Exposiciones

Los dos Zabaletas en el despacho del rector y otras obras de arte escondidas en la Universidad Complutense

Por Guillermo Martínez

‘Los farolillos’, 1891. Joaquín Sorolla

La institución universitaria más longeva de Madrid atesora multitud de obras de arte, algunas de ellas con siete siglos de antigüedad. Su preciado valor hace que solo se exhiban en los lugares más nobles.

La Universidad Complutense de Madrid (UCM) esconde un tesoro artístico en sus pasillos, despachos y espacios nobles, como el Rectorado y su Paraninfo histórico. Mientras pasan inadvertidos para el común de los mortales, tan solo unos elegidos pueden tener acceso a estas obras que llegan a abarcar siete siglos de historia. Nombres como Juan de Borgoña, Aureliano de Beruete, Goya, Sorolla, Zuloaga, Mateo Inurria, Chillida, Tàpies y Ouka Leele resuenan en este acervo cultural que, desde los inicios de la institución, nunca he dejado de crecer.

Rafael Zabaleta, por ejemplo, es el autor de dos pinturas ubicadas en el despacho del rector. ‘Naturaleza muerta’, de 1954, e ‘Interior y paisaje’, de 1955, coronan el emblemático lugar en el que se toman las decisiones más importantes de una de las universidades más grandes de España tras su adquisición directa al artista jienense. M. Villar, antiguo director de lo que fue el Colegio Mayor de Santa María del Campo, se hizo con ‘Naturaleza muerta’ tras abonar 5.000 pesetas. La misma cantidad costó la segunda de sus pinturas, presentada por su propio autor a la exposición de la Dirección General de Bellas Artes el mismo año de su creación.

‘Naturaleza muerta’, 1954. Rafael Zabaleta
‘Interior y paisaje’, 1955. Rafael Zabaleta

En el mismo rectorado, aunque sin dar mayor exactitud a su ubicación por motivos de seguridad, se encuentra un retrato de Ortega y Gasset realizado por Ignacio de Zuloaga en torno a 1935. De esta forma, uno de los mayores filósofos del país se daba la mano con la efervescencia creativa que en aquellos años experimentaba España. La obra fue entregada por la familia del pensador tras su muerte y, desde entonces, la UCM se ha encargado de su conservación.

El siglo XX también está representado en el Rectorado de la mano de Eduardo Chillida. Se trata de una obra realizada en 1993, ‘Homenaje a Juan Pablo II: el buen ladrón’, englobada en su Colección XV Aniversario. En este sentido, el experto José María Quesada afirma que esta adquisición es resultado de una dinámica seguida por la Complutense después de la caída de la dictadura franquista: “La Universidad fue una verdadera promotora de las artes y por eso encargaba, o bien colecciones completas de grabados de arte contemporáneo (que serían utilizados como regalos institucionales), o bien realizaba encargos específicos”.

‘Homenaje a Juan Pablo II: el buen ladrón’, 1933. Eduardo Chillida

Una exposición que abarca siete siglos de historia

Quesada es el comisario de la exposición que la institución universitaria ha organizado ahora para mostrar algunos de estos tesoros, normalmente vetados al gran público. En total 70 obras que abarcan siete siglos de antigüedad se dan cita en el Centro de Arte Complutense en una muestra llamada ‘Sabiduría y esplendor. Las joyas de la Universidad Complutense de Madrid’ y que se podrá visitar hasta el 10 de diciembre.

Entre ellas destacan dos creaciones del afamado y reconocido Joaquín Sorolla, uno de los artistas mejor representados en la colección propia de la UCM. El valor de las obras hace que no se pueda conocer exactamente dónde se encuentran, pero sí su historia y cómo llegaron a formar parte del catálogo artístico complutense gracias al legado de Simarro: “Ramón Simarro era un artista de origen valenciano, igual que Sorolla, y tenían una relación de amistad muy profunda. De hecho, pintó al menos tres retratos a Luis Simarro, el hijo, dos de los cuales se conservan en la Universidad”, en palabras del experto.

Al retrato expuesto y llevado a cabo en 1896 le acompaña otra obra realizada en 1891 llamada ‘Los farolillos’, en la que se puede apreciar el juego de luz que siempre caracterizó a Sorolla. En él aparece un campesino valenciano que juega con lo que pueden ser sus hijos o nietos, con unas calabazas vaciadas en las que colocar unas velas e iluminarse con ellas.

Un despacho de la Facultad de Filosofía y Letras, en Ciudad Universitaria, es el hogar de la obra ‘Cumbre de Silberhorn desde Kleine Scheidegg’, realizada en 1907 por Aureliano de Beruete. Este autor, que llegaría a ser doctor en Derecho por la propia UCM en 1867, más tarde se convertiría en diputado de las Cortes.

‘Cumbre de Silberhorn desde Kleine Scheidegg’, 1907. Aureliano de Beruete

El ya mencionado Luis Simarro fue el encargado de legar dicha obra. Tal y como explicita el propio Quesada, “Luis legó el patrimonio de su padre, Ramón Simarro, artista y pintor. Él había coleccionado obras de amigos suyos como Sorolla o Luis de Madrazo”. También lo hizo de Beruete, y así es como a día de hoy, más de un siglo después de la muerte del artista, cualquier persona puede disfrutar de esta vista de los Alpes, además del afortunado o afortunada docente que la puede apreciar día tras día en su despacho.

Goya, Tàpies y Juan de Borgoña

Este viaje tanto temporal como espacial nos hace retrotraernos hasta el siglo XVI para dar buena cuenta de la gran connotación histórica que la UCM guarda en sus instalaciones a través de representaciones artísticas. Es lo que sucede con un curioso calvario en el que no aparece la figura de Cristo. Así es la obra de Juan de Borgoña que decora el Paraninfo histórico de la Universidad madrileña, en la céntrica calle de San Bernardo.

Realizado por el que fuera el pintor del Arzobispado de Toledo cuando el cardenal Cisneros hizo el encargo, ‘Cruz en el Calvario’ data de 1515. En un primer momento, la pintura estuvo en la Capilla de San Ildefonso, contigua al actual rectorado de la Universidad de Alcalá. Fue pensada como “una especie de fondo, ya que el crucificado siempre aparece delante de la pintura”, atestigua Quesada.

‘Cruz en el Calvario’, 1515. Juan de Borgoña

Francisco de Goya es otro de los grandes nombres que resuena en este gran tesoro artístico de la Universidad Complutense. Ubicados normalmente en un lugar altamente protegido, según la institución académica, la muestra exhibe dos grabados de una de las obras más conocidas del pintor zaragozano: el Álbum de los Caprichos. Se trata del ‘Autorretrato’, el primero de la serie, y el quinto, ‘Tal para cual’. La edición de estos grabados se sitúa en 1797-1799 y no son primeras ediciones. “Está absolutamente documentado que procede de las planchas originales, no son facsímiles”, apuntilla el comisario.

La sede de la Fundación General de la UCM también alberga algunos originales de gran valor. En este espacio, diferentes artistas se encuentran unos con otros y todos por el mismo motivo: haber sido los encargados de confeccionar la ilustración que aparecería en el cartel de los cursos de verano que la Universidad organiza anualmente en El Escorial.

‘Autorretrato’, Francisco de Goya
‘Tal para cual’, Francisco de Goya

Por ello, la exhibición muestra el dibujo que Antoni Tàpies realizó para la edición de 2004 de estos cursos veraniegos, una obra que continúa con el informalismo y la abstracción que siempre describieron las creaciones del artista catalán y en la que representa la sabiduría, el conocimiento y el espíritu investigativo como estandarte del trabajo académico.

Original para el cartel de los Cursos de Verano de El Escorial 2004, Antoni Tàpies

Cuatro años después, el testigo llegó a la aclamada Ouka Leele, nombre artístico de Bárbara Allende Gil de Biedma. Se trata de la obra más moderna de la exposición dedicada a los cursos de verano de 2008 y en la que la fotógrafa, recientemente fallecida en 2022, continúa con el surrealismo que siempre le caracterizó.