Exposiciones

Alphonse Mucha: el padre del cartelismo ‘art nouveau’ que fue torturado por los nazis

Por Romina Vallés

Alphonse Mucha pintanto 'Madre y niño', 1936.

Su nacionalismo y una fuerte implicación con la masonería casi le costaron la vida al artista, del que ahora se expone una muestra en Barcelona con 80 de sus preciosistas obras más destacadas, entre carteles teatrales, publicitarios y obras de temática política

S i ahora mismo buscamos en Google ‘art noveau’, automáticamente nos aparecerán cientos de entradas con algo en común: las inconfundibles ilustraciones de Alphonse Mucha, protagonizadas por delicadas mujeres rodeadas de flores y cenefas geométricas. Para entender por qué el ilustrador checo se coronó como el adalid de esta corriente estética, primero hay que saber que hubo un día crucial en su vida.

Fue en 1894, mientras Mucha trabajaba en su estudio parisino compartido con Gauguin, cuando entró por la puerta una mujer elegantemente vestida. El pintor no dio crédito: era Sarah Bernhardt, la actriz del momento (y una de las personas más influyentes de París). Buscaba a un artista a su altura para diseñar los carteles promocionales de ‘Gismonda’, su última obra teatral.

El pintor checo le diseñó un cartel tan sublime e innovador que la diva le hizo un contrato de seis años como responsable de cartelismo, vestuario y escenografía de su compañía teatral. Poco después de presentarse, los parisinos arrancaron los carteles de las calles para colgarlos en sus casas y hasta la imprenta de donde salían empezó a vender ejemplares clandestinamente. Aquella ilustración ya era una pieza de coleccionista y Mucha pasaría enseguida de dibujar para editoriales a ilustrar carteles publicitarios para chocolates Nestlé, champán Moët-Chandon, cervezas Bières de la Meuse o la ferroviaria PLM.

Cartel publicitario de Alphonse Mucha de 1894 para la
					 obra de teatro “Gismonda”, protagonizada por Sarah Bernhard.

¿Qué tenían las ilustraciones del artista, que lo hacían tan codiciado? El cartel que despertó la fiebre por Mucha, el de ‘Gismonda’, se puede ver estos días en una exposición en el Palau Martorell de Barcelona y lo resume todo. Entre suaves tonos pastel, aparece la actriz convertida en una diosa bizantina, sobre un pedestal y protegida por un arco. Nada tenía que ver esta estética con los carteles del popular Toulouse-Lautrec, a los que los parisinos estaban acostumbrados. Nunca antes se había visto ese estilo ni ese formato, tan vertical y de gran tamaño, para publicitar una obra de teatro. Llamaba la atención también que, pese a un detallismo cercano al ‘horror vacui’, el conjunto resultaba elegante, equilibrado.

"Gustó tanto porque era muy fresco visualmente, utilizaba los colores de una manera distinta, y alargaba, dignificaba y embellecía la figura”, explica la artista japonesa Tomoko Sato, conservadora de la Fundación Mucha desde 2007 y comisaria de la exposición. "Rompió las barreras entre el arte comercial y el arte elevado". Mucha creó un estilo propio -’le style Mucha’- de composiciones armoniosas, formas sinuosas, líneas orgánicas y una paleta apagada, que se convirtió en sinónimo del nuevo estilo decorativo emergente de la época. Sí: era el ‘art nouveau’.

La mujer en la obra de Mucha

La exposición, que recoge 80 obras, es un paseo por el tratamiento de la belleza a lo largo de toda su obra. Una primera parte de la muestra descubre las estrategias de diseño de los carteles teatrales para Bernhardt (‘La Dame aux Camélias’, ‘Lorenzaccio’ y ‘La Samaritaine’); de los carteles publicitarios para JOB (papel de fumar), Lefèvre-Utile (galletas) o Waverley (bicicletas estadounidenses), y de los diseños para envoltorios de cajas de galletas y perfumes o para portadas de revistas, como ‘Les Maîtres de l’Affiche’. Mucha dio con la clave para llegar al público: usar imágenes de bellas mujeres como iconos y vehículos de los mensajes publicitarios.

La segunda parte de la exposición muestra el apogeo de ese lenguaje propio de Mucha para comunicar, con la mujer como símbolo de la belleza, como hicieran los prerrafaelitas, combinada ahora hasta el límite -nunca estruendoso- con flores, filigranas y arabescos influenciados por el arte popular checo, el arte medieval o los grabados japoneses. Ahora Mucha comienza a diseñar paneles con fines puramente decorativos, para que cualquiera pueda contemplarlos en su hogar, como los de las alegorías de las estaciones o las artes. El arte debía servir para elevar la calidad de vida del público mediante la contemplación de la belleza.

Cartel decorativo creado por Mucha y su editor, F. Champenois.
Cartel decorativo creado por Mucha y su editor, F. Champenois.
Cartel para Bières de la Meuse, 1897
Cartel para JOB, papel de fumar, 1898

En 1910 Mucha regresó a casa para cumplir su sueño de trabajar por la libertad política de su país, que culminó con obras destinadas a inspirar la unidad espiritual de los pueblos eslavos y, sobre todo, con ‘La epopeya eslava’ (1912-1926), formada por 20 lienzos que representaban el nacimiento de esa civilización desde sus orígenes, pasando por la Edad Media, la época de la Reforma y las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, con la independencia del Imperio de los Habsburgo. Es en la tercera sección de la exposición donde se muestran algunas de estas obras, las últimas del artista, como carteles para inspirar la solidaridad checo-eslava o el lienzo ‘Canción de Bohemia’, pintado en 1918, cuando su patria obtuvo la independencia.

Su nacionalismo y sus actividades masónicas (en 1898 se unió a la logia masónica del Gran Oriente de Francia y años después llegó a ser nombrado gran comandante supremo del Consejo supremo de masones checo), marcarán gran parte de su obra a principios del siglo XX. Además de ‘La epopeya eslava’, diseñó sellos, billetes y otros documentos gubernamentales para su país. Un compromiso político que le acarrearía problemas cuando, en 1939, en mitad de la invasiva estrategia pangermanista de Hitler, los nazis ocuparon las provincias checas de Bohemia y Moravia. La Gestapo detuvo a Mucha, lo interrogó y lo torturó hasta el límite. El ilustrador no llegó a recuperarse nunca de ese trauma. Murió poco después, por las complicaciones de una neumonía.

‘Canción de Bohemia’, lienzo pintado en 1918, cuando Checoslovaquia obtuvo la independencia.

Más allá de los carteles, Mucha también mostró interés por la joyería y llegó a colaborar con el famoso joyero francés Georges Fouquet para diseñar una pulsera en forma de serpiente de oro y esmalte para Sarah Bernhardt, además de decorar el interior de su nueva joyería en el número 6 de la rue Royale de la capital francesa. El resultado, que hoy puede contemplarse en el Museo Carnavalet de París, se considera el sumun de la belleza decorativa del ‘art noveau’.

El trabajo de Mucha fue muy imitado en su época. Su encargo de diseñar los carteles de los chocolates Amatller y los Petróleos Gal, contribuyó a que su estilo influyera en el modernismo de nuestro país. En los 60 volvió a ser reivindicado por numerosos artistas y diseñadores y se convirtió en una gran influencia en la estética psicodélica. Un ejemplo es la portada del álbum ‘Let the sunshine in’ de Diana Ross and the supremes, de 1969, inspirado en ‘Las partes del día’, de 1900. La exposición ‘Alphonse Mucha’ puede visitarse en el Palau Martorell de Barcelona hasta el 15 de octubre de 2023.