Exposiciones

Madrid se sumerge en las profundidades del Amazonas de la mano de Sebastião Salgado

Por Sofía Guardiola

 Chamán yanomami realiza un ritual antes de la subida al Pico da Neblina.

La nueva exposición del fotógrafo brasileño muestra dos centenares de instantáneas tomadas durante una estancia de siete años en el Amazonas. En ella se exploran la exuberancia de sus paisajes y la identidad de sus habitantes, todo ello con un mensaje de fondo: la necesidad de cuidar y conservar los espacios naturales de nuestro planeta.

E l fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, guiado por su amor a la naturaleza y la preservación del medio ambiente, inició a principios de los 2000 junto a su mujer Lélia Wanick Salgado un proyecto que hoy en día continúa activo, al que denominaron Instituto Terra. Este consiste en reforestar la Hacienda Boano, la granja en la que Salgado se crió, y que heredó en los años 90 completamente arrasada. Para ello, han plantado más de tres millones de árboles, consiguiendo devolver al lugar su ecosistema original.

El cariño y la paciencia con la que Salgado ha recuperado los paisajes de su niñez son los mismos que puede verse en sus fotografías, y especialmente en los trabajos relacionados con el Amazonas, ese enclave que le ha atraído poderosamente durante toda su carrera.

Retrato de Sebastião Salgado
Retrato de Lélia Wanick Salgado

Las doscientas instantáneas que conforman AMAZÔNIA, la nueva muestra protagonizada por el artista e inaugurada en el madrileño centro cultural Fernando Fernán Gómez, fueron tomadas durante un viaje de siete años, una travesía tanto fotográfica como humana.

En ella pueden contemplarse, a gran escala, impresiones de esos paisajes imponentes en blanco y negro que, con una tonalidad tan reducida, consiguen sin embargo captar la multitud de matices que un paisaje tan exuberante ofrece, y que son el buque insignia del trabajo del autor. Además de estas grandes reproducciones, destacan los retratos, profundamente psicológicos que ha tomado a los indígenas con los que se ha topado durante su periplo, reflejando la identidad de unos pueblos cuya forma de vida está íntimamente ligada con la naturaleza y el entorno que les rodea.

Mujer indígena yawanawá. Estado de Acre, Brasil, 2016.

Mujer indígena yawanawá. Estado de Acre, Brasil, 2016. ©Sebastião Salgado

Familia korubo. Estado de Amazonas, Brasil, 2017.

Familia korubo. Estado de Amazonas, Brasil, 2017. ©Sebastião Salgado

Río Jutaí. Estado de Amazonas, Brasil, 2017. ©Sebastião Salgado

Río Jutaí. Estado de Amazonas, Brasil, 2017. ©Sebastião Salgado

Mujer joven asháninka. Estado de Acre, Brasil, 2016.

Mujer joven asháninka. Estado de Acre, Brasil, 2016. ©Sebastião Salgado

Mujeres jóvenes suruwahá. Estado de Amazonas, Brasil, 2017.

Mujeres jóvenes suruwahá. Estado de Amazonas, Brasil, 2017. ©Sebastião Salgado

En el foto-libro Éxodos, publicado en el año 2000, Salgado afirmaba que "más que nunca, siento que solo hay una raza humana. Más allá de las diferencias de color, de lenguaje, de cultura y posibilidades, los sentimientos y reacciones de cada individuo son idénticos”, y es eso precisamente lo que reflejan estos retratos: que la tristeza, la alegría, la amistad o la sensación de comunidad son, a fin de cuentas, iguales en todos los puntos del planeta.

Un experiencia visual con banda sonora

La muestra se completa con una banda sonora compuesta por Jean Michelle Jarre a la que acompañan una serie de sonidos naturales grabados en la propia selva del Amazonas y recogidos por el Museo de Etnografía de Ginebra, lo cual la convierte en una experiencia inmersiva que acerca al espectador más aún a las espesas profundidades de la selva.

Tanto Salgado como su mujer –que es, además, comisaria de la muestra– son muy conscientes del peligro que corre el Amazonas, debido en gran parte a la industria maderera y a la deforestación para cultivar extensas plantaciones de soja y otros productos vegetales muy consumidos en otras partes del globo. De hecho, es fácil percibir un viraje a lo largo de la obra de Salgado, que dejó de poner el foco en el sufrimiento humano para acercarse cada vez más al interés y la preocupación por la naturaleza, coincidiendo con el momento en el que abandonó París para regresar a la Hacienda Bulcao y comenzar a reforestarla, creando a partir de entonces los trabajos por los que más se le reconoce hoy en día.

Archipiélago fluvial de Mariuá, río Negro

La preocupación por el Amazonas y las amenazas que se ciernen sobre ella fue, de hecho, el motor de este trabajo, tal y como él y su mujer explican: “Hoy, este mundo ancestral también está en peligro de desaparición. Fue este calamitoso horizonte el que dio origen a este ambicioso y urgente proyecto fotográfico. Nuestro objetivo no es denunciar el horror de la devastación, sino mostrar la incomparable belleza de esta región y subrayar la importancia de preservar tanto el bosque como a sus habitantes”.

De este modo, Salgado aporta una dimensión crítica a la muestra, que lejos de utilizar el horror como herramienta –tal y como Susan Sontag le criticó una vez al artista, asegurando que utilizaba las miserias ajenas para lucrarse y alcanzar fama– busca concienciar mediante la belleza y la posibilidad cada vez más real de perderla.

La exposición, que podrá contemplarse hasta el próximo 14 de enero, ya ha triunfado en todos los países por los que ha pasado, contando con casi un millón y medio de visitantes a ambos lados del charco. Además, el 14 de octubre se celebrará un concierto ofrecido por la Orquesta Nacional de España –con composiciones de Philip Glass y Villa-Lobos– en el que se proyectarán imágenes que el propio artista ha escogido para la ocasión.