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Zuloaga, el retratista de la España más oscura que a Hitler le encantaba y ahora triunfa en Alemania

Por Clara G. Freyre de Andrade

‘Retrato de la condesa Mathieu de Noailles’, Ignacio Zuloaga, 1913
Museo de Bellas Artes de Bilbao

Tras su paso por Munich, ‘The Myth of Spain. Ignacio Zuloaga 1870-1945’ llega a Hamburgo para seguir explorando la producción de este controvertido pintor que retrató a Franco y cuyas obras acabaron en manos de Hitler.

Ignacio Zuloaga está de moda en Alemania. Tras su paso por las salas del Museo Kunsthalle de Munich, una exposición sin precedentes se ha estrenado ahora en el Bucerius Kunst Forum de Hamburgo, donde se podrá visitar entre el 17 de febrero y el 26 de mayo. The Myth of Spain. Ignacio Zuloaga 1870-1945 recorre a través de sus nueve salas más de 70 pinturas de este artista autodidacta, que dio sus primeros pasos en el ambiente bohemio de la Belle Époque para consagrarse como el pintor de la España más lúgubre.

No es la primera vez que el pintor vasco tiene una fuerte presencia en el país teutón. Entre 1900 y 1914 protagonizó distintas exhibiciones consiguiendo que sus cuadros cautivaran al gran público, hasta el punto de que algunos fueron adquiridos por museos y coleccionistas privados. Destaca especialmente una exposición celebrada entre 1912 y 1913, que incluía alrededor de 25 de sus pinturas. Es más, su propuesta artística resultó tan llamativa, que sirvió de inspiración a artistas alemanes de la talla de Paul Klee o August Macke.

Precisamente por esto, más allá de recopilar y ofrecer un viaje por toda la producción del pintor, la exposición actual se ha planteado teniendo en cuenta cuestiones específicas como su relación con Alemania y cómo este país acogió sus obras. Una faceta que viene de la mano de sus estrechas relaciones con el régimen franquista, que usó sus pinturas a su merced para reforzar sus alianzas con el nazismo.

‘La del abanico’, Ignacio Zuloaga, 1906
‘Torerillos de pueblo’, Ignacio Zuloaga, 1906
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Mendigos, prostitutas, campesinos, bailaores y folclóricas. Zuloaga continuó con la tradición de la pintura española, aquella que habían encabezado siglos atrás artistas como Diego Velázquez. Su principal diferencia con el maestro barroco, lo que convirtió su obra en todo un atrevimiento, fue ofrecer ese retrato asombrosamente oscuro de España a principios del siglo XX. En un momento en que nuestro país intentaba seguir el ritmo de sus vecinos y sumarse a la modernidad europea. Pero la muestra no se queda en su faceta más conocida, también explora su producción en general: los vínculos del pintor con sus compañeros de la Generación del 98, sus conexiones con la vanguardia parisina o la imagen que tiene España de sí misma frente a la que tienen en el exterior.

La breve Doña Mercedes, el retrato de una joven con acondroplasia que sostiene sobre sus brazos una esfera, remite con su reflejo a los artificios de Velázquez en Las Meninas. Por su parte, sus paisajes, imbuidos de tonalidades verdes sin importar el clima local -hace lo mismo con las áridas llanuras castellanas- llevan indudablemente a la influencia de El Greco en sus vistas de Toledo. Su relación con la literatura se hace notar en obras como La víctima de la fiesta, que nos transporta a las desventuras de Don Quijote de la Mancha.

Pero ante todo, la obra de Ignacio Zuloaga contribuyó a construir la visión e iconografía de España en el extranjero como no lo hizo otro artista alrededor del 1900. Como su admirado Francisco de Goya, fue un auténtico cronista de su época, convirtiendo en protagonistas de sus obras a campesinos y personas de las clases populares. También sintió una conexión especial por las corridas de toros, representando esta cruel tradición en muchas de sus pinturas. Del peso que tuvo esta controvertida afición por lo taurino en su producción sale precisamente la imagen que sirve como cartel para la exposición, Retrato de medio cuerpo de un picador.

‘La enana doña Mercedes’, Ignacio Zuloaga, 1899
Musée d’Orsay
‘Mujeres de Sepúlveda’, Ignacio Zuloaga, 1909
‘La víctima de la fiesta’, Ignacio Zuloaga, 1910
Hispanic Society of America
‘Retrato de medio cuerpo de un picador’, Ignacio Zuloaga, 1910

Su etapa más polémica

Ignacio Zuloaga vivió sus primeros años en Eibar, en mitad de las colinas y los extensos paisajes verdes del País Vasco. Tal vez aquel ambiente de lluvia constante marcara el color oscuro de sus pinturas, en contraste con las de su contemporáneo Joaquín Sorolla, que tan bien supo retratar la luz de su Mediterráneo. Y es que mientras el maestro valenciano pintaba playas luminosas, este ofrecía aldeanos sucios y paisajes ásperos, lejos de cualquier tipo de idealización.

A diferencia de Sorolla, Zuloaga no cosechó grandes éxitos en España (sí en el extranjero). Hasta que Francisco Franco descubrió sus pinturas, manipuló su mensaje y las convirtió en una herramienta perfecta para su cruzada. Es justo aquí cuando se inicia su etapa más polémica porque, aunque al principio se había mantenido más bien neutro en lo político, su posicionamiento cambiaría radicalmente tras el bombardeo de su tierra natal un día antes del famoso ataque de Guernica. A partir de aquel momento, el pintor se convirtió en un defensor acérrimo del bando sublevado. Desconocía que aquel terrible ataque, en realidad, había sido fruto de la aviación italiana con la mano de Alemania sobre su hombro, y no del bando republicano, como se había señalado en un primer momento. Su obra se convirtió entonces en un elemento propagandístico llegando a retratar al propio dictador en varias ocasiones.

‘Retrato de Franco’, Ignacio Zuloaga, 1940
J. Egaña / Museo de Bellas Artes de Bilbao

Como agradecimiento al apoyo recibido durante el transcurso de la Guerra Civil Franco hizo llegar a Hitler un lote de tres pinturas firmadas por Zuloaga. Eran dos representaciones de mujeres con trajes típicos y una de sus célebres escenas pastorales. Un honor dudoso que acabó por afectar a su fama póstuma, la misma que hoy se explora, tras haber transcurrido casi 80 años desde su muerte.

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