Actualidad

El mejor dibujante de España es de Salobreña (y su éxito fuera refleja la tragedia del cómic español)

Por Alberto G. Luna

Juanjo Guarnido enseñando su cómic. Foto: Gogo Lobato

Varios Eisner, el Premio Harvey o el Angoulême han encumbrado el Blacksad de Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido a la categoría de obra maestra, y a este último más concretamente, como uno de los mejores dibujantes del mundo. Sin embargo, tras este éxito se esconde un panorama desolador para la novela gráfica en España.

Esta historia tiene muchos principios y un solo final. Podríamos empezar por el de un chaval nacido en Salobreña al que le encantaba dibujar en sus cuadernos y hasta en las piedras blancas que le traía su padre, "cuanto más lisas mejor", con una pluma y tintas de colores. Si uno habla con cualquiera de sus vecinos le dirá que ya desde pequeño apuntaba maneras, que se pasaba el día pintando retratos, la playa de La Guardia, el castillo que corona el inmaculado casco urbano o simples recuerdos del pueblo que después vendía en el paseo marítimo. Hasta que, un día, se marchó a probar suerte fuera.

Este podría ser otro de esos principios de los que les hablaba antes. Cuando Juanjo Guarnido (Granada, 1967) recorrió las editoriales y revistas mostrando sus obras —hola Marvel— y pocos le hicieron caso. Algún que otro trabajo en fanzines o para la extinta Cómics Fórum y poco más. Una historia que, por desgracia, a todos nos suena. De hecho, este artículo podría haberse titulado La venganza de los artistas emigrados. Pero esta parte mejor la dejamos para más adelante.

Lo normal es que se hubiese quedado en el camino, como tantos otros y muy buenos dibujantes españoles. Pero no lo hizo. Ya saben cómo va esto. Por cada millón, pasa uno. Y él lo logró gracias a un gato.

Blacksad es una serie de cómics que mezcla el noir con las fábulas mediante los animales antropomorfos, y que retrata de una forma increíblemente cruda y realista el submundo primitivo de la psique humana, donde se encuentra nuestro lado más oscuro y convulso. Una revisión muy interesante del género negro en definitiva, surgida de la cabeza de Juan Díaz Canales (Madrid, 1972) —del que también hablaremos más tarde—, que, aunque nos recuerda demasiado a Chandler, cuenta con algún que otro giro inesperado y, sobre todo, un brillante dibujo.

-->
The Bloomhouse. Foto: Airbnb

Porque, siendo honestos, tomarte en serio un cómic policiaco cuyos personajes parecen sacados de una serie de Disney se antoja tan complicado como hacerlo con un superhéroe disfrazado con unas mallas ridículamente ajustadas. Algo que muy pocas obras han conseguido como por ejemplo La Visión, Marvels, Watchmen, Batman y Elmer Fudd o Maus, entre otras. Esta última, de hecho, fue la primera en demostrar que los funny animals podían remover conciencias y emplearse para reflejar momentos tan horribles como el Holocausto, ganando incluso un Pulitzer por ello.

Eso mismo precisamente es lo que ha hecho Guarnido. Pintar unas viñetas hiperrealistas, que en ocasiones parecen cuadros, con un sorprendente dominio de la anatomía y el movimiento, además del color y la perspectiva. Lo que le ha convertido en uno de los narradores gráficos más completos no solo de España, sino del mundo. Y no lo digo yo. Blacksad ha ganado varios Eisner al mejor álbum y mejor artista, el Premio Harvey y el Mejor Dibujo en el Festival de Angoulême, entre otros prestigiosos reconocimientos. Y solo después de todo este éxito le llegó en España el Premio Nacional del Cómic. Es decir, tarde y mal. Lo primero porque, para no variar, aquí lo reconocimos cuando ya lo había hecho todo el mundo. Y lo segundo porque pensarán que, siendo Guarnido y Canales españoles, Blacksad también lo será. Pero siento decirles que tampoco es así. Lo que condensa a la perfección el drama del tebeo dentro de nuestras fronteras.

La tragedia del cómic en España

Sentados en una mesa de una tienda de cómics madrileña me encuentro con Juanjo Guarnido y Juan Díaz Canales. Han venido a presentar su último álbum, la segunda parte del díptico Todo cae. Que está muy bien, es una historia más larga, con personajes más desarrollados. Pero empiezo preguntándoles por qué en Francia.

Canales es el primero en reconocerne una verdad que ya barruntaba. Que la industria española del cómic sigue siendo muy pequeña. Que ya lo era en el 2000, cuando empezaron, porque no había mercado. Y que sigue siéndolo hoy en día. Que no te da para vivir, ya seas guionista o un dibujante súper estrella. Y ahí es cuando aparece nuestro querido país vecino: “En Francia el cómic se entiende como un producto cultural popular y todo el mundo lo consume. En España no tiene tanto mercado". Convendría añadir en este punto del relato que Guarnido no fue el único que en sus inicios llamó a la puerta de las editoriales españolas. Canales le enseñó primero la idea de Blacksad a El Víbora, que educadamente la rechazó. Huelga decir que Blacksad hoy lo está reventando. Esta revista, sin embargo, lleva años cerrada.

Canales le enseñó primero la idea de Blacksad a El Víbora, que educadamente la rechazó

Quien sí creyó en esta pareja de españoles fue la editorial francesa Dargaud. De ahí que esta novela gráfica consista en el clásico álbum en formato franco-belga, que tiene vocación de serie breve y está centrado en un único héroe y una única trama que en realidad es un one shot. Como los Tintín y Astérix de toda la vida. De esta forma, la serie se publica primero en el mercado francés y después se vende al español —en este caso, Norma Editorial—, para que la traduzca y entregue a sus lectores. Contamos, pues, con magníficos creadores para una industria que no los acoge. Algo que ya denunció el historietista Santiago García en un artículo publicado en la revista Arbor titulado En el umbral. El cómic español contemporáneo: “El cómic murió. En algún momento entre el año 1985 y el 2000, lo que entendíamos por tebeos dejó de existir”.

Guarnido y Canales no son los únicos españoles que se han tenido que marchar fuera para que les reconozcan su trabajo. La lista de emigrantes artísticos es larga. Ahí tienen al Batman de Jorge Fornés, los X-Men de Pepe Larraz, el Ojo de Halcón de David Aja, los Hulka de Javier Pulido o los Vengadores de Javier Garró. Según el ilustrador cántabro Álvaro Martínez Bueno, ganador en 2022 de otro Eisner por la serie The Nice House On The Lake, probablemente los dibujantes de cómics españoles sean la segunda potencia en la industria estadounidense. “Aquí estamos muy valorados. Somos, después de los americanos, la segunda potencia en artistas trabajando para este mercado. Copamos las series más importantes. En España casi nadie puede vivir de esto, lo que nos obliga a emigrar”.

(De izq a der) Los creadores Sergi San Julián, Juan Díaz Canales, Juanjo Guarnido y Pierre Alary, salón internacional del cómic Viñetas o Atlántico, A Coruña
EFE Moncho Fuentes

El propio Canales, después de ganar el Eisner y ver cómo el portal Marca España se hacía eco de la noticia publicando un post titulado El cómic español arrasa en todo el mundo, publicó una carta abierta en su cuenta de Facebook en la que denunciaba que no quería verse vinculado con la Marca España porque no encontraba razones para sentir ningún tipo de orgullo "por un país que ningunea la cultura y la ciencia".

El cómic español murió. En algún momento entre el año 1985 y el 2000, lo que entendíamos por tebeos dejó de existir

Pero, ¿por qué no funciona el cómic patrio dentro de nuestras fronteras? Para empezar, la industria depende en su mayoría de la compra de derechos en el extranjero. Es decir, que casi todo lo que leemos es traducido o exportado, llámenlo como quieran. No seré yo quien se meta con la novela gráfica foránea. Entre otros motivos porque los mejores cómics vienen de fuera. Y si no, lean cualquier cosa de Tom King, Frank Miller, Alan Moore o Brubaker. Pero también hay mucha morralla de la que se podría prescindir y en su lugar apostar por artistas españoles. Algo que muy pocos hacen salvo en muy contadas excepciones como por ejemplo con Paco Roca. O dicho de otra forma, hay más Pacos Rocas ahí fuera, pero las editoriales prefieren gastarse el dinero en la millonésima versión de Spiderman en el metaverso.

Otro de los motivos lo podemos encontrar en la falta de inversión publicitaria en este género literario. Así como estamos hartos de ver los best sellers de turno anunciados en los medios y grandes superficies, no ocurre lo mismo con la novela gráfica. Alguno me dirá que eso es porque lingüísticamente la novela está por encima del cómic. Pero eso no es necesariamente cierto. Existen cómics que compiten en cuanto a narrativa se refiere con las mejores novelas de su género. Véase Criminal, From Hell, Ciencia Oscura, El lobo solitario y su cachorro, Arrugas, Scalped, Vals con Bashir, Pulp, Berlín o Sin City, entre un largo etcétera. Por no hablar de la dudosa calidad de algunos de esos libros que se hallan entre los Top 100 más vendidos en España. Quizás, la explicación a esa ausencia de publicidad la podamos encontrar en dos cifras. La primera, el 35,2% de españoles que todavía no lee nunca o casi nunca. Y la segunda, que los cómics todavía suponen únicamente el 2,7% de la facturación global en nuestro territorio según la Federación de Gremios de Editores. En Francia sin embargo, el último cómic de Astérix —la comparación es capciosa, soy consciente— alcanzó solo en el primer mes el millón de ejemplares vendidos.

DE TINTÍN A MOEBIUS (O POR QUÉ FRANCIA DIO EL SALTO AL CÓMIC SERIO Y NOSOTROS NO)

Guarnido tiene una teoría que explicaría por qué el francés lee novela gráfica y nosotros no. Y consiste en la aparición de tebeos de tapa dura, que hizo que los coleccionasen e incluso heredaran. Algo que no ocurrió con las ediciones de grapa o más finas típicas de los quioscos españoles de nuestra época. "Los niños franceses que leían a Tintín o Spirou saltaron al cómic adulto con Moebius haciendo que floreciese el género. Mientras tanto, en España se produjo una fractura. De Mortadelo saltamos al vacío".

The Bloomhouse. Foto: Airbnb
Portada de ‘Los Invasores’, Mortadelo y Filemón
Portada de ‘Todo cae, primera parte’, Blacksad
Portada de ‘Todo cae, segunda parte’, Blacksad

Cierto o no, la realidad es que este vacío también lo sufrieron distintas revistas españolas para adultos como Cairo o Cimoc, que tuvieron que echar el cierre con los años. Así como la editorial Bruguera, que se dedicó sobre todo a la producción de literatura popular e historietas; o La Cúpula, responsable de la revista El Víbora, que llegó a publicar viñetas underground de Robert Crumb y otros artistas norteamericanos pero también españoles como Gallardo o Mediavilla. Algo sospechosamente parecido a lo que antes hizo Harvey Pekar con American Splendor —salvando las distancias—.

Le pregunto a Guarnido si cree que alguien en España sabría decir el nombre de un dibujante más allá de Ibáñez. Me devuelve una sonrisa con una mueca como si estuviese mordiendo una moneda de oro y no las tuviera todas consigo, hasta que finalmente responde que quizás Carlos Giménez. Y menciona también a Peñarroya y Manuel Vázquez. Todos ellos unos maestros. Y sí, estamos de acuerdo en que lo hicieron muy bien. Pero mientras en los 80 nosotros leíamos a Anacleto, agente secreto o las viñetas de Paracuellos todavía a vueltas con la posguerra con unos dibujos a años luz de lo que hoy en día consideraríamos como medianamente buenos, Alan Moore hacía V de Vendetta, Watchmen y From Hell; y Frank Miller, Ronin o El regreso del caballero oscuro. Y que está muy bien criticar a las editoriales por no apostar por los artistas españoles, pero también puede ser que estos en aquella época no estuviesen a la altura de los extranjeros, tanto en dibujo como en guiones. Algo que por suerte ya no ocurre hoy en día. Y no pasa nada por decirlo.

Will Eisner dijo en una ocasión que la parte fundamental de un cómic es la historia. "No solo es el marco intelectual que sostiene al dibujo, sino también lo que impulsa la continuación del elemento gráfico". Además de estar minuciosamente bien narrada e incluir sorprendentes vueltas de tuerca al género como en El infierno, el silencio —probablemente la más original, oscura y compleja—, Blacksad es un buen ejemplo de ello. Y de regalo, cuenta con uno de los mejores dibujos que se pueden contemplar actualmente en una novela gráfica; además de un sorprendente tratamiento del color, en el que Guarnido trata cada escena con una escala diferente creando distintas atmósferas y separaciones narrativas. Esperemos que los próximos editores o responsables de decidir qué se lee o no dentro de nuestras fronteras, se ajusten las lentes y sepan reconocer al próximo Blacksad que se les cruce por el camino para que no se marche a Francia, Bélgica, Japón o EEUU.