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NO LE ECHES LA CULPA A INTERNET DE TU OBSESIÓN POR LOS GATOS, LLEVAS VIÉNDOLOS EN CUADROS TODA LA VIDA

Por Sandrine Ortega

Tres gatos, Franz Marc

Sabemos que han conquistado internet, pero también la historia del arte. Desde hace miles de años, han sido objeto de representación y veneración por parte de múltiples artistas.

Los gatos son los reyes de internet, es un hecho. Las cifras hablan por sí solas: solo en 2014 alcanzaron 26.000 millones de visualizaciones en YouTube, mientras que en 2015 se realizaron 30 millones de búsquedas en Google para encontrar contenido relacionado con ellos, un número que en 2020 creció hasta los 50 millones. Hay quien dice que la base científica de nuestra fascinación por estos animales está en sus maullidos, perfeccionados para sonar como los de un bebé humano. También hay quien afirma que reside en la condición masoquista y meritocrática del ser humano de no querer recibir amor sin tener que ganárselo, pero lo cierto es que esta obsesión existe desde que nos cruzamos con ellos hace aproximadamente 10.000 años, y la historia del arte es una prueba de ello.

El acercamiento entre gatos y humanos no tuvo su momento álgido hasta el antiguo Egipto. Estos felinos cumplían para los egipcios la función de nuestros actuales frigoríficos: mantenían la comida de las primeras poblaciones sedentarias libre de roedores e insectos. Pero aunque los egipcios no mantenían una relación doméstica con los gatos (estaban juntos pero no revueltos), fueron los primeros en endiosarlos a través de la figura de Bastet y de su amplia representación en el arte.

La diosa Bastet simbolizaba ya en el año 1000 a.C. todo lo que son hoy para muchos: protección, alegría y amor. Las esculturas de Bastet que han llegado hasta nuestros días nos muestran que se representaba como un gato convencional o como una mujer híbrida con cuerpo de humana y cabeza de gata.

©Hans Süss von Kulmbach

Durante la época romana el gato también fue visto como un símbolo de buena suerte, pero durante la Edad Media, se le empezó a vincular con el mal, el diablo y, sobre todo, con las brujas. Su perjudicial simbolismo unido a la poca destreza técnica han dejado imágenes virales de estos felinos representados en manuscritos con caras humanas o caminando sobre sus dos patas traseras. Pero cuando en el siglo XIV Europa vivió el brote de peste bubónica más mortífero hasta la fecha, se volvieron aliados en la caza de ratones y la Iglesia retomó su representación positiva, a través de figuras como la de Santa Gertrudis de Nivelles, patrona de los gatos. Para ese entonces, Jean Pucelle, famoso miniaturista del siglo XIV, los dibujaba en actitudes de juego y compañía en los encabezados, márgenes y pies de los extendidos “libros de horas”, llenos de rezos y salmos.

Con la llegada del Renacimiento y el progreso médico, la salubridad nos permitió empezar a convivir con estos animales tan particulares. Hans Süss von Kulmbach inmortalizó en 1508 un precioso momento cargado de simbolismo: una chica haciendo una guirnalda en el alféizar de una ventana con un gato blanco a su lado. Tal y como explican expertos del Metropolitan Museum de Nueva York, este animal era entonces “un símbolo de respetable y constante amor en el arte de ese periodo”. Los tiempos habían cambiado en las relaciones con los mininos y los artistas empezaron a fascinarse por sus cualidades estéticas y misteriosas. En el Renacimiento artistas a lo largo de toda Europa como Antonello da Messina, Leonardo da Vinci, El Bosco o Jan van Eyck los representaban dentro y fuera del ámbito doméstico. De hecho, de tal fascinación surgió la famosa frase felina de Da Vinci, uno de los mayores observadores y estudiosos del mundo natural, quien dijo que “hasta el más pequeño de los felinos es una obra de arte”.

Estudio de gatos y dragones. Da Vinci. 1513.

En la Edad Moderna aparecían también en mercados y bodegas, como muestran los bodegones con gato de Chardin. En ellos, surgen como pequeños cazadores, presas de su instinto natural, un comportamiento que también reflejó Goya, quien los representó en varias ocasiones. Uno de sus cuadros más famosos de felinos es el de Don Manuel Osorio Manrique de Zúñiga donde el hijo de los condes de Altamira juega con una urraca y tres gatos se encuentran al acecho. Goya también defendió a estos maravillosos animales en su serie Los Caprichos. En El sueño de la razón produce monstruos el artista pinta entre los monstruos alados a un par de seres con facciones felinas y lanza un mensaje al público: las supersticiones, de las cuales los gatos habían sido víctimas en el pasado, son fruto de la ignorancia (o del sueño de la razón).

Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, pasaron de combatir plagas a plagar el arte de vanguardia europeo. Su representación fue cada vez más prolífica pero cada vez más intimista. Encontramos gatos coloridos en los cuadros de Franz Marc, Chagall o Steinlen, quien además de pintar y esculpir en reiteradas ocasiones a este animal, creó el ya icónico cartel del cabaret del gato negro. Uno modernista que contrasta con los negros minimalistas de los grabados de Rottluff. También, los encontramos minimalistas gracias al famoso adorador de gatos Tsuguharu Foujita, artista japonés afincado en París. Foujita los pintaba etéreos, como si quisiera aludir a sus dotes de delicadeza y destreza de movimientos. En su obra Le chat blanc apenas se aprecian dos ojos entre una nube de pelo de óleo blanco y lienzo.

Don Manuel Osorio de Moscoso y Manrique de Zúñiga, niño. Francisco de Goya

Los Caprichos, Francisco de Goya

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Cartel de Steinlen (1896)

Two cats, blue and yellow, Franz Marc

Retrato del artista (Autorretrato con gato), Tsuguharu Foujita. ©Centre Pompidou

Chandoha, el fotógrafo de los gatos

Con la llegada de la fotografía, el gato fue sujeto y modelo para artistas como Walter Chandoha, fotógrafo de la segunda mitad del siglo XX que basó su obra en los de Nueva York. Chandoha supo retratar su personalidad como nadie y de sus dotes nos han quedado increíbles fotografías como Paula and the kitten en la que un gatito sin dientes delanteros sonríe junto a la hija del fotógrafo a su vez desdentada, dando muestra de la alegría felina, o como muestra de su altivez y elegancia nos dejó la fotografía Persian que abre el libro que le ha dedicado la casa editorial Taschen.

©Walter Chandoha
©Walter Chandoha

Pero ninguna muestra su canallismo de manera más precisa y acertada que su fotografía The Mob, donde se ve a un grupo de gatos caminando en actitud desafiante y que Chandoha a través del título relaciona con los grupos mafiosos de su New Jersey natal.

Puede que el estadounidense fuera un precursor de todos nosotros que, sin ser artistas, tenemos el teléfono colmado de fotografías de nuestros amados gatos. Puede que Chandoha sintiera aquella experiencia estética que sentimos cada vez que miramos los nuestros y nos asalta la necesidad de inmortalizarlos en una imagen. Puede que eso fuera lo que han sentido todos y cada uno de los artistas que, desde el antiguo Egipto, han retratado a este fascinante, descarado, misterioso y tierno animal. Lo que sí sabemos con certeza es que, gracias a esa sensación que nos producen, los gatos han dominado internet, el arte y nuestros corazones.

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