Corrubedo es una parroquia de Ribeira (A Coruña), conocida por sus dunas infinitas, que mira al Oeste y le planta cara al Atlántico. Cuenta con 713 vecinos. Uno de ellos, todo el tiempo que su exigente agenda internacional se lo permite, es David Alan Chipperfield (Londres, 1953). Acaba de ser reconocido con el premio Pritzker 2023, que viene a ser el Nobel de la arquitectura. Pero en Corrubedo, sir Chipperfield -distinguido caballero de la monarquía británica- es simplemente ‘Chippi’, el marido de Evelyn.
Está tan integrado y activo en la vida lenta de este pueblo marinero que sus idas y venidas, las de sus hijos -Celeste, Rafael y Gabriel-, e ilustres invitados a los que aloja en una red de casas locales que fue adquiriendo para evitarles la ruina ya no sorprenden. Tras la pandemia, su familia también reformó y reabrió el mítico Bar do Porto, a un paso de la playa de A Robeira, donde maridan berberechos con albariño como en cualquier tasca que se precie. Cuentan que fue un acto de activismo en defensa de la comunidad local y del bar de pueblo como epicentro del encuentro del que los Chipperfield están particularmente orgullosos; como de RIA, la fundación sin ánimo de lucro que impulsa con el propósito de preservar el patrimonio natural y cultural gallego.
Hace más de treinta años que David Chipperfield, se enamoró de un solar en el frontal marinero de un pueblo al que llegó de la mano de su colega Manuel Gallego Jorreto. Allí encajonó magistralmente una casa diáfana y luminosa donde la puerta prácticamente pisa la arena y el océano salpica las ventanas. El salitre que respira inspiró la creación del Jumex de México, su reforma del Neues Museum de Berlin o el Veles e Vents de Valencia, y otros 100 proyectos en Europa, Asia y América. Su idilio galaico está lejos de terminar, cuenta en una conversación con El Grito.
Como dijo Spiderman, un gran poder conlleva una gran responsabilidad. ¿Ocurre lo mismo con un premio Pritzker?
Este reconocimiento es un gran honor y supongo que también eleva el sentido de la responsabilidad; estar asociado a los nombres de los ganadores anteriores que me han brindado tanta inspiración a lo largo de mi carrera, y en general, a nuestra profesión, me alienta. Siento que es importante continuar dirigiendo mi atención no solo a la esencia de la arquitectura y a su significado, sino también a reafirmar el papel que debe desempeñar para abordar los importantes desafíos del cambio climático y la desigualdad social, problemas que enfrentamos a través del trabajo en la Fundación RIA.
¿Arquitecto vocacional o accidental? ¿Es posible brillar en un trabajo que uno no ama?
Creo que es importante sentir pasión por tu trabajo y por el papel que puedes desempeñar en la sociedad. Trabajando duro, puedes llegar lejos, pero creo que además hay que tener un propósito que te motive. Como arquitecto, valoro mucho el impacto que la arquitectura puede tener en la calidad de vida. En otras palabras, que los espacios en los que vivimos tengan un papel mejorando nuestra experiencia vital, nuestras interacciones y nuestras conexiones con los lugares que habitamos y también entre nosotros. Además, siento que uno no debe preocuparse no solo por la arquitectura de la sustancia física, sino también por los procesos que median: ideas, prioridades y preocupaciones que forman parte del proceso de diseño.
Tiene un bar en el puerto de Corrubedo. ¿Es compatible ser arquitecto y barman?
¡No es incompatible! (Ríe). La apertura del Bar do Porto ha sido muy agradable. Disfrutamos mucho del fuerte sentido de comunidad que existe y el bar es parte de la infraestructura social.
¿Quizás deberíamos recordar la importancia de construir bien más allá de simplemente construir?
Sí, claro. Debemos reconsiderar lo que significa “construir bien”. Debemos cuestionarnos si es necesario construir, cuál es el propósito de un proyecto y el impacto que tendrá en su contexto. También debemos ser más conscientes del uso eficiente y responsable de los recursos existentes apostando por la reutilización de edificios y materiales. Creo que no se trata tanto de volver al pasado pero sí de recordar las lecciones sobre cómo edificar de un modo más equilibrado haciendo puente entre la naturaleza y la comunidad.
Mirando por el retrovisor profesional, ¿cuál ha sido el mayor desafío?
Desarrollar y mantener un proceso de diseño sólido es uno de los desafíos centrales. El éxito depende mucho de reunir al equipo adecuado, establecer expectativas claras y mediar con las partes interesadas. Nuestra experiencia trabajando en el Neues Museum de Berlín fue muy compleja. Bajo un intenso escrutinio público, nos enfrentamos a un edificio que tenía muchísima significación en una ciudad con una historia también compleja.