Protagonistas

Carme Pinós: “Hemos creado unas ciudades que nos han hecho huérfanos”

Por Pilar Gómez Rodríguez

Carme Pinós
                Foto: Xavier Jubierre

Por su trayectoria como pionera de la arquitectura, por su empezar de cero (antes no existía lo de reinventarse), por su perseverancia, por su obra, por sus reflexiones… Por todo ello siempre es noticia una conversación con Carme Pinós. Hablamos con la arquitecta española más allá de las urgencias y presiones de los premios y exposiciones.

Perseverancia es la palabra que define la trayectoria de Carme Pinós (Barcelona, 1954). Decidió dedicarse a la arquitectura de muy joven y estudió en la Escuela Técnica Superior de su ciudad cuando las mujeres eran allí inmensa minoría. Después de haber conocido el éxito, de forma conjunta, gracias a obras —hitos, más bien, como el Cementerio de Igualada o los edificios de Tiro con Arco olímpico— realizadas con su compañero Enric Miralles, Pinós empezó de cero a principios de los 90. Perseveró: el suyo era uno de los pocos despachos dirigidos entonces por una mujer. Si por aquí no había mucho trabajo o no le dejaban hacerlo a su manera, se daba una vuelta por esos mundos enseñando o construyendo.

Perseveró, de modo que no es descabellado decir que fue descubierta o apreciada primero en el extranjero antes que aquí. En Guadalajara, México, levantó las Torres Cube; en Australia el MPavilion de Melbourne; en Viena el edificio de Departamentos en el Campus WU… También iban surgiendo encargos y apareciendo proyectos en España, como la reforma y ampliación del Hotel Son Brull en Mallorca; el conjunto en el centro histórico de Barcelona que forman la Plaza de la Gardunya, la Escuela de Arte Massana y la fachada posterior del Mercado de la Boquería; el Centro Cultural Caixaforum Zaragoza o la Delegación de la Generalitat de Cataluña en Tortosa.

Perseveró porque aquí o allá nunca dejó de trabajar y de hacerlo a su manera: escuchando y mirando primero el entorno y luego ayudando, como una partera de la arquitectura, a que de allí surgieran o nacieran las formas arquitectónicas idóneas. Mientras los amos de la arquitectura sembraban de edificios iguales el mundo, las obras que alumbraba Pinós podían guardar cierto aire de familia, pero ni eran idénticas ni, como buenas hijas del entorno, de su tiempo y de la necesidad cambiante, tenían por qué parecerse.

Cementerio de Igualada
                    Foto © Manel Armengol
Escola Massana, Centro de Arte y Diseño
Foto © Duccio Malagamba

Y así fue cómo, perseverando, fueron llegando también los galardones y llegaron de muy diversas partes del globo y fueron muy diversos: el Premio Nacional de Arquitectura 2021, el Premio Internacional Francés de Mujeres Arquitectas 2017-ARVHA, el ArpaFIL 2017 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara; y la Richard J. Neutra Medal for Professional Excellence otorgada por la Universidad Politécnica de California en Pomona en 2016 y, ese mismo año, el Berkeley-Rupp Prize, por su contribución a la promoción de la mujer en la arquitectura y su compromiso social. ¿Más? En 2015, la Creu de Sant Jordi, otorgada por el Gobierno Catalán por su aportación a la cultura y defensa de los valores cívicos de Cataluña; en 2008 el Premio Nacional de Arquitectura y Espacio Público de la Generalitat por su trayectoria profesional y el Primer Premio de la IX Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo…

Hace un par de años el madrileño Museo ICO, en su apuesta por dar visibilidad a los grandes exponentes de la arquitectura contemporánea, le dedicó una ambiciosa retrospectiva titulada, con gran precisión y belleza, Carme Pinós, espacios para la vida.

Así es, espacios para la vida e imbricados con ella es la especialidad de la casa. Por todo lo anterior, pero alejados de las presiones periodísticas de los premios y las exposiciones, nos acercamos a la arquitectura perseverante de Carme Pinós. Con ella echamos la vista atrás y repasamos su carrera y miramos alrededor para intercambiar impresiones sobre el presente. Hablamos de arquitectura, pero no solo. De perseverar, de cómo ha cambiado la arquitectura, de su significado, de lo que esta le ha dado o le ha quitado, hablamos con Carme Pinós y comenzamos por una tormenta no de ideas, sino de preguntas.

Carme Pinós en la inauguración del CaixaForum de Zaragoza, 2014
Foto: EFE/Javier Cebollada
Centro Cultural Caixaforum Zaragoza
Foto © Simón García | ARQFOTO

¿Cómo está ahora, justo ahora, pero, echando la vista atrás, cómo se siente respecto a su vida y su tiempo? ¿Imaginó alguna vez llegar donde ha llegado? ¿Qué le queda por hacer? ¿Cómo lleva lo de los premios?

Hace tiempo que decidí dedicar mi vida a la arquitectura y la verdad es que nunca me he arrepentido. Sigo abordando cada proyecto con el mismo entusiasmo de siempre. Los premios me honran y me sorprenden, pero lo que me da más satisfacción es ver que se me respeta y se confía en mí. Por otro lado, no hay mayor premio que ver cómo los usuarios disfrutan de mis edificios y se identifican con ellos.

Pongamos algo de orden en el impetuoso inicio. ¿Qué le llevó a la arquitectura? ¿De dónde nace su vocación?

Supongo que fue mi interés ya desde niña por el arte debido a mi entorno familiar y la preocupación que siempre he tenido por la sociedad. No hemos de olvidar que la arquitectura es el espacio de la sociabilidad y que siempre tiene que comunicar poética.

¿Qué le ha dado la profesión? ¿Qué le ha quitado?

La arquitectura es lo que da sentido a mi vida. Quizás el hecho de haber sido de las pocas arquitectas de mi generación y tener el viento en contra me ha pedido una mayor dedicación, y esto tiene sus repercusiones en la vida privada.

Sus primeros años de profesión los vivió con su compañero, Enric Miralles. ¿Fue una relación en pie de igualdad o cómo se organizaban?

Con Enric hicimos una simbiosis muy grande, cada uno confiaba completamente en el otro, lo que nos permitía actuar con mucha libertad, porque sabíamos que el otro nos iba a hacer de contrapeso.

Cuando se separaron, ¿sintió que tenía que volver a empezar profesionalmente?

La separación fue muy dura, sobre todo porque decidí continuar sola en una época en que prácticamente no existía un despacho formado por una sola mujer.

Vivimos en una sociedad que no quiere asumir riesgos y esto va en contra de la creatividad. Se está haciendo una arquitectura estándar disfrazada de lujo

Tiene obra en México, Austria, Australia… ¿Se siente más reconocida fuera que en España? ¿Cree que es verdad lo de que nadie es profeta en su tierra?

Como pasa en muchas ocasiones, primero tuve que dar la vuelta al mundo antes de que aquí se me prestara atención, la sombra de Enric era muy larga…

¿Cuáles han sido los cambios más significativos en la arquitectura desde que empezó usted a proyectar?

La realidad de la arquitectura ha cambiado muchísimo, no solo la manera de hacerla sino también la manera de llegar a los encargos. Vivimos en una sociedad que no quiere asumir riesgos, y esto va totalmente en contra de la creatividad. La consecuencia es que se está haciendo una arquitectura estándar disfrazada de lujo, sostenibilidad o lo que sea… Aunque, por suerte, siempre hay excepciones.

¿Qué ha cambiado para las mujeres arquitectas?

La mujer ha entrado en el mundo laboral en todas las disciplinas y esto no tiene marcha atrás, entre otras cosas porque la sociedad necesita de nuestra manera de ver el mundo. En mi opinión lo femenino y lo masculino se complementan y debemos saber trabajar conjuntamente.

¿Tiene género la arquitectura? ¿Proyectan distintos los hombres de las mujeres (y al revés)?

La arquitectura es el lugar donde la sociedad se desarrolla, y la sociedad es mixta. La mujer, quizás por nuestra historia o por nuestra genética ligada a la maternidad, somos más empáticas, sabemos escuchar más y esto nos beneficia a la hora de hacer arquitectura, porque la arquitectura nace siempre de una demanda, de una necesidad…. Pero esto no quiere decir que las mujeres hagamos una arquitectura específica, sino que tendemos más a tener en cuenta la escala humana, no tanto la gran escala, la más abstracta, a la que me atrevería a decir, tienden más los hombres. Pero ni una escala ni la otra son específicas de un género, la buena arquitectura es la que sabe combinar ambas, la humana y la divina.

Para unos, para otras, para todos, la ciudad se ha vuelto un tema de discusión pública e intelectual. ¿Por qué y por qué ahora? ¿Qué es lo que pasa o falla?

Cada cultura y cada época ha tenido una idea de ciudad. Quizás en los últimos tiempos se ha regalado la ciudad al mercado y ahora estamos viendo las consecuencias. Por ello actualmente vemos tantos debates sobre el espacio público y la idea de comunidad. Hemos creado unas ciudades que nos han hecho a todos huérfanos…

¿Qué proyecto de todos los que ha construido cree que la representa más fielmente?

En todos me entrego con toda mi alma y, si no he llegado a buen puerto, es porque no sé hacerlo mejor, pero todos me representan: procuro no traicionarme nunca.