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Racismo, diversidad y violencia: los artistas contemporáneos que más han destacado en 2023

Por Sofía Guardiola

‘Rooftop Party with Ghosts 1’, Salman Toor

Clásicos como Basquiat, otros que han protagonizado un ascenso meteórico como Cecily Brown, y autores comprometidos como Nan Goldin o Simon Leigh son algunos de los mayores protagonistas de este año, tanto por sus resultados en el mercado como por su relevancia en el panorama actual.

Como cada año, Artprice ha publicado el informe en el que analiza cuáles han sido los resultados del año en el mercado del arte contemporáneo. En líneas generales, este informe habla de una tendencia a la estabilidad frente a años anteriores en los que, tras la crisis sanitaria del Covid en la que las subastas estuvieron forzosamente paralizadas, se produjo un fuerte repunte, una especie de euforia. Esta moderación ahora, sin embargo, no es exclusiva del arte contemporáneo, sino la tónica general dentro del mercado.

Aun así, las cifras resultan positivas si tenemos en cuenta todo lo que jugaba en su contra este año: inflación, guerras, inestabilidad política, recesión... En total, el mercado contemporáneo ha generado más de dos mil millones de dólares, siendo esta la cuarta mejor cifra de la historia, 25 veces mayor, por ejemplo, de la que se obtuvo hace justo veinte años. Según subraya la plataforma, estos números hablan de la resiliencia del sector y de que, aunque los resultados palidecen si los comparamos con las cifras del boom pospandemia, el mercado contemporáneo sigue gozando de una buena salud.

Una de las principales peculiaridades de este periodo ha sido la cantidad total de lotes que han encontrado comprador, superando todos los récords con un total de 123.000. Esta cifra dobla la conseguida hace diez años, y es 100 veces mayor que la cantidad de obra contemporánea comprada durante los primeros años de la década de los 2000. También se ha experimentado un especial crecimiento en los lotes ofrecidos por menos de 5.000 dólares, sumando casi 99.000, lo cual supone un síntoma de la constante expansión del mercado.

Entre los 500 artistas contemporáneos encontramos pocas sorpresas, pues la mayoría de puestos altos del ranking de ventas en subasta están ocupados por los conocidos como blue chips, artistas consagrados cuya obra se considera una inversión segura, fiable. Basquiat lidera el podio, seguido por Yoshimoto Nara y Banksy. A continuación encontramos a Cecily Brown, de la que ya hablamos en El Grito y que sí ha despertado un interés muy por encima del experimentado en años anteriores, logrando recaudar más de 47 millones de dólares con tan solo 34 lotes y encarnando a la única figura femenina del top 10.

Después tenemos a los de sobra conocidos Koons, Haring, Hirst... y Mark Grotjahn, cuyas obras han cosechado más de treinta millones con la venta de tan solo 24 lotes. De forma similar a lo ocurrido con Brown, Grotjahn llevaba desde 2018 obteniendo cifras modestas en el mercado. Sin embargo, el año pasado sus lienzos plagados de figuras geométricas de colores sólidos y brillantes comenzaron a repuntar en el mercado. En 2023, el artista representado por el gigante Gagosian –donde tuvo una exposición individual el pasado mes de febrero– ha logrado que esa tendencia ascendente se mantenga en el tiempo.

‘Untitled’, 1982, Jean-Michel Basquiat
‘Miss Margaret’, 2016, Yoshitomo Nara
‘Untitled’ (Vanity), Cecily Brown
‘Untitled’, Mark Grotjahn

Ultra contemporáneos y NFTs

En cuanto a los artista ultra contemporáneos –los nacidos después de 1980– encabeza la lista Matthew Wong, el canadiense fallecido en 2019 cuyas obras han despertado un especial interés especialmente en Hong Kong, lo cual demuestra la importancia que tiene el mercado asiático, así como la posibilidad de encumbrar a sus artistas predilectos. Las obras de Wong han conseguido alcanzar un monto total de 14 millones de dólares, de los cuales 6,62 provienen de la venta de un único lote.

En segundo puesto se encuentra Dmitri Cherniak, reseñable puesto que la mayoría de las obras que ha vendido son de formato NFT, una tipología que parece haberse desinflado tras el boom inicial que despertó en los años 2021 y 2022. En tercer lugar se encuentra Loie Hollowell, con esos lienzos a caballo entre lo abstracto y lo figurativo que exploran la corporeidad de la naturaleza y el paisaje, y que recuerdan inevitablemente las anatomías florales de Georgia O'Keeffee.

En este ranking ultra contemporáneo destaca la paridad absoluta entre hombres y mujeres en los diez primeros puestos. Además, también se aprecia cierto equilibrio entre el arte figurativo y el abstracto, y se ven representadas las principales tendencias recientes, muy influenciadas por las corrientes sociales y los movimientos en contra de la discriminación que han florecido en los últimos años.

Matthew Wong
‘The difference between the subtleties and the subtle ties’, 2022, Dmitri Cherniak

Un ejemplo de ello es la obra de Aboudia –en el puesto 10 del ranking– que, con unas figuras muy en la línea de Basquiat, plasma en sus obras una visión muy personal de la negritud. Del mismo modo, Amoako Boafo ostenta el puesto número 15 con esos retratos en los que los rostros negros, a menudo ignorados o relegados a un segundo plano, pasan repentinamente a protagonizar el lienzo.

También el pakistaní Salman Toor, que se encuentra en el número 13 del listado –y al que mencionamos a principios de año como uno de los artistas a los que había que seguir la pista en este 2023– ofrece con su trabajo un ejemplo de visibilidad a través del arte, mostrando unos lienzos intimistas y cotidianos en los que ahonda en temas como la diversidad de género y de orientación sexual.

Sin embargo, en la línea de esto último, cabe destacar que el mercado no es el único baremo para saber quiénes han sido los artistas más relevantes del año. A lo largo del siglo XX, multitud de artistas han hecho referencia en sus discursos a la importancia de utilizar su arte para defender aquello en lo que creían o para poner el foco en las causas que consideraban importantes –aunque, en realidad, no sea algo únicamente contemporáneo, pues ya Velázquez, por ejemplo, utilizó en el siglo XVII sus obras para defender la liberalidad de la pintura–.

‘Standing in Blue’, 2018, Loie Hollowell
‘L'Aventurier II’, 2018, Aboudia
‘Green Group’, 2020, Salman Toor
Amoabea – Masked, 2020, Amoako Boafo.

Las fotografías incómodas de Nan Goldin

Käthe Kollwitz dijo en una ocasión que consideraba que era su deber expresar los sufrimientos de las personas que, tal y como ella afirmaba “nunca terminan y son tan grandes como montañas”. Aunque en un tono más natural y menos tendente al dramatismo –sin perder por ello la crudeza, sin embargo–, la fotógrafa estadounidense Nan Goldin ha plasmado también ese sufrimiento con muchas de sus instantáneas, convirtiendo en protagonistas de sus imágenes a personajes marginados. Ella misma aparece, de hecho, expuesta en muchas de sus fotografías, como aquel icónico autorretrato en el que se muestra con un ojo morado e hinchado.

Goldin sufrió dependencia a los opiáceos, y además de haber reflejado la crudeza de esa realidad en su trabajo fotográfico, fundó también la organización P.A.I.N (Prescription Addiction Intervention Now) en 2017. Su función principal es la de hacer frente a la crisis de los opioides, especialmente señalando a la familia Sackler por manufacturar y promover el fármaco Oxycontin. Sus campañas están especialmente enfocadas a museos y organizaciones culturales, pidiendo que cesen sus relaciones con la acaudalada familia, así como pidiendo al clan, entre otras cosas, que invierta fondos en la recuperación de pacientes adictos.

Este año, la labor de Goldin y de P.A.I.N ha cobrado especial relevancia debido a la creciente preocupación por el fentanilo, que hoy en día es el tipo de droga que causa la mayor parte de muertes por sobredosis en EEUU, con unos efectos negativos muy superiores a los de otros fármacos de la misma rama como la heroína.

‘Nan and Brian in Bed, New York City’, 1983, Nan Goldin
‘Misty and Jimmy Paulette in a taxi’, 1991, Nan Goldin
‘Trixie on the Cot’, New York City, 1979, Nan Goldin

Es por ello que la revista ArtReview la ha colocado en la cima de Power 100, la lista que elabora anualmente con las personas más relevantes del panorama artístico contemporáneo. En este caso, han hecho especial hincapié en la dimensión social de su trabajo, aunque han destacado también su estatus de leyenda de la fotografía contemporánea, con un trabajo sensible que desde la honestidad, el cariño y la cercanía aborda realidades que en ocasiones incomodan y quedan, todavía hoy en día, relegadas a los márgenes.

En el segundo puesto de la lista se encuentra Hito Steyerl, quien fue la número uno de la misma en 2017. Se trata de una artista visual alemana centrada sobre todo en reflexionar acerca del mundo de la tecnología, y especialmente en la circulación global de imágenes.

En general, en este ranking hay una gran representación de artistas cuya obra muestra una fuerte conciencia de clase, género y raza, ejemplo de cómo estas realidades toman cada vez un lugar más importante en el arte y en las sociedades que en él se reflejan, conquistando poco a poco las altas esferas.

Simone Leigh © Guggenheim Museum. Foto: David Heald

Un claro ejemplo de ello es la artista número 4, sin duda otra de las grandes protagonistas del año: Simone Leigh. Mediante la escultura fundamentalmente, pero utilizando también otros medios como la performance, el vídeo o la instalación, la estadounidense aborda la subjetividad negra femenina, tal y como ella ha afirmado en numerosas ocasiones, inspirándose en elementos tradicionales como el arte africano o las cuestiones etnográficas. El año pasado, Leigh fue la primera mujer negra en representar a su país en la Bienal de Venecia, logrando el León de Oro.

En definitiva, el 2023, además de mostrarnos un mercado contemporáneo más moderado pero aún sano, marcado por la confianza en los blue chips y por la gran cantidad de lotes adjudicados –muchos de ellos en un rango reducido de precios–, ha sido un periodo marcado por el éxito de los artistas comprometidos socialmente, dispuestos a dar voz a quienes tradicionalmente no han visto sobre ellos la luz de los focos.

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