amarilla’, 2023, Manolo Valdés. Imagen cortesía de Opera Gallery.

¿Le contestó algo?

¿Yo? No, no. Me fui corriendo de allí pensando ‘que no sepa que lo he hecho yo’ [más risas]. Es decir, que hay que acarrear con todo.

Dice que el arte no se ha hecho para estar en los museos. ¿Cómo ve la labor actual de los directores en nuestras instituciones?

Yo estoy de parte de los museos, en ese sentido soy un buen cliente. ¿Qué es lo que pasa? Que al final los estados terminan haciéndose con las obras de arte; es cuestión de tiempo: las familias las venden, las regalan o las donan. El problema que tienen algunos de nuestros museos es la falta de neutralidad. Yo veo que centros como el Reina Sofía o el IVAM de Valencia se han convertido en museos de tendencia en función del proyecto del director. Y los museos no son del director que asume el cargo, sino de mucha más gente. No me gusta que alguien se lo apropie.

Qué me dice de las ferias, ahora que entramos en la semana del arte. ¿Cómo lo están haciendo ellas?

Creo que las ferias siempre animan y es una fiesta cuando se organizan. Pero ARCO, por ejemplo, merecería haber adelantado más de lo que lo ha hecho desde que se puso en marcha. Hay una cosa de esta feria que me molesta y es que en el comité de selección haya galerías. Me parece feo que unas galerías puedan vetar a otras, porque va contra la libertad del comercio. No entiendo que acepten ese papel de censor, cuando lo que deberían hacer es ocuparse de ellas mismas.

Me parece feo que unas galerías puedan vetar a otras en ARCO

La última vez que hablamos me dijo que como producía más despacio, tenía que trabajar más tiempo. ¡Espero que a su edad no siga echando horas extra!

[Risas] No, ahora estoy aprendiendo a sobrellevar el paso del tiempo. El otro día mi médico me decía: ‘¿Y qué quieres Manolo?’ ¡Pues me gustaría que cuando no voy al estudio por causa mayor, no me diera pena! Tengo que renunciar a determinadas cosas, pero oye, encantado de la vida y yendo al estudio todos los días. Antes me daba mucha tristeza si no podía quedarme hasta las nueve de la noche, pero ahora me voy a las seis.

Vamos, que no está pensando en jubilarse…

¡Desde luego que no! Para mí crear es como respirar, no puedo entender la vida sin este trabajo. Tengo muchos amigos que escriben o pintan y todos dicen que se van a jubilar, pero me parece una tontería. Es decir: que es mentira. Vargas Llosa lo ha dicho y quizá se lo crea, también Eduardo Mendoza decía que se había retirado y luego se arrepintió de haberlo dicho.

‘Cabeza con cerámica’, 2023, Manolo Valdés. Imagen cortesía de Opera Gallery.

Usted como Carmen Herrera, que a los 105 años me dijo que si no trabajaba, qué iba a hacer.

¡Claro! Para mí ir al estudio es una necesidad. Estoy allí desde las ocho de la mañana porque me lo paso bien y disfruto. No voy a ser infeliz…

Lógico… Creo que también disfruta coleccionando. ¿Qué tipo de obras tiene?

De todo, soy de los que piensa que centrarse en una tendencia es una limitación. No quiero comer sardinas todos los días si hay también otras cosas. Tengo obras desde que el hombre empezó a expresarse por primera vez con el dibujo en las cuevas de Altamira hasta autores contemporáneos. He comprado cosas primitivas, romanas, griegas e islámicas, pero también modernas, según me permite mi economía, claro.

Hablando de arte actual, ¿cómo ve la situación del mercado?

Muy fuerte. No es cierto que la cosa está difícil, lo que pasa es que somos muchos los que aspiramos a vender. Pero si yo miro hacia atrás y pienso cuando empecé, no tiene nada que ver. Todos, absolutamente todos, desde el primero hasta el último, desde el que está situado al que no lo está, tenemos más de lo que nos merecemos; al menos, más de lo que teníamos. Lo que ocurre es que a medida que crece el mercado, se despiertan también más vocaciones y al final no da para todos, como en ninguna faceta de la vida. Pero, ¿cuándo los cuadros han adquirido estos precios? ¿Y cuándo los ha tenido tanta gente en su casa? El mundo está cada vez mejor y cada vez hay más gente con más dinero y más acceso a la cultura.

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