Arquitectura & diseño

Estas son las moles de viviendas sociales más feas (pero no te deprimas, ya hay otras que tratan de combatirlas)

Por Rocío Romero / Diana Arrastia

Viviendas en la M-30

España está salpicada de esperpénticas edificaciones que nos producen caos o fatiga con tan solo mirarlas, muchas de ellas con un denominador común: son viviendas sociales. Por suerte, algunos arquitectos están tratando ahora aspectos relacionados con el urbanismo y la sostenibilidad que dejan entrever el gran contraste con esas viejas moles del siglo XX.

El arquitecto y urbanista británico Ralph Erskine dijo en una ocasión que “la función de los edificios es mejorar las relaciones humanas”. La ciudad influye en nosotros. Los bloques, los espacios, su diseño… Sin embargo, son muchas las grandes moles con cientos de vecinos que están en las antípodas de conseguirlo, desde las Colmenas del barrio madrileño de la Concepción hasta El Ruedo de la M-30. España está salpicada de edificaciones que nos producen caos o fatiga con tan solo mirarlas; diferentes entre sí, pero muchas de ellas con un denominador común: se trata de viviendas sociales. ¿Por qué se construyeron así? ¿Qué impacto tienen sobre los vecinos y sobre el conjunto de la urbe?

No es de extrañar que muchos, desde su vehículo, giren la cabeza al pasar por delante. Se encuentra en el barrio de Moratalaz, y su enorme fachada de ladrillo con ventanas diminutas da a parar a la M-30 de Madrid. El Ruedo es uno de los edificios de realojo más emblemáticos de España que dio cobijo a personas procedentes de una zona chabolista de Vallecas en los años 90. Consiste en un bloque gigantesco de 600 metros y ocho plantas, largo y curvo, compuesto por 346 viviendas en una helicoide abierta que se pliega hacia el interior. Sáenz de Oíza lo concibió de esta manera principalmente por dos motivos: cumplir los requisitos que se exigían (un número determinado de viviendas en un espacio reducido) y huir de la agresión acústica de la autovía.

Las Colmenas de la M-30

“Es un bloque inmenso que transmite angustia y dejadez aunque en su momento fue un diseño rompedor. Se construyó así por la ubicación y por las condiciones que se le dieron al arquitecto, aunque esa sensación de aspereza no sería la misma si se hubiera construido un paisaje alrededor”, afirma Emilio Ontiveros, profesor de urbanismo en la Universidad Rey Juan Carlos y experto en vivienda colectiva; que considera, además, que una de las cosas que hemos aprendido es, precisamente, que “tener un techo” no es lo único importante: “Debemos pensar en el impacto del edificio en el conjunto de la urbe y en la calidad de vida de las personas incluyendo zonas verdes, aunque eso implique construir menos viviendas”.

Viviendas en la M-30

Ontiveros compara este edificio con otra gran mole construida por el mismo arquitecto, pero 30 años antes. A finales de los 50, en pleno franquismo, Sáenz de Oíza dio forma a un enorme bloque blanco de hormigón de 13 alturas en la calle José del Hierro, frente al Polideportivo Municipal del Barrio de la Concepción, por entonces a las afueras de la ciudad: “Si lo miramos, aunque obviamente no tienen el mismo calibre que el Ruedo, pasa mucho más desapercibido. El problema es que esté aislado, fuera del contexto de la ciudad”, reflexiona.

Poblado El Calero

Daniel Sorando, doctor en Sociología especializado en el cambio social en los centros urbanos españoles, opina que, en muchas ocasiones, construcciones como el Ruedo conllevan que los vecinos acaben aislados: “La vivienda social en España no es integradora. Desde el siglo XX la tónica general ha sido concentrar a población con un perfil social concreto en un mismo espacio, tanto en el franquismo como en la democracia; y esto tiene un impacto en sus vidas. Levantar un edificio que parece una fortaleza visto desde la M-30 no ayuda nada, al igual que tampoco lo hace alojar a personas que de por sí están muy estigmatizadas en complejos residenciales solo para ellas”.

Sin ir más lejos, cerca de ese enorme bloque blanco de hormigón, encontramos la herencia de un complejo residencial de 10 bloques con 8.000 viviendas y 20.000 vecinos: las Colonias del barrio de la Concepción en Madrid; aunque con grandes diferencias arquitectónicas. Fueron construidas por el arquitecto José Banús en los especulativos años 50 con el objetivo, en principio, de cobijar a los realojados del ensanche de la Castellana, aunque finalmente fueron adquiridas por las clases más altas del régimen, que además de alquilárselas a las clases bajas, alojaron a sus ‘queridas’.

Colonias del barrio de la Concepción

Una de las principales motivaciones de estas construcciones masificadas (independientemente de su calidad arquitectónica), según Ontiveros, tiene que ver con la economía de escala: más viviendas en menos metros cuadrados. Y lo cierto es que en su momento, muchas de ellas fueron una solución. En los 40 la posguerra había hecho mella, y las familias se trasladaron a las grandes ciudades en busca de oportunidades. Se afincaron en cuevas, chozas y chabolas en la periferia. De esta manera, si en 1939 Madrid apenas contaba con 800.000 habitantes, en 1959 el número ya superaba los dos millones.

“En los años 60 y 70, lo fundamental era dotar de un espacio digno y con unas condiciones de salubridad e higiene básicas. Desde el punto de vista arquitectónico y urbanístico, ya se buscaba que fueran exteriores con grandes espacios comunes. El problema es que la falta de medios, sobre todo económicos, hizo muy exiguas las propuestas a nivel de calidad constructiva y superficie”, dice Juan Pedro Sanz Alarcón, vicedecano del Colegio Oficial de Arquitectos de Murcia.

Por su parte, Marina del Mármol, arquitecta y socia del estudio Marmolbravo, cree que la vivienda social en nuestro país siempre ha tenido un concepto denostado: “Se trata por lo general de viviendas de construcción muy barata y repetitiva, asociadas a huecos pequeños, donde tampoco se le daba un valor a la arquitectura y de las que, a nivel social, se tendía a pensar que generaban guetos”. Pero, ¿y ahora? ¿Qué tipo de viviendas sociales se están construyendo en España?

Las viviendas que piensan más en las personas y en el entorno

“Aunque no es oro todo lo que reluce y existen excepciones, por lo general, atrás ha quedado el mal hábito generalizado de construir el mayor número posible de unidades, con los materiales más económicos y un mínimo nivel de calidad habitacional”, dice Marina del Mármol. Los arquitectos han ido incorporando a los proyectos de vivienda social otros aspectos relacionados con el urbanismo, la sostenibilidad o la sociabilidad. Y en España ya podemos ver varios ejemplos. Desde las 131 viviendas protegidas construidas en Mieres (Asturias) en 2010, donde ya se tiene en cuenta el contexto de ciudad sobre las montañas y el valle; hasta el proyecto de las 100 viviendas en el distrito madrileño de Puente de Vallecas, que busca reducir el tamaño del edificio y adaptarse al entorno.

131 viviendas protegidas construidas en Mieres

“La Administración Pública debería tener siempre como objetivo la innovación, porque la arquitectura es una manera de innovar. Si no lo hace el dinero público, es muy difícil que un promotor privado se meta a ello. Esta innovación se está dando en Barcelona desde 2017, donde se han empezado a meter parámetros como el bajo impacto ambiental. Hay calidad arquitectónica, pero también sostenibilidad”, apunta Mauro Bravo, socio de Marmolbravo.

Proyecto de las 100 viviendas sociales en Madrid
Proyecto de las 100 viviendas sociales en Madrid

Una nueva sensibilidad que se acompaña de muchas otras cosas, como la construcción con estructuras de madera o de proximidad. Otro ejemplo: las 85 viviendas sociales en Cornellá de Llobregat construidas en 2020. “Hay una arquitectura contemporánea que está rescatando materiales o formas de construir más tradicionales, pero con un discurso muy sostenible”, detalla Marina del Mármol, que añade, además, que la escala es otro de los aspectos que cada vez se tienen más en cuenta: “Debemos intentar hacer edificios que parezcan más pequeños de lo que son, generando diversidad urbana, aumentando la planta y reduciendo las alturas en algunas de sus partes para que se relacione con lo que tiene alrededor”.

5 viviendas sociales en Cornellá de Llobregat
5 viviendas sociales en Cornellá de Llobregat

Las ciudades avanzan así hacia nuevos modelos de construcción que distan mucho de algunos ejemplos del siglo pasado. Con este nuevo telón de fondo, para Juan Pedro Sanz Alarcón, el verdadero reto ahora está en transformar todos los edificios construidos hace más de 50 años bajo unas normas de vivienda protegida ya caducas: “Estos conjuntos, en su mayoría con más de 50 años, tienen que sufrir una transformación, y es un problema muy complejo. Las administraciones están apoyando con ayudas muy importantes a los barrios donde existan problemas de vulnerabilidad. La nueva vida de estos conjuntos pasa por un proceso de rehabilitación ambicioso y valiente; y es importante que las soluciones constructivas se implementen como mejoras de los escasos medios materiales con los que se construyeron”.