El día que el brutalismo llenó de hormigón las iglesias de España
Por LORENA BUSTABAD
El brutalismo arquitectónico aterrizó en España en la década de los 50 y, como no podía ser de otra forma, también lo hizo en las iglesias. Estos son los templos religiosos más llamativos: tan peculiares por fuera como sorprendentes por dentro.
Hormigón, cemento gris y absoluta sobriedad en construcciones que parecen búnkeres. El brutalismo arquitectónico aterrizó en España en la década de los 50 para replicar lo que Le Corbusier había puesto de moda y que se popularizó en el viejo continente necesitado de estructuras sólidas que resistieran los bombardeos.
Y como no podía ser de otra forma, también lo hizo en las iglesias. Paredes como murallas y edificios como fortines inexpugnables. Vastos, rudos y bárbaros en sus dimensiones. Templos monocromáticos que se antojaban poco espirituales pero así fueron: capillas de fe y hormigón armado.
Diseminados por el territorio peninsular tenemos algunos de los mejores ejemplos de arquitectura civil brutalista -la propia facultad de Periodismo de la Complutense de Madrid (de Laguna y Castañón, 1971), sin ir más lejos; pero también eclesiástica.
Veamos dónde y cuáles.
Santuario de Arantzazu, en Oñati (Gipuzkoa)
En plena sierra de Aitzgorri, en el interior de Euskadi, se encuentra uno de los conjuntos patrimoniales más importantes del último siglo con una nómina de artistas vascos que va de Eduardo Chillida a Jorge Oteiza, pasando por los pintores Lucio Muñoz y Néstor Basterretxea. El santuario original sobrevivió a tres incendios y el actual fue diseñado por Sáenz de Oiza y Luis Laorga en los años 5. El resultado es una abadía brutalista (y brutal) a 750 metros de altura, colgada de un barranco y rodeada de naturaleza donde programan conciertos de música clásica.
El resultado es una abadía brutalista (y brutal) a 750 metros de altura, colgada de un barranco y rodeada de naturaleza donde programan conciertos de música clásica.
Basílica hispanoamericana de la Merced, en Azca (Madrid)
También salió de los cálculos y lápices de Sáenz de Oiza y Laorga que se llevaron el gato al agua en un concurso de ideas publicado en la Revista Nacional de Arquitectura por delante de otros seis proyectos. Su construcción se ejecutó entre 1949 y 1965 con pequeños bloques de hormigón prefabricado que dieron forma a su cúpula de 20 metros.
La obra fue larga y problemática, y acabó con la amistad de los arquitectos, que renunciaron a la autoría
Del esquema original se cayeron dos torres por falta de presupuesto pero sigue siendo un mamotreto imponente de hormigón visto -42 metros de altura por 66 de largo- alrededor de un arco apuntado en la fachada que da paso a un retablo abstracto al que vale la pena asomarse. La obra fue larga y problemática, y acabó con la amistad de los arquitectos, que renunciaron a la autoría.
El Seminario Menor de Comillas (Cantabria)
Hoy es la Universidad Pontificia pero se construyó como un gran seminario en dos tiempos -y dos estilos- en lo alto de la colina de la Cardosa. Dos edificios enlazados con suerte dispar que también representan el duelo entre dos arquitectos: Lluis Doménech i Montaner y José María de Basterra, a los que la historia trató de forma desigual.
El Mayor (Doménech), heredero del modernismo catalán y cuidado con mimo; el Menor (Basterra), fue el hermano pobre y está en riesgo de derrumbe. La obra de Basterra tiene el mérito indiscutible de haber sido la primera edificación religiosa que en 1912 apostó por el hormigón armado, infrecuente y vanguardista. Sencillo, carente de ornato pero moderno en abierta crítica al Mayor de Doménech. El historiador Gorka Pérez de la Peña plasmará su historia en un libro donde presenta a Basterra como un arquitecto adelantado a su tiempo y capaz de domar un material -el hormigón- con muy pocos años de vida arriesgando en un edificio que no fue entendido en su momento y que dejaron languidecer hasta la ruina.
Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas, (Madrid)
Fue ideada en 1970 por Cecilio Sánchez-Robles Tarín. Está a medio camino en la calle Conde de Peñalver aunque es probable que haya pasado por delante sin fijarse. Eso es porque está encastrada entre edificios de viviendas y bajos comerciales que no la dejan desplegar todo su potencial brutalista que guarda las mejores sorpresas en el interior con una luz inesperada.
Además de parroquia y lugar de recogimiento en pleno barrio de Salamanca, también incluye un convento y oficinas. Una gran lengua de hormigón curva en fachada con juego de alturas da la bienvenida a los fieles.
Iglesia de Santa Ana y la Esperanza, en Moratalaz (Madrid)
Obra de Miguel Fisac Senra en 1965. Fue, cuenta la historia de la parroquia, la primera iglesia construida según preceptos del Concilio Vaticano II. Adiós a las misas en latín y de espaldas a los fieles. La planta es un óvalo que mira al presbiterio y los bancos se colocan como un abanico. Tiene detalles muy curiosos como las vidrieras coloridas de A. Úbeda, y las esculturas volumétricas de José Luis Sánchez.
Se concibió como un espacio multifuncional como punto de encuentro para la formación religiosa, la acción social y la orientación espiritual.
El antibrutalismo del Opus Dei (que al final terminó siéndolo), en Torreciudad (Huesca)
En 1970 el arquitecto valenciano Heliodoro Dols puso la primera obra del santuario del Somontano aragonés para el Opus Dei de inspiración neomudéjar. Dols, miembro numerario de la Obra, dejó por escrito en El encargo de hacer un santuario, que planeó una pequeña basílica que desembocó en megaproyecto con torre y muros de dos metros.
‘Traté de que su tamaño fuera humano, evité la arquitectura brutalista” y puso empeño en esquivar los excesos de la vigente arquitectura internacional de los muros cortina y de la profusión de nuevos materiales. No obstante, por dimensiones y diseño, acabó por parecerlo a base de piedras, ladrillo y alabastro.
Iglesia de San Francisco Javier, en San Sebastián
Es la iglesia parroquial del barrio de Bidebieta, a cinco minutos de la playa de Zurriola. Sobrio, minimalista, austero y funcional se erigió en 1980 bajo la dirección de Carlos Arruti Carrascosa.
Un templo de cemento, hierro y ladrillo con un presbiterio al final de cuatro escalones. Máxima simplicidad en sus 1.200 metros donde nada se oculta y todo está a la vista. El templo costó lo suyo: casi treinta millones de las antiguas pesetas (200.000 euros) que costearon unas 1.200 familias del barrio y el propio Obispado.
Iglesia y convento de San Pedro Mártir (Madrid)
De nuevo, su autor es Miguel Fisac Senra. Ideó el convento e iglesia de la parroquia de San Pedro Mártir para los dominicos, como un conjunto de torre, un vitral de 300 metros cuadrados y una original planta en forma de diávolo con el centro achatado de forma que divide el espacio en dos. Pusieron la primera piedra en 1955 y se inauguró cuatro años después. Primero, estrenaron el convento con 162 frailes, la gran mayoría estudiantes de Filosofía y Teología.
Destaca el friso exterior semicircular y una torre de 65 metros sobre 16 pilares que hacen de este templo brutalista una curiosa y muy recomendable visita.
¿Más brutalismo arquitectónico en las iglesias de Madrid?
Nuestra Señora del Buen Suceso, de Manuel del Río en la calle Princesa de Madrid; un templo al que el capricho del urbanismo dejó apostado frente a El Corte Inglés. Planta octogonal y vidrieras laterales para iluminar el interior de lo que parece un cubo gris oscuro donde se guarda la virgen del siglo XVII que se veneró en la Puerta del Sol hasta la destrucción de aquel templo.
La Virgen de la Providencia y San Cayetano, obra de Juan de Haro Piñar entre 1958 y 1960 cerca de la plaza de toros de Las Ventas. Parece cualquier cosa menos una iglesia, desde una fortaleza-carcelaria hasta las gradas de un campo de fútbol desde donde se deja ver la cruz de su fachada. Interior colorido y jalonado de vidrieras-ventana.
El Santísimo Sacramento del arquitecto toledano José María de la Vega en Sainz de Baranda. Es fruto del deseo de los religiosos sacramentinos de Navarra de contar con una Fundación en Madrid. De la Vega le imprimió el atrevimiento arquitectónico propio de su tiempo a una construcción que tardó 22 años en concluir, del 1948 al 1970. Se edificó sobre una base triangular en guiño a la Santísima Trinidad y se corona con dos torres cónicas de 42 metros.
Por último, la parroquias de Santa Perpetua y Felicidad en La Elipa. Estructura fortificada de ladrillo caravista que da paso a un interior mucho más cálido y diáfano. Se construyó en 1965 y la sencillez y la funcionalidad marcan la pauta del templo.