Exposiciones

Más de 200 galerías y millares de artistas… Mi (agotadora) experiencia en ARCO 2024

Por Sol G. Moreno

© ARCO Madrid 2024

Dos pabellones, 205 galerías, millares de artistas contemporáneos y multitud de propuestas para ver en solo dos horas. ¿Por dónde empezar? ¿Qué ver? ¿Dónde buscar las obras más caras? ¿Y las más curiosas? Esta es una visita exprés y muy personal a la feria de Ifema que hasta el 10 de marzo abre sus puertas. Puede que no sea la guía definitiva, pero al menos es un comienzo…

Decenas de pasillos por recorrer, stands laberínticos, mucha pintura y escultura, poco vídeo y aún menos piezas polémicas (inexistentes, sin Eugenio Merino). Parece que todo permanece inmutable en esta 43º edición de la feria, que sin embargo tiene alguna novedad.

Para empezar la visito en el montaje. Son las cinco de la tarde, hora muy española para siestear, aunque también es perfecta para pasear por los pabellones 7 y 9 de Ifema en busca de nuevas propuestas que seduzcan nuestra mirada; y quién sabe si también nuestro bolsillo. Un gigantesco espejo colgado del techo nos da la bienvenida, pero voy tan acelerada que solo lo descubro al final cuando, agotada de ver obras de Miró, Plensa, Tàpies, Saraceno, Gamarra, esculturas flotantes y objetos indescifrables, elevo los ojos resignada.

La figura de un niño tirado sobre una pista de tenis hecha con césped me ha llamado la atención nada más entrar. Y cuando dos horas después regreso a ella para despedirme, no puedo evitar pensar en lo irónico de la metáfora: a ARCO llegas con toda la energía del mundo, pero sales cansado y vencido, como ese chaval creado por Elmgreen & Dragset en su instalación Short Story que presenta Helga de Alvear. Si te ha emocionado o no, si has descubierto a nuevos artistas o te has enfadado por las chorradas que venden algunos como si fuese arte, será cosa tuya. Pero claro, para eso hay que venir a ver la feria.

Tapiés, NoguerasBlanchard
Mir, Personnage et oiseau. Leandro Navarro

Tras un primer vistazo al stand de Helga, una de las grandes damas del arte contemporáneo en nuestro país, me decanto por el primer pasillo del extremo izquierdo. Si mantengo el orden y el ritmo, quizá pueda dedicar cinco segundos a cada obra. Y con un poco de suerte, es posible que incluso consiga recorrer la feria entera. Llego a José de la Mano y cometo el primer error: salirme de la senda. No puedo esperar a ver Manuel, la escultura de Rodrigo Muñoz Ballester que causó tanta polémica durante la segunda edición de ARCO, cuando la organización quiso retirar esta pieza de temática gay. Han pasado 41 años de aquello y la figura sedente que abraza otro cuerpo desnudo a modo de amor imposible repite en la feria. Al parecer, cuando el último propietario de la pieza falleció, fue deseo de su pareja devolverla al artista y con él ha pasado los últimos 18 años. Hasta ahora, que se vende por 80.000 euros. A estas alturas de la película, no es ninguna obra controvertida, pero probablemente sea el único pene realista presente en esta 43º edición.

La escultura de Rodrigo merece su propio montaje en el espacio de José de la Mano, donde autores queer conviven junto a creadoras como Aurèlia Muñoz, Maribel Nazco o Lola Bosshard. Precisamente ellas forman parte de ese 43% de representación femenina que encontramos en la feria, empeñada en alcanzar la paridad sin la necesidad de recuperar ese espacio propio y exclusivo que han tenido en anteriores ediciones (como si ellas y ellos no pudiesen estar juntos y en armonía).

Un poco más adelante, Guillermo de Osma y su plétora de artistas súper establecidos: Domínguez, Saura, Equipo 57 o Carmen Laffón. Nunca defrauda, aunque tampoco sorprende. Esta vez aloja una de las piezas más caras, un óleo de Picasso que cuesta 2,5 millones de euros. Aunque para obra top, la que tiene Leandro Navarro en su espacio, varias en realidad, firmadas por Miró, una de las cuales se vende por más de tres millones.

Ni rastro de Manolo Valdés, un habitual de la feria que este año está ausente. ¿Será por sus críticas a los galeristas de ARCO?

Metidos en faena, y en los grandes maestros españoles de vanguardia que se repiten como el chorizo, descubro el primer Tàpies en Lelong, aunque luego veré más pinturas suyas en Senda y en Nogueras Blanchard, que para eso en 2024 celebramos el centenario de su nacimiento. El catalán no es exactamente un artista contemporáneo, ni siquiera está vivo, pero forma parte de esa serie de maestros de vanguardia que nunca faltan en Ifema y que atraen a los públicos más conservadores. Gente como Saura, Rivera –el del Grupo El Paso, no el de los santos barrocos–, Barceló, Plensa o Millares. Eso sí, ni rastro de Manolo Valdés, un habitual de la feria que este año está ausente. ¿Será por sus críticas a los galeristas de ARCO?

También Thaddaeus Ropac apuesta por nombres españoles muy establecidos, como Picasso y Barceló, quizá porque saben lo que le gusta al público local. Marlborough, por su parte, se ha decantado este año por Gordillo, además de Francisco Leiro y Blanca Muñoz (cuesta encontrar su pieza, con lo que me gusta). Probablemente porque el espacio está presidido por Things in a room, una enorme cortina de cuatro metros de altura que es un trampantojo de Manuel Franquelo.

‘Mao Zedong’, Andy Warhol
Equipo 57. Guillermo de Osma
Gordillo. Guillermo de Osma
Maria Blanchard, Fillete. Leandro Navarro
Anna Bella Geiger, Da serie pier ocean cor rosa. Marlborough
Blanca Muñoz, Trimero. Marlborough
            Foto: Santiago Santos Vega. Imagen MAS

Colonialismo, enanos verdes y obras inspiradas en otras

Por los pasillos encuentro también obras que apuntan al colonialismo, seres verdes enanos que parecen sacados de un cuento, figuras contra la pared condenadas al rincón de pensar como la de Noé Sendas e instalaciones con libro de instrucciones. “No tocar los papeles”, reza el cartel. Están tirados por el suelo, pero forman parte de una pieza y supongo que no querrán llevarse un disgusto con el personal de limpieza. Lo mismo sucede con la instalación de Allora y Calzadilla hecha con pétalos en el stand de Chantal Crousel. Me recuerda aquella vez que una galería expuso una habitación llena de papeles arrugados, siempre quise saber si al tirar un papel de caramelo, estaba destrozando o enriqueciendo la obra.

A veces la creatividad brilla por su ausencia, por eso no extrañan las reinterpretaciones de maestros clásicos en clave contemporánea. Como la de Pedro Cabrita en Albarrán Bourdais, cuya versión de Saturno de Goya se puede conseguir por 140.000 euros. ¿Lo mejor? Que no es la única. Porque si la propuesta del autor lisboeta no triunfa, también tenemos la de Fujiwara, mi descubrimiento de este año; un tipo que coge cuadros antiguos, copia las figuras con un estilo cercano al pop o el cómic y se queda tan ancho. El autor británico –no se dejen llevar por su apellido, porque Simon nació en Londres– reinterpreta a Goya en el espacio de Esther Schipper y a Holbein en DVIR.

Afortunadamente, otras veces una simple idea llevada a la práctica te reconcilia con el arte más actual. Me ha encantado volver a disfrutar de Fabrizio Corneli y sus sutiles figuras lumínicas en Studio Trisorio. “¡Qué fuerte, es una escultura!”, exclamaba una visitante tras verme tomar la imagen, como si el foco apuntando a la pared fuese solo para evitar que el público se choque contra el muro. Pues representa un doríforo, una de las esculturas más perfectas de la antigüedad creada por Polícleto.

Fujiwara. Esther Schipper
Vezzoli. Studio Trisorio

Ya ha pasado más de una hora y aún no he superado el ecuador de la feria. Juro que estaba dispuesta a dar el salto al segundo pabellón, pero he descubierto las apuestas de los patrocinadores, las marcas y las empresas colaboradoras y me he vuelto a liar. Esos sillones, esa cuidada decoración, esos rincones de club exclusivo, esas formas sinuosas rosas concebidas por Burr para el Guest Lounge (me fascinan lo kitsch). ¡Pero si hay hasta un Lexus tuneado por Kumano Kodo! Cualquiera diría que se ha puesto más atención en esta parte que en la zona del Caribe, la flamante apuesta de este año que transcurre entre panelados de fieltro donde cuelgan una veintena de obras, algunas de las cuales se pierden entre tanta pared. Una pena que los 23 artistas “nada predecibles” que forman parte de este programa, sorprendan menos que el propio continente donde se exhiben.

Esos deben de ser algunos de los detalles a los que se refería Maribel López en la entrevista que nos concedió a El Grito cuando explicaba que se ha retrasado la feria, entre otras cosas, por la complejidad del montaje. Quizá alguien espera un cambio radical, enmoquetados, bouquets de flores o cualquier estructura llamativa como la que ve en otras ferias internacionales, pero el aspecto industrial sigue primando en Ifema. Es el mismo perro, con distinto collar. O mejor dicho, el mismo perro envuelto para regalo (eso sí, de diseño).

Guest Lounge

Accedo por fin al pabellón 9, menos mal que siempre se recorre más rápido. Suele ser el más moderno y transgresor. El 7 tiene las piezas millonarias, el 9 las curiosidades. Coyotes de cera, pelotas de látex y aire de Eva Fábregas en Bombón Projects –donde, por cierto, se ha dejado caer Segade–, tejidos, piedra, madera, óleo, alambre, cacharros de cocina, ¡hasta una fuente con agua! Sorprende la cantidad de materiales presentes este año en la feria.

Un momento, ¿y Juana? De repente comienzo a ser consciente de que el rostro de pelo rojo y sonrisa perenne de la feria ya no estará nunca más. Ni siquiera esta vez. Juana de Aizpuru, nuestra Juana, se ha jubilado dejándonos un poco huérfanos. La echaremos mucho de menos.