Arquitectura & Diseño

“¿Dónde lo pongo?”: Elogio a la imaginación creadora de Will Alsop

Por LUIS BRETÓN BELLOSO

Robert Mapplethorpe. Joe, NYC, 1978 © Robert Mapplethorpe Foundation

Will Alsop murió a los 70 años dejando tras de sí un abultado legado de edificios que vibran entre lo inesperado, lo irreverente y lo festivo, y que le llevaron a ser considerado uno de los arquitectos más controvertidos del siglo XX. Coincidiendo con el quinto aniversario de la muerte del arquitecto británico, nos adentramos en la intrahistoria de una de sus obras más icónicas: la ampliación de la OCAD.

La OCAD [Ontario College of Art and Design University] es la escuela de arte más antigua de Canadá. Fundada por la Sociedad de Artistas de Ontario en 1.876, su historia fue como la de cualquier otra escuela hasta que Roy Ascott asumió su dirección en 1.969. Con su llegada, el artista británico del ciberarte transformó por completo la filosofía de la escuela, implantando un modelo educativo basado en la participación, la tecnología y, sobre todas las cosas: la imaginación. “Imagination is Everything” es desde entonces el lema de la OCAD y una pedagogía concebida para fomentarla, su distintivo.

Con el paso de los años, la OCAD no dejó de reafirmar su particular espíritu contestatario hasta dejar de sentirse representada por la aburrida imagen del vetusto edificio de ladrillo que, desde los años 60, lindaba con el Grange Park.

Así que, para recibir el siglo XXI, la OCAD anunció su intención de construir una ampliación que, además de resolver su creciente demanda de espacio, simbolizara con fuerza esa actitud vitalista y reformadora de la que tanto se jactaba.

Will Alsop. Sharp Centre For Design At OCAD, 2004 Foto: © Vik Pahwa

Transcurría la primavera del año 2.000. El Museo Guggenheim brillaba ya bajo el plomizo cielo de Bilbao, la Terminal Marítima de Yokohama comenzaba a desplegarse sobre la bahía de Tokio como un origami imposible de hormigón y acero y Norman Foster, por fin, abrillantaba su anhelado Pritzker en su despacho de Riverside. Ciertamente, en aquella primavera, el star system arquitectónico lucía plenamente establecido al servicio de políticos, banqueros y magnates de la energía. La OCAD no lo tendría fácil si pretendía significar su nuevo edificio con algo más que formalismo y despilfarro. ¿Realmente encontrarían un lugar para ellos bajo este sol de indolencia y narcisismo?

La búsqueda del grial recayó, por pura casualidad, en el pintor expresionista Ron Shuebrook que, ese mismo año, estrenó su cargo como nuevo director de la OCAD encomendando el anhelado proyecto al controvertido arquitecto británico Will Alsop.

Ron Shuebrook. Untitled, 2009 © Olga Korper Gallery

UNA ELECCIÓN 'INCORRECTA'

Es importante detenerse y comprender la trascendencia de esta elección y de cuánto hay en ella de la naturalidad, coherencia y valentía del país, quizás, más libre y civilizado del mundo. O, dicho de otro modo, por qué Ron Shuebrook no encargó el proyecto de la nueva OCAD a su compatriota Frank Gehry que habitaba hacía más de una década en el olimpo de la arquitectura mundial.

Para explicarlo, volvamos sobre los pasos de aquel incendiario tecnólogo que revolucionó en 1.969 los preceptos de la OCAD.

Roy Ascott venía de promover en Londres un curso experimental de arte y diseño llamado ‘The Groundcourse’ en el que aplicaba con radicalidad y gran éxito sus métodos participativos de enseñanza. En 1.968, un año antes de recalar en Toronto, Ascott coincide en Londres con Gordon Pask, que es su mentor en el Institute of Computer Sciences, con Cedric Price, que colaboraba íntimamente con Pask desde principios de los años 60, y con un joven Will Alsop, que trabajaba para Price y que acababa de terminar sus estudios de arquitectura en la Architectural Association de Londres. Todos compartían la misma actitud liberal respecto a la enseñanza de las artes y por extensión de la arquitectura.

Roy Ascott. Groundcourse
Roy Ascott. Plastic Transaction, Groundcourse
Roy Ascott. Change Painting, Groundcourse

Una actitud basada en la imaginación, en la creatividad y en la acción participada. Aquí estaba el corazón de la nueva OCAD y aquí buscó Shuebrook su arquitecto.

En aquel año 2.000, cuando recibió el encargo para ampliar la OCAD, Alsop ya era un reconocido arquitecto. Había trabajado muy brevemente para Maxwell Fry y después, durante cuatro años, para Price. Había obtenido el segundo premio, tras Richard Rogers y Renzo Piano, en el concurso para el diseño del Centro Pompidou en París. Y había construido algunos edificios realmente valiosos para la pujante arquitectura de vanguardia británica. Como el Tubo de Cardiff (1991), la Terminal Marítima de Hamburgo (1993), el Hotel ‘Le Grand Bleu’ en Marsella (1994) o la Biblioteca Peckham en Londres (2000) por la que, además, recibiría el prestigioso Premio Stirling.

Sin lugar a dudas, Will Alsop era considerado un miembro destacado dentro de la más alta jerarquía de arquitectos británicos. Sólo que, mientras Foster, Rogers o Grimshaw desplegaban con vehemencia un estilo tecnológico genuinamente británico, Alsop se instalaba desde una cierta incorrección con este proclamado y oficialista paradigma. Un particular criticismo que le ha privado de la más alta distinción que “su graciosa majestad” concedía.

De los cuatro arquitectos británicos mencionados, sólo Alsop no posee el título de Sir. Algo que, sin lugar a dudas, lo dignifica, pero de otro modo.

Will Alsop. El Tubo de Cardiff, 1991 Foto: Cortesía de All Design
Will Alsop. Hotel ‘Le Grand Bleu’ en Marsella, 1994 Foto: Cortesía de All Design

LA BELLEZA DEL
PROBLEMA RESUELTO

El edificio que Alsop diseña y construye para la OCAD no es sólo un formalismo banal. Destila algo más que lo estrictamente arquitectónico. Algo que tiene que ver con la libertad, la imaginación y la audacia. Cualidades que no son propias de la arquitectura sino del arquitecto. Y no por arquitecto, sino por Hombre. Un hombre inteligente que imagina.

Porque sólo a través de la imaginación, la inteligencia se amplía y desarrolla. Una inteligencia sin imaginación no es más que un instrumento operador que no construye ni crea nada. “Imaginar es ver”, nos enseña Gastón Bachelard.

Así que la belleza de la OCAD no es una belleza que atienda exclusivamente a razones formales o estéticas, es la belleza del problema resuelto. El triunfo de la inteligencia, el pensamiento libre y la imaginación creadora.

Los condicionantes del encargo fueron tantos y tan complejos que realmente se llegó a dudar de la idoneidad de su construcción. La Escuela de Arte debía seguir funcionando, dos viviendas victorianas protegidas por la municipalidad se interponían entre el existente y el pretendido edificio y todo el vecindario se resistía a perder las vistas y el acceso directo a Grange Park a través de aquel solar vacío junto al vetusto edificio de la escuela de arte.

Will Alsop. Sharp Centre For Design At OCAD, 2004 Foto: Cortesía de Interior Images

Ante todas estas dificultades, una tarde de aquella primavera del año 2.000, Ron Shuebrook y Will Alsop salieron del vetusto edificio de la escuela de arte, atravesaron aquel solar vacío que les permitía entrar directamente en Grange Park, miraron de reojo las dos casas victorianas protegidas por la municipalidad y ,mientras, encendían un cigarro se sinceraron:

- Will, realmente nadie quiere un edificio aquí.
[capituló Shuebrook]

- Muy bien y, entonces, ¿dónde lo pongo?
[preguntó Alsop]

- No sé, ponlo en el tejado.