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Carmen Giménez: “Me desviví por el Museo Picasso de Málaga y cuando se inauguró me echaron. España es un país machista”

Por María de la Peña Fernández-Nespral

Carmen Gimenez

20 años después de la apertura del Museo Picasso de Málaga, Carmen Giménez volvió a nuestro país para comisariar la exposición Picasso escultor. Materia y cuerpo, que cerró sus puertas en la ciudad andaluza el pasado 10 de septiembre y que desde el 29 de septiembre se ha trasladado al Guggenheim de Bilbao.

C armen Giménez (Casablanca, 1943) pasará a la historia por ser la responsable de poner en marcha tres grandes museos en España: el Reina Sofía, el Guggenheim de Bilbao y el Museo Picasso de Málaga. Cuando casi nadie conocía el mundo museístico ni la escena artística internacional en los años franquistas, ella tuvo la habilidad de atraer a los mejores y crear desde cero estos tres templos fundamentales en nuestro país.

Ahora, a sus 80 años, conserva su mismo olfato para transitar en los círculos del arte y sigue siendo una de las grandes especialistas en Picasso. Tanto es así, que ha liderado algunos de los más importantes proyectos expositivos del año Picasso, coincidiendo con el 50 aniversario de su muerte: las ya finalizadas exposiciones en el Museo del Prado, en el Museo Picasso de Málaga y, la última, Picasso escultor. Materia y cuerpo que se inauguró el pasado 29 de septiembre en el Guggenheim de Bilbao.

Comisaria independiente, ex conservadora de arte del siglo XX en el Guggenheim de Nueva York, miembro de la Academia de Bellas Artes y Patrona del Museo del Prado, es y ha sido una figura clave en el devenir del arte y los museos. Todavía no ha perdido el motor que le ha dado su pasión por el arte como tampoco su inconfundible acento francés. Hace un repaso de su vida profesional sin lamentos, pero dejando claro que España no la ha tratado bien “por celos y envidias” y que ha sido EEUU el país que supo valorar su talento, el que le llevó a fundar museos y comisariar algunas de las mejores exposiciones mundialmente.

Carmen Gimenez

Hija de republicanos exiliados (su padre nació en Tánger y su madre, en la Línea de la Concepción), en Casablanca mamó el ambiente cosmopolita y culto bajo el protectorado francés. Su madre murió cuando tenía 17 años. Fue el primer impacto de su vida. Su formación transcurrió en París, donde se licenció en Ciencias Políticas y más tarde en Historia del Arte, en la Escuela del Louvre. Finalmente, tras un periodo en Chile, en 1967, con 24 años y aún con Franco vivo, llegó a España.

Su debilidad siempre fue la escultura -fue comisaria de importantes exposiciones de Richard Serra, Brancusi o Calder-, pero una primera exposición de Picasso en Málaga en 1992 de la que fue comisaria, la convirtió en picassiana y especialista en el artista español. Paradójicamente nunca quiso conocerle: “Sabía lo mucho que le gustaban las mujeres”, sentencia.

A principios de los 70, su primer trabajo fue en Grupo 15, un centro artístico en la madrileña calle Fortuny dedicado a la promoción de la obra gráfica. “Allí descubrí el mundo de los artistas, cómo funcionaban las cosas en España; trabajé con varios del grupo El Paso, con María Corral…”, cuenta sobre esos primeros comienzos dentro de nuestras fronteras. Los incipientes pasos que dio también fueron una suerte de ‘misión’ para dar a conocer a los artistas españoles fuera del país. Y con esos artistas empezó su labor de comisariado. Por ejemplo, con Juan Muñoz, a quien expuso con mucho éxito en el Palacio de las Alhajas. “Una exposición fundamental para los dos. Él se dio cuenta de que era un artista y yo de que no quería ser directora de museos, sino ‘curator’ independiente”, explica.

© Richard Serra 2021 © FMGB Guggenheim Bilbao Museoa, 2011
Juan Muñoz. Galería Elvira González

Fue Javier Solana, entonces ministro de Cultura, quien la fichó con buen ojo como su asesora en el Ministerio y la nombró Directora de Exposiciones. “Javier siempre me apoyó. Entendió muy bien lo que hacía y me dio mucha libertad. Me nombró para poner a España en el mapa. Cuando se fue, nada fue igual en el Ministerio. Estoy eternamente agradecida a ese hombre que confió en mí’, agrega. Su relación duró seis años y comenzó con una exposición de Juan Gris, “la primera muestra importante que se hacía en España”. Giménez, como de costumbre, se rodeó de los mejores y trajo a un especialista en este artista, Gary Tinterow, que más tarde sería conservador de arte contemporáneo y del siglo XIX del Metropolitan de Nueva York durante casi 30 años.

Su entrada en España pasaría también por poner los primeros cimientos del Reina Sofía. Localizó el edificio, un antiguo hospital que se había cerrado en los años 60. Tuvo un flechazo con él y empezó a sondear a los más relevantes directores de museos y algunos artistas como Richard Serra. A todos les pareció que era el lugar adecuado para albergar la pinacoteca. Finalmente se inauguró en 1986 con una exposición en la que Giménez promovió el diálogo entre artistas. Enfrentó a Richard Serra con Chillida, a Saura con Baselitz y a Tapiès con Cy Twombly. La crítica de arte del New York Times, Roberta Smith viajó a verla y publicó una página entera. El apoyo de la crítica fuera de España siempre estuvo de su lado.

Después de que Tomás Llorens fuese nombrado director del Reina Sofía, por el que la propia Giménez hizo campaña a favor, “en menos de un año, me echó”. Los motivos, los enumera sin dudar: “Tenía miedo de que le hiciera sombra. Celos y envidia. Y si hubiera sido hombre en lugar de mujer, eso no habría pasado”, afirma tajante. Pero su despedida fue por la puerta grande, con una exposición de la colección Beyeler con obras de Picasso, Miró, Cézanne, Giacometti

Se fue sintiéndose “traicionada", pero para el mundo internacional Giménez ya era la imagen del Reina Sofía.

Eduardo Chillida. Mesa de Omar Khayyam II, exposición “Referencias. Un encuentro artístico en el tiempo”. Centro de Arte Reina Sofía, 1986

Su etapa en Nueva York

Esa imagen y prestigio fuera de España hicieron que Thomas Krens, director del Guggenheim de Nueva York, le pidiese ser conservadora de arte del siglo XX. Uno de los cargos más importantes de uno de los grandes museos del mundo. “Los sueldos en España son miserables y en EEUU no hay comparación. Este puesto me salvó la vida porque me separé de mi ex marido y necesitaba ser independiente”, relata.

En 1993, Carmen Giménez se estrenó en el Guggenheim comisariando la exposición Picasso y la edad de hierro. Estuvo teñida inicialmente de cierta polémica hasta que el New York Times y su entonces crítico de arte, Michael Kimmelman, la elevaron al olimpo. “Hizo una reseña apoteósica", apunta Giménez. Así fue. El artículo comenzaba diciendo que era difícil recordar una exposición más bella en la rampa del museo…

La década de los 90 fue en la que Giménez impulsó tanto la creación del Guggenheim de Bilbao como del Museo Picasso de Málaga. Según nos relata, convenció al director del Guggenheim de Nueva York para que la sede fuese en Bilbao. “Krens quería que yo lo dirigiese, pero me negué. Juan Ignacio Vidarte lo ha hecho muy bien”.

Volver me ha reconciliado con el museo. Ha sido muy importante hacer esta exposición

Entonces Pepe Guirao, desde la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, le pidió hacer la primera exposición de Picasso en Málaga. “Ahí empiezo a conocer a toda la familia Picasso’, asiente. Inauguró Picasso clásico, la exposición con la que debutó el Palacio Episcopal de Málaga en el panorama expositivo y la antesala del Museo Picasso. “Fue el gran regreso de Picasso a su ciudad natal" cuenta Giménez, quien invitó a la familia del artista a la inauguración “para que se animasen a donar obras”. Un éxito rotundo porque tanto Paul Ruiz Picasso, primogénito de Picasso y su mujer Christine, como su hijo Bernard, donaron sus fondos particulares que son hoy los que forman la colección permanente del Museo Picasso de Málaga.

“Me desviví por ese museo y cuando se inauguró me echaron. España es un país machista”, apunta Giménez.

20 años después de la apertura del Museo Picasso de Málaga, Carmen Giménez volvió a nuestro país para comisariar la exposición Picasso escultor. Materia y cuerpo, que cerró sus puertas el pasado 10 de septiembre en la ciudad andaluza y que desde el 29 de septiembre se ha trasladado al Guggenheim de Bilbao. “Volver me ha reconciliado con el museo. Ha sido muy importante hacer esta exposición”, recalca.

Paradójicamente, a pesar de haber sido despedida de los museos que ella misma creó, Giménez ha sido la encargada de comisariar algunas de las más importantes exposiciones en sus sedes. “Fue Pepe Guirao, antes de morir, quién me pidió que me encargara del año Picasso. Ha sido un año fantástico. A pesar de haber hecho tanto sobre Picasso, nunca se acaba”, puntualiza.

Vista de una de las salas de la exposición © Museo Picasso Málaga
Pablo Picasso, La dama oferente, 1933

Pero Giménez sigue teniendo la maquinaria en marcha y queriendo ayudar a España con su habitual ambición. Jubilada del Guggenheim de Nueva York desde 2013, acaba de aceptar el lanzamiento de un nuevo museo de unos coleccionistas privados en Lugano.

¿Hay alguna exposición de algún artista que le hubiera gustado hacer y no ha hecho? Responde rápidamente que una muestra de Cézanne. “Le adoro”. Y, ¿quiénes son los artistas vivos que le gustan? “Respeto a Cristina Iglesias -la expuso por primera vez en el Guggenheim de Nueva York-, y me gustan Guillermo Pérez Villalta y José María Sicilia”, enumera.

“Estoy de salida y me quedo con lo bueno”. Lo bueno de haber tenido el apoyo de los que confiaron en ella. En España, aunque asegura haber sido “una figura molesta”, no fueron pocos. Los nombra una y otra vez: Francisco Calvo Serraller, con quién comisarió la histórica exposición en el Prado Picasso. Tradición y Vanguardia en 2006 y a quién le ha dedicado la muestra de Picasso y el Greco en el Prado; el historiador Alfonso Otazu, “imprescindible en mi vida para ayudarme con los patrocinios y conocer el funcionamiento de España”; Carmen Calvo “que merece todo el agradecimiento por haber sido fundamental en la apertura el Museo Picasso de Málaga”; Plácido Arango “quién me hizo patrona del Prado y sigo desde entonces”; y, por supuesto, Pepe Guirao y Javier Solana “a los que les debo tanto”. Desde París, donde ha viajado por la muerte de Claude Ruiz-Picasso, no quiere dejar fuera a Bernard, nieto de Picasso, y más ahora cuando el Museo Picasso de Málaga vive una crisis institucional, en pleno proceso para sustituir a su actual director.