Arquitectura & Diseño

En rascacielos, modulares o diáfanas: estos son los edificios de oficinas más icónicos

Por Elvira Saéz Saiz

Havenhuis © Helene Binet

Son casi un alegato en sí mismos. Diseñados con el objetivo de hacerse notar y, en algunos casos, incluso transformar el ‘skyline’ de la ciudad. A pesar de que cada vez el teletrabajo está más extendido, son todavía muchas las empresas que apuestan por estos grandes edificios para sus oficinas. Desde El Grito seleccionamos algunos de ellos por sus dimensiones, su diseño, su innovación y originalidad.

C omo diría Bob Dylan, The times they are a-changin. Así como acudir a la oficina a trabajar hace años parecía algo inapelable, tras la pandemia son cada vez más los que apuestan por el teletrabajo o, al menos, la presencialidad híbrida. De hecho, según un informe de McKinsey Global Institute, la demanda de estos inmuebles podría descender, con respecto a 2019, hasta un 13% a finales de esta década. Una situación que, muy probablemente, afectará al diseño de las futuras oficinas como ya lo hicieron otros cambios sociales, culturales, políticos y tecnológicos a lo largo de la historia.

La aparición de las oficinas —o al menos las primeras de las que se tiene constancia— se remonta al antiguo Egipto (3200-525 a. De. C.). Allí fue donde comenzaron a llevarse a cabo las labores administrativas en espacios adaptados para ello. Sin embargo, hay que avanzar bastante en el tiempo, hasta el S. XV, para encontrar los primeros tratados sobre edificios de oficinas en los que se describe cómo debían ser los espacios: dotados de un atrio abierto con una sola entrada exterior y el resto de las dependencias alrededor del mismo. Estas características pueden considerarse el prototipo de oficina moderna, pues todavía se encuentran en muchos edificios actuales.

Pero el verdadero boom de la construcción de edificios de oficinas tuvo lugar en la Revolución Industrial, en concreto en la segunda mitad del siglo XIX, cuando aparecen los primeros rascacielos y se le da una gran importancia a la fachada y organización interior, incluyendo salas de descanso y ocio. Es en ese momento cuando empieza a verse la diferenciación de las oficinas ubicadas en zonas industriales y las situadas en el centro de las ciudades. Algo que todavía hoy perdura.

Interior del edificio Larkin, 1906
© Larkin Company Photograph Collection, Research Library, Buffalo History Museum

Fue el edificio Larkin en Nueva York, diseñado por el arquitecto Frank Lloyd Wright, el que anticipó el concepto de oficina actual que aúna trabajo y vida personal gracias a servicios y salas que tenían como objetivo recompensar a los trabajadores. Durante mucho tiempo fue considerado uno de los mejores edificios de oficinas, hasta el punto de atraer a cientos de visitantes, lo que era un hecho bastante insólito en este tipo de construcciones para la época.

Tras los periodos bélicos, donde prácticamente se paralizó la construcción, fue necesario reconstruir las ciudades, especialmente en Alemania. Fue allí también donde, en 1958, nació el concepto de la oficina paisaje de la mano de los hermanos Schnelle, que consistía en la disposición del mobiliario en estancias abiertas y amplias para mejorar la comunicación de los trabajadores. Hasta entonces la mayoría se distribuían en despachos cerrados, lo que provocaba que el trabajo fuera menos fluido. Este modelo llegó a países como Suecia, Inglaterra, Holanda, España e incluso cruzó el charco hasta Estados Unidos. ¿Su desventaja? Los empleados perdían la privacidad y la sensación de tener un espacio propio en la oficina, lo que fue el germen del desarrollo de Action Plan u oficina modular diseñado por Robert Propst. Este concepto, a su vez, puede considerarse el paso previo a la oficina de cubículos Cube farm que tuvo su máximo esplendor en los 80, con la revolución de los ordenadores.

Home Insurance Building
Edificio Larkin
Oficina paisaje. Cortesía Herman Miller
Oficina paisaje. Cortesía Herman Miller
Cube farm. © GETTY IMAGES

Ahora, el auge de las nuevas tecnologías ha traído consigo la deslocalización de los puestos de empleo y que conceptos como Tcoworking o teletrabajo se hayan instaurado en nuestro día a día. A pesar de ello, lo que parece claro es que los edificios de oficinas continuarán siendo un símbolo que forma parte de la narrativa de las empresas y que ponen a prueba el virtuosismo de los estudios de arquitectura encomendados en su diseño.

Desde El Grito seleccionamos algunos de estos edificios que destacan por sus dimensiones, su diseño, su innovación u originalidad.

El más grande del mundo

Paradójicamente, en la era del work from home, acaba de ver la luz el edificio de oficinas más grande del mundo con más de 660.000 metros cuadrados, desbancando al Pentágono (620.000 metros), que ostentaba el récord desde 1943. Se trata del centro de comercio de diamantes de la India, Surat Diamond Bourse, con el que se busca trasladar de forma definitiva el negocio de esta piedra preciosa de Bombay a Surat.

De hecho, el edificio —que ha supuesto una inversión de aproximadamente 4.300 millones de dólares—, está pensado como el inicio del futuro desarrollo de DREAM city (investigación y comercio del diamante, por sus siglas en inglés). Se estima que los primeros profesionales comenzarán a trabajar allí en noviembre y la inauguración oficial por parte del primer ministro indio, Narendra Modi, se celebrará a finales de este año.

Esta especie de fortaleza, diseñada por el estudio de arquitectura Morphogenesis, está formada por nueve torres conectadas entre sí por una estructura que hace las veces de ‘espina dorsal’. En cada una de ellas hay 15 pisos, con patios y zonas de descanso. En total más de 4.200 oficinas de diferentes tamaños que van desde los 27 hasta los 6.968 metros cuadrados. Unas cifras que se traducen en una capacidad para albergar a más de 65.000 profesionales, entre cortadores, pulidores y comerciantes.

Surat Diamond Bourse

Su diseño no destaca a nivel estético, más allá de su imponente tamaño, pues sigue el estilo noventero de estos grandes inmuebles. Según la arquitecta Sonali Rastogi, el objetivo era convertirlo en un edificio sostenible, por eso la parte más visual quedó relegada a un segundo plano. En este sentido, su construcción permite que consuma hasta un 50% menos de energía gracias a la forma de la columna central, que canaliza los vientos predominantes a través de la estructura; mientras que el sistema de refrigeración radiante hace circular agua helada debajo de los suelos para reducir la temperatura interior, que en verano supera los 43 grados.

Estas dimensiones hacen pensar que los desplazamientos en el interior del complejo lleven bastante tiempo. Sin embargo, los promotores del proyecto afirman que los trabajadores solo tardarán cuatro minutos en recorrer el trayecto desde la entrada hasta cualquiera de sus oficinas gracias a los 131 ascensores de los que dispone.

Un jardín abierto al público

De la inmensidad del anterior edificio pasamos a la capacidad de fundirse con el entorno de la sede de Wilmar en Singapur. La construcción, llevada a cabo por el estudio londinense Eric Parry Architects fluye y se imbuye de forma completamente orgánica con el espacio que lo rodea. Sus siete plantas se alzan sobre un parque de la ciudad y se confunden con él gracias a los jardines de inspiración china que ocupan las terrazas exteriores, donde los trabajadores pueden darse un respiro.

En mitad del edificio de formas curvas y escalonadas se abre una enorme abertura por la que inciden de forma directa los rayos del sol una vez al día, del mismo modo que ocurre en el Panteón en Roma.

Wilmar
Wilmar

La planta baja del edificio es un espacio abierto que conecta con un parque de acceso público, rodeado por columnas con ramificaciones que simulan el aspecto de los árboles y que alzan el resto de la estructura.

Para el área de recepción, se han seleccionado acabados e iluminación cálidos, que evocan al oro, muy valorado en la cultura local. Las oficinas y laboratorios que se encuentran en las zonas superiores cuentan con cerramientos de cristal que ofrecen una panorámica 360 en todo los puntos del edificio.

Un diamante en bruto

Viajamos a Amberes para conocer una joya arquitectónica cuya creadora, la arquitecta Zaha Hadid, no pudo ver terminada debido a su repentino fallecimiento tan solo unos meses antes de la inauguración. Su carrera apenas despegaba y todavía muchos la consideraban una arquitecta cuyas alocadas y desafiantes ideas se quedarían en el papel. Nada más lejos de la realidad. Hablamos de Havenhuis o la Sede Portuaria de la ciudad belga, que cuenta con una fuerte actividad comercial —el 26% de los contenedores de Europa pasan por este puerto— y es referencia en el comercio de piedras preciosas.

El proyecto, que se llevó a cabo entre 2009 y 2016, recuerda en su exterior tanto al casco de un barco como a un diamante, por el cristal facetado que brilla con el reflejo del cielo y el agua del río Escalda, haciendo, así, un guiño a las dos actividades más potentes del puerto. Este complejo, que en la actualidad alberga a los más de 500 empleados de la Autoridad Portuaria, se alzó a partir de una estación de bomberos en desuso que fue rehabilitada. Sobre ella se construyó la parte moderna del edificio, una figura poliédrica elaborada con hormigón y vidrio, y a cuyas dimensiones de 6.200 metros cuadrados se suman a los 6.600 del edificio inferior.

Havenhuis © Helene Binet

En el interior, ambos edificios comparten estilo con predominio del blanco, los espacios abiertos y la luz. El garaje donde antes se aparcaban los camiones de los bomberos se ha transformado en una biblioteca pública a la que se puede acceder desde el vestíbulo principal, que era el atrio de la estación y que ahora está cubierto con un techo de cristal. En la planta superior los trabajadores y visitantes pueden disfrutar de una vista privilegiada del puerto a través de sus cristales.

Su fachada combina piezas triangulares transparentes y opacas de forma que entra la suficiente luz natural sin que la insolación sea muy elevada. Además, el edificio cuenta con un sistema de almacenaje de energía solar que se destina a la calefacción o al aire acondicionado. Como curiosidad, todos los materiales necesarios para la construcción se trasladaron por el agua, evitando así los desplazamientos por carretera o aire.

Un búnker natural

Un primer vistazo a este imponente edificio podría recordar a una escena de una película postapocalíptica en la que la vegetación se ha apoderado de las ciudades, pero lo cierto es que las plantas que cuelgan de la fachada de la sede de la Federación de Cooperativas de Consumidores de Seguros COOP de Japón, Coop Kyosai Plaza, han sido colocadas de forma completamente intencionada.

Diseñado por el estudio Nikken Sekkei, en 2017, su principal objetivo era construir unas oficinas con un impacto mínimo sobre la huella de carbono. Como punto de partida, se cubrió todo el edificio con una cortina vegetal que ofrece refrigeración natural durante el verano, gracias a la evaporación del agua, y actúa como aislante térmico durante el invierno. Por la noche se pone en marcha una “purga nocturna” por la cual algunas ventanas conectadas a sensores permiten la entrada de aire para reducir la temperatura del techo y optimizar el enfriamiento de las estancias durante el día. La vegetación, sumada al empleo de diferentes tecnologías de última generación, permiten reducir su consumo energético en más de un 60%.

Coop Kyosai Plaza © Harunori Noda
Coop Kyosai Plaza © Harunori Noda

Esta presencia de la naturaleza, además de las ventajas que supone en lo que respecta al gasto de energía, también tiene beneficios para los trabajadores, ya que aporta armonía al ambiente y ayuda a reducir el estrés. Asimismo, la cubierta va cambiando de aspecto con el paso de las estaciones, de manera que da la sensación de estar dentro de un organismo vivo.

Una última curiosidad sobre un edificio que fue merecedor del World Architecture Awards: sus diseñadores no lo conciben como una obra terminada, quieren continuar mejorándolo y para ello mantienen un diálogo constante con los usuarios.

Desafiando a la gravedad

En Abu Dhabi, donde los rascacielos suelen competir por conseguir una mayor altura, encontramos un edificio que, más que por sus 160 metros (Burj Khalifa mide 828), destaca por su peculiar diseño. Se trata de Capital Gate que con sus 18 grados de inclinación hacia el oeste se ha convertido en el rascacielos más inclinado del mundo, sobrepasando con mucho los 4 grados de la famosísima Torre de Pisa.

Su desarrollo supuso todo un reto de arquitectura e ingeniería para sus creadores, el estudio RMJM. Se necesitaron 400 pilotes de hormigón para hacer frente a la fuerza de la gravedad, ya que la parte superior del edificio sobresale 33 metros hacia uno de los lados. Sobre los pilotes también hubo que colocar una losa de hormigón reforzada con acero para distribuir las fuerzas de forma homogénea.

Capital Gate

El diseño está inspirado en el movimiento de la arena y las olas. Por ello, su fachada de cristal y acero emula el movimiento del mar y la forma ladeada de la torre simboliza las ondulaciones de la arena. Para conseguir este efecto, se colocaron 12.500 paneles lisos de vidrio con forma triangular que se conectan entre sí con una junta que impide el paso del agua, además de la instalación de tubos de drenaje por si se producen filtraciones.

Además de esta cimentación, el edificio cuenta con un núcleo central con inclinación opuesta a la del rascacielos, que es lo que lo mantiene en pie. Este núcleo está construido a partir de la técnica de encofrado deslizante, que consiste en montar una armadura con barras de acero, colocar un encofrado (sistema de moldes para dar la forma deseada) y se rellena de hormigón.