Arquitectura y diseño

Una escuela en el desierto de India desafía al sol y a las tormentas de arena

Por Ángel L. Martínez Cantera

Diana Kellogg Architects © Vinay Panjwani

El rompedor edificio de la escuela Rajkumari Ratnavati soporta temperaturas extremas y fuertes vientos gracias a materiales y técnicas vernáculas de India. Un ‘revival’ de la construcción tradicional para inspirar soluciones sostenibles en el país más poblado del planeta.

L a construcción ovalada se levanta a orillas del inhóspito desierto de Thar, a una hora en coche por carreteras sin asfaltar que recorren los escasos 40 kilómetros que distan de la palatina ciudad de Jaisalmer, al noroeste de India. Apenas contorneado por la árida vegetación local y por algunos hoteles de lujo estratégicamente aislados del bullicio de camellos, vacas, personas y vehículos que colman la vecina población medieval, el inusual perfil de esta estructura se funde en el silente mar de dunas. El aspecto elíptico de la obra consuma la idea de su creadora: integrarlo en el plano del desierto. Según su arquitecta, Diana Kellogg, esta silueta en óvalo también evoca los corros en los que juegan las niñas que estudian en la escuela que alberga el edificio.

Desde 2021, la escuela de niñas Rajkumari Ratnavati acoge a un centenar de hijas de familias en situación vulnerable de Jaisalmer, en el estado indio de Rajastán, región con mayores índices de analfabetismo del país. Aunque hoy se erige solo en el desierto, el edificio forma parte de un proyecto más amplio que incluirá dos más: la medha, espacio para actuaciones y exposiciones; y una cooperativa de mujeres. El Centro Gyaan, nombre de los tres espacios encargados por la ONG Citta, busca empoderar a mujeres en un lugar asolado por la desproporción demográfica fruto de los abortos selectivos y otras formas de violencia de género.

Niñas en la la escuela
            Imagen © Bharath Ramamrutham
Patio en forma de huevo en el edificio de la Escuela
            Imagen © Bharath Ramamrutham

La misión social del centro respalda la visión con la que la neoyorquina Kellogg esbozó el espacio elíptico de la escuela, al que se unirán otros dos edificios ovalados e interconectados: el corro que forman las mujeres para trabajar en comunidad, y su vínculo con los círculos de la familia y la sociedad indias. Nombrado edificio del año por la revista Architectural Design India, mencionado en la Merit List y premiado en los A+Awards, el proyecto también debe su reputación a algo tan sencillo –y vanguardista– como usar materiales y técnicas vernáculas para dar soluciones ecosostenibles a problemas de aislamiento térmico agravados por el cambio climático.

“La arquitecta ha hecho justicia al proyecto, pese a desconocer el contexto”, dice a El Grito, Yash P. S. Shekhawat, arquitecto director de Techarch Studio, empresa de Nueva Delhi que gestiona el diseño y la construcción sostenible con perspectiva energética desde la capital de India. “Su aspecto es abrumador. Como las cabañas locales hechas de barro, su forma elíptica es la acertada para un clima desértico que está expuesto a fuertes vientos. Y a diferencia de esas chozas, el uso de la piedra local refuerza la estructura”.

55 grados en verano y rachas de viento de 60 km/h

La forma ovalada de la escuela Rajkumari Ratnavati protege el espacio de la erosión del viento del desierto, que alcanza los 60 kilómetros por hora. A falta de parapetos ofrecidos por edificios aledaños, cualquier forma angular supondría el desgaste de las aristas de la estructura por el viento y la arena. Además, el uso de piedra autóctona cumple múltiples propósitos: refuerza el edificio, lo integra en el diseño local, reduce el consumo de energía y da trabajo comunitario.

Diana Kellogg Architects © Vinay Panjwani

Jaisalmer es conocida como "ciudad dorada" por la arquitectura de arenisca amarilla que la adorna. Su ejemplo más famoso es el Fuerte de Jaisalmer, fortaleza medieval considerada patrimonio de la humanidad y una de las pocas aún habitadas en el mundo, albergando a un cuarto de la población local. Sus moradores son artesanos de esta piedra dura pero dúctil y de naturaleza porosa, capaces de modelarla para darle formas con las que decoran la urbe amurallada. Ellos esculpieron el óvalo de la escuela Rajkumari Ratnavati, que empleó un 95% de material local y solo trabajadores vecinos, incluyendo a padres de las niñas de la escuela.

“Si lo hubiese hecho la administración, el edificio seguramente tendría aluminio y cristales en las ventanas”, advierte a este periódico Ariadna Álvarez, arquitecta española afincada en India que ha visitado la escuela. “Pero estos elementos son innecesarios y generan mucha más energía durante la construcción y dentro del espacio. Los materiales nobles locales y sostenibles, como la piedra, producen menos desechos y energía”.

Si lo hubiese hecho la administración, el edificio seguramente tendría aluminio y cristales en las ventana

El uso de piedra en lugares de culto tiene varios propósitos, cuenta por teléfono el arquitecto Uday Andhare, desde el vecino estado indio de Gujarat: “Templos como el Mount Abu (Rajastán) o los patios de mezquitas, emplean piedra porque es resistente. Pero también usan cal como capa superficial para aliviar su dureza y el calor al caminar descalzo sobre ella”. Andhare insiste en el enlucido de cal usado en estas construcciones y en la escuela Rajkumari Ratnavati: “Es poroso y tiene alta emisividad (capacidad para emitir energía infrarroja). Una de las cualidades de la piedra y la cal en Rajastán no es tanto su calentamiento o enfriamiento, sino su idoneidad para mantener la temperatura estable con independencia de la estación del año”.

En el desierto de Thar, las temperaturas llegan a los 55 grados en verano, y por la noche descienden unos 30 grados. La construcción de la escuela Rajkumari Ratnavati con piedra de arenisca amarilla y el revestimiento de sus paredes interiores con cal hacen que el interior del recinto tenga, al menos, una diferencia de 7 grados respecto al exterior. A estos elementos, se añaden corredores diseñados entre el muro exterior y los espacios de trabajo, que ayudan a aislar las aulas; cuyos techos y ventanas altas también liberan calor.

Diana Kellogg Architects © Vinay Panjwani

El uso de antiguos métodos locales también se aplicó en el reciclaje de agua de lluvia y residual. Además, el tejado cuenta con una marquesina de paneles solares que suministra electricidad y da sombra al patio. Pese a la abundante luz en el desierto, la energía solar no se había usado nunca en Jaisalmer y estos toldos son el único elemento ajeno al diseño local. Pero la vista cenital del cobalto de estos paneles luce como las joyas de un collar de la india tradicional en la parte superior del edificio.

Sin embargo, el elemento más representativo de la arquitectura india presente en la escuela Rajkumari Ratnavati son los jalis, que junto a la ligera inclinación de la estructura en relación a los vientos dominantes, permiten captar y hacer circular el aire fresco de forma natural y sin necesidad de refrigeración eléctrica.

Técnicas para dominar el viento

Las paredes de la escuela Rajkumari Ratnavati de Jaisalmer no solo destacan por su silueta ovalada, también por el calado en la piedra perforada, que da a la estructura una forma de tejido de cesta, y permite el paso natural del aire exterior mientras protege el interior de la arena del desierto. Una interpretación moderna de los jalis, patrón ornamental común en la decoración islámica que impregnó la arquitectura del norte de India durante el periodo de dominio del Imperio Mogol musulmán, y cuya función embellecedora se plasma en el famoso Taj Mahal. Pero las funciones sociales y arquitectónicas de los jalis se aprecian mejor en el Hawa Mahal, traducido como “Palacio de viento”, en la ciudad de Jaipur, también en el estado de Rajastán.

Jalis Sarkhej Roza, mezquita de Ahmedabad
Niñas usando las instalaciones de la escuela
Imagen © Bharath Ramamrutham

Terminado a finales del S.XVIII, el Hawa Mahal es hoy uno de los iconos más reconocibles de India y una popular visita turística que atrae a un millón de personas cada año. Los visitantes quedan pasmados ante su imponente fachada de cinco pisos salpicada de más de 950 ventanas de lamas ornamentadas (jarokhas) aunque pocos saben que lo que ven desde la calle es la parte trasera del edificio. Su diseño exterior, con una altura de más de 26 metros, evoca la corona Krishna por mandato del rey Sawai Pratap Singh, ferviente devoto de esa deidad hindú e hijo de otro monarca también seducido por la arquitectura y astrónomo que usó las posiciones planetarias para decidir la orientación de las estructuras de la ciudad de Jaipur.

El propósito social de estas celosías del muro era permitir a las damas entrever la vida callejera a escondidas

La orientación del Hawa Mahal es, precisamente, uno de los elementos que multiplican la función de los jalis que embellecen su frontispicio. El propósito social de estas celosías del muro era permitir a las damas entrever la vida callejera a escondidas, siguiendo el purdah o práctica que las obligaba cubrirse ante el público. Pero el intrincado calado en la pared también sirve un objetivo técnico. La ingeniería básica de estas celosías permiten crear un microclima dentro de la estancia gracias al efecto Venturi, que hace fluir el aire de aberturas pequeñas a aberturas más grandes, comprimiéndolo y, por tanto, enfriándolo de forma natural.

Según los expertos, la orientación del Hawa Mahal en el eje este-oeste, alineado con la dirección del flujo natural del viento en la región, hace que el aire entre en el palacio por el oeste, recoja la humedad de la masa de agua del patio utilizando el principio de las corrientes de convección. Este viento cargado de humedad se dirige a las jarokhas y enfría el aire gracias al efecto Venturi, multiplicado por los jalis de las ventanas, revestidos en cal, que distribuyen su flujo para evitar puntos calientes y controlar el resplandor del sol.

Hawa Mahal, Jaipur

Tal sistema no solo hace honor al nombre del edificio, “Palacio de viento”, sino que muestra el conocimiento y uso que la arquitectura vernácula india hacía las leyes de la termodinámica. Un diseño adaptado a los tiempos en el edificio de la escuela para niñas Rajkumari Ratnavati de Jaisalmer, que es una lección para la arquitectura del presente.

La propia India, desde este año el país más habitado del mundo, multiplica su población tan rápidamente como lo hace el poder adquisitivo de su clase media, obligada a comprar aires acondicionados para afrontar las temperaturas extremas derivadas del cambio climático. Según datos de la AIE, mil millones de aparatos de aire acondicionado se añadirán a los ya existentes en el planeta antes de que acabe la década. Muchos de ellos pertenecerán a la población india, que ya representa más del 17% del total mundial. Estas necesidades generarán más emisiones de carbono, con el inevitable impacto en el calentamiento global.

Quizá un revival de la arquitectura tradicional sirva para orientar la creación de espacios modernos sostenibles y ecológicos capaces de afrontar las inclemencias del presente y mejorar las condiciones habitacionales del futuro.