Arquitectura & Diseño

Bienvenidos a la arquitectura fálica: por qué nos atraen tanto los rascacielos con forma de pene

Por Ángel L. Martínez

Torre Glóries, de b720 y Jean Nouvel

Los rascacielos han marcado la arquitectura moderna desde hace más de un siglo. La mayoría de ellos sin embargo, ha adoptado la forma de gigantes estructuras fálicas. Lejos de ser una simple moda, esta costumbre se remonta hasta otros tiempos y sociedades.

Desde los más de mil metros de la Jeddah Tower, en Arabia Saudí, con la que el estudio Adrian Smith + Gordon Gill ha querido superar el récord mundial de 828 metros de Burj Khalifa, en la vecina Dubái (EAU); hasta el Lakhta Center II que la firma Kettle espera abrir en 2030 en San Petersburgo (Rusia); o el recién inaugurado Merdeka PNB118 de Kuala Lumpur (Indonesia). Todos ellos son símbolos de poder que nos dan la “bienvenida a la ciudad vertical”, como anuncia el Shard del italiano Renzo Piano en la city londinense.

Fue precisamente otra obra en este epicentro europeo del negocio la que inauguró las referencias a la arquitectura fálica moderna: el 30 St Mary Axe. Anunciado por sus creadores, Foster & Partners, como el “primer edificio alto ecológico” de la capital británica, lo que realmente le dio notoriedad fue su forma. De hecho, su apodo inicial, the gherkin, o pepinillo en español (también micropene, en jerga callejera), que se hizo tan popular que se acabó adoptando oficialmente. Como icono de la arquitectura moderna también fue premiado tanto por el Real Instituto Británico de Arquitectura como por la revista de arte Cabinet, que lo nombró “mejor edificio no circuncidado del mundo”. Más tarde, su forma ha sido usada incluso en campañas nacionales sobre disfunción eréctil en la prensa local.

En Barcelona también tenemos la Torre Agbar, hoy Torre Glóries, de b720 y Jean Nouvel. Aunque este último afirmó haberse inspirado en un géiser y en la cercana Montserrat, los motes populares le obligaron a conceder que su torre era un “consolador antes que supositorio”. Otros edificios oblongos destacan sobre el cielo español, como el también barcelonés Hotel Arts, la Torre Sevilla, la benidormí Intempo o la madrileña Torre de Cristal. Pero ninguno de ellos ha tenido el impacto para el movimiento moderno que tuvo la diseñada por Nouvel. El arquitecto, que reprodujo su creación española con la qatarí Doha Tower años después, declaró que ambas torres incorporan una "virilidad plenamente asumida".

Jeddah Tower, Adrian Smith + Gordon Gill
The Shard, Renzo Piano

Los países del Golfo Pérsico también llevan años compitiendo por construir el rascacielos más alto y poderoso. Pero más allá de los archiconocidos ejemplos qataríes y saudíes, la construcción que más evoca las formas fálicas de toda la península Arábica posiblemente sea The Landmark, de Pelli Clarke & Partners, en Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos). Más que por su altura, por debajo de los 25 edificios más elevados de Oriente Medio, destaca por las dos enormes cubiertas que sirven de marquesina en su base y que le dan un extra de testosterona a su forma alargada y puntiaguda cuando se mira en contrapicado desde dos de sus cuatro lados.

Pero donde más se ha construido verticalmente en los últimos años, sin embargo, es en el lejano oriente. Los países que pujan por ser hub financiero de la región Asia Pacífico han transformado el cielo de sus ciudades y el perfil de sus edificios desde el inicio del nuevo milenio. Si algo caracteriza a las construcciones de los núcleos económicos de Shenzhen o Seúl es el priapismo en sus formas. Destaca Two International Finance Centre de Hong Kong, al que la extinta HK Magazine bautizó como “el pene enorme”; y el Oriental Pearl TV & Radio Tower de Shanghái. Esta torre de telecomunicaciones levantada en 1995 fue el edificio más alto de China durante una década, y sus columnas de acero adornadas con dos esferas enormes hizo que The New York Times lo describiese como un "gran monstruo fálico de una fealdad verdaderamente monumental”.

La lista continúa en Nueva Gales del Sur (Australia), donde incluso llegaron a derribar la Queens Wharf Tower de Newcastle después de tres décadas de agravios comparativos —preguntado por ello, su arquitecto Kevin Snell declaró haber elegido esa forma por cuestiones de eficacia porque “un pene erecto es una estructura extremadamente eficiente"—; el Capitolio del Estado de Nebraska, conocido por locales "falo de las llanuras" o “pene de la pradera”; o la Torre del Agua de Ypsilanti, en Michigan, de 1890, popularmente llamada "Brick Dick" y nombrada 'edificio más fálico del mundo' por su particular tejado cóncavo, según la revista Cabinet.

Queens Wharf Tower
Torre del Agua de Ypsilanti
Obelisco de Luxor

Estos últimos de la edad de oro estadounidense prueban que las formas fálicas no solo se encuentran en la arquitectura contemporánea. De hecho, obras tan ancestrales como los obeliscos han sido referentes de este tipo de construcción desde tiempos inmemoriales. Muestra de ello es, por ejemplo, que las autoridades australianas decorasen el obelisco de Hyde Park del distrito financiero de Sidney con un preservativo gigante para una campaña de concienciación sobre el VIH en 2014. La ocurrencia emulaba la acción que un grupo de defensa de derechos de las personas con VIH realizó en el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA en 1993, cuando cubrió con un condón rosa gigante el famoso obelisco de Luxor de la Plaza de la Concordia de Paris (Francia), preservativo más grande jamás usado según el Guinness World Records.

El significado que se esconde detrás de este tipo de construcciones

Antes del movimiento modernista en arquitectura, las referencias a la construcción fálica eran muy sutiles. Ejemplo de ello son los proyectos del arquitecto y urbanista francés del siglo XVIII, Claude Nicolas Ledoux, con enigmáticas propuestas para una 'Casa del Placer' y la 'Ciudad Ideal de Chaux', ambas reconocidas por diseños inequívocos. Sin embargo, no fue así en la antigüedad ni en otras latitudes, donde el puritanismo posmedieval europeo no inhibió tanto la creatividad de los diseñadores ni la percepción de las sociedades.

Ejemplos antiguos de representaciones fálicas están en el ancestral cementerio iraní de Khalid Nabi, cerca de Gonbad-e Kavous, donde muchas de las lápidas de piedra verticales están tocadas por una especie de turbantes con apariencia de glandes. Aunque la más obvia es la Roca Kharkhorin, junto al monasterio Erdene Zuu levantado hacia el 1500 en la región mongola de Övörkhangai. Una enorme estatua de un pene elevada sobre una plataforma en la estepa adyacente al Valle de Orkhon, Patrimonio Mundial de la UNESCO.

A medida que nos alejamos hacia oriente, de hecho, las expresiones fálicas en las construcciones dejan de ser alegóricas. En la ciudad surcoreana de Samcheok, el Parque Haesindang está decorado con más de medio millar de estatuas de penes de diversos tamaños y estilos; desde tótems hasta bancos y campanas, e incluso un cañón y el propio faro de la ciudad costera. Desde su apertura hace dos décadas, el llamado parque de los penes recibe a decenas de miles de visitantes anuales, y casi todos ellos y ellas por motivos de fertilidad.

Templo de Mara Kannon. Foto: Wikipedia
Templo Maheswaram Shiva de Chenkal

El mismo significado que tiene el templo de Mara Kannon en Nagato (Japón), levantado sobre el 1550; o el que hizo a principios del S.XX un negociante y filántropo local en Chao Mae Tuptim, Bangkok (Tailandia). También el monasterio de Chimi Lhakhang, cerca de Lobesa (Bután), que desde 1499 ha popularizado tanto el culto al miembro viril que muchas calles de este diminuto reino en la cordillera del Himalaya lucen pinturas de falos de todos los tamaños y colores para que fecunden y traigan buena suerte a su gente.

Símbolo de fertilidad también tiene el lingam –cilindro vertical que representa el falo de Shiva– que adorna innumerables y ancestrales templos de toda Asia dedicados a esta deidad hindú. Desde la sala de los mil lingas del templo de Brihadeeswarar de Tanjore, en Tamil Nadu (India); hasta los del templo Candi Sukuh de Ngancar, en Java Oriental (Indonesia), ambos del siglo X; pasando por los que adornan los templos de Koh Ker, sitio arqueológico camboyano cerca de Angkor-Wat. Por no mencionar el lingam de más de 300 metros recientemente erigido en el templo Maheswaram Shiva de Chenkal, en Kerala (India).

El significado es lo que parece diferenciar aquellas construcciones fálicas vinculadas a templos, más obvias y exuberantes; de las recientes representaciones más alegóricas y sutiles en forma de rascacielos. Dos formas diferentes de entender la masculinidad. Una simboliza fertilidad y busca abundancia. Otra añora poder y encarna dominio. O así lo manifestan algunos de sus diseñadores y lo criticaron pensadores de todo tipo.

Ya en 1974, el sociólogo francés Henri Lefebvre aludía a su fuerza y violencia en su libro 'La production de l'espace': "La arrogante verticalidad de los rascacielos, y especialmente de los edificios públicos y estatales, introduce un elemento fálico o, más exactamente, falocrático en el ámbito visual; el propósito de esta exhibición, de esta necesidad de impresionar, es transmitir una impresión de autoridad a cada espectador. La verticalidad y la gran altura han sido siempre la expresión espacial de un poder potencialmente violento".

Para la arquitecta alemana, Margrit Kennedy, los rascacielos también eran símbolos fálicos de la dominación masculina, del poder y de la instrumentalidad racional. Mientras que el siempre fálico Sigmund Freud establecía un paralelismo entre los logros y la riqueza conseguidos por los hombres y los edificios que se obsesionan por levantar. En suma es lo que Eugene Colberg, director de Colberg Architecture en Brooklyn, explicó recientemente: "cuanto más grande y alta es la ciudad, más poderosa es".

Estadio Al Janoub en Al Wakrah © Hufton + Crow

La arquitectura vertical falocéntrica no la transforma necesariamente en sexista, ni hace que su sociedad sea más patriarcal. De la misma forma que tampoco el emirato absolutista de Qatar dejó de ser misógino tras inaugurar una construcción con clara forma yónica –parecido a una vulva en perspectiva cenital– como la del Estadio de Fútbol Al Janoub, diseñado por Zaha Hadid para el Mundial de 2022. Esto solo se logra con acciones concretas. En el barrio de Aspern de Viena (Austria) por ejemplo, todas las calles y espacios públicos llevan el nombre de mujeres. En Kigali, capital de Ruanda, se han construido minimercados con espacios seguros donde las vendedoras ambulantes pueden amamantar. En Estocolmo, capital de Suecia, los horarios de quitanieves dan prioridad a las calles residenciales, las zonas escolares, el transporte público y los carriles bici. Y así un largo etcétera.

Puede que la altura de los rascacielos contemporáneos responda tanto a la megalomanía y a la escasez de suelo, como a una trascendencia similar a la que llevó a las cúpulas de los templos góticos a señalar al cielo. Pero es al suelo hacia donde tienen que mirar las nuevas tendencias urbanísticas y arquitectónicas. Es ahí abajo donde los ciudadanos conviven con estas grandes estructuras que están obligadas a ir de la mano de planes de sostenibilidad que proporcionen calidad de vida. Algo que pasa por no convertir las urbes en entornos sin personalidad o, sea cual sea su altura, elevar los edificios siempre en relación con la anchura y amplitud de las calles colindantes.