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Los artistas emergentes más destacados (IV): los lienzos primitivos de gran formato de Gema Quiles

Por Sofía Guardiola

Gema Quiles

Continuamos con nuestro repaso de los artistas emergentes que más están despuntando en el mercado, en este caso con Gema Quiles, que obtuvo el año pasado premios en importantes ferias como Marte o Estampa. Reconocible por sus figuras primitivas, a Quiles no le cuesta reconocer que, a contrario de lo que sucede con la mayoría de artistas, de niña nunca soñó con serlo.

Hay un mito muy extendido sobre la figura del artista que asegura que aquellos que son especialmente virtuosos en una disciplina han mostrado, si no unas dotes sobresalientes, al menos un gran interés en ella desde la más tierna infancia. La madre de Sylvia Plath, por ejemplo, afirma en el prólogo de la edición que ella misma preparó de Cartas a mi madre que la poeta estadounidense ya escribía desde muy pronto los versos que ella se encargó de guardar con celo muchos años después de que falleciera. De Elvis Presley se suele contar, cuando se habla del inicio de su carrera, que fue animado a presentarse a un concurso de canto escolar tras haber impresionado a sus profesores y compañeros con una interpretación realizada durante los rezos matutinos en el centro. En ambos casos, como suele decirse, “el resto es historia”.

Sin embargo, Gema Quiles me confiesa, con naturalidad y sin complejos, que en su caso no fue así. En su infancia el dibujo no destacó por encima de otras actividades. Nunca fue a clases de pintura ni lo anheló especialmente. No iba a todos lados con un cuaderno lleno de garabatos. No había en su entorno personas que se dedicasen al arte. Fue, en definitiva, una niña ajena a la disciplina pictórica, aunque con el paso de los años fue cautivándola hasta llegar un momento en el que “puede pasar horas mirando un único cuadro”. Ese interés la llevó a estudiar Bellas Artes, aunque no sabía en qué rama iba a especializarse, y no fue hasta su segundo o tercer año cuando decidió que quería enfocarse en la pintura, tratando de ejecutar lo que hasta ahora había contemplado con deleite. Y seguramente, como suele decirse, “el resto será historia”.

El año pasado Quiles logró el Premio Colección Aldebarán en Estampa y el César Monzonís en la feria Marte, en Castellón. Además, los primeros meses de 2024 se le han presentado cargados de proyectos: ha participado en una exposición colectiva en Barcelona de la mano de Alzueta, se unirá este mes a otra muestra en Veta by Fer Francés y, en abril tendrá su primera exposición individual en la capital de la mano de Herrero de Tejada, la galería que la llevó a Estampa.

‘Sin título‘, Gema Quiles
‘Manzanas’, Gema Quiles

Aun así, ella vuelve a ser de nuevo sincera conmigo, transparente, y me explica que compagina su trabajo de artista con ser taquillera por las mañanas en el Caixaforum Valencia. Aunque ahora mismo se encuentre en un punto álgido de su carrera en el que tiene mucho trabajo como creadora, sabe que este “no es un trabajo normal, en el que puedas establecer rutinas como entrar, fichar…”, sino una profesión más incierta. En ella hay, con frecuencia, períodos de actividad frenética combinados con otros de menor trabajo y, por tanto, de mayor inseguridad. No se queja, sin embargo, y de hecho afirma que su trabajo de cara al público le da, además de estabilidad económica, una seguridad que necesita para poder crear. La pintura es algo por lo que ha decidido apostar, por eso se pasa todas las tardes en el estudio tras una mañana entera de trabajo en el museo. No le queda otra para responder a los múltiples proyectos que tiene en marcha.

Personajes enormes que lo ocupan todo

Su obra es también como ella: natural y franca. Habla, con un lenguaje inocente, de la naturaleza y de la tierra. Sus protagonistas son personajes de enormes dimensiones que lo ocupan todo, acercándose lo máximo posible al espectador, y que irremediablemente despiertan su ternura. Todos ellos se encuentran en espacios naturales. Quiles afirma que lo que más le inspira es la observación de la realidad y el anhelo, el deseo que le asalta en su vida de ciudad de encontrarse rodeada de naturaleza.

Otro de sus temas principales es el concepto de refugio, la creación de espacios propios cuya principal función es la evasión de la otra realidad, la de fuera, que a menudo se nos antoja hostil. Antes de pintar, Quiles intenta olvidarse de todas las imágenes con las que continuamente se nos bombardea, vaciarse de referencias externas y sentarse frente a su cuaderno para sacar lo que hay dentro de ella, y no lo que se le ha inoculado desde fuera. Quizá por ello sus formas tienen ese aire primitivo de quien quiere huir de lo angustioso de la sociedad, como le sucedió también a Gauguin.

Del precio de sus piezas me habla explicándome que esta es una pregunta que le gusta mucho. Le parece que es algo de lo que no se habla suficiente –y tiene razón–. Es un dato que a menudo se oculta a quien no pregunta por él explícitamente, y que sin embargo no solo es el motor del mercado, sino también lo que permite que los artistas puedan seguir pintando. Además, como ella misma afirma “es lo que nadie pregunta pero, en el fondo, todos quieren saber”.

‘La cruz’, Gema Quiles
‘Higos’, Gema Quiles
Gema Quiles
‘Penas y flores’, Gema Quiles
Gema Quiles
Gema Quiles

Explica que, cuando comenzó a sumergirse en el mundo de las galerías de arte, le gustó enterarse de que había fórmulas que, teniendo en cuenta las dimensiones de una obra, servían para calcular su precio. De este modo se evita que influyan en el valor aspectos como, por ejemplo, el apego emocional con una obra que “un día te encanta, y al siguiente odias”. Sus obras, cuyas dimensiones suelen sobrepasar el metro de altura –al menos las que habitualmente muestra en ferias y galerías–, oscilan, aproximadamente, entre los 2.000 y los 3.000 euros. Ella me explica, no obstante, que se siente mucho más cómoda resolviéndolas en cuadros pequeños, quizá porque es un formato en el que cabe mejor lo íntimo, los pequeños refugios naturales en los que evadirse del mundo exterior.