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“¿Dónde nos escondemos esta noche?”: una crónica de la guerra entre Israel y Hamás a través de los artistas

Por Pilar Gómez Rodríguez

Póster palestino, 1974, diseñador por Rafeik Sharaf.  ©Palestine Poster Project Archives (PPPA)

No había empezado la guerra cuando se inauguró en Casa Árabe Tadafuq, una muestra sobre arte joven palestino. Hablamos con algunos de sus participantes y otras figuras de la creación israelí sobre el impacto de la contienda en el mundo del arte.

En marzo de 2023, quince artistas provenientes de Gaza, Cisjordania y Jerusalén, además de la diáspora, crearon un chat privado, ante la imposibilidad de reunirse físicamente, para tratar cuestiones relacionadas con la exposición Tadafuq, de la que formarían parte. Comisariada por Nicolás Combarro y Rawan Sharaf, la muestra se presentó en sociedad en septiembre en las sedes de la Casa Árabe de Madrid y Córdoba, junto con una selección de sus obras. Un fanzine, a modo de catálogo, se presentó poco más de un mes después, el 24 de octubre. Sobre el calendario no es demasiado tiempo, pero sí suficiente como para que los ataques de Hamás a la población civil israelí el 7 de octubre, la declaración de guerra del presidente Netanyahu y el asedio y la invasión de la franja de Gaza cambiaran no solo la vida de todos los integrantes del grupo, la manera de mirar su obra y la consideración de la exposición y el catálogo, sino el curso de la política internacional y del mundo entero.

Las conversaciones en el mencionado grupo Tadafuq no iban a ser una excepción. Ellos también habían cambiado. El saludo acostumbrado, casi anodino, la pregunta diaria “¿cómo estáis?” se había convertido en un eufemismo. Como expresó Hiba G. Isleem, una de las artistas participantes en la muestra, en un vídeo grabado y emitido con motivo de la presentación del fanzine, “en realidad, nuestra pregunta es simple: ¿estáis vivos todavía?

“Mi nombre es Amal Al Nakhala. Tengo 24 años y me enfrento a mi sexta guerra. Sigo respirando y de una pieza mientras hago esta grabación. Nunca había imaginado que iba a dejar mi casa por miedo a ser bombardeada. No sabíamos que algo así podría pasar, pero tristemente pasó. Lo dejamos todo atrás rumbo al sur, a lo desconocido. El ejército israelí nos llamó hace cinco días para que evacuáramos nuestro hogar. Ayer por la noche hicieron lo mismo para asegurarse de que huíamos. Como si este lugar ya no fuera nuestro, sino suyo. He elegido dibujar para liberar el estrés que siento, fijar mensajes que nunca olvidaré. Lo que siento ahora mismo no es miedo ni terror. Está muy por encima y es mucho peor que eso”.

©Amal Al Nakhala
©Amal Al Nakhala

Las criaturas de los dibujos a los que hacía referencia Amal Al Nakhala son esquemáticas, rellenas de trazos o cubiertas por fundas... Algunos de esos dibujos los ha colgado en Instagram. En uno de ellos, una personilla le dice a un gato: “¿Dónde nos escondemos esta noche?” En otro, una figura sentada bajo un caparazón espera el alto el fuego. Demasiado recientes, esas obras no forman parte de Tadafuq. De la exposición, en cambio, sí forman parte otras que hablan del conflicto interior. A la animación de Amal Al Nakhala en la muestra de Casa Árabe, titulada Sin límites, le acompañan estos versos:

Ver o no ver.

Imaginaba o igual soñaba.

Quizás de verdad estoy en un sueño

Debo despertarme o posiblemente esté en coma.

Despertar o no

El conflicto interior resulta que se ha desatado en el exterior. Las obras permanecen, los significados explotan, van más allá del tiempo, el espacio para los que fueron pensados. Por mucho que sus temáticas sean diversas, tejen hilos que los conectan con problemas de jóvenes de otras latitudes como la identidad, la incertidumbre, el género o la precariedad, Palestina siempre está ahí, permanece. Es protagonista y puede serlo de manera muy explícita, como en el vídeo de Mahmoud Alhaj titulado Anatomía del control, una revisión de los métodos panópticos de vigilancia y la evolución de la tecnología de la violencia que explica el “fuerte motivo para odiar estar en espacios abiertos, para convertir en susurros las conversaciones familiares” de los palestinos.

Saja Quttaineh, 2021. “No person will enter there, and no one will remain” (Al-Nabi Samuel). Casa Árabe

Es explícito también en la obra Shereen Abdelalkareem, un vídeo que, a caballo entre la verdad y la simulación, traza un recorrido por las ruinas. Hay mucho vídeo entre las obras que reúne la muestra Tadafuq. Hay mucho vídeo y mucha foto porque no hay mucho de nada en Gaza. Por no haber no hay ni siquiera libertad de movimiento ni de transporte. Y así explica el comisario, Nicolás Combarro, la especial situación de la Franja “cuyo bloqueo total obliga a los artistas a realizar auténticas peripecias para la simple obtención de materiales con los que crear un objeto artístico, o la propia imposibilidad del acceso a una formación en arte contemporáneo. En el resto de Palestina (y su diáspora) la situación no es mejor: el poder construir una carrera artística profesional, en un lugar donde la violencia y las barreras físicas y administrativas son la constante, exige una enorme fortaleza psicológica y una inimaginable constancia”.

Entre los artistas que no trabajaron el vídeo, Christina Qahoush, que recupera el método fotográfico de la cianotipia, un procedimiento que consigue una copia negativa del original en el color azul de Prusia o cianotipo, que le da nombre. Difuminados, distorsiones, fundidos… La forma se alinea con el contenido de las imágenes que, bajo el título Retazos de memoria, refleja la inconsistencia de los recuerdos y la lucha por fijarlos de alguna manera, de la manera más bella posible.

Sobre fondo rojo

Y entonces llegaron los acontecimientos que lo cambiaron todo. Ziva Jelin, artista y comisaria israelí, sobrevivió al ataque del 7 de octubre en el kibutz Be'eri, donde nació y donde trabajaba, pero sus pinturas no. Estaban en la galería del mismo nombre que había abierto como fruto de años luchando por sobrevivir. “Lucho por ser relevante para la comunidad en la que vivo, que la gente corriente, mayores y jóvenes, vengan a la galería y experimenten el arte contemporáneo, de calidad y valiente, sin rebajar el nivel artístico de lo que se expone. Lucho contra los prejuicios, la ignorancia y el desconocimiento del público. Y lucho por mi capacidad de supervivencia económica y por ser una industria independiente en el kibutz”.

  ©Ziva Jelin
  ©Ziva Jelin
 ©Ziva Jelin

Su pintura es realista, monocromática y cercana. Esto escribía en su Instagram pocos días después de los ataques de Hamás: “Durante muchos años he dibujado el ciprés, los campos, las aceras y los caminos. No puedo digerir que esta casa que vive dentro de mí fue destruida, quemada, saqueada. Que muchas de las personas queridas que vivieron a mi lado ya no están. Ayer se realizó una operación para salvar mi trabajo del estudio. Un camión lleno de obras viajó a Tel Aviv […]. Cuando llegaron, las ventanas estaban rotas por los combates, las balas habían entrado y perforado las pinturas, las pinturas del lugar. Los agujeros en el lienzo se convirtieron en un escalofriante testimonio de las batallas por la casa”. Los disparos atravesaron los árboles que Jelin había pintado sobre fondo rojo.

Guerras culturales y muertos reales

El mismo día de los ataques, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, anunció el estado de guerra. La movilización llegó pronto al mundo del arte. El 19 de octubre la revista Artforum publicó una carta abierta apoyando “la liberación palestina” y exigiendo “el fin de las matanzas y los daños a todos los civiles, un alto el fuego inmediato, el paso de la ayuda humanitaria a Gaza y el fin de la complicidad de nuestros órganos de gobierno con las graves violaciones de los derechos humanos y crímenes de guerra”. Se criticaba y se exigía la ruptura del “silencio institucional en torno a la actual crisis humanitaria a la que se enfrentan 2,3 millones de palestinos en la ocupada y asediada Franja de Gaza”. Y se hablaba de genocidio: “Hay sobradas pruebas de que estamos asistiendo al desarrollo de un genocidio en el que la ya precaria vida de los palestinos se considera indigna de ayuda, por no hablar de derechos humanos y justicia. Con impunidad, Israel ya ha cometido tres de los cinco actos definitorios esbozados por la Convención de las Naciones Unidas contra el Genocidio”.

Emily Jacir, Memorial de las 418 aldeas palestinas que fueron destruidas, despobladas y ocupadas por Israel en 1948, 2021, tienda de refugiados, hilo de bordar, libro de registro.

Llegaron matices, retractaciones, bajas… Las galeristas Dominique Lévy y Amalia Dayan junto con el marchante Brett Gorvy denunciaron la “visión unilateral” del texto y en una respuesta publicada en el mismo medio denunciaban “todas las formas de violencia en Israel y Gaza”. En esa línea, el 22 de octubre, en el digital Erev Rav se publicó una carta de réplica dirigida asimismo al mundo del arte mostrando decepción y frustración al no haber encontrado en el manifiesto de Artforum "mención alguna a las más de 200 personas secuestradas, la mayoría civiles, incluidos bebés, niños, ancianos y enfermos", se lee en él. "Los firmantes de la carta exigen un alto el fuego por razones humanitarias, pero en la carta (de Artforum), los rehenes no parecían formar parte de la humanidad a la que apelan. Por omisión, están dando legitimidad al secuestro de civiles". El manifiesto acaba así: “No debería haber contradicción entre oponerse firmemente a la ocupación israelí y a la crisis humanitaria en Gaza, y condenar inequívocamente los brutales actos de violencia contra civiles inocentes en Israel; ambas cosas deben ir unidas”.

La carta original se modificó, el director de ArtForum fue despedido y Erev Rav publicó otra nota: “Lo que nos revuelve el estómago es que pasamos demasiado tiempo ocupándonos de debates privilegiados en el mundo del arte mientras seguimos llorando a los muertos; los rehenes siguen cautivos, y estamos ocupados intentando curar las heridas en cuerpos y almas y ocuparnos de los cientos de miles de desplazados en Israel. Más aún con los horribles bombardeos en curso en Gaza: los cadáveres que se amontonan, los miles de niños que mueren. Y la guerra acaba de empezar”.

Los efectos del conflicto en el arte

Había acuerdo entre los ponentes que participaron en la presentación del fanzine-catálogo de Tadafuq: “La novedad es la guerra: a la violencia y los ataques estamos acostumbrados”. Lo explicaba en ese acto a través de un vídeo la experta palestina en arte contemporáneo Rawan Sharaf. “Cisjordania y Jerusalén desde los últimos cinco, seis, siete años o más viven bajo los horrores diarios del ejército y de los colonos israelíes en Cisjordania. Eso incluye irrupciones diarias en casas, secuestros, asesinatos en las calles, torturas, palizas y cosas menores como restringir el movimiento. Lo que los palestinos han estado viviendo en Cisjordania es una situación continua de terror en todas partes: ciudades, pueblos, campos de refugiados… En Jerusalén todos los días nos despertábamos para encontrar una nueva parte que había sido robada. La limpieza étnica nunca ha cesado. Podía presentarse bajo la forma de tomar una casa, de negarle a un jerosolimitano el derecho a vivir en su ciudad. Y esto sigue, sigue, sigue… Las últimas semanas han sido más que horribles. Nunca he tenido tanto miedo como hasta ahora. Temo por mi vida, por la vida de mis hijos, por nuestra casa, por nuestro presente y también por el futuro. Y creo que el hecho de que estemos viendo que la masacre tiene lugar frente a nuestros ojos, en Gaza sin que los responsables y quienes están en el poder tomen medidas reales para detenerla significa que se está legitimando y permitiendo. El genocidio que estamos viendo y presenciando en Gaza de nuevo no es contra Gaza sino contra los palestinos, contra la existencia misma de los palestinos”.

‘Tadafuq’, un escaparate para las obras de los artistas palestinos. Foto: EFE/Rafa Alcaide

Para Monica Lavi, conservadora del Museo de Arte Nahum Gutman, de Tel Aviv, habría que comenzar por matizar la palabra “conflicto”: “Demasiado estéril para describir la ‘situación’ actual –responde para El Grito–, que se inició con un baño de sangre asesino ejecutado por las bestias de Hamás matando, quemando y violando a 1.400 seres humanos inocentes, entre ellos, bebés, niños, mujeres embarazadas, jóvenes bailando en una fiesta, ancianos y ancianas. Como comisaria activa en el campo del arte israelí durante los últimos 35 años, como superviviente de un atentado terrorista, como esposa de un superviviente del Holocausto de segunda generación de Auschwitz y como tía de Mapal, de 27 años, masacrada en el atentado de Hamás del 7 de octubre, me siento furiosa, triste, confusa e insegura de las creencias que he mantenido toda mi vida. Como perteneciente a los soñadores de la paz de la izquierda israelí, yo, junto con muchos de mis colegas y compañeros, nos sentimos traicionados por artistas, comisarios e intelectuales de la escena artística internacional, a quienes creíamos nuestros colegas e incluso amigos”.

Respecto a los efectos de la guerra en el arte: “Como se nos demostró, el arte no existe en el vacío, y es muy inocente creer que el arte per se puede marcar la diferencia; lamentablemente, no puede. Pero sí puede —y es significativo— ofrecer cierto alivio y distracción a las personas que sufren y agonizan. El arte también es una herramienta útil para reflejar sentimientos y pensamientos complejos, como los que tenemos ahora mismo. ¿Qué le diría si tuviera frente a mí a un comisario o a un artista de Gaza? Le rogaría que ayudara a salvar la vida de los 229 israelíes secuestrados: bebés arrancados de los brazos de sus padres, niños pequeños sacados de sus camas y ancianas levantadas de sus sillones y secuestradas”.

Información, desinformación, contrainformación

Un micrófono y un casco donde se lee press yacen en el suelo, testigos de la información que debería haber sido y no fue y, de nuevo, no está siendo. Es una (otra) de las premonitorias imágenes de Fuad Alymani que guían el recorrido por Tadafuq, la muestra de Casa árabe en Madrid. ¿Dónde está la prensa? Fuera del núcleo informativo. Los periodistas extranjeros no pueden informar desde dentro de la franja, aunque lo hagan. Lo hacen teniendo que elegir entre intentar sobrevivir o informar. Cerca de una treintena de periodistas han muerto en lo que llevamos de ofensiva.

Y de la no información a la desinformación, que alcanzó una de sus cumbres con la polémica por los bebés decapitados que Joe Biden había visto supuestamente y llevó a uno de sus discursos el 11 de octubre para ser matizado minutos después por la Casa Blanca. La desinformación, el silencio cómplice, la equidistancia ante lo que no es posible ser equidistante es el caballo de batalla de Michael Jabareen, artista palestino que reside y trabaja desde Alemania y denuncia todo esto en trabajos tan elocuentes como Shit, una obra que combina fotografía digital e ilustraciones de cómic. En ella un chico con una kufiya al cuello se vuelve ante la pregunta de una reportera: “¿Condena a Hamás?” Tanto ella como el cámara están sobre un gran charco viscoso donde también han ido a parar algunas cabeceras (Bild, The Guardian, Der Spiegel). Sobre algunas de las salpicaduras de inmundicia se lee: bebés decapitados, túneles debajo de hospitales y escuelas, derecho de Israel a defenderse… La respuesta del chico: “¡Estáis llenos de mierda!”.

‘Shit’, Michael Jabareene

En algunos países europeos, con Alemania y sus traumas con el pasado a la cabeza, han prohibido manifestaciones en apoyo a los palestinos. Pero el apoyo tiene múltiples facetas y desde el arte, una de sus más espontáneas expresiones es la de los carteles que artistas y diseñadores están subiendo a páginas como Freepalestineproject, un archivo de carteles gratuitos que se pueden descargar e imprimir para su uso personal. La iniciativa recuerda a la de Dan Walsh, creada en 2009 como continuación de su tesis de máster dedicada a los orígenes, evolución y potencial de los carteles palestinos. “Empecé la colección cuando era voluntario del Cuerpo de Paz en Marruecos a mediados de los años setenta. En 1980 había adquirido unos 300 carteles palestinos”, se lee en su web. Su objetivo era promover una mejor comprensión de otros pueblos por parte de los estadounidenses.

En la actualidad, el archivo cuenta con unos 5.000 carteles de Palestina de diversas fuentes, lo que, según muchos especialistas en biblioteconomía, lo convierte en el mayor archivo de este tipo del mundo.

  Izquierda: Franz Krausz – Visit Palestine, 1936, via PPPA / Derecha: Amer Shomali – Visit Palestine, 2009, via PPPA.
 Emile Menhem - Made in USA, 1982, via PPPA
Izquierda: Abdel Latif Muhanna - Rock of Palestine, 1982, via PPPA / Derecha: Ghazi Inaim - Mass Resistance - Mass Determination, 1985, via PPPA
 Unknown Title, 1970, Ismail Shammout
Mustafa al-Hallaj (Palestina), The Battle of Al-Karameh [La batalla de Al-Karameh], 1969.
Izquierda: Unknown artist – First of May, 1982, via PPPA / Derecha: Mona Saudi – Dia De La Lucha, 1976, via PPPA.

El futuro, ¿dónde es?

Hasta junio de este año, el museo de Israel acogió una muestra de la artista Sigalit Landau titulada El mar ardiente. Landau escoge objetos con un marcado potencial simbólico y visual y los introduce durante meses en el Mar Muerto. De allí salen sus esculturas cubiertas de sal: lámparas, candelabros, un vestido negro, un tutú, una pila bautismal, unas redes de pesca… De su trabajo ha dicho que consiste básicamente en tender puentes. Así explica ella su trayectoria y su visión para El Grito: “Durante un tiempo, hace muchos años (en la época de la primera intifada, en 1987) fui soldado. Mi papel era hacer películas de vídeo explicando a nuestros soldados que estaban en un combate delicado con civiles (niños, mujeres) y lo diferente que es luchar contra un ejército, lo increíblemente vulnerable que este tipo de levantamiento hace a todo el mundo. Y no fue ni la mitad de sangriento que la segunda intifada (2002), cuando yo era artista y pude expresar la indignante impotencia de mi vulnerabilidad personal. Los artistas no siempre son activistas. Me resulta imposible transmitir en tiempo real el horror y la repulsión, la preocupación y la desesperación que siento una vez más. El 7 de octubre no fue el pueblo palestino el que masacró, secuestró, aterrorizó y violó a cientos de civiles pacíficos, sino un grupo de malvados fanáticos religiosos cuya misión es eliminar a Israel. Tal y como están las cosas, no puedo imaginar cómo alguien podría detener la máquina de guerra. Creo que mi arte es tan mudo e impotente como yo. Es necesario que Hamás no exista para que el país palestino se establezca por fin y prospere”.

Foto: REUTERS/Nir Elias
‘El mar ardiente’. Sigalit Landau. Cortesía de Museum der Moderne 
‘El mar ardiente’. Sigalit Landau. Cortesía Elie Posner

Sigalit está preocupada por la cultura “de ambos bandos, ya que la violencia va a llegar al abismo absoluto de lo que el ser humano es capaz. Mi corazón está con los inocentes. Espero que estén protegidos y a salvo, si reciben ayuda humanitaria y evacuan la frontera. Mi propia hija fue evacuada con la familia de su padre y llevo casi un mes sin verla, ya que huyeron a Grecia. Vivo en un edificio inseguro, no apto para alojarla. Aquí nos tumbamos en la escalera cuando disparan los misiles por encima de nosotros. Esto debe acabar. Dos países para dos pueblos es por lo que nosotros, la izquierda israelí, hemos luchado durante décadas y esta es la única solución. Nuestro líder Netanyahu debe ser reemplazado lo antes posible, y lo será”.