Las obras de la Frick Collection viajan por primera vez a Europa

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Las obras de la Frick Collection viajan por primera vez a Europa

Por SOL G. MORENO

Johannes Vermeer. La lección de música interrumpidaFoto © Joseph Coscia Jr

Las labores de remodelación de la sede de la Frick Collection en la Quinta Avenida han permitido que la institución preste obras que nunca antes habían salido de sus instalaciones, por expreso deseo del fundador Henry Clay Frick. Esta circunstancia ha contribuido al desarrollo de dos eventos excepcionales: la presencia de sus ‘Obras maestras españolas’ en el Prado y la mayor retrospectiva organizada hasta la fecha sobre Vermeer en el Rijksmuseum.

’Felipe IV en Fraga’ regresa a la corte madrileña 300 años después. No lo hace solo, le acompañan Murillo –autorretratado–, Goya y El Greco. Nueve obras maestras españolas de la Frick Collection salen por primera vez en cien años de Nueva York, en lo que es una oportunidad única que ahora nos brinda el Museo del Prado.

Irrepetible resulta, también, la muestra de Vermeer en Ámsterdam cuyas entradas vuelan, aunque cuesten 32 euros y se amplíen aforos u horarios. El Rijksmuseum ya ha colgado en dos ocasiones el cartel de sold out para una exposición que acaba de inaugurarse y que durará hasta junio. Lo nunca visto, pero la inédita reunión de 28 pinturas del maestro de Delft –hasta ahora la muestra más ambiciosa había conseguido sumar 23– bien merece esta inusual vermeermanía. Como en el caso de los lienzos españoles, los tres préstamos de la Frick al museo holandés resultan del todo insólitos, ya que ‘Señora y doncella’, ‘La lección de música interrumpida’ y ‘Oficial y muchacha riendo’ llevaban más de un siglo sin salir de Norteamérica.

Autorretrato. Bartolomé Esteban MurilloFoto © Michael Bodycomb
Un oficial (Conde de Teba). Francisco de Goya y LucientesFoto © Michael Bodycomb

¿Por qué esa escasez de viajes de las pinturas conservadas en la institución neoyorquina? Las razones de su política de préstamos debemos buscarlas en el testamento de Henry Clay Frick, fundador y promotor del museo, quien dejó escrito su deseo de mantener intacta la colección en la mansión donde vivió. El magnate del acero y el carbón donó antes de morir su casa y todo lo que había en ella para convertirla en un museo abierto al público. No contento con eso, dejó 15 millones de dólares para su mantenimiento. Solo puso una condición: que su colección permaneciese unida.

Y así ha sido durante más de un siglo. Pero ahora que el edificio histórico está cerrado temporalmente para adaptarse a los nuevos tiempos, parece que la situación ha cambiado. Sus tesoros por fin visitan el Viejo Mundo del que salieron. Entre otras cosas, porque es mejor que las obras cuelguen de museos extranjeros que quedar amontonadas en cajas dentro de los depósitos de la institución. Seguro que el magnate lo hubiese entendido.

Esa es la razón por la que el Museo del Prado acoge ‘Obras maestras españolas’ de la Frick Collection. Los velázquez, murillos, grecos y goyas americanos llegan a la sala 16A de la pinacoteca madrileña para reunirse con lo mejor de nuestras colecciones españolas. El encargado de hermanar esas obras recién llegadas con sus homólogas locales –cinco en concreto– ha sido Javier Portús, comisario de la muestra.

La forja. Francisco de Goya y LucientesFoto © Michael Bodycomb2

LAS OBRAS DE LA FRICK EN EL PRADO

De las 130 pinturas que componen la colección neoyorquina, solo una pequeña parte se enmarca dentro de la escuela española. Sin embargo, lo que tiene es tan bueno, que no se necesitan más que estas nueve excusas para justificar una visita al Prado. Primera de ellas: El Greco. La sola presencia del ‘San Jerónimo’ con sus magistrales pinceladas blancas que definen el pelo, la barba, incluso las cejas canosas del padre de la iglesia, bien merecen nuestra atención (quizá incluso más que el célebre retrato velazqueño). El pintor cretense es el maestro que más obras aporta al recorrido, junto con Goya. No resulta extraño, pues los años en los que Frick formó su colección española, entre 1904 y 1914 fundamentalmente, coinciden con el redescubrimiento del artista griego gracias a los viajeros románticos y a pintores como Zuloaga o Aureliano de Beruete.

Precisamente este último fue quien le vendió al magnate americano la ‘Purificación del templo’ por unos 120.000 euros en 1909. “Tuve que vendérselo a un riquísimo americano”, se excusaba entonces un pesaroso Beruete a su amigo Manuel B. Cossío por carta. Aun así, resultó una pérdida menos dolorosa que el mencionado cuadro de ‘San Jerónimo’, vendido por la catedral de Valladolid a un marchante de arte antes de acabar en manos del coleccionista. Ambas obras se rencuentran ahora con la ‘Anunciación’ y ‘Retrato de un médico’ del Prado.

San Jerónimo. El GrecoFoto © Joseph Coscia Jr
La Purificación del templo. El GrecoFoto © Michael Bodycomb

De Murillo se establece un diálogo entre rostros: el famoso ‘Autorretrato’ que perteneció al hijo del artista y la efigie de su amigo Nicolás Omazur. Ambos tienen un marco fingido de piedra que es más un alarde técnico que una necesidad real.

Una de las escenas más llamativas que encontramos en la exposición es ‘La fragua’ de Goya. Resulta inusual que un mecenas de buena posición, aficionado a los retratos reales, paisajes y escenas galantes colgase en su mansión un cuadro que mostraba un trabajo tan físico y obrero. Pero claro, no es una obra cualquiera, está firmada por nuestro pintor aragonés más universal. A principios del siglo XX estaba tan de moda, que el coleccionista no pudo negarse a comprar esta obra en 1914, tras rechazar otras propuestas del autor.

Y llegamos por fin al protagonista de la muestra: el Felipe IV que adquirió en 1911. El monarca se exhibe de nuevo junto a las colecciones reales –salió a principios del XVIII con destino a Parma– exultante de color, erguido y orgulloso con su indumentaria militar. Portús ha querido colocarlo al lado del bufón ‘El Primo’. Resulta curioso contemplar ambas telas pintadas en el mismo lugar, con el mismo lienzo y casi al mismo tiempo (durante las campañas de Aragón y Cataluña en 1644). Casi cuatro siglos después, el Rey Planeta y su bufón vuelven a mirarse frente a frente, esta vez con la complicidad del público.

Felipe IV en Fraga. Diego VelázquezFoto © Michael Bodycomb
Bufón ‘El Primo’. Diego Velázquez

VERMEER EN ÁMSTERDAM

Del Siglo de Oro español al Siglo de Oro neerlandés. Los holandeses han acogido con el mismo entusiasmo la mayor retrospectiva sobre el pintor de Delft. El Rijksmuseum ha conseguido reunir 28 de las 37 pinturas que realizó el autor gracias, en gran medida, a los préstamos americanos. También aquí ha jugado un papel fundamental la Frick Collection, hasta el punto de que fue el germen de este proyecto, que nació cuando los comisarios se enteraron del cierre temporal de las salas neoyorquinas.

2023 era la oportunidad perfecta para exponer las tres obras maestras conservadas en la Quinta Avenida, encerradas allí desde hace más de un siglo. Este préstamo animó al resto de instituciones norteamericanas –la National Gallery de Washington y el Metropolitan de Nueva York– a ceder sus pinturas, hecho que ha permitido añadir las cinco telas extra que separan a esta histórica exposición de la anterior retrospectiva, celebrada en La Haya.

Aunque la suma, ciertamente, hace algo de trampas. Sus comisarios han tenido que incluir varias composiciones que están en entredicho. Por ejemplo, ‘Mujer joven sentada ante el virginal’ de la Leiden Collection o ‘Joven con flauta’, recientemente considerada de taller por los propios expertos de la National Gallery donde se conserva. Pero esos debates de autoría no estropean el calificativo de “histórica” que acompaña a la muestra y que ahora todos quieren ver para desvelar los enigmas del autor apodado como la Esfinge de Delft.

Johannes Vermeer. Oficial y muchacha riendoFoto © Joseph Coscia Jr

Henry Clay Frick (1849-1919) quiso sumar a su estatus económico otro como mecenas del arte, faceta que se hizo muy popular entre los ricos americanos de principios del siglo XX, como Jean Paul Getty o Archer Milton Huntington. Tras instalarse en Nueva York en 1905, en el palacete que ahora es la sede principal de la Frick Collection, donó todas sus pertenencias para montar un futuro museo que nunca llegaría a ver. Este se inauguró en 1935 y hasta el año pasado no había cerrado sus puertas. La previsión es que vuelva a reabrir a finales de 2023 con un tercio más de superficie expositiva. Hasta entonces sus tesoros viajarán por Europa. No sabemos cuándo volverá a ocurrir algo semejante. Avisados quedan.