Arquitectura y diseño

Arquitectura ideológica: cómo consiguió Franco que la España rural fuera a misa

Por C. OTTO

Pueblo de colonización El Realengo. José Luis Fernández del Amo Moreno, 1957 - 1961. Crevillente, Alicante, España

El Instituto Nacional de Colonización (INC) construyó, en pleno franquismo, alrededor de 300 pueblos distribuidos de forma idéntica los unos a los otros. Detrás de esa revitalización urbanística impulsada por algunos de los mejores arquitectos de la época, coexistía una firme idea de evangelizar la España rural.

El pequeñísimo municipio de Llanos del Caudillo, en la provincia de Ciudad Real, tiene una particularidad que quizá ya se hayan imaginado: es el único de toda España, junto a la pedanía de Alberche del Caudillo (Toledo), que conserva el título del dictador en su nombre. Y no se trata de un despiste precisamente: pese a las constantes presiones, sus 719 habitantes se niegan a cambiarlo.

Por lo demás, lo cierto es que Llanos del Caudillo es una calcomanía de muchos otros pueblos de España. En sus poco más de 20 kilómetros cuadrados de extensión, el visitante se encontrará, nada más llegar, los terrenos agrícolas de un municipio que vive básicamente del sector primario. A continuación, una arquitectura y distribución urbanística que se repiten como un mantra: en las casas predominan las fachadas blancas y materiales baratos (adobe, hierro, cemento...); y en sus calles, la sobriedad y el racionalismo. Todas desembocan, en ángulo recto, en la plaza mayor, que a su vez está coronada por el ayuntamiento, la torre del pueblo y una iglesia.

Decimos que Llanos del Caudillo es una calcomanía de muchos otros pequeños municipios porque, en realidad, este es uno de los cerca de 300 pueblos que creó el Instituto Nacional de Colonización (INC), un organismo público que, en pleno franquismo, se ‘inventó’ nuevos pueblos con el ánimo de reconstruir la España rural a través de un mismo patrón o arquitectura ideológica.

Pueblo de colonización de Villafranco del Delta. José Borobio Ojeda, 1952 - 1956. Poble Nou del Delta, Tarragona, España

Si nos fijamos en Villafranco del Delta (foto superior) por ejemplo (actual Poble Nou del Delta), en Tarragona, a vista de pájaro podemos ver la misma estructura: una población con forma rectangular, calles rectas y simétricas, divididas en ángulos rectos casi perfectos, terrenos agrícolas en las afueras y, como elemento más visible, otra vez la iglesia.

Pueblo de colonización El Realengo. José Luis Fernández del Amo Moreno, 1957 - 1961. Crevillente, Alicante, España
    Pueblo de colonización Villalba de Calatrava.
Pueblo de colonización Villalba de Calatrava. José Luis Fernández del Amo Moreno, 1955 - 1955. El Viso del Marqués, Ciudad Real, España
Pueblo de colonización de Entrerríos. Alejandro de la Sota Martínez, 1953. Villanueva de la Serena, Cáceres, España
Pueblo de colonización de Pizarro. Jesús Ayuso Tejerizo, 1961. Campo Lugar, Cáceres, España

Hay más: El Realengo (actual Crevillente, en Alicante), Villalba de Calatrava (Ciudad Real), Lácara (actual Montijo, en Badajoz) o La Estacada (actual Jumilla, en Murcia) muestran una organización muy similar. Igualmente hay otras localidades que no se parecen a las anteriores, pero sí entre ellas: en Gévora del Caudillo (actual Gévora, en Badajoz), Pizarro (Cáceres) y Don Benito (Badajoz), entre otros, la disposición es medianamente cuadrada, pero con un extremo más ancho que otro. Eso sí, la parte más importante del pueblo sigue siendo la iglesia.

En Entrerríos (actual Villanueva de la Serena, en Cáceres) o San Agustín de Dalías (Almería), una ordenación circular da paso a un espacio abierto desde el centro del pueblo hasta uno de los extremos. De nuevo, adivinamos qué edificio está en el centro de cada localidad del pueblo.

Un urbanismo al servicio de la ideología

En 1939 el INC se dispuso a habilitar nuevos espacios poblacionales en distintas zonas del país, preferiblemente devastadas por el golpe de Estado y la posterior guerra, con el propósito de recuperarlas. Los primeros años del franquismo están marcados por una población mermada, pero también altamente empobrecida. No solo no había casi trabajo, sino que la España rural, de hecho, ni siquiera tenía terrenos para intentar ganarse el pan en un sector tan esencial como el primario.

De esta forma se instalaron habitantes (llamados ‘colonos’) a los que se les proporcionaba una casa más o menos humilde, una pequeña porción de tierra, aperos para trabajar el campo y una vaca. En teoría, cualquier persona con apuros económicos podía optar a instalarse en uno de estos municipios, aunque numerosos artículos apuntan lo contrario: “Si se sabe que has ayudado al bando republicano, mejor no pidas nada”.

A los colonos se les proporcionaba una casa, una porción de tierra, aperos para trabajar el campo y una vaca

El epicentro de todos ellos era siempre el mismo: la iglesia y su correspondiente campanario. ¿Casualidad? En absoluto: "El campanario surge como hito representativo y el edificio de la iglesia como símbolo de unión, celebración y comunidad; y la celebración de las fiestas religiosas opera como elemento de aglutinación", nos cuenta Beatriz Caballero Zubia, autora de un estudio sobre la influencia del INC en la 'evangelización' de dichos pueblos.

De hecho, "el cometido del INC no era simplemente aumentar la producción agrícola, sino también estabilizar una sociedad y asentar los valores defendidos por el franquismo", añade Abelardo Gil Fournier. Y dichos valores pasaban, precisamente por la religión. En este sentido, otro estudioso de esta ‘recuperación’ de la España rural, Pablo Rabasco, realiza un profundo análisis en el que destaca que "las fuerzas ideológicas resultantes tras la guerra aspiraron a obtener el control de las instituciones educativas. Tanto la iglesia católica como Falange se disputaron esta potestad, siendo los católicos los que finalmente actuaron con más empeño y eficacia para obtener el monopolio de la institución".

Pueblo de colonización El Realengo. José Luis Fernández del Amo Moreno, 1957 - 1961. Crevillente, Alicante, España
   Pueblo de colonización El Realengo. José Luis Fernández del Amo Moreno, 1957 - 1961. Crevillente, Alicante, España
Espacio Público e Iglesia del Pueblo de Colonización de Algallarín. Carlos Arniches Moltó, 1953. Algallarín , Adamuz, Córdoba, España
Espacio Público e Iglesia del Pueblo de Colonización La Vereda. José Luis Fernández del Amo Moreno, 1963. Peñaflor, Sevilla, España
Pueblo de Colonización de Matodoso. Mariano Fernández Rico, Odón Fernández Lavandera, Santiago García Mesalles
            1956, Castro de Rei, Lugo, España. Denominación actual: Poblado de Colonización de Matodoso

Es decir, que el franquismo no solo aspiraba a revitalizar el campo español; también quería construir unos pueblos cuyos habitantes, quizá no demasiado cercanos a la religión, hicieran de esta el núcleo de su actividad diaria. Esto se plasma en una referencia de aquella época que recupera Rabasco: “En enero de 1950, la revista Colonización publicaba un artículo titulado La preocupación religiosa del INC, firmado por el padre redentorista Vicente María Sordo. El texto plantea (...) el apoyo incondicional de Franco a las actuaciones de la Iglesia. Es él quien plantea la idea de que su propio régimen no puede ir separado del espíritu católico, hecho que será un sello omnipresente en los nuevos poblados”.

Según Caballero Zubia, para llevar a cabo tal propósito "el INC contrató a algunos de los mejores arquitectos de la época (José Luis Fernández del Amo, José Antonio Corrales o Alejandro de la Sota) y, en algunos casos, los proyectos rurales pudieron servir como laboratorio de ensayo para ideas que fueron posteriormente desarrolladas en otros proyectos más urbanos y complejos". Sin embargo, la experta pide calma a la hora de medir todos los municipios por el mismo rasero: "Son casi 300 pueblos, 30 años planteando un mismo problema y un mismo programa a diferentes arquitectos en diferentes entornos. El resultado en su conjunto es complejo de valorar, ya que no todos los pueblos tienen el mismo valor arquitectónico".

El cardenal de Alberche del Caudillo se negó a bendecir la virgen de la iglesia porque era "demasiado guapa"

Las iglesias también tuvieron un gran valor, ya que supusieron una oportunidad enorme para algunos artistas que elaboraron diversas esculturas y pinturas. Aunque no en todos los casos fueron bien aceptadas. Fernández del Amo le contó a Gil Fournier la surrealista anécdota ocurrida en Alberche del Caudillo, donde el cardenal primado se negó a bendecir la virgen que acababa de esculpir porque era "demasiado guapa". Finalmente, a la hora de bendecirla, la tuvieron que sacar a la calle para que el cardenal accediese. "Aquellos curas eran muy brutos, ni entendían nada ni lo querían entender", aseguraba Fernández del Amo.

En un estudio publicado en 2022, los investigadores José Antonio Flores-Soto y Francisco Javier Presa-Torres explican que "muchos jóvenes arquitectos se iniciaron en la reconstrucción de un país devastado y luego serían maestros de la arquitectura moderna española, pero su arranque lo marcaron la escasez y la ideología", aunque reconocen que también tuvieron oportunidades de experimentar. Lo hicieron a través de lo que ellos llamaron "el espacio intermedio”, una zona de relación vecinal a medio camino entre la plaza institucional y la calle trayecto", algo que por entonces no era tan habitual en la construcción de los núcleos rurales en España.

El valor arquitectónico pudo variar entre ellos, pero hay un elemento común a todos estos pueblos: la intención del franquismo por recuperar la economía y, de paso, construir una nueva España rural que, de forma inevitable, hiciera girar su vida en torno a los valores tradicionales promulgados por el franquismo. Ya saben: una patria, un estado… y una iglesia.