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Desde Manet a Kusama: los artistas rechazados que se levantaron contra lo establecido

Por Clara González Freyre de Andrade

Le Désespéré, Gustave Courbet

El Salón Oficial de París marcaba en 1863 lo que era digno de considerarse arte en mayúsculas, defenestrando a autores de la talla de Manet, Pissarro o Courbet. Hoy, otros tantos como Kusama o Koons, sufren la misma suerte.

En el siglo XIX, todo artista que se preciase aspiraba a ver colgadas sus creaciones en el gran Salón Oficial de París. Esta exposición reunía cada año los nombres más destacados dentro del mundo artístico y muy especialmente de la pintura, cuyo estilo y dominio de la técnica se encontraban amparados por la Academia de Bellas Artes Parisina y el gobierno francés. Conseguir que tus obras tuvieran un hueco en este evento suponía ser uno de los nombres del momento, pero estar entre los elegidos no era una tarea fácil.

En 1863, el número de obras rechazadas por el jurado alcanzó cifras de récord, lo que propició que los artistas se quejaran formalmente al gobierno. Fue el propio Napoléon III quién tomaría la decisión de abrir una sala anexa, para acoger en su interior las obras que se habían quedado a las puertas y a la que bautizaron como Le Salon des Resfusés (el Salón de los Rechazados). Y si bien recibió la visita de bastantes personas, la mayor parte lo hizo para mofarse de ese grupo de artistas cuyo arte no era digno de exponerse en las salas principales.

Manet, Pissarro, Courbet… Los pintores denigrados en Francia

Entre las obras relegadas a esta sala anexa se encontraban auténticas joyas pictóricas como por ejemplo Almuerzo sobre la hierba de Édouard Manet. Presentada como Le Bain, la pintura acaparó las miradas tanto por su tratamiento brumoso del dibujo, precursor del impresionismo; como por lo atípico del tema. Los críticos no supieron ver su estrecha relación con el mundo clásico y se quedaron en lo superficial: ¿qué hacía esa mujer desnuda tendida sobre el suelo entre dos hombres?

Pero aquel año Manet no fue rechazado una, sino tres veces. Junto a Le Bain, había presentado dos retratos que corrieron la misma suerte. El primero, Joven con traje de majo, un retrato de su hermano Gustave a la moda española, había recibido duras críticas por los contrastes en el dibujo, con zonas apenas esbozadas y otras muy detalladas. Por su parte, el segundo retrato, titulado Victorie Meurent en traje de espada, sumaba a estas críticas el rechazo por el gran tamaño de la modelo retratada respecto al fondo, que le daba sensación de fotomontaje.

Almuerzo sobre la hierba, Édouard Manet
Victorie Meurent en traje de espada, Édouard Manet

James McNeill Whistler fue otro de los pintores con el dudoso honor de exponer en este recién estrenado espacio. Lo hizo por su Dama de blanco, una pintura a la que la crítica quiso dotar de connotaciones religiosas. El lirio que sujeta la joven también se leyó como una representación de la pérdida de la inocencia. El artista, sin embargo, solo perseguía la exaltación técnica, “el arte por el arte”, y así lo quiso aclarar cambiándole el nombre a Sinfonía en blanco nº 1. Pero ya era demasiado tarde. El destino de este retrato estaba sellado.

A menudo, el ingrediente secreto para que una obra acabara expuesta en el Salón de los Rechazados era casi siempre el mismo: romper con lo tradicional, innovar. Así, los artistas relacionados con el impresionismo y el realismo ocuparon un lugar especial en esta sala. Camille Pissarro, por ejemplo, vio como varios de sus paisajes eran relegados a este espacio. De la misma manera, Henri Fantin-Latou expuso su obra ‘La féerie’ en los muros de la contraexposición.

La dama blanca, James McNeill Whistler

La primera exposición independiente como tal tuvo lugar antes, en 1855, y fue protagonizada por Courbet, el padre del realismo. Courbet perseguía crear un arte vivo, que se centraba en la representación de temas cotidianos. En definitiva, un arte reflejo de la realidad. Para ese año ya gozaba de cierto reconocimiento, pero eso no le impidió ver cómo el jurado rechazaba su pintura El estudio del artista, la que consideraba toda una declaración de intenciones. Así, decidió abrir su propia exposición en un cuartel parisino, a la que bautizaría como Pavillon du Réalisme y en la que expondría más de 40 de sus obras.

La determinación del pintor realista pronto inspiraría a otros a hacer lo propio, especialmente al grupo impresionista, que encontraron en esta acción un modelo a seguir. Así, el grupo de artistas se animó a organizar hasta ocho exposiciones independientes. La primera de ellas, en 1874, supuso el orígen del término que dió nombre al movimiento: cuando el crítico de arte Louis Leróy comentó despectivamente la impresión que producía el famoso paisaje marino al amanecer retratado por Claude Monet.

Los artistas actuales rechazados

Desde aquel primer Salón de los Rechazados, la experiencia artística ha cambiado radicalmente. En la actualidad, los artistas gozan de más libertad creativa que hace unos siglos. Sin embargo, salirse del molde de lo socialmente aceptado o crear una obra polémica sigue teniendo sus riesgos.

Yayoi Kusama es un claro ejemplo de artista transgresora. Su estilo diferencial y su personalidad extravagante han hecho que sus instalaciones conquisten espacios de todo el mundo. Sin ir más lejos, recientemente se ha hecho pública su colaboración con Louis Vuitton, una nueva colección que unirá de nuevo el arte y la moda. Pero llegar a lo más alto no ha sido un camino de rosas para ella. En 1966 sufrió el rechazo por parte del gobierno japonés, que dejó su rompedor estilo fuera de su espacio oficial de la Bienal de Venecia. Igual que Courbet, la artista decidió presentar en las inmediaciones del pabellón su obra alternativa Jardín de Narcisos: una instalación con más de 1.500 orbes espejados

Yayoi Kusama x Louis Vuitton
Foto: REUTERS Benoit Tessier
Instalación de Jeff Koons

Otro artista polémico es Jeff Koons, cuya obra se ha enmarcado habitualmente en lo kitsch. Sus inicios en el mundo del arte estuvieron marcados por la apropiación y la polémica, lo que le llevó a vivir más de una demanda por plagio no resuelta a su favor. Sus esculturas a menudo son tachadas de cutres, banales y una clara representación del consumismo, pero esto no ha evitado que acabe por convertirse en uno de los artistas vivos más cotizados de la historia.

Como la sociedad, el arte ha cambiado, pero es curioso ver cómo nuestra reacción ante lo nuevo, lo innovador, lo polémico y lo rupturista sigue siendo prácticamente la misma que hace dos siglos. La próxima vez que te encuentres en la situación incómoda de no comprender una obra de arte, de verla demasiado alejada por su técnica, tema o estilo, piénsalo dos veces. Tal vez te encuentres ante la obra maestra de un nuevo genio a punto de cambiar la historia. O tal vez no.