Arquitectura & Diseño

De Mies van der Rohe a Frank Gehry: la historia de cómo una simple silla fue elevada a la categoría de arte

Por Elvira Sáez Saiz

Silla Toledo, Jorge Pens

Hace mucho tiempo que la silla dejó de ser un mero mueble para convertirse en una obra de arte. Con motivo de la cuarta edición de Madrid Design Festival, desde El Grito hacemos un repaso a la historia de estos asientos que habitan nuestras casas y que, con el paso de los años, se han convertido en un icono.

Asiento con respaldo, por lo general con cuatro patas, y en el que solo cabe una persona”, así es como define la palabra silla la Real Academia Española de la Lengua. Uno de los objetos más antiguos de la civilización -se cree que fue inventada por los sumerios en torno al año 4.500 a.C.- y con una fuerte presencia en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, la historia del diseño nos ha demostrado que este mueble, aparentemente simple y común, puede llegar a convertirse en un icono, incluso en una fuente de inspiración y creatividad.

Tanto es así que ya es uno de los más versionados con estilos que varían tanto en forma como en materiales. Con motivo de la cuarta edición de Madrid Design Festival sin ir más lejos, el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa muestra actualmente una exposición dedicada a estos asientos que habitan nuestras casas. Sillas: Iconos del diseño moderno es un homenaje al ingenio humano y a la expresión artística, que recorre la metamorfosis de estos muebles desde sus orígenes humildes y artesanales hasta los diseños icónicos que hoy en día reflejan los cambios culturales, sociales y tecnológicos de nuestro mundo. Pero, ¿cuáles han marcado, realmente, un antes y un después?

Si tuviésemos que destacar la primera tendríamos que remontarnos a 1859 cuando Michael Thonet, un diseñador de muebles alemán, creó la que ahora conocemos como la silla Thonet, inicialmente llamada silla nº 14 por la posición en la que aparecía en el catálogo de muestras. El diseño original estaba elaborado con madera de haya curvada al vapor, una técnica pionera que abrió todo un mundo de posibilidades para el sector de los muebles. Estaba formada por seis piezas independientes y el asiento original era de rejilla. Fue el primer mueble fabricado en serie y supuso la transición entre la fabricación artesanal y la producción industrial. En 1867 fue llevada a la Exposición Mundial de París, donde recibió una medalla de oro y fue elogiada por destacados diseñadores de la época.

Silla Thonet, Michael Thonet
Silla Hill House, Charles Rennie Mackintosh

Gracias a su diseño sencillo y elegante -además de su precio ajustado- pronto se hizo muy popular y ganó presencia tanto en casas particulares como en bares y cafeterías. Un estilo que ha sobrevivido a diferentes tendencias y que la marca Thonet continúa produciendo bajo el nombre 214, a pesar de las numerosas réplicas que se han llevado a cabo con distintos materiales o colores a lo largo de los años. Este mismo diseñador también fue el autor de otras sillas icónicas como la 210 R, con reposabrazos en madera curvada o la 218, con su característica “horquilla” en el respaldo, que pasó a formar parte del mobiliario de numerosos restaurantes y cafés.

De mueble a obra de arte

Unos años después, ya comenzado el siglo XX, vio la luz la silla Hill House (1902), obra del escocés Charles Rennie Mackintosh y considerada como uno de los primeros diseños modernos. De hecho, fue creada como pieza decorativa de Hill House, una de las obras arquitectónicas más representativas del Movimiento Modernista en Reino Unido. Una silla que destaca por la altura de su respaldo, de 141 cm, así como por sus formas rectas y sobrias. El diseño original estaba elaborado en madera de roble lacada en blanco, pero desde 1973 la firma italiana Cassina la comercializa en madera lacada en negro. El objetivo de su diseñador no era que fuese funcional, sino precisamente convertirla en una pieza que admirar, comenzando así el camino de la silla como pieza artística.

En 1918 llegó la reconocida The Red Blue Chair, diseñada por Gerrit Rietveld. Una pieza en la que el diseñador y arquitecto jugó con volúmenes rectilíneos y la interacción de planos verticales y horizontales de una forma muy similar a como lo hizo en sus obras arquitectónicas. Originalmente fue diseñada con otros acabados, pero en 1923 se actualizó con los colores rojo, amarillo, azul y negro, los característicos del movimiento holandés De Stijl, inspirado en las pinturas de Mondrian.

Rietveld defendía que había un objetivo para el diseñador de muebles más allá del simple confort a nivel físico: el bienestar del espíritu. Así, esta silla es considerada una escultura y, actualmente está expuesta en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). No obstante, al igual que la anterior, es posible conseguir una edición de ella a través de la firma Cassina. El propio diseñador presentó años más tarde la Zig Zag. Una pieza de abstracción geométrica extremadamente simple y ligera a nivel visual, pero que supuso un reto técnico para garantizar su firmeza. Se realizó uniendo cuatro planos con un sistema de articulación de juntas triangulares y la sencillez de sus materiales se ha relacionado con la recesión económica de la época. La original es de madera, pero se ha versionado en muchas tonalidades.

‘Composición en rojo, amarillo, azul y negro’, 1921, Piet Mondrian
Silla roja y azul, Gerrit Rietveld

Marcel Breuer era otro arquitecto y diseñador húngaro perteneciente a la Bauhaus que, un día, y así como antes también lo hiciera Thonet con la madera, decidió experimentar con el acero a través de una nueva técnica de la empresa Mannesmann que permitía producir tubos de este material sin que se rompieran al manipularlos. Su fuente de inspiración, al parecer, fue la estructura de acero de la bicicleta Alder. Fue así como nació la silla Wassily. Aunque en un principio estaba pensada para la casa Kandinsky, en Alemania, su diseño no pasó desapercibido y pronto ganó fama hasta el punto de convertirse en una de las piezas más codiciadas por los interioristas.

Poco tiempo después, el mismo diseñador consiguió crear otro modelo icónico que sigue conquistando muchos hogares actualmente y que ha sido una de las más imitadas: la silla Cesca. Un diseño que combina una estructura de apoyo voladiza en acero tubular con asiento y respaldo en rejilla trenzada y reposabrazos en madera.

Pero Rietveld y Breuer no fueron los únicos arquitectos que se embarcaron en el mundo de las sillas. En 1929 Mies Van der Rohe y Lilly Reich presentaron en la Exposición Internacional de Barcelona la silla Barcelona. Su desarrollo se llevó a cabo en plena reconstrucción alemana tras la I Guerra Mundial y el objetivo de la pieza, con sus líneas elegantes y sofisticadas, era mostrar la potencia de la República de Weimar. También estaba pensada para ser producida en serie, siguiendo la filosofía de la Bauhaus. Por ello, aunque en su origen estaba elaborada con acero cromado y cuero de cerdo, más adelante se sustituyeron por acero inoxidable y cuero de vaca, que eran más asequibles.

Lounge Chair Wood, Charles & Ray Eames, 1945/1946 
Silla Wassily, Marcel Breuer
Silla Cesca, Marcel Breuer
Silla y taburete Barcelona, Mies van der Rohe, 1929 © Rui Faquini

Las sillas baratas nacidas de la guerra

Las siguientes décadas estuvieron marcadas, inevitablemente, por la Gran Depresión y la II Guerra Mundial, con sus devastadoras consecuencias, que también zarandearon al mundo del diseño. Comenzó así la tendencia de buscar materiales más baratos que permitieran reducir costes sin perder calidad. Para ello era necesario emplear más tiempo en la experimentación, pero eso no supuso ningún obstáculo para diseñadores como el francés Xavier Pauchard que, tras meses de dedicación, consiguió dar con la clave para proteger los metales de la oxidación mediante el proceso de galvanizado. Así nació la reconocida silla Tolix, especialmente diseñada para exteriores y que tuvo un gran éxito entre las cafeterías y restaurantes parisinos. Un diseño que ha llegado hasta nuestros días -siendo uno de los modelos más vendidos de la historia- y que actualmente se elige para aportar un toque industrial a diferentes espacios.

Ese mismo interés por experimentar con el fin de crear sillas cómodas y asequibles lo compartían los prolíficos diseñadores Charles y Ray Eames. De hecho, en 1941 se mudaron a Los Ángeles para hacer pruebas con técnicas de moldeado de madera contrachapada con las que fabricar sillas en serie. Lamentablemente, la II Guerra Mundial interrumpió su propósito y les obligó a reinventarse utilizando lo que habían aprendido para desarrollar férulas de madera contrachapada para la inmovilización de piernas, que fueron fabricadas en grandes cantidades para el ejército de los Estados Unidos. No fue hasta 1946, ya finalizada la contienda, cuando pudieron exponer en el MoMA sus primeros muebles experimentales, entre los que se encontraba la silla de madera contrachapada Lounge Chair Wood. Una pieza de gran belleza visual que además era ergonómica.

Más adelante, en 1950 el matrimonio también creó la famosísima DSW, Dinning Height Side Chair Wood Base. Su elaboración en plástico no fue casual, ya que fue creada para presentarla en el certamen de diseño Low Cost organizado por el MoMA ese mismo año, por lo que el objetivo, de nuevo, era abaratar el coste al máximo. Consiguieron ganarlo y se convirtió en la primera silla de fabricación industrial en dicho material, dando lugar posteriormente a otras versiones como el modelo DAX. Una pieza que, a día de hoy, sigue siendo muy solicitada tanto en espacios de hostelería como en oficinas o casas.

Mientras, de forma casi paralela, en Dinamarca se estaba gestando uno de los símbolos del estilo nórdico. El diseñador Hans J. Wegner, al contrario que sus coetáneos, no pretendía crear un diseño para fabricarlo en serie de manera industrial, sino que buscaba reivindicar el trabajo artesanal y lo hizo con una pieza de madera, con respaldo curvo y asiento de cuerda tejido a mano: la silla Wishbone, tan replicada actualmente en numerosas tiendas de muebles y decoración.

Arne Jacobsen used a version of the table with a Photo: Arne Jacobsen. Original is found at the Royal Danish Library - Danish National Art Library
Ant Chair, Arne Jacobsen. Foto: Stjernegaard Fotografi

Otro diseño de origen nórdico que destacó en la década de los 50 fue la Ant Chair, bautizada así por su característica forma, que recuerda a una hormiga con la cabeza levantada. Fue elaborada con madera laminada y patas en acero tubular, un diseño que pretendía ser estable, pero ligero. Al parecer, su autor no estaba muy convencido con el resultado, pero lo cierto es que no tardó en conquistar el mercado y empezar a producir en serie por Fritz Hansen. A partir de ella nació la silla Series 7, con una forma más clásica y que es, con diferencia, la más vendida de la firma de muebles danesa.

Plástico y diseños futuristas

El plástico, que había sido utilizado durante la guerra para fines militares, empezó a hacerse también un hueco en la industria de consumo llegando al mundo del diseño. LA DSW o Plastic Chair de Eames fue la pionera en hacer uso de él, pero después llegaron muchas más. Su gran ductilidad y resistencia abrió la puerta a la creación de diseños nunca vistos, que con la madera o el metal no habrían sido posibles. Así es como el arquitecto finlandés Eero Saarinen pudo crear la silla Tulip, un modelo que prescinde de las habituales patas y que requirió una estructura de plástico reforzado con fibra de vidrio con una base de fundición de aluminio. El resultado fue una forma diferente a nivel visual y que, además era muy cómoda gracias a su base con forma de tallo -que le otorgaba cierto aire futurista- y su mecanismo giratorio. Sin embargo, Saarinen no estuvo del todo satisfecho con el diseño porque su intención inicial era crear toda la pieza con un solo material.

El que sí lo consiguió fue Verner Panton, el padre de una de las sillas más icónicas del siglo XX y elegida como portada del libro 1000 Chairs de Charlotte & Peter Fiell, una de las obras recopilatorias más completas sobre sillas de diseño. Hablamos de la inconfundible Panton (1959), la primera silla fabricada en plástico de una sola pieza en cantiléver. Un mueble que además de estética, alcanzó gran comodidad gracias a la combinación de sus formas curvas y su material resistente pero ligeramente flexible. Su producción en serie empezó a llevarse a cabo en 1967, en colaboración con el fabricante suizo Vitra, pero no fue hasta finales de siglo, en 1999, cuando pudo comenzar a hacerse de forma fiel a la idea original, es decir con plástico de alta resistencia y con acabado mate.

Por su parte, en Italia el diseñador Giancarlo Piretti también utilizó el plástico a su favor -junto al aluminio pulido- para crear la silla Plia, que revolucionó el concepto de silla plegada porque incluía un innovador sistema de bisagra de tres discos. Su funcionalidad, unida a un diseño sencillo y elegante, se convirtió en todo un éxito. De hecho, es considerada uno de los símbolos de la era dedicada al plástico y, actualmente sigue teniendo un gran número de adeptos.

Lounge Chair Wood, Charles & Ray Eames, 1956 © Vitra
DSW o Plastic Chair de Eames
Silla Wishbone, Hans J. Wegner
Side Chair, Verner Panton © 2015 High Museum of Art
Silla Plia, Giancarlo Piretti

Y entonces apareció Frank Gehry

En 1972, el arquitecto canadiense Frank Gehry -reconocido por las atípicas formas de sus construcciones-, parecía intuir la llegada del interés por los materiales sostenibles y empezó a experimentar con el cartón corrugado para la creación de su primera serie de muebles: Easy Edges. En ese momento su carrera estaba despegando y hasta entonces se había dedicado de forma exclusiva al diseño de edificios como el estudio Danziger en Hollywood (1965), el O’Neil Hay Barn (1968) o la Casa Estudio de Ron Davis en Malibú (1972). Gehry ya se desmarcaba del resto por su estilo deconstructivista, pero todavía quedaba tiempo para alcanzar el prestigio a nivel internacional que le concedieron obras como el Museo Guggenheim de Bilbao o la Dancing House. En esa coyuntura y sin dejar de lado su trabajo arquitectónico, se lanzó al diseño de piezas de interior.

La estrella de la colección fue la silla Wiggle Side Chair y, aunque a priori pudiera no parecerlo por su material y su forma, resultó ser una silla realmente sólida. Así, a pesar de haber sido concebida inicialmente como una escultura, pasó a ser comercializada por Vitra en 1997 y desde entonces ha sido una de las piezas más solicitadas de su catálogo. Más adelante crearía otros muebles como la serie Experimental Edges, la silla Cross Check o la Power Play, pero ninguna tan disruptiva como la primera.

Al igual que Gehry, Jorge Pensi, arquitecto argentino afincado en Barcelona, también apostó por un material reciclable y resistente a altas temperaturas. En este caso el aluminio fundido. Con él se propuso crear un diseño innovador para las terrazas, que fuera duradero y ergonómico: la silla Toledo. La forma de su respaldo y la calculada estructura le confieren una gran confort. En 2015 empezó a producirla la empresa Resol y, además de elaborarla en el material original, también la versionó en polipropileno y en seis colores diferentes, haciéndola mucho más accesible para el público general.

Silla Wiggle Side Chair, Frank Gehry
Silla Louis Ghost, Philippe Stark
Silla Masters, Philippe Stark

Finalizamos el recorrido con otra pieza emblemática que cuenta con sello de sostenibilidad: la silla Louis Ghost de Philippe Stark. Una reinterpretación del sillón barroco Luis XV en policarbonato transparente, cargada de carisma, que logró cambiar la percepción del plástico como un material barato. Actualmente es posible conseguirla en Kartell y se fabrica con policarbonato 2.0, que combina polímero renovable de segunda generación producido con los residuos de papel y celulosa. Stark sigue la misma línea de sostenibilidad en uno de sus últimos diseños, la silla Masters (2009), en el que hace un homenaje a tres sillas icónicas de las que hemos hablado: la Serie 7 de Jacobsen, la Tulip de Saarinen y la DSW de Eames. Elaborada en tecnopolímero reciclado, es una muestra de que las necesidades artísticas del diseñador pueden -y tienden- a adaptarse a las necesidades de la época.