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Kusama, la extravagante japonesa de 94 años que malvendía su obra y ahora domina el mercado artístico

Por CLARA GONZÁLEZ FREYRE DE ANDRADE

Retrato de Victoria Civera

Sus ‘Infinity Rooms’ son la obra más ‘instagrameable’, los lunares han conquistado los diseños de Louis Vuitton y sus obras, que alcanzan los 10 millones de dólares, se exponen por todo el mundo. Sin embargo, la fama de Kusama fue sorprendentemente tardía.

T iene 94 años y lleva viviendo en una institución psiquiátrica desde 1977. Pero nada de esto ha impedido que deje de crear. Yayoi Kusama se ha convertido en una de las artistas más cotizadas con obras que alcanzan hasta los 10 millones de dólares. Su serie conceptual, famosa por su mar infinito de lunares, ha conquistado todas las esferas culturales. Ni siquiera la moda ha podido resistirse, tal y como atestigua la colaboración que lanzó junto a Louis Vuitton a comienzos de este año, su segundo trabajo junto a la marca de alta costura. El último destino de sus obras se encuentra en Chicago, que presenta en estos días una de sus famosas instalaciones inmersivas en el WNDR Museum. Y seguro que está lejos de ser la última.

Sin embargo, el ‘boom’ de esta extravagante artista -que el público en general ha recibido con los brazos abiertos y los esnobs más culturetas abominan- y posterior reconocimiento, han sido tardíos. Es más, la historia se encargó de silenciarla durante décadas.

Lo cierto es que la infancia de Kusama marcó su curiosa personalidad, de la misma manera que lo hizo con su obra. La Segunda Guerra Mundial y un matrimonio desestructurado en pleno Japón rural acabaron por truncar su frágil salud mental. Desde pequeña, sufrió alucinaciones y ataques de pánico pero, como muchos otros artistas antes, encontró en el arte un refugio a través del que convertir sus traumas en creatividad. Canalizar sus emociones a través del dibujo le hizo darse cuenta de cuál era su camino y, todo lo demás, es una historia de perseverancia; aunque aún quedaba mucho por andar.

Exposicion Victoria Civera

WARHOL, SAMARA Y LA LARGA LISTA DE ARTISTAS QUE PLAGIARON A KUSAMA

Como la pintura tradicional japonesa no saciaba su sed vanguardista, en 1958 emprendió su viaje a Nueva York. Lo hizo siguiendo el consejo de Georgia O’Keeffe, pintora a la que escribió una carta. Su autobiografía ‘Infinity net’ recoge unos principios difíciles, sobreviviendo a base de restos de comida y recorriendo la ciudad en busca de una oportunidad.

En Nueva York logró forjar cierta amistad con artistas y galeristas, lo que le ayudó a abrirse paso. Algunos de ellos, como Frank Stella o Donald Judd, adquirieron varias de sus obras de la serie ‘Redes Infinitas’ por apenas unos pocos cientos de dólares. En general, sus obras comenzaban a tener cierto reconocimiento, aunque no económico. Su primera exposición individual tuvo lugar en la galería Gertrude Stein, donde expuso una instalación de un bote cubierto de una suerte de falos de peluche. Cubrió todas las paredes con esta misma imagen.

Yayoi Kusama. Aggregation: One Thousand Boats Show
Andy Warhol. Installation view: Wallpaper & Clouds, 4 EAST 77

Andy Warhol visitó la exposición y, tres años más tarde, recuperó la idea sin darle crédito, cubriendo la galería Leo Casteli con la cabeza de una vaca usando esta misma fórmula. Cansada de sentir que se apropiaban de su trabajo, Kusama decidió cubrir las ventanas de su estudio para que nadie pudiera ver en qué estaba trabajando. Poco después trataría de quitarse la vida saltando por una de ellas, cuando el artista Lucas Samara presentó una idea semejante a sus ‘Infinity rooms’ en una de las galerías más prestigiosas. A la lista de Warhol y Samara se unieron otros artistas por los que también sintió plagiado su trabajo, como Damien Hirst o Claes Oldenburg.

Al final, Kusama consiguió abrirse paso gracias a sus performances y a la cultura hippy, algunas de ellas bastante provocativas. Por ejemplo, pintaba sus famosos lunares sobre los cuerpos desnudos de los asistentes. En 1966, la artista quiso exponer en la Bienal de Venecia, pero la organización la rechazó. Cualquier otro artista habría aceptado la derrota, pero ella no. En una de las mejores campañas de marketing que se recuerdan y con la ayuda económica de Lucio Fontana, compró 1.500 pelotas plateadas e instaló fuera de la Bienal su ‘Jardín del Narciso’ recibiendo la atención de todos los medios. Sobre cada pelota, una inscripción: “Tu narcisismo en venta”, en referencia crítica al mercado del arte. Además, distribuyó un texto del crítico británico Herbert Read alabando su obra. Kusama vendió cada pelota, una vez más, por unos escasos dólares. Pero plantó la semilla de su posterior éxito.

Yayoi Kusama with Harry Shunk, János Kender. Mirror Performance, New York, 1968
			© 2023 Yayoi Kusama. Photograph: Shunk-Kender © J.Paul Getty Trust. The Getty Research Institute, Los Angeles
Yayoi Kusama. Jardín de de Narcisos
			© Yayoi Kusama

En 1973 y tras la muerte de su pareja, el también pintor Joseph Cornell, decidió volver a casa.

EL DÍA QUE EL MUNDO SE FIJÓ EN ELLA

Volver a Japón y autointernarse en un centro psiquiátrico no hizo que Kusama dejase de crear. Es más, le hizo hacerlo de forma más prolífera. Pero, ¿cuándo llamó la fama a su puerta?

Todo empezó en septiembre de 1989, cuando el Centro Internacional de Arte Contemporáneo de Nueva York le dedicó su primera gran retrospectiva. La muestra fue todo un éxito, colocando a Kusama en la portada de revistas como Art in America, un hito sin precedentes para una artista contemporánea japonesa. Pero su explosión definitiva se produjo cuatro años después, en 1993. Cuando la artista recibió la llamada de quien nunca creyó que tocaría su puerta: la organización de la Bienal de Venecia, la misma que 27 años le prohibió la entrada. Casi tres décadas más tarde, por fin, el mercado del arte reconocía su trabajo.

Kusama quería que su trabajo invadiera el mundo y lo conquistara como una epidemia

A estas exposiciones le siguieron otras en museos de todo el mundo. En 2018, vio la luz ‘Kusama: Infinity’, un documental íntegramente dedicado a la artista. Su directora, Heather Lenz, compartió en varias entrevistas que el germen de la obra nació en 2001 y que, por aquel entonces, Kusama estaba muy lejos de ser el icono que es hoy. Como recoge Lynn Zelensky en el catálogo de la exposición dedicada a la artista en el MoMA (1998): “Kusama quería que su trabajo invadiera el mundo y lo conquistara como una epidemia”.

A este éxito social le siguió, por fin, la explosión económica de su obra. En noviembre de 2008, la casa de subastas Christie's de Nueva York pagó nada menos que 5,1 millones de dólares por varias obras de su serie ‘Redes Infinitas’ -las mismas que Frank Stella y Donald Judd adquirieron por unos cientos de dólares-, lo que constituyó un récord para una mujer artista viva, aunque la obra ya no fuera suya.

Andy Warhol. Installation view: Wallpaper & Clouds, 4 EAST 77
Yayoi Kusama. ‘Redes Infinitas’
			© Christie’s

No fue la única venta millonaria. En 2011, Bonhams sacó a subasta tres pinturas y ocho dibujos suyos realizados en los 50 y los 60, pagándose 4,5 millones de dólares por ellos. ¿El drama? De nuevo, el dinero no iría a manos de Kusama: las obras pertenecían al doctor japonés Teruo Hirose. No se sabe cuánto le pagó por ellas a la autora en su momento.

Incluso sus obras menos valoradas, a día de hoy, valen mucho más del reconocimiento que tuvieron a mediados del siglo pasado. Su ‘Chamarra Dorada de Macarrones’ fue vendida por 147.687 dólares en 2007, un año en el que otra obra suya, una calabaza de plástico reforzado con fibra de vidrio, alcanzó los 264.000 dólares en Sotheby's. Por otro lado, su trabajo ‘Flame of Life - Dedicated to Tu-Fu (Du-Fu)’ se vendió por 960.000 dólares en el Art Basel/Hong Kong en mayo de 2013, el precio más alto pagado en la historia de este evento.

Yayoi Kusama. ‘Flame of Life - Dedicated to Tu-Fu (Du-Fu)’

El caso de Kusama, por desgracia, engrosa el listado de artistas que sobrevivieron a duras penas en su etapa de máxima creación para que, sus obras, mucho después, se revalorizaran y alcanzasen cifras millonarias.

En cualquier caso, quedémonos con lo bueno. Más de dos décadas después, la artista no solo es una de las artistas más cotizadas en vida, con exposiciones a lo largo de todo el globo, sino que también es una de las artistas predilectas para el público más joven. Su historia y las injusticias que le tocaron vivir la ha hecho conectar con este tipo de audiencias.

Tal vez Instagram y su “fiebre del selfie” también haya tenido algo que ver. Al final las obras de Kusama son muy atractivas; los juegos de espejos, las instalaciones interactivas y los colores llamativos hacen difícil no caer en sus encantos. Algunas de sus ‘Infinity Rooms’, de hecho, tienen tiempo limitado para el selfie de rigor. Compartir la foto es solo el paso siguiente.