Blanca Muñoz: “El oficio de escultor tradicional está en vías de extinción”
Por Paloma Primo de Rivera García-Lomas
Fotos Fernando Puente
La artista madrileña autora de la fuente y esculturas monumentales de la Plaza de España en Madrid, nos recibe en su taller de Puente de Vallecas para avanzarnos las creaciones que presentará en la próxima edición de ARCO y compartirnos los secretos de su trabajo.
Entrar en el taller de una artista de la envergadura de Blanca Muñoz es una experiencia fascinante y apabullante: escultora, grabadora, pintora, diseñadora de joyas y miembro electo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (sexta mujer en la historia de la Institución). Aunque imaginábamos encontrar un lugar propio de la disciplina escultórica -un taller desordenado, sucio y destartalado-, nuestra sorpresa fue hallar un lugar más parecido a un quirófano de cirujano. Pulcritud por doquier, las herramientas de trabajo descansaban perfectamente alineadas en una mesa, hasta un delantal y máscara de soldadura colgados de la pared. Este espacio de creación artística refleja pasión por un oficio, trabajo metódico, introspectivo, disciplinado y pausado; imprescindible para conquistar la forma y embellecerla.
Blanca Muñoz (1963) nace en Madrid en el seno de una familia numerosa de siete hermanos. Licenciada en Bellas Artes, especialidad en pintura por la UCM, amplía su formación artística becada en Roma y en México. Durante esos años explora el trabajo en calcografía y chapa, y establece una relación poética entre el espacio y la luz, la escultura y arte gráfico. A finales de los noventa, tras unos años en Londres trabajando con técnicas de estampación digital, se consolida como artista gráfica en los principales certámenes de España.
Desde entonces, alternando el trabajo en arte gráfico y escultura, ha recibido destacados galardones, entre otros, el Premio Nacional de Grabado (1999). Su trayectoria expositiva es amplísima en museos y galerías nacionales e internacionales. Sus obras forman parte de destacados museos y colecciones, tales como el Centro Arte Hortensia Herrero, el Museo Reina Sofía o la Colección Würth. Desde 1995 ha participado en todas las ediciones de ARCO.
Paseando por ciudades como Málaga, Badajoz, Bilbao o Washington podemos encontrar esculturas públicas monumentales de esta artista, realizadas fundamentalmente en acero inoxidable. Pero es en Madrid, en la concurrida y recién remodelada Plaza de España, donde la imponente fuente en mármol, Lustral (2022) da la bienvenida a la entrada a los Jardines del Campo del Moro; o el trío monumental Gorgonas (2022), embellecen su zona peatonal.
El acero inoxidable es su material de trabajo por excelencia. Industrial, rígido y pesado, en manos de esta escultora se dulcifica, se vuelve ligero y dúctil, gracias a una cuidada elaboración técnica en soldadura. Gracias al dominio del juego lumínico en la materia logra un resultado fluido de curvas y formas, transparencias, reflejos y sombras. Esculturas portadoras de experiencias de luz y gravedad.
Exploradora incansable de materiales y formas, en 2020 Muñoz trabaja en piezas textiles bordadas con técnicas centenarias con hilo de oro de Andalucía en colaboración con la firma Iloema. Su trabajo en acero, mármol, cerámica, bronce dorado, resina lacada o papel, continúa simultáneamente. La versatilidad en la ubicación de estas obras escultóricas hablan de un lenguaje propio. Somete a las formas en su desenvolvimiento en el espacio y desafía las convenciones: esculturas que pueden yacer en superficies planas, colgar de pared o techo y conquistar una esquina. Nos sumergimos en su universo, ansiosos por descubrir a esta singular creadora y hablamos de la práctica escultórica urbana y su presencia en la próxima edición de ARCO.
¿Cómo logra mantener ese vigor físico, tan necesario para esculpir, que no requiere por ejemplo, la pintura?
Algo que requiere tanto esfuerzo físico y precisión como es la escultura, obliga a tener control de tu cuerpo y exigencia física, estar tranquilo y tener buen pulso para controlar las herramientas. También mentalmente. Algo fundamental para mi trabajo, fue empezar a practicar yoga a diario, con veintitrés años. Defiendo el oficio como la base clave de un trabajo.
El hogar familiar parental de niña ¿fue caldo de cultivo en su aproximación al arte?
Vengo de un ambiente doméstico donde creo, me he fraguado como artista. Mi madre, pintora autodidacta, era copista en el Museo del Prado en los años cincuenta. Convivimos en el comedor de casa con sus réplicas de cuadros como la Asmodea de Goya. Toda una experiencia estética y visual que te das cuenta con los años. Recuerdo ir con ella en 1982 a la primera edición de ARCO. Mi padre era biólogo y químico, y particularmente mañoso, incluso capaz de hacer hasta los muebles de la cocina de casa.
Su evolución desde el grabado hasta la escultura ha sido significativa, ¿cuándo se produce esta transformación?
Todo viene por una necesidad que puede ser azarosa. Para mi formación ha sido importante tener los recursos limitados, te acoplas a lo que tienes. En Roma me formé y trabajé con técnicas de estampación. En México inicié la llamada de la escultura y realicé las dos primeras a partir del acero grabado calcográficamente, que era un material muy barato. Empecé a reflexionar sobre el espacio y la luz como algo fundamental. Pero es más tarde en Londres, a finales de los noventa, donde me preparé en estampación digital mientras trabajaba como camarera. Viviendo en una maravillosa habitación victoriana alquilada donde dormía, estudiaba y trabajaba, monté en una esquina un pequeño estudio. Compré varillas, pasta cerámica y empecé a construir esas pequeñas esculturas que se expusieron en Alcalá 31. A las ideas que tenía en los cuadernos de dibujo le incorporé esas varillas de acero, para darle volumen. De ahí surgieron mis característicos grabados con varillas.
Virginia Woolf señalaba la necesidad de Una Habitación propia, imprescindible para la creación. Usted con más enjundia siendo escultora, ¿cómo logra abrir su primer taller?
En 1999 me otorgaron el Premio Nacional de grabado y con la dotación monetaria de ese premio logré abrir mi primer taller propio. Es importante darse cuenta de la importancia de los premios y las becas para la carrera de un artista.
¿Por qué sus esculturas abandonan el pedestal y se pueden colgar de la pared o yacer en una superficie plana, incluso colgar del mismísimo techo, como en el hall de entrada de la Fundación Cristina Masaveu en Madrid?
Mis esculturas son versátiles. Lo que me inspira desde el inicio: la cosmología y la astronomía, siguen siendo una parte esencial para crear formas en las que me inspiro. Las cosas están flotando en el espacio, da igual cómo las pongas o desde dónde las mires. Mis esculturas van surgiendo de manera natural.
También destaca su apropiación de las esquinas para colgar obra. ¿Fue un encuentro casual o lugar de cruce para la luz?
Fue en mi habitación en Londres, por necesidad, para proteger las pequeñas esculturas que estaba haciendo y que no se rompieran. Coloqué una de ellas, que era como un espantapájaros, en una esquina, aprovechando la tensión de las varillas. Así se quedó casi un año, y observándola, comprendí el impacto estético. Desde entonces sigo haciendo esculturas de esquina para todas mis exposiciones.
Si hay un material que se asocia a su nombre, es el acero inoxidable. ¿Qué tiene para convertirse en su material fetiche?
El acero inoxidable es un material que tiene una dureza extraordinaria y un comportamiento muy estable para la escultura, no se corroe. Me llama la atención lo que aporta su consistencia y sofisticación en el diálogo con la luz y los colores. Por mi formación como pintora, me interesa experimentar con el color. Las chapas de acero perforadas, con las que consigo transparencia y volumen, cuando tienen colores, son muy limitadas, pero superponiéndolas se logra la aparición de un nuevo color en ese acero inoxidable.
¿Cómo interpreta la luz en su creación? ¿Cómo un material más, una herramienta, o un tercer elemento?
La iluminación es un elemento que está fuera de tu alcance el dominarla. Es la escultura la que se apropia de la luz. He elegido el acero inoxidable porque con él puedo modular la luz circundante. Persigo que mis esculturas sean portadoras de experiencias lumínicas.
Las piedras y el mármol también están presentes en muchas de sus obras…
Me interesa experimentar y trabajar con diferentes materiales. Quiero resolver formas, con nuevos lenguajes, en su encuentro con la luz.
Incluso ha trabajado con un nuevo material, como es el hilo de plata, de oro o seda que vimos expuesto en la Real Academia de Bellas Artes en colaboración con Iloema. ¿Cómo es la experiencia de adentrarse en el arte textil y en técnicas centenarias del bordado español?
Algo que tenemos todos los artistas es la curiosidad. Adentrarnos a experimentar con nuevos materiales y técnicas es inquietante. De jovencita me hacía mi propia ropa y esas nociones e interés por la costura estaban ya latentes. En esta colaboración con bordadores del oro de Andalucía, que tienen ese dominio del arte textil con minuciosidad y sofisticación, llevado a mi terreno escultórico, el resultado son piezas muy singulares, como Pléyade (2020), que es un tríptico o biombo.
Los nombres que otorga a sus creaciones, la mayoría son de reminiscencias clásicas como Gorgonas, Panta Rei, o Laocoonte. ¿Qué mira Muñoz en la Antigüedad clásica?
La mitología tiene tal riqueza de información en todos los sentidos, en la psicología humana, en las formas, en el cuerpo, cómo se han ido nombrando las constelaciones… No otorgo un nombre hasta que la escultura está terminada. Cuando creé Salomé y me dí cuenta de que estaba danzando con siete ondulaciones me dije: “Pero si es Salomé bailando con los siete velos…” Yo soy una clásica. Me gustan las cosas bellas y no lo oculto. Lo potencio.
Ha realizado colecciones de joyas, en colaboración con la casa Grassy o Louisa Guinness Gallery en Londres. Recientemente presentó la última colección en Philocalist Studio en Madrid ¿Cómo es esa adaptación al cuerpo humano de tus esculturas?
Cuando estudiaba con las monjas en el colegio con doce años, para sacarme un dinero empecé a hacer joyitas para vender a mis compañeras de clase (pulseras, colgantes, collares y sortijas), con hilos de plata y cuentas de cristal, madera o cerámica que compraba en la calle Montera. Desde entonces me he dado cuenta de que llevo con el alicate y la varilla toda mi vida inventando formas. La primera colección de joyas fue en 2010, en colaboración con Grassy, que ya había realizado previamente otra colaboración con el escultor británico Sir Anthony Caro, a quien admiro mucho.
Sus esculturas públicas engalanan la recién remodelada Plaza de España en Madrid, ¿qué misión tiene que cumplir la escultura en espacios urbanos?
Tiene la ventaja de que es accesible para todos los públicos, es más democrática. Para el artista es un desafío. Hay que pensar en todo lo que conlleva ese espacio público: agentes atmosféricos, tráfico, habitantes, etc. para que lo que hagas sea capaz de convivir con esas condiciones. Que la escultura sobreviva allí y no sea un obstáculo. Sobre todo, siempre pensando en el ciudadano.
¿Cómo interactúa el ciudadano con las esculturas públicas en el espacio urbano?
En Madrid todavía no se tiene verdadero respeto por la escultura pública. A menudo se trata igual que el mobiliario urbano y no se valora que es una pieza única. No estamos educados y sensibilizados todavía para tener obras de arte en la calle. Ni siquiera hay señalización indicando el nombre del autor o de la obra. Incluso un escalador se subió a una de mis esculturas de ocho metros en la Plaza de España y salió publicado en prensa. Es una responsabilidad por parte de todos. Cuanto más se colabore con el espacio público como ciudadano, más fácil será respetarlo y defenderlo.
¿Qué ciudades destacaría que respetan la escultura pública?
En los Países Bajos o en el centro de Europa, en Berna y Basilea paseas por la calle y la escultura pública está impecable. Dentro de España, en Málaga, Valencia o en el País Vasco se cuida también.
¿Cree que la escultura pública “humaniza” el territorio urbano?
Totalmente. De alguna forma, estás abriendo tu universo al resto de los ciudadanos. Te implicas en un proyecto que te han encargado. Es una especie de ofrenda.
Muchas de sus esculturas monumentales están en manos privadas de coleccionistas e instituciones. ¿Son obras por encargo?
En todas mis exposiciones de la galería Marlborough se han presentado esculturas monumentales. Posteriormente acaban en colecciones, espacios privados o instituciones. No he pensado antes evidentemente dónde iban a ir ubicadas. Otro tema son las obras site-specific en las que realizo una escultura para un lugar concreto por encargo, y donde es imprescindible visitar antes el espacio para dar forma a la obra. Ver, sentir y medir ese lugar y ambiente es el primer paso para crear una obra específica y única.
En el panorama artístico internacional, en los últimos años, hemos apreciado un “retorno a la pintura”. ¿Cuál es la situación hoy en día para la escultura?
Cada vez hay más escultura porque hoy en día tenemos más medios técnicos para abordar la tridimensionalidad. Incluso existen factorías donde no se necesita saber el oficio de escultor. La impresora 3D ha sido una revolución. El oficio de escultor tradicional está en vía de extinción. Por otro lado, cada vez hay más interés por la experiencia estética en el interiorismo y lo doméstico. La escultura va ganando terreno.
¿Hasta dónde deja participar a esas nuevas tecnologías en sus creaciones?
Por ejemplo, cuando trabajo con mármol, primero se desbasta técnicamente con ayuda de un ordenador. Después, minuciosamente, el acabado y pulido es manual y personal.
En 2007 fue seleccionada para la exposición 12 artistas en el Museo del Prado, donde se presentaban obras producidas, inspirándose en los grandes maestros. ¿Qué busca un creador contemporáneo en el Museo del Prado?
Más que buscar, no termino nunca de encontrar. Es tal el catálogo de calidad y variedad, que te dejas seducir. Ahora hay un cambio sustancial en la visibilidad y en el valor que se le ha dado a la escultura en el museo. Estoy apuntada a ciclos de conferencias online que ofrece la Fundación de Amigos.
¿Nos puede adelantar qué piezas de Blanca Muñoz vamos a ver este año en ARCO?
Estarán presentes en ARCO con la Galería Marlborough dos piezas diferentes. En primicia, Trímero (2019), en acero inoxidable -que por cierto es la madre, su versión pequeña, de la escultura pública monumental Trinity (2022) que está en Washington, en la sede de Capital One Bank-. También estará Henchida (2021), realizada en bronce dorado, que es la primera vez que trabajo este material. La pieza monumental Cueva de Montesinos II (2006) en acero inoxidable azul, que tenía ilusión en incorporar, finalmente no ha podido ser, y se ha quedado en el almacén.
¿Se puede convertir un artista, paseando por la feria, en su propio espectador?
Si claro. Es importante salir del taller y ver tu propia obra en relación con otras. Voy el primer día de la feria y visito todos los pabellones. Siempre se descubren cosas interesantes.
¿Es la soledad una necesidad artística?
Es mi caso sí, imprescindible. Mi trabajo técnico es muy minucioso, son muchas horas soldando, limando, puliendo y pensando en la creación al mismo tiempo. No es compatible con la compañía. Reflexiono y creo trabajando con las manos. De hecho, es lo que más me divierte. Diseño mientras trabajo, no quiero que otros lo hagan por mí. En mi escultura monumental, sí necesito ayuda técnica de otras manos del taller, por su tamaño colosal.
En su discurso de entrada a la Real Academia de Bellas Artes titulado El lado invisible de la luz, señalaba su fascinación por la cosmología y la presión de la materia oscura: “Lo que no se ve, resulta que modela lo que se ve…” ¿No es un intento poético de atrapar la luz?
En ese intento, persigo y prefiero las formas curvas desde mis primeras esculturas. Son más complejas y requieren mayor maestría técnica que las líneas rectas. Conceptualmente, mi interés por la naturaleza está desde el comienzo, llámese cosmología, botánica o fondo marino. ¿Cuántas líneas rectas conoces en la naturaleza? La curva además permite atrapar el potencial máximo de la luz. En ningún punto de la curva, la luz incide de la misma manera. Se consigue una gran riqueza visual, y esto es apasionante.