Exposiciones

Un museo amasado desde el exilio gallego: una historia de resistencia artística

Por Lorena Bustabad

Museo Sargadelos-Carlos Maside

Un museo hexagonal integrado en una fábrica de cerámicas que también es tienda y tendrá gastrotaberna. Es la nueva propuesta del Museo Sargadelos-Carlos Maside, que reabrió este mes tras siete años de parón, reformas y desavenencias legales entre el administrador de la firma y los herederos del fundador: Isaac Díaz Pardo.

Siete años ha tenido que esperar el arte gallego del siglo XX para reabrir su casa entre las reformas y los líos legales el administrador y los herederos de Isaac Díaz Pardo que privaron al público de un espacio expositivo singular y de un patrimonio artístico que ha estado oculto y que fue amasado con mucho esfuerzo por un colectivo de artistas gallegos en el exilio para para reivindicar su cultura como un ejercicio de resistencia contra la Dictadura y el olvido.

El Museo Sargadelos-Carlos Maside se ensancha y ha vuelto a abrir sus puertas este mes de julio en O Castro de Samoedo, en el municipio coruñés de Sada. En el mismo lugar donde Isaac Díaz Pardo cogió el testigo de la antigua Real Fábrica de Sargadelos de 1808 y refundó el grupo en 1949 como Cerámicas do Castro.

Inquilinos tan ilustres como Castelao, -Afonso Daniel Rodríguez Castelao: brillante, polifacético y la figura más destacada de la cultura gallega- y otra pionera: Maruja Mallo, pintora surrealista de la Generación del 27, muy a menudo comparada con Frida Kahlo tanto por su talento como por su excepcionalidad como mujeres en un universo pictórico que casi siempre se escribió en masculino plural.

Junto a ellos Luis Seoane, Laxeiro, Patiño, Leiro, Colmeiro, Arturo Souto, Francisco Lloréns, Xesús Corredoira, Francisco Asorey, Acisclo Manzano, Eugenio Granell, Urbano Lugrís o el propio Carlos Maside que da nombre a la que, posiblemente, es la pinacoteca más rica y representativa de la comunidad.

En total, 2.100 piezas: 500 en la exposición permanente (pinturas, esculturas, cerámicas, bocetos, dibujos…) que son un resumen gráfico en varios tamaños, estilos y formatos del último siglo a través de los ojos de este colectivo de artistas gallegos que añoraban su tierra desde el exilio. De la intimidad creativa a la denuncia social: pobreza, emigración, Guerra Civil, represión, franquismo, olvido y repatriación (Castelao falleció en Argentina en 1950 y hasta 1984 no fue trasladado al Panteón de Galegos Ilustres junto a Rosalía de Castro).

El Carlos Maside no es un museo cualquiera ni en el continente ni en el contenido, ni en su concepción. Fue el segundo de los proyectos que Díaz Pardo concibió en 1970 dentro de Laboratorio de Formas y que ejecutó y completó en 1982 el arquitecto Andrés Fernández Albalat. Es singular por su planta hexagonal en tres alturas ordenada en módulos alrededor de un núcleo central, como una estrella de seis puntas, que se comunica a través de una escalera circular que conecta suelos y paredes coloridas. Se completa con librería, archivo y una sala de exposición temporal.
Obras como Madaleno de Leiro, el Modelo Sargadelos de gaita Seivane y Una estancia para votar, de Arcadio Blasco, son las piezas que reciben al visitante en el museo de O Castro. La colección se ordena cronológicamente por plantas desde los pioneros (Castelao, Mallo...) a los renovadores hasta llegar al grupo Atlántica (Patiño,..). La última planta está dedicada al dibujo humorístico y al cómic.

Con las reformas ejecutadas estos años para solventar problemas estructurales se ha renovado la cubierta y se han atajado las humedades que amenazaban con deteriorar la colección. Queda pendiente la apertura de la tienda de venta directa de piezas de cerámica y una gastrotaberna anexa para maridar pulpo y pintura.

Coincidiendo con la reapertura del museo, también se exponen piezas de Sargadelos como la colección de bolsos de piel Galos y el collar Fetiche, una tirada especial de 100 ejemplares creados con 28 amuletos azules y blancos, los colores que son emblema de la firma de cerámica que viste tantas mesas y que tras muchas dificultades económicas, ha vuelto a despuntar con dos plantas de producción y 200 empleados.

Un pulso al olvido

El Museo de Arte Contemporáneo 'Carlos Maside' se fundó en 1970 como respuesta a una necesidad: “recoger la obra y la documentación de los artistas de la generación de la década de los 30”, que rompían con las normas de la plástica explican desde Sargadelos. Es el fruto de la lucha de un puñado de artistas e intelectuales gallegos en el exilio que presentaron batalla para recuperar del olvido la cultura propia aplastada durante la dictadura.

El museo no tardó en ampliar sus fondos para dar testimonio de la creación artística contemporánea del siglo XX con grabados de Picasso y Miró, a los que siguieron otras muestras temporales dedicadas a Grosz, Solana, Guinovart y Bertolt Brecht. Este espacio fue la primera ventana cultural por la que se proyectaron en Galicia los trabajos de Le Corbusier, Picasso, Jan Lenica o Walter Ruttman y documentales de los nuevos movimientos artísticos: dadaísmo, surrealismo,... además de acoger conferencias, muestras, presentaciones de libros. Hasta se concibió una barraca móvil para poder itinerar por pueblos y aldeas y expandir la cultura que había estado silenciada.

Cartel da exposición Picasso-Miró, 1971

En la última década, las trifulcas entre el administrador único de Sargadelos -Segismundo García- y los hijos del fundador -Isaac Díaz Pardo- sobre la gestión y la filosofía del grupo, ensombrecieron un espacio que pasó siete años con la verja echada. El Museo de Arte Contemporánea Carlos Maside se renombró como Museo Sargadelos-Carlos Maside para disgusto de los herederos del Laboratorio de Formas. En 2018, la Xunta inició la declaración de Bien de Interés Cultural para el Museo todavía pendiente de la aprobación final para evitarle nuevos reveses a uno de los espacios expositivos más singulares y cargados de significación de Galicia.