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En busca de los tapados: así trabajan los cazadores de arte barato en las subastas

Por Sol G. Moreno

Fabrizio Moretti en la sede londinense de su galería, con la obra redescubierta al fondo. Fotografía: David Levene, 2022.

¿Por qué una pintura que sale por 5.000 euros en subasta termina adjudicándose en 590.000? No es que los compradores se hayan vuelto locos, es que han visto algo que los demás no: la mano de un maestro. Así son los sleepers o tapados, obras mal atribuidas. Nos adentramos en el mundo de los ojeadores que se dedican a encontrarlos.

De escuela boloñesa del siglo XVII a obra inédita de Giovanni Francesco Barbieri, il Guercino. Ese es el salto cualitativo que ha dado una composición del profeta Moisés en menos de un año. El pasado 25 de noviembre se ofreció como Cabeza de anciano en la casa de subastas francesa Chayette & Cheval por apenas 5.000 euros. Entonces la ficha del catálogo hablaba de un seguidor anónimo de Guido Reni. Pero lo que ocurrió con aquel lote 42 despertó todas las alarmas. Dos pujadores se enzarzaron en una lucha que hizo escalar la obra hasta los 590.000 euros (sin tasas). Finalmente, el trofeo se lo llevó la galería Moretti y ahora lo acaba de presentar como protagonista absoluto de su recién inaugurada sede parisina. ¿Su precio actual? Dos millones de euros.

Desde luego no es cosa de magia, ni de la burbuja del mercado. Se trata de un tapado –o sleeper, en su término anglosajón– y es el sueño de los anticuarios. Aquella tarde de noviembre Moretti encontró el boleto ganador que tanto anhelan los que se dedican al mercado de Old Masters, porque supone ganar mucho dinero con una sola operación. Es la pieza que todos buscan, la aguja en el pajar de las subastas. No resulta fácil encontrar este tipo de obras durmientes, pero cuando se consigue es como si te tocase la lotería.

En el caso del Moisés fue el propio Fabrizio Moretti quien detectó el tapado a través de un catálogo online y rápidamente viajó a París para verlo en directo. “No tuve dudas sobre su calidad. Pagamos unos 800.000 euros por él porque la casa de subastas entendió que se trataba de un il Guercino y que estábamos pujando contra otros dealers”, cuenta el especialista en maestros italianos.

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El Moisés de Guercino
El Moisés de Guercino

Una vez en manos del galerista, el lienzo se ha podido estudiar en profundidad –Keith Christiansen y Letizia Treves han confirmado la autoría–. De modo que este cuadro temprano procedente de la colección del cardenal Alessandro d’Este ya luce como nuevo, según han podido constatar los interesados y curiosos que se han acercado hasta el pasado domingo a la Place du Louvre.

El marchante que encontró un Rembrandt que se vendía por 500 dólares

Así funciona a veces el mercado de Old Masters, donde la oferta suele ser limitada y la autoría de la pieza, fundamental (sobre todo a la hora de fijar un valor monetario). De vez en cuando nos da alguna sorpresa y ofrece una obra inédita que revienta la subasta, posiblemente porque la rapidez con la que trabajan estas casas y la cantidad de lotes que manejan hacen imposible un correcto estudio de cada uno de ellos.

Ahí es donde entran, precisamente, los anticuarios. Ellos cuentan con el tiempo, el interés –económico e investigador– y los recursos necesarios para aprovecharse de ello.

No es extraño, por tanto, encontrar en las galerías de arte antiguo a ojeadores de catálogos en busca de alguna pieza que se le haya colado al subastador. Son los cazadores de piezas durmientes, que combinan su ojo de connoisseur con una prodigiosa memoria visual. Disponen de una biblioteca con infinidad de catálogos de todo tipo –exposiciones, casas de subastas, monografías, catálogos razonados– y, aunque parezca mentira, su principal cometido es uno: mirar, mirar mucho.

Bertrand Gautier de Talabardon & Gautier presenta la obra redescubierta de Rembrandt en su stand de TEFAF Maastricht 2016. Fotografía: AP/Mike Corder.  
Rembrandt van Rijn. El paciente inconsciente (alegoría del Olfato). 1624-1625. Óleo sobre lienzo. Imagen cortesía de Talabardon & Gautier, París. 

Porque casos como el del il Guercino al final siempre se terminan repitiendo. En 2015, por ejemplo, Bertrand Talabardon tuvo la suerte de descubrir otra valiosa pintura en una pequeña casa de subastas de Nueva Jersey. Estaba catalogada como “escuela europea del siglo XIX” y tenía una estimación de entre 500 y 800 dólares. Una pieza de mercadillo, vaya. Pero el marchante galo supo apreciar su calidad solo con echar un vistazo a la fotografía publicada en internet. Pujó por la pieza y se la quedó por 870.000 euros. ¡Multiplicando por más de mil su estimación!

La locura del remate solo podía responder a una cosa: era obra del joven Rembrandt, como confirmaría más tarde el experto en el maestro holandés Ernst van de Wetering. En cualquier caso, el importe pagado sigue siendo una verdadera ganga, si tenemos en cuenta que este pequeño óleo se revendió más tarde por cinco millones de dólares al coleccionista Thomas S. Kaplan.

Maíno, el último tapado en España

En España también tenemos casos de piezas durmientes. El más relevante de este año ocurrió en Isbilya, cuando una escena sobre La Imposición del escapulario a san Simón Stock que se ofrecía por 1.500 euros se acabó rematando por unos sorprendentes 150.000 euros. Está claro que quienes pujaron sabían perfectamente qué mano se escondía tras aquella genérica etiqueta de “escuela italiana de finales del XVII”.

No era otro que Juan Bautista Maíno, un artista español cuyas obras se cotizan por mucho más que cuatro cifras. Así lo demuestra su Adoración de los Magos adjudicada hace tres años por 240.000 euros en Bonhams, curiosamente también mal catalogada (esta vez como un seguidor del veneciano Carlos Saraceni). Ahora está en manos de la galería Caylus, que ha restaurado la tela y piensa presentarla en la próxima edición de TEFAF Maastricht (cuenta con el permiso de exportación).

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Juan Bautista Maíno.
Juan Bautista Maíno.

¿Y recuerdan el Ecce Homo de Ansorena? Hace dos años iba a salir por unos escasos 1.500 euros como “seguidor de Ribera”, aunque ahora sabemos que podría haber costado hasta 100 millones en el mercado internacional –mucho menos en el local– con su correcta atribución: Caravaggio. Aquella pieza se podría haber convertido en uno de los tapados más importantes del milenio, pero el caso fue tan escandaloso que el Ministerio de Cultura actuó de urgencia, declaró el cuadro inexportable y los propietarios decidieron retirar el lote de la subasta.

Entre los últimos ejemplos de las subastas nacionales debemos mencionar el David con la cabeza de Goliat adquirido por la Generalitat Valenciana para el Museo de Bellas Artes de Valencia. Setdart lo ofrecía como anónimo napolitano, pero alguien supo ver el estilo de Pedro de Orrente, un pintor ciertamente formado en Italia pero original de Murcia. Como en otras ocasiones, la casa de subastas se acercó, pero no terminó de acertar. Así es el juego de las atribuciones en el mercado: el que más sabe, gana.