Arquitectura & diseño

Seis obras para entender la arquitectura silenciosa de David Chipperfield

Por Ana mª nimo

‘Morland Mixité Capitale
			Foto: Simon Menges

Diseños atemporales, minimalistas, sobrios y elocuentes, que aluden a la historia y a la cultura local. El último Premio Pritzker deja que sus proyectos hablen por sí mismos y procura que lo hagan en voz baja, pero que calen hondo.

Resulta difícil creer que alguien encargado de diseñar un edificio destinado a acaparar miradas no caiga en la tentación de convertirlo en un alegato de sí mismo para que su firma sea evidente a ojos de todos. Pero es en esa mesura, precisamente, donde reside la grandeza de David Chipperfield (Londres, 1953), recientemente galardonado con el 52º Premio Pritzker.

El inglés aborda cada proyecto con ojos nuevos, anteponiendo las necesidades del edificio o el lugar que va a intervenir a las de engrosar su propio porfolio con una nueva virguería arquitectónica. Unas veces su planteamiento es más contundente, mientras que otras su propuesta fluye con el entorno, es por esto que “sus edificios siempre resistirán la prueba del tiempo porque el objetivo final de su operación es servir al bien común. Evitar lo que está de moda le ha permitido permanecer vigente”, como explica Alejandro Aravena, presidente del jurado que le ha otorgado el galardón.

Chipperfield, que creció en una granja a las afueras de Devon, al sur de Inglaterra, se formó en la Escuela de Arte de Kingston y en la Architectural Association School of Architecture de Londres. Antes de abrir su propio estudio de arquitectura en 1984 trabajó con maestros como Douglas Stephen, Norman Foster o Richard Rogers. A lo largo de las cuatro décadas que lleva en activo, ha producido más de un centenar de proyectos repartidos por Asia, Europa y América.

Abstraktes Bild, Gerhard Richter. 1932
Femme au Chignon Dans un Fauteuil, Pablo Picasso. 1948

Uno de los más recientes y que resume bien su filosofía de trabajo es la transformación de las Procuratie Vecchie, que perfilan el lado norte de la Plaza de San Marcos, en Venecia. La oficina milanesa de David Chipperfield Architects Milán abordó su renovación mediante un enfoque flexible para dar coherencia tanto a las modificaciones históricas de este entramado, construído en la primera mitad del siglo XVI, como a sus adaptaciones prácticas. Para ello combinaron técnicas antiguas y locales como otras más modernas, utilizando pastellone y terrazo, marmorino y scialbatura, pero también cocciopesto y cotto. De esta manera, su intervención convive y se confunde con lo ya existente.

Esta transversalidad espacio-temporal también puede apreciarse en uno de sus trabajos más celebrados: la restauración del Neues Museum de Berlín. El edificio, construído entre 1841 y 1859, quedó en ruinas tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Chipperfield acometió un diseño en el que el pasado y el presente dialogaban de manera que “todos los huecos de la estructura existente se rellenaron sin competir con la estructura existente en términos de brillo y superficie. La restauración y reparación de lo existente está impulsada por la idea de que la estructura original debe enfatizarse en su contexto espacial y materialidad original: lo nuevo refleja lo perdido sin imitarlo”, explican desde el estudio de arquitectura.

Su trabajo está marcado por la contención y la sutileza, cualidades que le han llevado a desarrollar numerosos proyectos en Japón y a posicionarse como un exponente del minimalismo arquitectónico con obras tan destacadas como el Museo Jumex, en Ciudad de México. Destinado a acoger parte de una de las mayores colecciones privadas de arte contemporáneo en América Latina, la Colección Jumex se hace notar entre los edificios comerciales que lo rodean gracias a su aspecto monolítico que encierra una estructura funcional y dinámica. Su cubierta de mármol veracruzano evoca las tradiciones escultóricas indígenas y pone en evidencia el interés del arquitecto por tener siempre presente la historia y la cultura locales.

The Neues Museum
			Cortesía de SPK / David Chipperfield Architects. Foto: Joerg von Bruchhausen
Museo Jumex
			Foto: Simon Menges

Estrechos lazos con España

En nuestro país podemos encontrar numerosas obras del inglés, empezando por el imponente Veles e Vents (Velas y vientos), convertido en el icono de la Copa América de Vela de 2007 y de Valencia por extensión. El edificio cuenta con más de 10.000 metros cuadrados distribuidos en cuatro plantas que parecen flotar las unas sobre las otras gracias a las amplias terrazas que rodean el perímetro y que fueron concebidas como miradores desde los que seguir la competición, pero también para invitar a pasar al viento, tan relevante en una disciplina deportiva como la vela.

A pesar de que solo un año después de ser inaugurado, tuvo problemas de filtraciones, algo que algunos vincularon con su rápida construcción -el proyecto se completó en tan solo 11 meses-, el edificio fue merecedor de numerosos premios y fue la punta de lanza para la reorganización del puerto industrial de Valencia.

Pero no todas las obras del británico son de carácter monumental. Hace años que Chipperfield se enamoró de Galicia, tanto es así que cuenta con una residencia de verano en Corrubedo, un pequeño pueblo de la costa gallega. Se trata de un edificio de cuatro plantas con vistas al mar, erigido sobre la roca, cuyas líneas blancas y discretas se funden a la perfección con el entorno de casitas modestas que conforman este pequeño pueblo de pescadores.

'Veles e Vents' Foto: Christian Richters

No es la única obra del arquitecto en esta localidad que no llega al millar de habitantes. El inglés ha liderado un proyecto para recuperar el bar del pueblo que había caído en el abandono. Lejos de dotarlo de artificios, Chipperfield dejó al descubierto las antiguas losas de granito que revestían el suelo y sacó lustre al resto de materiales originales para que los paisanos se sintieran a gusto y pudieran volver a reunirse en él.

Tanto su casa como la reforma del pequeño restaurante demuestran, una vez más, la vocación de Chipperfield de enriquecer el espacio de forma discreta, pero funcional.