La artista visual vertebra una exposición en el Museo Picasso que en realidad son tres: una serie de piezas que creó durante la pandemia, una retrospectiva sobre sus trabajos anteriores y un conjunto de obras realizadas ‘ex profeso’ para esta propuesta que se inspiran, a su vez, en el genio malagueño.
Con motivo de la celebración del 50 aniversario de la muerte del pintor malagueño, el Museo Picasso de Barcelona ha organizado varios “diálogos” con artistas contemporáneos a lo largo de 2023. La artista visual Carmen Calvo ha sido la primera invitada a esta confrontación. Calvo (Valencia, 1950) es una de las artistas visuales más importantes de nuestro país. A través de su obra, indaga de una manera crítica, a la vez que poética, en los vestigios del pasado y en la memoria de España.
Tras las series ‘Escrituras’, ‘Paisajes’ y ‘Recopilaciones’, realizadas con pinceladas de arcilla, creó bodegones con formas abstractas de yeso, hierro y arcilla, y trabajó con objetos hallados repletos de una gran carga emocional. Más tarde pasó a utilizar el medio fotográfico, con ampliaciones de fotografías de los años 40, 50 o 60 que manipula con pintura y con objetos como pueden ser cuerdas, cintas, manos de cera, cabellos, máscaras y agujas. Son retratos colectivos o individuales de una época de silencio y represión, tratados con acidez e ironía y, a veces, cercanos a la poética surrealista.
Esta exposición, comisariada por Emmanuel Guigon con la colaboración de Victòria Combalía, enmarca una pequeña retrospectiva de la artista valenciana, seguida de un conjunto de obras que Calvo ha creado durante la pandemia y de obras realizadas de forma expresa para esta propuesta y que se inspiran en la obra de Picasso.
La realidad transfigurada
El recorrido no sigue un orden cronológico. Los primeros trabajos de Calvo que podemos ver son fotografías manipuladas con objetos o pintura, que constituyen una lúcida crítica social a la cerrada España de la posguerra, a sus instituciones represivas y a sus corsés morales. La infancia es en ella un motivo recurrente, y en esta exposición la pieza final alude a un episodio de abuso infantil sucedido en los años 90.
En sus ‘Estanterías’, recopila formas de yeso o escayola extraídas de moldes de cartón o de cajas, y el resultado son sobrios bloques geométricos que nos remiten a las composiciones constructivistas. La mirada y su ausencia es otro tema recurrente en Calvo: ha acumulado ojos de vidrio y en muchas ocasiones ha ocultado los ojos con pintura o diversos tipos de máscaras. La visión del artista y la ceguera del hombre o la mujer alienados.
El recorrido se detiene en la pandemia. La Premio Nacional de Artes Plásticas Carmen Calvo aprovechó los meses de confinamiento para visionar de nuevo algunas de las películas que habían influido en el desarrollo del imaginario de su obra. Esta retahíla de fotogramas fantasmagóricos, proyectada en la oscuridad, evoca un relato que refleja el sentimiento de claustrofobia y desasosiego provocado por la situación de aislamiento. ‘¡No es un sueño! !Está pasando de verdad!’ es el título de esta película collage, que se acompaña del ruido del roce del papel grabado durante el desembalaje de la instalación Una jaula para vivir.
A continuación, la muestra rebobina hasta 2018, cuando Calvo realizó una serie de postales modificadas, ‘El tiempo que apasiona’, que ha completado con postales del Museo Picasso. Imagen tras imagen, las historias se suceden para definir una fantasmagoría muy personal, con sus propios juegos, comitivas y abrazos, sus gestos y sus momentos de entusiasmo, sus bailes, sus risas y sus peripecias.
Nos vamos más para atrás y Carmen Calvo nos brinda un relato sumamente crítico de la España de posguerra, hasta aproximadamente los años 70 del siglo XX. Este era un país dominado por la dictadura franquista, por la autoridad de la Iglesia católica y por unas estrictas reglas morales que había que acatar. Calvo nos presenta imágenes de aquellas épocas en negativo, llegando a tapar los ojos o el rostro entero de sus protagonistas con pintura. Los niños y niñas son un tema recurrente en su obra: con su uniforme escolar, como monaguillos, como víctimas de un sistema de leyes encorsetadas o como víctimas de abusadores sexuales o psicológicos.
Desde sus inicios, la obra de Carmen Calvo ha explorado, metafóricamente, sentimientos, deseos y represiones. Aquí los tres maniquíes son cuerpos femeninos de los que solo vemos el torso y las piernas. Pueden ser vistos como víctimas de una agresión o bien como alusiones corpóreas a juegos eróticos entre mujeres. Por otro lado, la obra ‘Fontainebleau’ es una alusión al famoso cuadro ‘Gabrielle d’Estrées et une de ses soeurs’, de la escuela de Fontainebleau, que aportó sensualidad y ligereza al arte francés del siglo XVI y que siempre ha sido interpretado como un ejemplo de erotismo femenino. Aquí, las bellas aristócratas se truecan en muñecas decapitadas que se cogen de la mano.
Como colofón final, la pieza ‘Una jaula para vivir’ surge de un episodio real acaecido en 1997, del que Carmen Calvo tuvo noticia por un periódico: una niña de siete años había estado encerrada en una especie de jaula durante semanas. La artista visual recrea esta historia llenando un habitáculo blanco con muñecas, peluches y otros objetos infantiles que solo pueden contemplarse a través de unos orificios en las paredes de la caja. Con ello, el espectador se convierte en ‘voyeur’, tal y como Marcel Duchamp hiciera con su obra ‘Étant donnés’ (1946-1966), en donde se vislumbraba un cuerpo fragmentado de mujer estirado sobre unas hierbas y sosteniendo una lámpara de gas.
