Protagonistas

Mateo maté: “la mayoría del mercado no es arte y gran parte del arte no está en el mercado”

Por Sol G.Moreno

Retrato de Mateo Maté. Fotografía: Paco Gómez.

Siempre ha dudado de todo. Puso arrugas y pene a la ‘Venus de Milo’ para desafiar el canon clásico y desarrolló una serie solo con bastidores con la intención de mostrar la cara oculta del lienzo. “Porque las cosas no son como nos muestran”, repite una y otra vez en esta entrevista el autor, que está a punto de inaugurar una exposición en Corea.

Inconformista, descreído e irónico, Mateo Maté es un artista que se define como “observador”. Posee una sensibilidad especial para detectar convencionalismos y desnudarlos a ojos del público, como si mirar con unas gafas desempañadas de prejuicios y vicios adquiridos fuese la cosa más normal del mundo. Su resistencia a la docilidad y esa mirada escéptica, humorística, que tanto le caracteriza le han llevado a exponer por todo el mundo: Alemania, Estados Unidos, Italia, Israel, Turquía, China… En 2013 consiguió incluso mostrar su trabajo en cinco museos españoles al mismo tiempo. Toda una hazaña.

Series como ‘Canon’, ‘Área restringida’ o ‘Estructuras ocultas’ no hacen sino mostrarnos lo que hay más allá de lo simplemente visible. Como las estructuras casi totémicas que componen ‘Arqueología del saber’, cuyos estratos ocultan montones de periódicos cargados de conocimiento; o los ‘Paisajes uniformados’ en los que trabaja actualmente que, al contemplarse de cerca, revelan trozos de uniformes militares de camuflaje pegados al lienzo. “Trato de devolver al arte lo que la guerra le ha robado”, explica sobre este proyecto aún en curso.

Lo cierto es que su manera de exponer las cosas no resulta acusadora, ni mucho menos moralizante (cosa que se agradece). “Yo no juzgo, solo evidencio”, insiste desde su casa-taller de Madrid. Le pillamos a punto de subirse a un avión para viajar a Corea y presentar su primera exposición en el país de moda.

Mateo Maté. Venus hermafrodita (serie Canon). 2016. Escayola. © Mateo Maté, VEGAP. Fotografía: Paco Gómez / NOPHOTO.
Mateo Maté. Discóbolo negro (serie Canon). 2016. Escayola. © Mateo Maté, VEGAP. Fotografía: Paco Gómez / NOPHOTO. 

En breve inaugura ‘A diary of the World’ en el Ulsan Art Museum, Corea. ¿En qué consiste ese diario?

Tiene que ver con la guerra y con la situación actual. Voy a exponer tres instalaciones. Una de ellas es ‘A diary of the World’, que parte de una pieza realizada en 2021 sobre la pandemia (colección del Museo de Weserburg, Bremen). Quería dejar constancia de lo que nos había pasado y que reflejara ese momento de la historia de la humanidad en el que el mundo se paró. Para desarrollar esa idea de la memoria como un estrato que queda en la mente, pedí al Instituto Cervantes que me enviase la prensa internacional de sus bibliotecas y fui tejiendo un gran manto de periódicos arrugados que generaron un paisaje. En la instalación que voy a presentar en Ulsan deseaba mostrar la nueva situación geoestratégica del mundo a raíz de la invasión de Ucrania y cómo se ha reflejado en la manera de afrontar las noticias en cada país. He creado un inmenso tapiz de papel por el que pasa un tren con una cámara que emite en directo y nos hará viajar por la geografía creada por esa situación.

Le habrá resultado difícil seleccionar las páginas del conflicto, porque desgraciadamente salen todos los días en la prensa escrita desde hace más de un año…

Pues sí, porque la guerra es algo que no estábamos acostumbrados a ver de cerca en nuestras generaciones. Siguiendo la lógica hipócrita de nuestra sociedad, habíamos conseguido retirarla de nuestra mirada. Por eso en las otras obras que voy a presentar retomo trabajos que había hecho hace 20 años; entonces eran escenas sobre la época del Golfo que ahora volvemos a ver. Muestro mi mesa de trabajo con toda la cacharrería del estudio que es sobrevolada por un avión, también con cámara, cuya pantalla tiene una mira que apunta sobre elementos que se convierten en objetivos, como una supuesta nave de guerra que sobrevuela nuestra cotidianeidad.

Precisamente el objeto cotidiano es una constante en su trabajo, ¿qué papel juega y cómo consigue esa nueva mirada sobre él?

Yo creo que mi trabajo se articula sobre la sospecha: sospecho de toda la iconografía que nos rodea y cómo se nos muestra generando un decorado que denominamos realidad. No es que descubra agresividad o dobles intenciones en todo, lo que sucede es que al mirar desde otros ángulos desciframos el verdadero sentido de las acciones y cosas.

Retrato de Mateo Maté. Fotografía: ARS/Imagen M.A.S.

Así que sigue sospechando. La última vez que charlamos comentó que quería acabar con el decorado de Disneyland. ¿Se refería al arte o al mundo en general?

Bueno es que el mundo es un decorado, un convenio que vamos montando socialmente. Y cuando observas las cosas desde el otro lado se nota, como en los retablos barrocos llenos de carcoma, que no todo es dorado. Esa es la realidad. Mi papel es mostrar cómo hay unas normas que nos atraviesan y que provocan que nos comportemos de una determinada manera.

Ese es un tema que trató en ‘Canon’, donde añadió arrugas, michelines y pene a la ‘Venus de Milo’.

Eso es. Con esa serie pude contribuir a decodificar unas normas que condicionan nuestra manera de actuar. No son leyes aprobadas en el Congreso, pero están ahí. En aquel momento quería acabar con el canon clásico y la estética, una norma productiva que han usado desde Grecia hasta los fascismos, el capitalismo e incluso el cine o la publicidad. Precisamente ese trabajo de decodificación es a lo que me dedico.

Vamos, que debemos poner todo en duda.

Exacto, porque las cosas no son como nos muestran, todo tiene cuádruples intenciones.

¿Algún tipo de crítica sobre cómo tropezamos siempre con la misma piedra?

Bueno, es más una meditación sobre ese eterno “estado de guerra”. Nada más, ni siquiera pretendo ser crítico. Sencillamente quiero mostrarnos como lo que somos: en permanente lucha por el poder. Incluso la moda, el arte o la música son eso: rebelión, libertad, control, norma, etc…

Me parece que a partir de ahora, en vez de artista le voy a llamar observador.

Me parece bien.

Mateo Maté. Paisaje europeo. 2021. Instalación hecha con periódicos, tren de juguete con cámara y una pantalla de proyección. Dimensiones variables. © Mateo Maté, VEGAP.

Porque lo de autor conceptual no le gusta, ¿no?

Es que mi trabajo es algo más parecido a decodificador. La imagen, tal y como se nos muestra, tiene un poder implícito, una intención. Desactivar y recodificar todo eso es la labor de muchos artistas.

Me pregunto cómo se le ocurren todas esas metáforas y dobles sentidos.

Me he entrenado desde muy joven. Partí de la literatura y la filosofía, pero desde niño me eduqué en analizar lo visual. No considero que los artistas tengamos talento, sino entrenamiento y trabajo. Desde muy joven me dediqué a observar, dibujé desde que era niño y hasta la facultad. Para mí dibujar era observar, y ese observar dibujando me ayudó a fijarme en matices, sutilezas y a tener otros puntos de vista. Ahora cuando analizo una acción, una obra, una película, ya las veo decodificadas.

Debe de ser agotador…

Hay que estar en constante alerta. Sobre todo en el momento actual en el que estamos desmontando el pasado y su herencia en las sociedades occidentales; porque todo es colonial, machista, normativo, excluyente, etc. Tenemos que aprender a decodificar el pasado y revisarlo crítica y eficazmente, no desde el oportunismo.

Heráldica, Mateo Maté
Detalle de “Nacionalismo doméstico (Spain)”. 2004. Cocina de gas de BALAY. Fotografía: SGM. 
Heráldica, Mateo Maté

¿Y cómo ve el mercado del arte?

¡Huy qué salto! Para mí este mundo se comporta como la teoría de conjuntos: el mercado es un conjunto que intersecta con el arte en algún punto, pero la mayoría del mercado no es arte y gran parte del arte no está en el mercado. Pero, ¿qué es el arte, lo que interesa a las instituciones? Porque tenemos el mismo problema, son conjuntos que se encuentran en algún momento que puede ser más o menos amplio. Arte, mercado e instituciones son territorios en los que hay intereses muy diversos y es muy raro que los artistas confluyan en el punto intermedio entre todos ellos.

¿No cree que con los estudiosos que tenemos debería identificarse lo bueno, aquello que merece exponerse, comprarse y difundirse?

(Risas). Todo ese círculo de “estudiosos” está generando una gran confusión en la que cada uno se apañe como pueda. Hay muchos intereses cruzados. El talento no es lo que primero se vende, aunque parezca mentira. Lo que triunfa rápido son los lenguajes asumidos, relativamente cómodos, que enseguida encuentran hueco en el mercado; o aquellos que ofrecen el “producto artístico” que necesitan algunas instituciones que persiguen la ola del momento. Pero siempre ha sido así.