Actualidad

¿La otra Gioconda de Da Vinci? Anterior, más joven y sencilla

Por Sol G. Moreno

Comparativa de las dos Mona Lisa
Mona Lisa de Isleworth (izq) y La Gioconda o Mona Lisa (der)

La Gioconda es la obra de arte más célebre del mundo. También la más visitada. Pero, ¿y si no fuese la única pintada por Leonardo? La Mona Lisa Foundation defiende que la obra que ahora se exhibe en Turín es original del maestro, pero la autoría de esta tela relacionada con paraísos fiscales, pleitos y bancos suizos está en entredicho desde 2012.

Podría ser la precuela de la Gioconda. La pintura más famosa de la historia del arte no solo tiene una hermana gemela de menor calidad –la del Museo del Prado–, sino que también podría tener otra mayor, porque los defensores de la llamada Mona Lisa de Isleworth consideran que fue pintada unos diez años antes que la célebre tabla del Louvre. ¡Sería la trilogía perfecta! La obra original del maestro, la obra copiada paso por paso por el discípulo aventajado en el taller de Leonardo, y la obra primigenia que inspiró a las dos anteriores.

Desde luego, la sola idea de que haya una segunda versión de la Gioconda pintada por el genio florentino sería todo un bombazo. ¿Recuerdan la pintura del Prado? Estuvo durante años condenada a los almacenes porque creían que era una copia moderna, hasta que a alguien se le ocurrió estudiarla a fondo, hacerle radiografías y levantar el repinte negro que ocultaba el paisaje en sfumato. Emergió una obra de taller hecha al mismo tiempo que la original, hasta el punto de que incluía las mismas correcciones que se aprecian en el dibujo subyacente de la pintura del Louvre. Entonces se desató la locura del público por ver ese clon de la Gioconda en Madrid.

Ahora esa histeria colectiva se ha vuelto a repetir en Turín, gracias a la exposición que se acaba de inaugurar en la Promotrice delle Arti (hasta el 26 de mayo de 2024). El título de la muestra, La prima Mona Lisa, no deja lugar a dudas sobre su contenido. ¿O sí? Este retrato parecido a la Gioconda francesa posee sus mismos rasgos, idéntica postura de manos y similares ropas, aunque la representada parece algo juvenil. ¡Podría ser la primera versión de la célebre pintura de Da Vinci!

‘Mona Lisa’, Taller de Leonardo da Vinci. Hacia 1507-1516
  Museo Nacional del Prado, Madrid

Historia del cuadro

La obra es conocida como la Mona Lisa de Isleworth porque durante años perteneció a Hugh Blaker, un marchante de ese suburbio londinense que la adquirió en 1913 creyendo que era del maestro florentino. Al estallar la Primera Guerra Mundial viajó a Estados Unidos, allí la adquirió en 1962 el historiador y coleccionista norteamericano Henry Pulitzer, quien la colgó de su salón convencido de que se trataba de un auténtico Leonardo.

Hasta aquí todo bien. El problema vino cuando el coleccionista vendió una cuarta parte de la pintura a un socio comercial, supuestamente un fabricante de porcelana llamado Leland Gilbert. De modo que cuando murió Pulitzer y su pareja –Elizabeth Meyer– heredó el cuadro, esta ya no recibió el 100% del lienzo. Tampoco pudo venderse completo al consorcio internacional que se hizo cargo de la pintura en 2008 tras fallecer Meyer, y que ahora se enfrenta a las denuncias de los herederos de Gilbert, que reclaman su 25% del pastel.

Compleja situación, sin duda, la de este cuadro que ha pasado de mano en mano sin apenas moverse físicamente en el último medio siglo, porque desde 1975 descansa en un banco suizo (salvo sus salidas esporádicas para exponerse al público). Ahora vuelve a la actualidad porque se muestra en Turín y de nuevo se ha abierto el debate. ¿Es o no es de Leonardo?

Fotografía histórica del salón de la familia Pulitzer con la obra colgada de su casa estadounidense

Más joven y más delgada

Dicen los defensores del lienzo mostrado ahora en Italia que las leves diferencias del rostro se deben a que la obra se realizó hacia 1503, una década anterior a la del Louvre. Por eso aparece más joven y más delgada. Pero hay algo que no termina de encajar. Para empezar, está realizada sobre lienzo en vez de sobre tabla, como la original. Eso sí, las pruebas del carbono-14 han demostrado que la tela del cuadro fue confeccionada entre 1410 y 1455, como si eso fuese automáticamente un indicio de que se pintó en esa época y en la edad moderna no se pudiesen utilizar lienzos viejos.

No parece que el nimio detalle del soporte incomode a la Mona Lisa Foundation, institución creada expresamente por el consorcio dueño del cuadro y no por casualidad firme defensora de que este salió realmente de la mano de Leonardo (lástima que no especifiquen si la izquierda o la derecha). "Hemos demostrado más allá de toda duda razonable que Leonardo pintó dos Giocondas (igual que pintó dos versiones de la Virgen de las rocas) y esta es la única candidata a ser la segunda", mantiene Joël Feldman, secretario general de la fundación en declaraciones a The Times.

Esa es la postura que mantiene la institución suiza desde 2012, cuando la pintura se presentó a bombo y platillo como el último descubrimiento del maestro. Y esa es la teoría que siguen defendiendo en 2023, tras numerosos análisis e investigaciones llevados a cabo sobre la pieza. Sin embargo, algunos expertos no parecen convencidos de la autenticidad de la obra; quizá porque observan el paisaje, reducido a manchurrones, esos pliegues acartonados de las mangas o la cara pálida de la retratada.

‘Mona Lisa de Isleworth’, ¿Leonardo da Vinci? Hacia 1503
Imagen cortesía de la Mona Lisa Foundation

Ya en su momento Carlo Pedretti y Martin Kemp se mostraron reacios a aceptar que era del maestro. El último expuso sin tapujos la idea de que podría tratarse de una copia y “no precisamente la mejor de las que se conservan”. En 2012 hizo toda una disquisición echando por tierra la nueva obra, al escribir que “los montones de hipótesis sin fundamento, apiladas unas sobre otras, no serían aceptables ni para un estudiante universitario”. Ahora se ha vuelto a reafirmar. “No hay indicios” de que la obra fuese pintada hacia 1503 e insiste en que Leonardo solo pintaba sobre madera, por lo que parece “poco probable” que se decantase por un lienzo.

Si observamos el rostro de la Gioconda del Louvre, vemos cómo sus rasgos están perfilados con sumo cuidado, especialmente esos rizos ensortijados que le caen sobre la parte izquierda del cuello. También destaca la magistral pincelada con la que Da Vinci dibujó el velo traslúcido, esa gasa apenas imperceptible que cubre el cabello sin ocultar su tono castaño; una delicadeza hecha a base de capas pictóricas solo al alcance de los grandes maestros. Por no hablar del típico fondo de montañas y sfumato que repite en tantas tablas, incluida Santa Ana, la Virgen y el Niño, igualmente del Louvre. Puede que la copia del Prado trate de acercarse ligeramente a ese paisaje, pero la Mona Lisa de Isleworth ni lo intenta.

¿Acabará en el mercado?

Una cosa es segura: la pintura, vieja conocida de los especialistas en Renacimiento italiano, sigue originando encendidos debates sobre su autoría; más bien discusiones entre los expertos y los propietarios del cuadro. Lógico, si tenemos en cuenta la cantidad de millones que hay en juego. De igual modo, tampoco es la primera vez que se exhibe al público, pues en 2014 inició una gira mundial que le llevó hasta Singapur y en 2019 a Florencia.

¿Por qué ese empeño en mostrar la obra? Los pasos de la institución suiza parecen encaminados a demostrar que aún queda un Leonardo en manos privadas. Puede que de momento esto solo sea un espejismo, pero desde luego el esfuerzo por confirmarlo merece la pena. Si una mentira repetida mil veces se convierte en realidad, entonces tendrán que seguir paseando la pintura hasta los confines del universo.

Mona Lisa de Isleworth antes de su presentación a los medios
Imagen cortesía de la Mona Lisa Foundation

A nadie se le escapa que el Salvator Mundi se vendió por 450 millones de dólares y también despertaba dudas. ¿Imaginan la cifra que podría llegar a alcanzar esta Mona Lisa en el mercado? Llegados a cierto punto, lo de menos es su calidad, cuando se trata de la obra más famosa de la historia del arte compitiendo con la obra más cara del mundo. No es casualidad que ambas sean de Leonardo, el genio zurdo al que algunos imaginan entre inventos, cadáveres y obras maestras de proporciones perfectas.

Volvamos ahora a la Mona Lisa del Louvre y su indudable magnetismo. Es curioso cómo una pintura considerada menor por el propio Da Vinci acapara en la actualidad millones de selfies. Fue pintada de forma intermitente entre 1503 y 1519, y pasó prácticamente inadvertida hasta finales del siglo XVIII, cuando Napoleón Bonaparte se encaprichó de ella y la colgó del dormitorio de su palacio. Al partir hacia el exilio no solo tuvo que despedirse de los franceses, sino también de su obra favorita.

Ya en el Louvre ha tenido que sobrevivir a un robo –tan sonado que despertó la giocondamanía–, una pedrada, un tartazo y el lanzamiento de una taza. De ella se ha dicho de todo, desde que era una especie de vampiro sexy (Walter Pater) hasta que parecía tener pulso (Vasari) o que pudo haber fallecido por un ataque cardíaco (el médico Florencio Monje). Ahora se plantea que pueda ser la supuesta segundona de una versión anterior, menos mal que ella nunca abandona su sonrisa.

Tags
Arte