Protagonistas

Chema Madoz: “Poner en evidencia algo le da a la imagen un cierto halo de valor”

Por Paloma primo de rivera

Hablamos con el artista, que nos desvela sus últimas creaciones. Más de treinta fotografías en las que expone nuevos objetos, sin renunciar a aquellos que ya son recurrentes en su obra. Su muestra brinda al espectador la oportunidad de descubrir las posibilidades ocultas de los objetos a través de las imágenes.

Hace casi 25 años que el Museo Reina Sofía le dedicó una retrospectiva y, desde entonces, no ha dejado de conquistar al público y de acumular importantes galardones: el Premio Nacional de Fotografía de España (2000), la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (2019) o el Premio Higashikawa (2000).

Y es que el estilo de Chema Madoz (Madrid, 1958) es inconfundible. Se trata de un lenguaje propio, fotografía que legitima y prolonga la vida de los objetos, dotándolos de un nuevo significado. Evocadoras instantáneas en blanco y negro con un cierto aire de misterio, melancolía y distancia. El objeto, protagonista de todas las imágenes, aparece ante el espectador desvelando una nueva identidad.

Se trata de una lectura abierta. Tanto es así que no da título o nombre a las fotografías. El interés radica en hacer imágenes que provoquen al espectador, que le lleven a la reflexión, haciéndonos cómplices de sus hallazgos. La libertad de interpretación es la clave de la lectura de su obra, esa capacidad de sugerir mundos distintos. Aunque estemos ante unas fotografías de base conceptual, su capacidad de generar metáforas visuales evidencia su poder.

Madoz es un artista inteligente, reflexivo y muy cercano. Un poeta visual que logra ver más allá. Descubre la magia inherente en lo extraordinario de los objetos. Los manipula y metamorfosea, depurando los elementos hasta su máxima sencillez, para con sus fotografías e ironía, subvertir la idea de realidad. Madoz es pensar en imágenes. Ahora expone en la galería Elvira González y nos sentamos con él para hablar de su muestra y obra.

¿Qué destacaría de su nueva exposición?

En estas nuevas imágenes hay algo que se distancia o diferencia de las anteriores, que tenían cierta dureza en el mensaje por el momento que me tocaba pasar entonces. Hay un punto más de aceptación de la situación, de entender la vida desde otro punto más maduro. El corpus del trabajo sigue girando sobre los mismos elementos y la manera de utilizarlos es muy similar a todos estos años, pero creo que se van abriendo puntos de percepción distintos y maneras de acercarse a la imagen. En alguna de ellas hay un ejercicio cercano al minimalismo.

Ese minimalismo del que habla, ¿en qué imagen podemos encontrarlo?

La imagen de la hoja de papel cuadriculada, por ejemplo. Te enfrentas como objeto a una hoja de cuadrículas con ese punto escolar porque está anillada, que en principio sería como una hoja en blanco. Para mí es casi una especie de desafío intentar articular alguna idea a partir de una base tan mínima. Cuando encuentras en ella una grieta, una especie de falla, en la que puedes poner en evidencia algo que está implícito en ella. Ha estado delante de mis ojos toda la vida y no he sido capaz de verlo hasta el momento que lo realizas y pones en pie esa imagen. Por otro lado, resulta tan evidente, que no sabes cómo no has sido capaz de haberlo visto antes. Esos motivos son los que me ayudan y me empujan a seguir trabajando.

Otorga nuevos significados a los objetos, una labor inagotable, exponencial. ¿Verdad?

Cada siguiente imagen es un reto…

La imagen de la cerámica con cuernos de carnero, ¿es inspiración picassiana o es un homenaje a Picasso?

En realidad, es un encargo que me piden para hacer un retrato de Picasso a través de los objetos, coincidiendo con el 50º aniversario de su muerte. Entiendo el encargo como una especie de desafío, pues no trabajo con la idea de que a través del objeto puedas evocar la personalidad o el rostro de alguien. Después de pensarlo varios días, tenía una imagen con la que trabajar, a falta de ver si aquello funcionaba físicamente. Fue ideada para estar acompañada de unos artículos dedicados a la obra de Picasso. Pero, en el momento que lo deslindas de esos textos, es una imagen con la energía suficiente. A Picasso siempre le interesó la cerámica. Recuerdo ver fotos de su estudio en una casona que tuvo en París, donde tenía el jardín lleno de cabras de bronce. También había colaborado con la revista Minotauro... El enfoque, la forma de plasmar la imagen, es como una especie de testuz, pero a la vez reposada y agresiva. Refleja un poco lo que fue Picasso, como una especie de cabra que era capaz de llevarse todo lo que encontraba por delante.

Llama mucho la atención una imagen donde el protagonista es la propia naturaleza, que se vuelve objeto, pero a la vez se mira a sí mismo, como en un juego de espejo.

La idea de la naturaleza no es tan ajena dentro de mi trabajo. Hace unos años organizamos una exposición La naturaleza de las cosas, en el Jardín Botánico, que recogía elementos que no pertenecían al mundo objetual, sino que eran extraídos de la naturaleza: hojas, ramas, cantos rodados, hierba. La presencia de la naturaleza es más poderosa de lo que yo pensaba. En la imagen de esta exposición podía invitar a una reflexión sobre la naturaleza de la representación en la medida en que lo que hay en el espejo es un reflejo, y que lo que hay en el cuadro es una pintura. En ninguno de los casos estamos viendo el paisaje directamente, sino una representación del paisaje de naturalezas distintas, pintura y reflejo.

Y la imagen del tacón que entra en la pipa…

La imagen de un zapato femenino que inserta el tacón dentro de la cazoleta de una pipa, sirviendo para prensar el tabaco, está invirtiendo los términos. Una resolución formal cercana siendo de géneros distintos. Reflejo de situaciones en las cuestiones de género que se dan la vuelta, se cambian y se intercambian. Una manera de contar que las cosas cambian a través de los objetos. Sin dar apoyo o relevancia. Hay muchas maneras de acercarse a las imágenes.

Sus fotografías, ¿en qué medida provocan al espectador?

Hay una parte de juego en las imágenes que también es una invitación a una especie de colaboración. El espectador, a la hora de enfrentarse al trabajo, lo reconoce como algo suyo. Algo que ha surgido por el propio lenguaje, la manera de perseguir y de buscar una forma de comunicar las ideas. Al sentir ese vocabulario como suyo, me ha hecho conseguir conectarme con los demás con especial facilidad. Por lo general, el espectador de la imagen esboza una pequeña sonrisa. Hay humor, sí, pero como añadido por esa especie de desconcierto que provoca la imagen. No persigo que se rían; busco más la reflexión, pero en ese tránsito hay complicidad y sonrisa.

Tiene una relación muy especial con los espectadores, pues su obra crea complicidad con el que mira sus imágenes.

Muchas veces al espectador le ocurre lo que me ha podido pasar a mí: reconoce que esa manipulación a la que se ha sometido el objeto no es banal. Responde a una percepción. Es más, casi me atrevería a decir que responde a una verdad, en la medida de que eso ‘estaba ahí’. Esa idea que estás planteando estaba, y había pasado desapercibida. Eso me ayuda en muchas ocasiones a encontrar un cómplice en el espectador porque reconoce lo que estás diciendo con la imagen. Poner en evidencia algo, en lo que no había reparado antes, le da a la imagen un cierto halo de valor.

¿Qué cree que tiene su obra de conceptual?

En mi trabajo hay ciertas cosas que tienen que ver con el surrealismo, pero hay otra parte que va por libre. Es más riguroso en cuanto a la reflexión y la lógica. Es decir, utiliza los mecanismos de la lógica hasta un punto que roza el absurdo. Son imágenes muy meditadas a las que se llega por la reflexión. En esa medida, lo vería más cercano a la escena conceptual.

¿Cómo es el proceso creativo de la toma de sus fotos?

El propio concepto, la propia idea, la elaboración y construcción de esa pequeña escenografía, la iluminación, es un proceso previo a la toma fotográfica, que es lo que va a definir el resultado de la imagen. Utilizando la fotografía desde un punto de vista muy clásico, también en la forma de fotografiar y de presentarlo, no puede ser más ortodoxo. Es una especie de guiño, el jugar con esa ortodoxia para mostrar algo, que es, precisamente, alejarse de esa ortodoxia. Hay un juego de contrarios que está presente en toda la obra.

‘Sin título’, (2021), Chema Madoz
‘Sin título’, (2022), Chema Madoz

¿Sigue trabajando en analógico?

Sigo trabajando igual que antes, elaboro los objetos y las escenografías, pero también ahora, con el archivo digital, estoy entrando en un nuevo mundo.

En esta era de gran interés por la sostenibilidad, ¿podríamos encajar su obra en este ámbito?

De alguna manera, coincide con esta idea más contemporánea de intentar sacar partido a los objetos, de otorgarles una doble vida, de reciclar. Esto ha estado presente a lo largo de toda mi obra. De hecho, hay muchas veces que objetos se repiten en diferentes imágenes y que son el mismo objeto, y eso me ha resultado atractivo. Lo interesante para mí es cómo un objeto concreto es capaz de dar pie a maneras muy distintas de entenderlo.

¿Le interesan objetos de la era digital, es decir, un teclado de ordenador, un móvil, una televisión, etc.? Por ahora no aparecen en su obra.

A la hora de trabajar con los objetos, siempre busco aquellos que de alguna forma sean iconográficos, que perduren en el tiempo, que no estén sujetos a la moda. Son objetos que representan al objeto en sí. Al fotografiar un libro, busco un libro genérico que te lleva al concepto de libro en sí, pero sin la carga de la editorial, diseñador, etc. Con los objetos que tienen que ver con la tecnología, no logro deslindarlo o disociarlo, al haber una relación muy estrecha y directa con la idea de marca.

¿Cuánto ha influido la pandemia en su manera de pensar las imágenes que quiere crear?

Me ha resultado un tanto desconcertante. Igual que aquello parecía que nos iba a cambiar la vida, en cuanto ha pasado, hemos echado un sayo de olvido, como si no hubiéramos vivido aquellos tiempos. Realmente no me ha teñido todo un trabajo en torno a esa emoción o esa sensación.

¿Cree que el haber sido hijo único, la infancia despertó en usted una imaginación singular?

El ser hijo único te ayuda, de alguna manera, a buscar tu propia forma de entretenerte y desarrollar la imaginación. Cualquier objeto puede servir de motivo de juego.

¿Hay algún hito que hizo despertar su yo artístico?

Siempre digo que hay algo de casualidad, pero fue parte de un proceso gradual. Al principio no se me pasó por la cabeza hacer nada que tuviera que ver con la imagen, ni tampoco sentía una pasión especial por la fotografía. No tenía esa pulsión. Compré la primera cámara por pura carambola, y aquello coincidió en el tiempo con un cierto interés por la imagen, algo que se fue decantando. Cuando estaba haciendo el servicio militar, me apunté a un cine club, donde veíamos cine clásico y cine negro, y ahí descubrí la pasión por el cine y las imágenes.

¿Ha tenido inquietud por indagar más allá de la fotografía e involucrarse en el mundo del cine?

Nunca lo he sentido. El cine me parece realmente complejo. Es algo que requiere trabajar con un equipo amplio de personas, y eso me desconcierta un poco. Siempre he buscado la manera de trabajar en soledad o prácticamente solo. Busqué hacer algo en que yo pudiera manejar el proceso y el resultado.