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Vostell: agua, dragones, Dalí y Yoko Ono en un museo de otro mundo

Por Marta Caballero

‘Fiebre de Automóvil’

Un artista capital de la segunda mitad del siglo XX aterriza en la estepa extremeña y se enamora de la belleza ancestral de Los Barruecos. En plena fascinación por aquel paisaje extraterrestre, decide llevar a puerto la más absurda de las ideas, fundará allí mismo un museo de arte contemporáneo. Casi medio siglo después, el Vostell Malpartida, que lleva el nombre de aquel genial empecinado, es la locura más brillante del arte contemporáneo en España y la segunda parada de ‘Qué hace un museo como tú en un sitio como éste’.

En el año 2016, un grupo de localizadores de la HBO con el oscarizado Tate Aráez al frente desembarcó en Malpartida de Cáceres con la intención de hallar el escenario para la que sería la batalla más épica de Juego de Tronos. Convertida España en el octavo reino de la serie, en un tablero infinito de parajes y monumentos con los que recrear a la Edad Media fabulada por George R.R. Martin, el equipo desplazado a Extremadura no dudó a la hora de ubicar una de las secuencias más recordadas de la ficción televisiva en el monumento natural de Los Barruecos, uno de los paisajes más singulares de nuestro país.

Como si de un colectivo de infalibles imagineros se tratase, el agua, el viento y el tiempo obraron el milagro convirtiendo el granito de la zona en un bosque de esculturas imposibles, una galería de arte natural de formas suntuosas y extravagantes. Mucho antes que la HBO, un nombre clave del arte europeo contemporáneo también quedó prendado de aquel campo marciano y bello, en una fascinación similar a la que sintió Dalí por las sugerentes formaciones rocosas del Cap de Creus. Se trataba del hispano alemán Wolf Vostell (1932-1998), pionero del videoarte y del happening y cofundador del movimiento fluxus.

El artista había visitado la Península por primera vez en 1958 para conocer la obra de Zurbarán, primero en El Prado y más tarde en Guadalupe, localidad cacereña en la que la casualidad le pondría por delante a la mujer que habría de convertirse en su compañera, Mercedes Guardado, maestra y escritora gracias a la cual se enamoró de una tierra en la que siempre hallaba “el espíritu profundo de la verdad y la autenticidad".

El Museo Vostell
‘¿Por qué el proceso entre Jesús y Pilatos duró solamente dos minutos?’, 1996, Wolf Vostell

La pareja, que fijó su residencia en el Berlín Occidental, no conoce Malpartida de Cáceres hasta abril de 1974. Aquella primavera, siguiendo su máxima de “vida = arte = vida”, nombró aquel paraje ancestral “obra de arte” y soñó por primera vez con la idea de fundar el segundo milagro del lugar: un museo de arte contemporáneo en plena estepa extremeña. Para ser exactos, una locura.

Aquella quimera descabellada es hoy un referente del arte nacional, obtuvo en 2020 la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes y es la responsable de que la vinculación de la comunidad con la exhibición de obras contemporáneas alzase el vuelo. En 2022 y empezando a amainar la depresión post pandemia, cerca de 33.000 personas lo visitaron.

De fábrica de lana a templo del fluxus

Sin embargo, en la España todavía negra de mediados de los 70, más negra aún en la siempre olvidada Extremadura, era inconcebible una institución como la que imaginó Vostell: un centro al aire libre, en constante movimiento, consagrado al fluxus y al land art. Un proyecto hermoso ya solo por lo disparatado, erigido justamente en las antípodas de los circuitos habituales del arte. Su creador se las avió para convencer a otros de la oportunidad de su idea y no tardaron en llegar apoyos como el del Ayuntamiento del pueblo, que cedió al artista unas fábricas de lanas del siglo XVIII para albergar parte de la colección.

Vostell trazó una institución basada en la integración del arte y la naturaleza cuyas salas al aire libre están delimitadas por las esculturas naturales. Una galería con fauna dentro, una propuesta en la que habrían de convivir la vanguardia y el trabajo del campesino. En sus palabras, "un museo de artistas para artistas y para el pueblo".

‘VOAEX, (Viaje de (H)ormigón por la Alta Extremadura)’, Wolf Vostell
‘Pianoforte Luminoso’. 1989, Marchetti

Su iniciativa no tardó en cundir entre la creación española, y pronto el lugar que enamoró a Vostell se instaló en la conversación del arte y la crítica. Claudio Costa, Ernesto de Sousa, Canogar e Hidalgo, entre otros, fueron cediendo obras cautivados por la loable empresa de aquel alemán empecinado. Especialmente significativa fue la aportación de Dalí con su instalación ‘El telón final de Parsifal’. La internacionalidad del pintor catalán terminó de poner en el mapa a aquella aldea gala del arte en el año 1988. Por su parte, coleccionistas como Schweisfürth o Gino di Maggio también decidieron vincularse a la aventura vostelliana, que a pesar de algunas etapas de olvido público e incontables problemas de financiación, siempre logró salir a flote.

Las motos apiladas: ‘El fin de Parsifal’, de Salvador Dalí

Entre sus colecciones destacan la de Wolf y Mercedes Vostell, que recorre los ciclos más representativos del fundador y que está protagonizada por una tergiversación de elementos clásicos de la la posmodernidad, entre los que destacan el coche y la televisión, convertidos aquí en símbolos que nos hablan de los conflictos de nuestro mundo. Destaca en esta serie una de las piezas más populares del centro, ‘Voaex’, un coche (el del propio Vostell), bañado y empotrado en hormigón, situado al pie de las Peñas del Tesoro, a cuya inauguración en 1976 asistieron profesores, coleccionistas, historiadores y artistas de varios países europeos.

Por su parte, la Colección Fluxus, donada a Extremadura por el coleccionista italiano Gino di Maggio, se compone de 250 obras (ambientes, instalaciones, cuadros, cuadros-objetos, esculturas y partituras), de 31 artistas de procedencia europea, norteamericana y asiática. Creadores que desde finales de los años 50 propiciaron una transformación completa del arte, a través de su apuesta por los formatos transmedia y la alteración de significados. Entre la nómina de convocados destacan mitos como Yoko Ono, a la que el museo dedicó una retrospectiva en el año 2000.

Finalmente, su colección Artistas Conceptuales nace de la vocación cosmopolita que el fundador imprimió al centro a través de actividades desde los años 70. En total, se compone de 60 obras de creadores españoles, portugueses y polacos entre los que destacan Equipo Crónica, Muntadas, Sarmiento, Canogar, Chgohynsky… Las tres colecciones reúnen a más de 100 artistas internacionales y suman más de 500 obras de arte.

"Una parodia sobre laaritmética elemental"

Quienes quieran visitar el centro este verano podrán descubrir (hasta el 31 de agosto) la exposición 'mil (allegro) veces (andante) mil (allegro)', del premio Velázquez Isidoro Valcárcel Medina, celebrada con motivo de la Presidencia de España en la Unión Europea. 115 láminas conforman en la propuesta una gigantesca partitura musical que quiere ser, en palabras del propio Valcárcel, "una parodia sobre la aritmética elemental" para mostrar que el arte no se encuentra en el éxito sino en la ruta de la razón. Siguiendo la estela del sueño del fundador, el verano del Vostell contempla, además, actividades bajo las estrellas y un ciclo de música contemporánea.

Además, el centro prepara para la nueva temporada la exposición ‘À la recherche du temps…’ (título aún no definitivo), con obras de la colección de vídeo de Teresa Sapey.

Con todo, cualquier época del año es buena para conocer esta gema del arte en España, una insólita puerta a la modernidad, aparecida en mitad de la nada, en un tiempo impensable, en un paraje en el que la imagen de museo de arte contemporáneo resultaba más fantasiosa que la de un dragón. Un viajero del tiempo llamado Vostell supo imaginarla convencido de que el arte abriría el pensamiento de sus visitantes en todas las direcciones. Es un pecado no haberlo descubierto todavía.