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Los bronces milenarios de San Casciano visitan el Quirinal

Por Rubén M. Mateo (Roma)

Foto: Emanuele Antonio Minerva, Agnese Sbaffi 
		  © Ministero della cultura

La sede de la Presidencia de la República italiana acoge una muestra con las estatuas halladas bajo el fango de un santuario etrusco romano activo entre los siglos III a.C. y V d.C.

Como si de un parto arqueológico por cesárea se tratase, las manos de los arqueólogos han extraído de la vasca sacra (bañera sagrada) del santuario del Bagno Grande de San Casciano dei Bagni (provincia de Siena), veinticuatro estatuas de bronce. El fango y las aguas termales las han mantenido sepultadas en un excelente estado de conservación desde el siglo V d.C. hasta los meses finales de 2022, cuando fueron encontradas. De este vientre sagrado de cuatro metros de profundidad, el 22 de septiembre del pasado año, vio la luz la estatua de un adolescente desnudo que ha hecho temblar a los exploradores. Muestra los brazos raquíticos. Las piernas extremadamente delgadas. Una de las mitades de su pecho es mayor a la otra. Su representación no se debe a un error de los artesanos. Se trata de un cuerpo enfermo. Es la imagen de alguien que vino al santuario a curarse confiando en los poderes sanatorios del lugar.

La estatua, ofrecida al agua caliente –símbolo de divinidad y motivo de existencia del santuario– como agradecimiento por la recuperación, conserva una dedicatoria tallada en latín en una de sus piernas:

Lucio Marcio Grabillo, hijo de Lucio, ofrece este y otros seis símbolos, así como seis piernas, del pie a la ingle, en cumplimiento del voto.

Gracias a esta dedicatoria puede saberse el origen de la familia y demostrarse que el santuario del Bagno Grande era, además de un sitio sagrado, un lugar de cura. Y es que el gran valor del santuario y los tesoros que esconde –se excava desde 2019– no se atribuye solo a la majestuosidad de sus estatuas en bronce, también a que estas “hablan” y permiten conocer el contexto y el funcionamiento del lugar, sitio de encuentro entre lo divino y lo humano.

“Estos objetos hablan no solo a través de la arqueología, también lo hacen mediante las inscripciones. A menudo nos ofrecen el nombre de las familias, el motivo de la dedicatoria o por qué vinieron a este santuario para curarse. Es una documentación extraordinaria que ahora se empieza a estudiar y que cambiará seguramente nuestra perspectiva sobre la religión antigua, sobre los santuarios, sobre las aguas termales y en particular sobre este momento de la historia, que es una transición de las culturas de la Italia prerromana al globalizado mundo romano”, explica a El Grito Massimo Ossana, Director General de Museos del Ministerio de Cultura de Italia, quien considera que “es el descubrimiento en bronce más importante desde los Guerreros de Riace”.

Es el descubrimiento en bronce más importante desde los Guerreros de Riace

Aquellos dos guerreros de bronce fueron encontrados en el mar de casualidad por Stefano Mariottini, un aficionado buceador romano, el 16 de agosto de 1972 en las aguas de Riace. Situados a ocho metros de profundidad y a unos 250 metros de la costa, son dos de los pocos ejemplares en bronce que se conservan del arte griego antiguo. Hace poco más de cuatro décadas, en 1981, los guerreros –pertenecientes al siglo V antes de Cristo–, símbolo de fuerza y belleza, entraron con todos los honores en el Palacio del Quirinal, sede de la presidencia de la República Italiana, para ser expuestos al público.

Desde el pasado 23 de junio, los bronces de San Casciano, símbolo de fragilidad y sufrimiento, han recibido el mismo honor y pueden visitarse en el mismo palacio. La exposición, llamada ‘Gli Dei ritornano: i Bronzi di San Casciano’ (Los dioses regresan: los Bronces de San Casciano), acoge las estatuas y el contexto del santuario. El recorrido, en el que pueden apreciarse unos 300 objetos, está escoltado por unos paneles turquesas que transportan al visitante al agua termal y al interior de la bañera sagrada.

“Los arqueólogos han revelado, en una bañera construida en travertino y de una profundidad de cuatro metros, este depósito votivo. Sustancialmente estaba pensada para las plegarias. El agua caliente, con su barro caliente, ha conservado centenares de ofrendas en bronce y vegetales que nos cuentan sobre las oraciones, las transformaciones políticas entre etruscos primero y romanos después. Entre el paganismo primero y el cristianismo después. Cambia la divinidad, cambian los operadores del culto, pero el agua caliente permanece sagrada y acoge las ofrendas en bronce”, explica Jacopo Toballi, coordinador de las excavaciones en San Casciano.

De Apolo a una ‘TAC’ en bronce

En la muestra pueden verse de cerca las estatuas halladas en el santuario, activo desde el siglo III a.C. hasta el siglo V d. C, además de otras piezas de zonas limítrofes que complementan la historia. Se considera que los bronces sepultados bajo el fango de San Casciano pueden tener unos 2.300 años. Las efigies de Higia –diosa de la curación– y de Apolo –dios de la belleza y las enfermedades–, están entre las más populares. La bañera sagrada ha devuelto además algunas estatuas dedicadas a la infancia. Del fango han emergido bebés en bronce. Uno de ellos porta un collar con una lúnula, un amuleto en luna creciente para señalar el sexo femenino.

Apolo es la divinidad que abraza la vida del santuario en la época etrusca y romana. Presente sobre los altares en travertino del II Y III siglo d.C. su estatua de bronce –datada sobre el 100 a.C.– fue descubierta en la bañera etrusca. La figura del dios presenta una pose algo extraña. En equilibrio inestable, con los dos pies simulando un paso de danza, el joven dios está armando una flecha en un arco en tensión.

Sobre los brazos de Apolo y también a poca distancia, fueron encontradas dos placas de bronce, caracterizadas por representaciones en relieve de los órganos humanos. Se trata de una visión visceral –poliviscerali–. Un tronco humano abierto con un tajo. Una representación en bronce que puede considerarse una radiografía o TAC de la época, que testimonia un conocimiento anatómico extraordinario. Sobre una base, la inscripción en latín con una dedicatoria a la fortuna.

El santuario funcionaba también como un verdadero “quirófano”. El hallazgo de instrumentos médicos de la época confirma la presencia de doctores. “Aquí no tenemos solo divinidad. Encontramos la divinidad de la fuente, de Apolo, Higia, Esculapio, Iside… Pero en el centro de la bañera de San Casciano están los hombres y mujeres. Los niños. Incluso los animales. Está el cosmos entero que gira en torno al agua caliente y a sus ofrendas. La cantidad de objetos encontrados reportan a la cura termal y médica. Demuestran la presencia no solo de agua donde se bañaban, sino de una escuela médica, activa en el santuario, que encuentra en la representación de cuerpos complejos el testimonio de su saber médico”, explica Tabolli, quien especifica que las operaciones quirúrgicas se practicaban en otros espacios, no en la bañera sagrada.

El también profesor de Etruscología de la Universidad para Extranjeros de Siena asegura que “es la primera vez en Italia que encontramos los instrumentos que los médicos utilizaban durante la mesa de operaciones para ser donados a la divinidad. Es sumamente importante porque nos dice que la medicina no es solo algo esperado o por lo que se reza, sino que es practicada en el santuario”.

En la muestra pueden apreciarse las representaciones en bronce de partes del cuerpo como piernas, brazos, senos, penes, úteros, pies, dedos u orejas –hasta 14 fueron encontradas–. Estas últimas, símbolo de la memoria y de la escucha de Dios para los romanos. Los miembros corporales demuestran el complejo sistema de plegarias. “Eran los miembros para los cuales se pedía la salvación y la cura o bien eran dedicatorias por una cura realizada”, precisa Ossana.

Como se encargó de subrayar el director general de Museos del gobierno italiano durante la presentación de la muestra del Quirinal, gracias a este caso único de excavación “podemos entender el régimen de las ofertas y entender quién llegaba, quienes eran las personalidades que frecuentaban el santuario, de donde provenían, qué cosa dedicaban, cuáles eran las expectativas, cuáles eran las divinidades que contribuían a satisfacer o las peticiones de quienes las solicitaban”.

Un rayo clausura el santuario

En la última sala de la exposición se accede a una explosión de ofrendas. Unas ofrendas que no solo son de bronce y valoradas por tamaño –hay estatuas de casi un metro de altura–. También hay una sección dedicada a las monedas –se encontraron 5.311–, que permite hacer un recorrido por la devoción. Se considera que las monedas halladas, que abarcan desde el siglo I a.C. al IV siglo d.C., circularon muy poco y fueron ofrecidas al poco tiempo de ser emitidas. Otros objetos como piñas y trozos de leña eran entregados a la divinidad por parte de los menos pudientes.

Es la primera vez en Italia que encontramos los instrumentos que los médicos utilizaban durante la mesa de operaciones para ser donados a la divinidad

El santuario, con sus estanques, terrazas inclinadas, fuentes y altares, fue clausurado y sellado con enormes columnas de piedra durante la época cristiana. Su clausura, llevada a cabo meticulosamente en un ritual con códigos bien precisos, fue precipitada por una señal de dios. Un mensaje divino llegó para comunicar que algo no funcionaba. Y es que se cree que un rayo lo golpeó directamente.

“El rayo cae y profana de alguna manera el santuario. Sobre todo, es una señal de Dios. El Dios habla a los humanos. Los humanos ponen en marcha una serie de acciones para purificar el área profanada. Depositan en el interior de la bañera más antigua del santuario etrusco las estatuas de dioses, fieles y devotos. El rayo provocó que las estatuas fueran depositadas en el área sagrada, dedicadas a la diosa de la fuente, y escondidas por siempre de los ojos humanos. Esta ha sido su salvación”, celebra Massimo Ossana.

Los bronces fueron enterrados a tres metros de profundidad bajo un compuesto de azulejos. El único objeto que se encuentra entre estos materiales es un rayo de bronce y una flecha en sílice que representan el fulgur conditum (rito del rayo sepultado). Según el principio del ars fulguratoria (arte de interpretar los rayos), de tradición etrusca, cuando el interior de un templo o santuario era golpeado por un rayo, el mismo rayo debía ser sepultado. El lugar del sepulcro –en este caso la bañera sagrada– recibía el nombre de bidental.

El pequeño rayo, que puede apreciarse en el recorrido de la muestra, se convierte así en el sello para proteger las ofrendas y la vasca sacra, que pasa a convertirse en aquel momento en una cápsula del tiempo. Mientras tanto, los ciudadanos de San Casciano han seguido bañándose –continúan hoy– en estas aguas ricas en minerales a escasos metros de las excavaciones. Lo hacen en unas bañeras de la época de los Medici. Este pueblo de poco más de 1.500 habitantes en el cual solo ha nacido un niño en los últimos tres años, está devolviendo a la luz lo que las voces del lugar han llamado a lo largo de siglos el “Monte Santo”. Un santuario perdido con un tesoro en su interior. Un tesoro enviado con cuidado y respeto por los antepasados para que hoy las manos de los arqueólogos puedan desenterrar su historia y revalorizar el pueblo. Los bronces podrán ser visitados en el Palacio del Quirinal hasta el próximo 29 de octubre –la muestra será interrumpida desde el 26 de julio al 1 de septiembre–. El gobierno italiano ha adquirido un palacio histórico del siglo XVI situado en el centro de San Casciano para transformarlo en un museo. Este será el lugar de descanso definitivo de los bronces tras un largo viaje en el tiempo.