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PERSIA CAMPBELL: “LAS SERIES Y LIBROS HAN IDEALIZADO LA GUERRA DEL NARCO”

Por Sofía Guardiola

Hablamos con la fotógrafa mexicana Persia Campbell, ganadora del Female in Focus, sobre su obra Reminiscencias desde la frontera en la que narra, desde un ángulo un tanto peculiar, una de las peores etapas de la guerra contra el narcotráfico en Ciudad Juárez.

L a fotógrafa y cineasta mexicana, Persia Campbell, ha crecido entre los dos lados de la frontera que comparten su país y Estados Unidos, con un pie en Ciudad Juárez y el otro en El Paso. Su trabajo, fuertemente influenciado por sus vivencias personales, explora la autopercepción femenina que tienen las mujeres que, como ella, han crecido entre dos mundos.

Para ello construye escenografías inspiradas en la estética del norte de México, que también reflejan sus problemáticas sociales, políticas, económicas..., pero siempre desde la intimidad de los espacios interiores, del hogar. En su última serie, Reminiscencias desde la frontera, cuenta cómo vivió, desde la seguridad de su casa, una de las peores etapas de la guerra contra el narcotráfico en Ciudad Juárez, que hacía sumamente peligroso el salir a la calle. Con este trabajo ha obtenido diversos galardones, entre los que se encuentra el premio Female in Focus, así como una mención honorífica recientemente otorgada en el International Photography Award y la victoria en el concurso Life Framer.

Fotografía

¿Cómo surgió la idea de utilizar su trabajo fotográfico para hablar del problema del narcotráfico en Ciudad Juárez?

Siento que el narcotráfico no surgió como una idea en sí misma. Frecuentemente utilizo el autorretrato y el trabajo autorreferencial, y lamentablemente el episodio de la guerra contra el narcotráfico es algo que forma parte de la vida de las personas que hemos crecido en Ciudad Juárez.

Una vez decidió hablar de ese aspecto de su vida, ¿cómo se desarrolló el proyecto?

Una vez empecé a conceptualizar la serie y me acerqué a esa temática, mi siguiente interés fue producir imágenes que estuvieran relacionadas pero desde un punto de vista diferente. Todos conocemos las imágenes que se popularizaron en torno a la guerra del narco, no solo en México, sino a nivel global: niños con armas de gran tamaño, personas asesinadas en las calles, paquetes de droga confiscados... Obviamente todo esto es un registro de lo que sucede, pero a mí me interesaba contestar a otra pregunta: “¿Cómo se vivía esto en la intimidad?” Quería hablar de cómo vivían las personas que habitaban esas ciudades. Yo, como mujer juarense, lo experimenté a través del aislamiento y construyendo en mi espacio privado un especie de paraíso femenino donde reflexionaba sobre ciertos temas de una forma natural y orgánica.

¿Sobre qué reflexionaba en ese encierro?

Me preguntaba, por ejemplo, por qué mi familia y yo vivimos en la frontera.

¿Y cómo surgió la idea de utilizar la estética de colores pastel, tan atípica de las fotos que a menudo hablan de este tipo de problemas?

Se debe a la búsqueda de confrontar el espacio privado femenino con el espacio público. A la vez, pone de manifiesto una crítica: la guerra del narcotráfico ha sido romantizada. Las series, películas y libros han idealizado este estilo de vida, hasta el punto de que existen juguetes y videojuegos para niños ambientados en este conflicto.

Además de fotógrafa es directora de cine. ¿Cómo cree que debería abordarse este conflicto desde la gran pantalla?

En las series de televisión más populares por ejemplo, se muestra la muerte de algunos narcotraficantes, reflejada como un acto heróico, pero eso es dar una visión sumamente parcial del problema, ignorando factores de los que se debería hablar, como de la influencia de Estados Unidos y sus políticas internacionales, o del hecho de que aquí existe un estado de derecho fallido.

¿Cree que una estética amable puede ayudar a lidiar o hablar de situaciones duras?

Creo que es un gancho, que sirve para atraer y poner después el foco en cuestiones menos agradables. Esto ocurre, por ejemplo, con una de las primeras escenas de la película Blue Velvet, a la que me gusta hacer alusión. En ella, Lynch atrapa a la perfección el estilo de vida americano con la visión de un barrio de típicas viviendas blancas unifamiliares, para enfocar después los insectos, la podredumbre, el caos y la crudeza de la realidad.

En términos generales, ¿diría que su trabajo como artista le ha facilitado encontrar respuestas relacionadas con su propia vida o su biografía?

Completamente. Creo que sigo en esa búsqueda y por eso todo el trabajo que hago se relaciona de una forma o de otra con la historia de mi vida.

Caminar por la calles de Ciudad Juárez con una cámara era prácticamente imposible. Por eso empecé a construir mis propias fotos dentro de mi cuarto

¿Qué papel desempeña su familia en esta serie?

Hay cosas, como por ejemplo el cruce de mis abuelos hacia Estados Unidos, que han sido decisivos, y que por tanto tienen que aparecer en un trabajo que habla, al fin y al cabo, de mí. Por eso coloco sus fotografías como parte de la decoración de la habitación que sirve como escenario.

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¿Y la identidad mexicana en general?

También está implícita en ciertos símbolos que transformo en decorado. Suele aparecer la cultura de la religión, por ejemplo, que es tan importante en México, y que se refleja en algunos objetos como la veladora, que es el nombre que se le da aquí a las velas que se encienden en honor a una virgen o santo para demostrarle tu devoción.

Su trabajo incluye decoración doméstica, ¿qué importancia cree que esos objetos tienen en nuestras vidas e historias?

Los objetos son una extensión de la cultura y, por lo tanto, se vuelven parte de nuestra identidad. Eso lo entendí porque a la par me desarrollé como diseñadora de producción en cine. Todo lo que pones en cierta habitación tiene que hablarte de las personas que la habitan: de su edad, su género, su contexto social y económico... Me encantan los objetos, porque en ellos se deposita y materializa nuestra idiosincrasia.

Tiene otra serie anterior en la que también aborda la vida en Ciudad Juárez, entre México y Estados Unidos, pero esta vez con perspectiva de género. ¿Puede hablarnos de cómo es ser mujer en este enclave concreto del mundo?

En mi adolescencia no hubiera podido contestar a esta pregunta, porque creía que la experiencia de ser mujer en Ciudad Juárez era la experiencia de ser mujer en el mundo. Ahora me doy cuenta de todas las diferencias que hay y de cómo ha afectado mi entorno a la forma de ser, de experimentar ciertas cosas y de relacionarme.

¿Qué es lo que más la ha marcado?

Definitivamente, uno de los puntos claves es la inseguridad: desarrollarte en cualquier ámbito que no sea intelectual, académico, se vuelve muy complicado, más aún si involucra estar en la calle. Por eso hago fotografía de estudio en un set, porque caminar por la calles de Ciudad Juárez con una cámara era prácticamente imposible. Por eso empecé a construir mis propias fotos dentro de mi cuarto y de otros espacios seguros.

¿Cómo es trabajar el autorretrato, siendo su propia modelo? ¿Es muy distinto al trabajo con alguien externo?

Completamente. Yo trabajo el autorretrato por una cuestión personal y ética. Me pregunto: “¿Cómo puedo ser dueña de la imagen de alguien más?” “¿Qué me hace pensar que la manera en la que yo represento al otro en cierta imagen será algo con lo que le gustará identificarse en 10 años?” Somos seres cambiantes, y yo solo me siento dueña de mi propia representación.

¿Y en el sentido más práctico?

Con respecto a eso, es muy difícil trabajar ciertos ángulos cuando se trabaja el autorretrato. Generalmente se hace con trípode, y eso provoca cierto resultado estético, diferente del que se consigue cuando retratas a otro.