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Cuchillos, ira y merchandising: lo que se esconde detrás de las inocentes figuras de Yoshitomo Nara

Por Alberto G. Luna

Yoshitomo Nara junto a ‘Miss Margaret’ en la exhibición 'All My
        Little Word' en Albertina, Vienna © Esel.at—Lorenz Seidler. Cortesía de
        Albertina

El pintor ha logrado vender lienzos a precio de oro al mismo tiempo que ha creado una máquina de producir todo tipo de objetos coleccionables, desdibujando los límites entre el arte y el marketing, y convirtiéndose en un fenómeno de masas.

Si nos fijamos en el último ranking de los 500 artistas contemporáneos que más facturan e ignoramos al eterno Basquiat —que juega en otra liga—, podemos apreciar que, por delante de los populares Hirst, Cecily Brown, Jeff Koons o incluso Banksy, se encuentra un japonés que se ha colado como el más vendido haciendo una única cosa: pintando inocentes niñas.

Las adolescentes de Yoshitomo Nara son reconocibles por sus grandes ojos y estética kawaii, una forma de protesta contra la rigidez y las presiones que ejercen sobre los nipones la familia, la escuela y más tarde las empresas. Su peculiaridad reside en que debajo de ese sentimentalismo estilístico se esconde algo que, ciertamente, no está del todo bien. Llámenlo tensión o conflicto. Pero aquellas niñas regordetas de rostro hosco que en ocasiones lanzan miradas de soslayo, están llenas de ira y rabia.

Nara las pinta de forma bidimensional y con un fondo neutro. Un estilo superflat que hemos visto mil veces en la cultura manga, en Takashi Murakami y en los antiguos grabados Ukiyo-e del período Edo; y que, en definitiva, podría hallarse —artísticamente hablando—, en las antípodas de algo considerado como medianamente bueno. Pero ya saben cómo va esto del coleccionismo, que una cosa es el arte y otra el mercado.

‘Knife Behind Back’, Yoshitomo Nara. 2000
          © Sotherby’s

En 2019, la casa Sotheby's vendió en Hong Kong —dónde, si no—, su obra de gran formato Knife Behind Back por una cifra récord de 20 millones de euros. ¿Una locura? Henri Rousseau fue criticado en su día por su falta de técnica, incapacidad de generar una perspectiva mínimamente creíble y componer de forma torpe y plana; y yo particularmente, si fuera multimillonario, pagaría lo que hiciera falta por su León hambriento atacando a un antílope. Donde no proyecta luz ni hay sombras, y lo que se ve, más que un león parece una marioneta. Sin embargo, para Picasso tenía una carga tan extraordinariamente poderosa, una fuerza sobrecogedora, sobrenatural si me apuran, que llegó a pensar que tenía la capacidad de conectarle con el mundo oculto.

Al margen de la distancia abismal que pueda existir entre ambos, la principal diferencia entre el pintor francés y el japonés estriba en que, tras jubilarse, el primero pasó sus últimos días tocando el violín para llegar a final de mes. Nara por contra, tiene el dinero por castigo. ¿Cómo pasó de exponer ocasionalmente en Nagoya y Tokio a venderse por millones en todo el mundo?

Desde cuadros por 20 millones hasta animales de peluche

Para empezar, Yoshitomo Nara comenzó a exponer tímidamente su obra en los 90. Es decir, que lleva más años que el Sol buscándose la vida en esto de pintar cuadros. No se trata de un artista emergente que gracias al apoyo de una fuerte casa tipo Pace o Hauser & Wirth, pasa a ganar millones en cuestión de unos pocos años. De hecho, esto no ocurre hasta 2015, cuando empieza a dispararse en subasta pero no solo seduciendo a los incautos millonarios sino también al resto de coleccionistas.

Porque la realidad es que Nara, al igual que hiciera también en su día Warhol, ha logrado vender lienzos a precio de oro como No Means No (6 mill), Three Stars (3,5, mill), In the Milky Lake (10 mill), Be Happy (5 mill) o Missing in Action (11 mill) entre un largo etcétera; al mismo tiempo que ha creado una máquina de producir todo tipo de formatos y objetos coleccionables pensados tanto para ricos influyentes como jóvenes con presupuestos mínimos como grabados, litografías, dibujos, esculturas, animales de peluche, cerámicas, lámparas, tapices, ceniceros, huchas, libros, bolas navideñas de nieve —han leído bien—, figuritas, despertadores, platos y hasta monopatines.

Grabado ‘In the Floating World - Portfolio of 16’, Yoshitomo Nara. 1999
            © Artprice
Litografía ‘Real one’, Yoshitomo Nara. 2020
            © MutualArt
Cerámica ‘Nobody’s Fool’, Yoshitomo Nara. 2009
Cenicero ‘Too Young To Die’, Yoshitomo Nara. 2002
            © Bukowskis
Bola de nieve, Yoshitomo Nara
            © MoMA
Despertador, Yoshitomo Nara
            © MoMA
Platos ‘Impermanent Life’, Yoshitomo Nara
            © MutualArt
Set de skates, Yoshitomo Nara
            © MutualArt

Así es como el artista, con más de cien resultados en subastas por encima del millón, ha logrado ser asequible por unos pocos cientos de dólares. El japonés tiene más de 5.500 remates a lo largo de toda su trayectoria, de los cuales ‘solo’ 800 son pinturas. El resto lo conforma todo un universo de productos y merchandising creados en su gran mayoría de la mano de la multinacional Cerealart Multiples and Artware, desdibujando de esta forma los límites entre el arte y el marketing, y convirtiéndose en un fenómeno de masas.

Hoy en día Yoshitomo Nara es el vigésimo artista más exitoso en la historia de las subastas (todos los períodos incluidos), y el segundo artista contemporáneo con mayores ventas, solo por detrás de Jean-Michel Basquiat. Si están interesados en sus cuadros y no les sobra ningún millón en la cuenta bancaria, ya saben, pueden comprar una toalla de playa como la última subastada el pasado verano en Londres por el módico precio de 2.656 dólares.