Actualidad

‘Guarantees’, el arriesgado negocio con el que los fondos están sacando una buena tajada de las subastas

Por Sol G. Moreno

Una empleada de Sotheby's coloca la pintura 'Hombre con una pipa'

El mayor atractivo de ver una subasta en directo es no saber si la pieza se venderá o hasta dónde subirá su valor. Es el morbo de la incertidumbre, del riesgo al fracaso. Pero, ¿qué pasaría si los lotes estuviesen garantizados de antemano? Eso es lo que está sucediendo en las casas internacionales cuando ofrecen piezas millonarias: que salen avaladas por un tercero que pagará el precio de la obra si no se coloca.

2 7 de junio de 2023. ‘Mujer con abanico’ de Gustav Klimt se ofrece en la sala y dos coleccionistas comienzan a pelearse por ella. Sotheby’s ha presentado la pintura como el último gran retrato del artista y eso anima a otros dos interesados más, que se unen a las pujas desde sendos teléfonos. Estas cuatro personas se enzarzan durante diez minutos y hacen subir la pieza hasta los 85 millones de euros, cifra que sumada a las tasas roza los 100 millones, estableciendo un nuevo récord para una obra de arte europea. La emoción del momento desata los aplausos del público.

Sin embargo, toda esa alegría queda descafeinada cuando nos enteramos de que la pieza contaba con una guarantee; es decir, que estaba garantizada. Tanto si Patti Wong –quien finalmente se hizo con el lote– hubiese pujado como si no, el retrato del pintor austríaco se habría adjudicado. ¿Por qué? Porque estaba vendido de antemano.

Antes de ofertar la pieza, la casa había pactado con su dueño un precio mínimo no revelado y había encontrado un tercer agente –individual o jurídica– que pusiera sobre la mesa ese importe, como un órdago en el mus. Si la joven con abanico no se hubiese vendido, este último se hubiese quedado con la pintura por el precio establecido al inicio, pero al adjudicarse por encima de él, ha podido repartirse con Sotheby’s las ganancias generadas con la subida. Una compleja y arriesgada operación con la que todos han quedado contentos: el dueño gana, el subastador gana y el apostador-garante gana. De modo que la guarantee funciona como una especie de póliza de seguro o venta irrevocable de la pieza, un recurso que podríamos interpretar como el premio de consolación cuando todo va mal.

Mujer con abanico, 1917-1918, Gustav Klimt
Untitled (Standard Lotus XVI Face 44.15), Mark Grotjahn
Jean-Michel Basquiat. El Gran Espectáculo (The Nile), 1983. Imagen cortesía de Christie’s.
Salome presented with the head of Saint John the Baptist, Sir Peter Paul Rubens
Tête de femme au chignon, Pablo Picasso

Lo cierto es que el cuadro de Klimt no es un caso aislado, hay decenas de obras garantizadas que han triunfado en los últimos meses en el mercado internacional. El óleo de Basquiat titulado ‘El Gran Espectáculo (The Nile)’ que se adjudicó por 67,1 millones de dólares en Christie’s el pasado mayo, por ejemplo, también contaba con un aval; lo mismo que ‘Salomé con la cabeza de san Juan Bautista’ de Rubens procedente de la colección Fisch Davidson y vendido por 26 millones de dólares en Sotheby’s. De la misma forma, Phillips se apuntaba dos buenos resultados la pasada primavera para Banksy y Picasso, gracias a Banksquiat. Niño y Perro en Stop y Search –homenaje al grafitero neoyorquino– y Cabeza de mujer con moño rematados en 9,7 y 7,3 millones de euros respectivamente (en ambos casos, por encima de las estimaciones más bajas).

El riesgo de los lotes garantizados

Su éxito estaba asegurado al 100% de antemano, pero la suerte quiso que en todos esos casos los compradores realmente interesados evitasen la ejecución de las ventas irrevocables pactadas de antemano. Entonces, ¿por qué garantizar dichas piezas? Pues porque la apuesta no siempre acaba con final feliz para todos. Buen ejemplo de ello es el ‘Desnudo reclinado’ de Modigliani que se ofreció en Sotheby’s en 2018. Partía con un precio garantizado cercano a los 150 millones de dólares, una de las estimaciones de preventa más altas hechas en una subasta. Llegado el momento, la pieza se ofreció por 135 millones pero apenas hubo pujas, así que se terminó adjudicando por el precio pactado en preventa. El garante tuvo que pagar los 157,2 millones (tasas incluidas) y quedarse con un desnudo que tal vez no quería (dos años antes una pintura similar se había rematado en 170 millones, importe que seguramente era el que tenía en mente esa persona cuando se embarcó en el juego de las garantías).

Amedeo Modigliani. Desnudo reclinado, 1917. Imagen cortesía de Sotheby’s.

Esta práctica surgió hace aproximadamente cuatro décadas para hacer frente a uno de los mayores miedos de las casas de subastas, algo que a su vez es el principal atractivo para el espectador: la incertidumbre de no saber qué pasará, el morbo del riesgo. A fin de cuentas, no deja de ser un órdago que los agentes lanzan al mercado, a la espera de que los coleccionistas enviden con entusiasmo. En ese contexto, parece lógico que las empresas tejan su propia red de seguridad, como los acróbatas antes de jugarse la vida.

Phillips se arruinó en 2001 tras una mala operación con la colección de Nathan y Marion Smooke

Al principio los garantes eran las propias casas de subastas, en un intento por mantener a sus clientes y evitar que se marchasen a la competencia. Era un chollo para el vendedor, desde luego. No tanto para el que avalaba, sobre todo en época de vacas flacas. Phillips se arruinó en 2001 tras una mala operación con la colección de Nathan y Marion Smooke que garantizó por un precio excesivo; mientras que Christie’s y Sotheby’s quedaron igualmente atrapadas con decenas de obras por un valor millonario que habían avalado con su propio dinero.

Obras garantizadas por terceros que a su vez las venden por porcentajes

Este peligroso juego alcanzó su punto álgido en 2017-2018, cuando aproximadamente la mitad de las piezas adjudicadas en subasta lo hizo con el salvavidas de la guarantee, según datos recopilados por Lobus y recogidos en artsy. Parece que en los años siguientes la tendencia cambió. Tal vez por eso, en 2019 Eileen Kissela vaticinaba en Artnet el fin de la era dorada de las guarantees, porque se había demostrado como una apuesta demasiado arriesgada para los subastadores. No imaginaba que poco después aquella práctica se convertiría en un método mucho más intrincado al incluir a terceras partes: particulares, asesores, entidades empresariales o fondos inversores con capacidad para poner sobre la mesa los millones necesarios. De modo que ya no son Christie’s ni Sotheby’s quienes se la juegan (por vender, han vendido hasta el riesgo de la venta). ¿Imaginan el anuncio? “Pintura millonaria busca inversor que garantice su venta antes de salir a subasta”. Es fácil imaginar el perfil de los interesados…

La cosa ha evolucionado –y se ha complicado– tanto que ya se está pensando en una regulación. De momento, todas las casas anuncian previamente si los lotes ofertados son ‘guaranteed property’ o no. Lo que no hacen es especificar cuál es el importe de esa garantía ni quién es la persona que la respalda (el secreto mejor guardado).

Transparencia a medias, por tanto, en una práctica que se parece cada vez más a un producto financiero, porque resulta que esa póliza de seguros pagada por un tercero tiene, a su vez, opción de venta de la obra. Para liarlo aún más, ese garante puede vender porcentajes a otros inversores. Es decir, que la pieza puede acabar en manos no de una tercera persona, sino de mucha gente. A este paso, el morbo de las pujas se va a producir en los despachos y no el día de la subasta.